sábado, 17 de diciembre de 2011

Capítulo 49

El guardia había llegado al piso, con algunas magulladuras en la cara y completamente rojo del esfuerzo.
-¡Tú! –señaló a Danielle.
-Levántate, Danielle, y haz todo lo que te dice –le susurró Axel.
-No, Axel, ¡no pienso dejarte! –el guardia se acercó a ella y la levantó sin esfuerzo del suelo-. ¡No! ¡Suéltame! ¡Yo no me voy! ¡No quiero irme!
-Vamos, lárgate antes de que cambie de opinión.
-¡No! ¡Axel! ¡Por favor, Axel, quiero estar contigo!
Lloraba alzando las manos hacia la celda, pero el guardia la arrastraba hacia las escaleras. Axel sólo podía mirar cómo se marchaban.
Finalmente ambos bajaron. Ethan la esperaba fuera, en la calle, sin ningún rasguño, quizá porque el guardia no quiso hacerle daño. Al verla ser arrastrada, fue hacia ellos. El guardia la soltó en el suelo, y después de una pequeña riña y una amenaza, cerró las puertas.
Danielle siguió llorando. Ethan la abrazó con fuerza, apretándola contra su pecho, como tantas veces había deseado hacer anteriormente.
Pero Danielle no quería que la consolasen esos brazos ni esos besos que recibía en las mejillas. Sólo quería todo eso de una persona, a la que iban a matar esa misma noche.
-Ethan… ¿quién… cómo se habrán enterado de quién es en realidad Axel?
Ethan paró de besarla, y apoyó la mejilla en su cabeza.
-No… no lo sé, Danielle. En realidad, no lo sé.
Se sentía realmente culpable. Pero había estado tan celoso en ese momento…
-¿Lo amas? –le preguntó después de un rato, todavía abrazados.
Danielle tragó saliva antes de contestar.
-¿Por… por qué lo dices?
-He visto cómo lo miras.
“Lo sé porque siempre quise que me mirases igual…”
-No lo miro de ninguna manera.
-Oh, vamos Danielle. No seas mentirosa. Cuando hablas de él, se te ilumina la cara, pareces más contenta. Como si estuvieras enamorada. Y has dejado un viaje a España, ¡a España!, para ir a verle, sabiendo que no sería nada fácil que se librara de esta. Sabes que no lo conseguirá.
Danielle lo apartó de un suave empujón. Se limpió las lágrimas con la manga de su vestido, y lo miró furiosa.
-¡¿Por qué todos decís eso?! ¡Axel vivirá! ¡Lo sé!
Ethan negó despacio con la cabeza, intentando que lo comprendiera.
-No lo hará.
-No tienes derecho a decir eso –contestó temblando de rabia. Entonces recordó lo que le dijo Axel-. Antes Axel me preguntó por qué me dijiste dónde estaba él. ¿Por qué dijo eso? ¿Qué hiciste, Ethan?
-¿Yo…?
-Sí, tú. ¿Qué has hecho?
Ethan apretó los labios y rehuyó su mirada. No quería mentirle, pero tampoco que lo odiara.
-Ethan, dime la verdad –éste suspiró.
-Está bien. ¿Me prometes que no te enfadarás?
-Te prometo que intentaré no enfadarme.
-Hum… Yo… yo me chivé a mi padre de que él era el ladrón de Londres…
Al escuchar la frase, Danielle le pegó en la mejilla a Ethan. Éste se llevó una mano para aguantar el dolor.
-Eres… eres despreciable.
Lo apartó de su camino y salió corriendo de allí, hacia la casa de Axel.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capítulo 48

Danielle y Ethan habían llegado a la cárcel de Londres, con un poco de miedo.
En el primer piso, había un guardia.
-Por favor, señor, déjenos pasar.
-¿Perdonen? Ustedes no están permitidos a entrar.
-¡Pero es necesario!
-Lo siento, no…
Ethan apretó la mandíbula y se lanzó contra el guardia, tirándolo al suelo.
-¡Ethan! –gritó Danielle.
-¡Corre!
Danielle vaciló un momento, pero al final le hizo caso. Subió las escaleras corriendo, cogiendo con las manos el bajo del vestido para no pisarlo. Sólo tendría unos momentos hasta que ese gorila pudiera con Ethan y la siguiese.
Siguió subiendo hasta la cima, pues estaba seguro que al gran ladrón de Londres lo habían puesto arriba en todo para asegurarse de que no se escapaba.
Al llegar, casi sin aliento, recorrió el pasillo, atemorizada, pues los presos le pedían ayuda e incluso les faltaba alguna extremidad.
-Axel… ¡Axel! ¡Axel, ¿dónde estás? –sollozó, al borde de las lágrimas-. ¡Axel!
Al fondo, a un lado del pasillo, escuchó un ruido.
-¿Danielle?
Siguió la voz hasta la celda adecuada. En el suelo, entre las rejas, podía ver un poco de sangre seca manchar la piedra.
-Dios mío –murmuró asustada.
Fue hacia allí, y se arrodilló. Axel estaba sentado en el suelo, sin su usual chaleco y con la blusa abierta, dejando entrever sus marcados pero ligeros abdominales y la piel morena manchada de su propia sangre.
-¿Qué haces aquí? –preguntó con voz dolorida y sorprendida.
-¿Dónde… por qué sangras tanto?
-Respóndeme a mi pregunta.
-Primero responde la mía.
-Yo te pregunté antes –replicó con un pequeño tono de humor.
-Axel, por favor… -Danielle empezó a llorar, dejando resbalar las lágrimas por sus mejillas hasta caer al suelo.
-En la espalda –respondió.
Axel se apoyó mejor en la fría piedra, dejando caer la cabeza hacia atrás contra la pared.
-Ahora respóndeme tú.
-Tenía que venir, yo… tú… me dijo Ethan… que estabas aquí…
-Ethan –suspiró-. Ya veo. Me sorprende que te lo haya dicho.
-¿Por qué?
-Que te responda él –se incorporó, pero se encogió del dolor por la espalda.
-¿Qué…? ¡No te muevas, o sangrarás más! ¿Qué te pasó?
-Me… me maltrataron para que confesara. No lo hice, antes de que insinúes nada –ante la mirada asustada de la muchacha, habló, apartando la mirada entrecerrada-. Ya da igual. Ahora mismo lo que menos me preocupa son mis heridas. Esta noche estaré muerto de todos modos. Al menos Max está con Gina, y supongo que ya sabrán lo de mi arresto.
-Sí…
-Y también me preocupa que estés aquí. Debes irte, o te las harán pagar –la miró.
-Me da igual, yo no me voy de aquí sin ti.
-Danielle, no seas irracional. Cuando me maten todo esto que estás haciendo será en vano.
-No me importa. Me quedo.
Axel volvió a apoyar la cabeza contra la pared, sonriendo. A Danielle el corazón casi se le sale del pecho. Le encantaba esa sensación de hormigueo en el estómago. Y que él sonriera.
Pero volvió a derramar más lágrimas. Axel dejó de sonreír para mirarla con los ojos entornados.
Danielle levantó la vista al sentir el peso de su mirada.
-No quiero que llores –alzó una mano, y entre dos rejas le tocó la mejilla a Danielle, enjugándole las lágrimas-. Ningún hombre se merece las lágrimas de una mujer, y yo no soy una excepción. Así que no llores por mí, cielo. No vale la pena.
Danielle tenía todavía más ganas de llorar. Tapó la mano de Axel con la suya, sin querer soltarla nunca, apretándola todavía más contra su mejilla.
-Por favor, Axel, no me dejes. Por favor… -rompió a llorar otra vez.
Axel la miraba con tristeza. Pero no podía hacer nada.
-Escucha, intentaré algo, ¿de acuerdo? Ya se me ocurrirá el qué.
-Ahora es tu turno de no fallarme a mí –le dijo ella.
La miró unos momentos, y asintió.
-No te preocupes.
Pero entonces los fuertes pasos del guardia se oyeron. Danielle se puso más nerviosa de lo que estaba, sin querer separarse de Axel.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Capítulo 47

Danielle terminaba de prepararse y ya bajaba las escaleras con sus cosas. Stella saltaba contenta.
-¡Voy a hacer muchas cosas! A lo mejor hasta conozco a un príncipe muy, muy guapo, que se quiere casar conmigo y…
-Lo que tú digas, Stella –rio Danielle.
La niña puso los ojos en blanco, y fueron a colocar todo en el carruaje, pues los llevarían hasta el puerto.
Cuando ya estaba todo colocado y bien puesto, subieron al carruaje junto con sus padres, y éste empezó a avanzar.
Pero entonces Ethan apareció corriendo, completamente rojo y sudando.
-¡Danielle! ¡Espera, Danielle!
La muchacha, al escucharlo tan alarmado, pidió que el coche frenara. Al hacerlo, se bajó de él y fue hacia Ethan. Éste respiró hondo.
-Danielle… Axel…
Al escuchar su nombre, le dio un vuelco el corazón.
-¿Qué le pasa a Axel? –le preguntó ella preocupada.
-Él…
-¡¡Ethan, dime qué pasa!! ¡Me estás preocupando! ¡¿Le pasa algo?!
-Lo… ¡Lo van a matar!
Una sensación de desasosiego, de que iba a caerse desmayada en cualquier momento, se apoderó de ella.
-Que lo van a ¡¿qué?!
-¡Saben que él es el ladrón de Londres!
-¡¿Cómo?! No, no, ¡no!
Miró desesperada a sus padres.
-Hija, vamos a perder el barco.
-Papá, ir vosotros. Yo me quedaré aquí.
-¿Y dejarte sola? No.
-¡¡Papá, es muy urgente!! ¡Por favor, sé cuidarme sola! ¡Por favor, id! ¡Yo estaré bien! ¡Soy casi adulta!
-Pero…
-¡Por favor!
Sus padres se miraron entre ellos.
-¿Estarás bien?
-¡Muy bien, de verdad!
-Está bien, hija, pero porque sabemos que eres una chica resp…
Pero no le dejó terminar, pues Danielle y Ethan habían salido escopeteados hacia el metro.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Capítulo 46

*11/11/11!!!! :3

-Nos vamos de viaje, ¿qué te parece?
El padre de Danielle sonreía radiante.
-¿De viaje?
Danielle levantó la vista de las notas que escribía, y dejó la pluma en el tintero.
-¿Cómo?
-Sí. Le haremos una visita a España. ¿Qué te parece?
-¿A España? Bueno… Supongo que está bien. ¿Cuándo nos vamos?
-Mañana por la tarde. Así que ve preparando todo.
-Muy bien.
El hombre sonrió contento y salió de la habitación, cerrando la puerta. Danielle se levantó de su escritorio, y empezó a hacer la maleta.

Axel, con las esposas puestas, fue llevado por el detective y sus hombres a una casa. Cuando Julian petó en la puerta, ésta se abrió. El jefe de policía apareció por ella.
-Dios mío, ¿lo habéis…?
-Jefe, no se altere. Ya lo tenemos.
-Sigo pensando que él es inocente.
-¡¿Pero es que no lo ve?! –gritó Julian molesto-. ¡En todas las casas dónde se cometió un robo, él estaba siempre ahí, justo en la misma noche que pasaba! No me dirá que eso es una enorme casualidad, ¿verdad?
-Puede ser…
El jefe miraba a Axel, pues éste tenía la mirada perdida, hacia el suelo, y Ethan se asomó por detrás de su padre. Julian sonrió.
-¡Anda, mira quién está aquí! Nuestro ayudante favorito, ¿eh Ethan?
Axel levantó la cabeza, mirando al muchacho.
-¿Qué…? –Consiguió decir, y frunció el ceño-. ¿Has sido tú? ¿Tú me has acusado de robo?
Y él pensando que había sido Danielle…
-Bueno, yo… -Ethan lo miraba horrorizado-. No pensaba que… yo…
-Bien, pues ya está todo –Julian se despidió-. Ya veremos qué hacer con él. Primero tenemos que conseguir que confiese.
-Julian, no te pases… -el jefe lo miraba con preocupación.
-Claro que no.
Sonrió con malicia, y se fueron.
Pero al siguiente día, cuando ya era casi por la tarde, Ethan decidió ir corriendo a casa de Danielle.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Capítulo 45

Ethan, al volver a casa, se demoraba si decírselo a su padre. ¿Sí o no?
¿Estropear una gran amistad de la que esperaba que terminara en algo más, o hacer el bien y que esa persona no le hablara nunca más pero estaría a salvo?
Cuando saludó a su padre, se derrumbó.
-Papá…
-Dime, hijo.
-Yo… quería contarte una cosa…

-¿Es que no vas a dejar de robar nunca? –Danielle resopló.
-Sabes que no, y además ya sabes el por qué. Hasta pronto, Danielle.
La muchacha sintió unas terribles ganas de llorar hasta sacarse todo el dolor que retenía dentro, pero sabía que el único que podía rebajar ese dolor era Axel. Pero éste ya se había ido.
Entonces Danielle le pidió a sus padres que se fueran ya a casa, pues no estaba para más fiesta…

Axel, al salir de la mansión sin dificultad alguna, en vez de ir a casa, fue hacia el mismo centro de Londres, dónde el Big Ben, con su intimidante y enorme figura, daban las doce de la noche. Todo el mundo estaría durmiendo. Sin embargo, el cielo estaba gris y negro, con nubes, amenazando con llover, mientras la luna se asomaba por detrás. Pero no llovía.
Axel se dirigió al enorme reloj, abriendo las compuertas, y subió durante varios minutos –pues nadie vigilaba la torre- hasta estar por encima de las agujas, del doce del panel, y se sentó en el borde del hueco de en medio, vislumbrando toda la ciudad.

El detective Julian, junto con varios hombres, se adentraron corriendo en la ciudad. Al fijarse en el Big Ben, descubrieron una oscura figura encima del número doce, dónde la aguja pequeña señalaba, y la grande ya la había pasado.
Al momento, supo quién era esa misteriosa sombra.
Todos subieron corriendo la torre hasta la cima, y lo que Julian vio lo dejó un poco anonadado.
El ladrón, Axel, estaba sentado en el borde de la gran ventana, como si no temiera caerse a más de quince metros hasta el suelo, con una pierna estirada y la otra doblada. Tenía la mano derecha apoyada en la fría piedra, y la otra, con el codo sobre la rodilla de la pierna doblada, sostenía una cadena de plata de la que colgaba un reloj de bolsillo, que hacía mover de un lado a otro. Parecía que iba a juego con el cielo de Londres.
Ni siquiera se molestó en levantar la vista.
-¿Señor Alexander? –dijo el detective.
-¿No le parece fascinante? Siempre intentamos matar el tiempo, siendo inconscientes de que él nos acabará por matar a nosotros –sonrió-. De todos modos, la inmortalidad sería sólo un contratiempo –suspiró-. Dígame, señor detective, le he visto venir corriendo hasta aquí, al verme, desde allí abajo. ¿Qué desea?
Julian, conmocionado, le contestó.
-Está usted detenido.
Lo sabía. Sabía que Danielle no se lo callaría. No podría, después de haberla echado de casa.
Sabía que no podía confiar en nadie.
Axel sonrió, forzado, y levantó la mirada, dejando que algunos mechones de su pelo le cayeran por la frente y los ojos.
-¿Por qué?
-Usted lo sabe muy bien.
-No, no lo sé. No se debe acusar a nadie de algo del que no se tienen pruebas. Dígame de qué estoy acusado.
-Principalmente, de ser el ladrón de Londres –miró a los policías-. Arrestadle.
Los hombres asintieron y fueron a atraparle. Aunque no hizo falta. Para la sorpresa de Julian, Axel se guardó el reloj en el chaleco, bajó de la ventana y se acercó a él. Alzó las manos juntas, y con una mirada desafiante, sonrió.
-Adelante, hágalo.
Julian le devolvió la mirada. Sin embargo, diferente a las demás personas, el ladrón no se intimidaba.
-¡Vamos! –le instó impaciente-. Hágalo de una vez.
El detective cogió unas esposas, y le ató las muñecas con ellas entre breves y sonoros tintineos de las cadenas.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Capítulo 44

Axel le quitó el vaso de las manos, pero ella se hizo de rogar, y no lo soltaba.
-Danielle, suelta el vaso.
-¡Ni… ni se te ocurra! ¡Es mío!
-¡Danielle!
-¡No!
Axel se lo arrebató con un movimiento de muñeca, lo dejó encima de la mesa, y cogió a Danielle por los hombros, obligándola a mirarlo.
-¡¿Pero tú estás bien de la cabeza?! ¡¿Qué… demonios pretendes?!
-… ¿Hum?
-¡Danielle!
-No grites…
Axel la miró de hito en hito. La cogió por un brazo, y la condujo escaleras abajo del jardín, dónde podían hablar a solas –aparte de los pavos reales que se paseaban majestuosamente por allí-, y se acercaron a la fuente de la izquierda.
-Por qué me haces esto –empezó él.
-Oye, que no eres el único que se pregunta cosas. Yo me pregunto por qué se mueve tanto el suelo. ¿O es así?
-¡Oh, por favor! ¿Por qué te has emborrachado?
-¿Qué por qué? Ya lo tenía –sollozó-. Ya lo tenía…
-Tenías el qué, Danielle. ¡Tenías el qué!
-¡Ya estaba! ¡Ya… ya había superado lo nuestro! –Axel frunció el ceño, y se cruzó de brazos, expectante-. Cuando te vi en la fiesta no se me disparó el corazón, ni sentí esas cosquillas… tan raras del estómago como cuando estaba en tu casa. Lo había superado –susurró-. Ya no sentía nada. Entonces sonreíste y lo estropeaste todo. No tienes… ni idea de cuánto te odio y te quiero ahora mismo –mientras decía estas palabras, lágrimas transparentes resbalaban por sus mejillas-. Dios, esto es tan repentino. Ya sabía que ibas a estar aquí, pero… pero pensaba que aguantaría –hipó por los nervios-. Supongo que el ponche me ayuda a no sentir nada… Bueno, sí, un mareo y unas ganas de vomitar increíbles. Y un escozor en el estómago…
Axel se pellizcó el puente de la nariz, un poco abatido por el pequeño discurso.
-Y aún por encima aquella niña que estoy segura que es más pequeña que yo y me miraba de forma amenazadora mientras no te soltaba. Sólo le faltaba pedirte que te acostaras con ella.
-Es que quería hacerlo –Axel suspiró-. De hecho, se me insinuó de forma intencionada en su habitación.
Danielle dejó de respirar.
-¿Cómo?
-Por supuesto, me negué.
-¿Qué…?
-Suero. Ahora mismo está dormida en su cama.
-¡¡Yo estaré borracha, pero tú… tú estás loco!!
-No, simplemente estaba desesperado. De todos modos ya tengo lo que quería –se palpó el bolsillo del chaleco, dónde resonaron las joyas-, así que ahora debo irme.
-¿Vas... a dejarme en este estado?
-Mira, haz lo que quieras. Tú sola te lo has buscado. Debo irme.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Capítulo 43

La hija del conde, Charlotte, se aferró al brazo de Axel cuando éste se acercó a ella.
-Ay, ¡ya pensaba que no vendrías!
-Claro que iba a venir, ya se lo dije, señorita Jones. Y yo siempre cumplo mi palabra.
-¡Ayyy, Axel, eres tan caballeroso! –la joven miró hacia Danielle, en la mesa, y entrecerró los ojos, claramente molesta-. He visto que le has dado un beso. ¿Por qué a ella sí y a mí no?
Axel apretó los labios.
-Porque yo sólo puedo besar a mis mejores amigas. Lo siento, señorita Jones…
El ladrón miró hacia la posición dónde estaba Danielle, que se servía otro vaso de ponche.
Entonces Axel bajó la mirada hasta su cuello, de dónde colgaba una llave plateada encima de un escote bastante pronunciado para una niña como Charlotte. Hizo una mueca de disgusto, pero al volver a mirar la llave ya se pudo imaginar dónde estarían las joyas. Sonrió interiormente.
-Pero… ¿le importaría enseñarme el interior de su casa? Es que me parece fascinante…
-... y romántico –terminó ella.
-Hum, sí, eso, romántico.
-¡¡Claro que sí!!
Después de echar una última mirada a Danielle, Axel y Charlotte entraron en la casa, y la joven condujo a Axel a su habitación. Una vez dentro, Axel fijó su mirada en el gran armario. Estaban allí. Estaba seguro.
Pero sus pensamientos se dispersaron cuando Charlotte sonrió con picardía, cogió las manos de Axel y las colocó en su cadera.
-Vamos –susurró-, desátalo.
Axel abrió mucho los ojos.
-¿Que desate el qué?
-Mi vestido –Charlotte se puso de puntillas y le besó el cuello-. Venga.
“Oh, no. Esto no tendría que ser así. Por favor, espero no haberme olvidado el suero…”
Axel sonrió seductoramente, haciendo derretir a Charlotte, y se palpó disimuladamente el chaleco en busca de la jeringuilla.
“¡Bien!”
Metió la mano en el bolsillo, y sacó la aguja con cuidado de que Charlotte no la viera. Entonces le pinchó en el brazo, y ésta cayó desmayada, no sin antes ser recogida por Axel y ser colocada en la cama. Éste le quitó el collar con cuidado, se dio la vuelta, rebuscó por el armario, y en efecto, debajo de toda la ropa, encontró varias cajitas brillantes con las joyas que buscaba tan ansiadamente.
Después de abrirlas las cogió todas, las guardó en los bolsillos del chaleco intentando que no se notaran, y volvió a cerrar todo. Volvió a colocarle el collar con la llave a Charlotte. Y de repente, por un reflejo, miró por la ventana, que daba al exterior, al jardín, y se fijó en Danielle. Se servía otro vaso. Y se tambaleaba también mientras sonreía estúpidamente.
Lo peor de todo es que se dirigía al conde.
“¡Dios, está borracha!”
Alarmado, el joven salió del cuarto sin fijarse siquiera si la chica respiraba aún y bajó rápidamente las escaleras hacia fuera.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Capítulo 42

-Danielle, no quiero que quedemos así. Por favor.
Danielle apretó los labios, y miró al suelo.
-¿Así cómo?
-Ya sabes, no quiero que te hagas la tonta conmigo.
-Mira, Axel…
-¡¡Señor Alexander!!
Ambos se giraron hacia la voz femenina y un pelín infantil perteneciente a una muchacha rubia, muy voluptuosa y de rostro dulce, de ojos azules brillantes y una sonrisa blanca y perfecta.
La hija del conde. Danielle sintió un pequeño ramalazo de celos.
-Señorita Jones –Axel la miró sorprendido. La joven rodeó su brazo con los suyos.
-¡Te estaba esperando! ¿Cuándo ibas a volver?
-Disculpe, pero ahora mismo estaba hablando con la señorita Gilbert…
La muchacha rubia miró a Danielle, y entrecerró los ojos.
-Ah. Bueno, ¿pero vendrás ahora?
-Sí, por supuesto.
-¡Estupendo! ¡Entonces te espero! –se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla a Axel.
Danielle se mordió el interior de la boca para no soltar alguna obscenidad. Luego la joven se fue, así que Axel se volvió hacia ella.
-¿La hija del conde? Qué pasa, ¿es que te gusta jugar con los corazones de las muchachas?
-Danielle, por favor, sabes que no es eso. Perdóname, te lo ruego.
-No puedo.
-Sé que no le dijiste nada al jefe de policía. Eso dice algo.
-No dice nada. No seas ridículo. Yo no…
Axel se inclinó, acercándose al oído de Danielle, y susurró:
-Gracias. Te lo agradezco mucho.
Cuando se separó, ambos se miraron, y Axel sonrió.
Entonces Danielle lo perdió todo, su orgullo, sus pensamientos, el color de sus mejillas, su fuerza de voluntad… su indiferencia, ante esa sonrisa.
El corazón se le disparó con fuerza, mientras sentía un enorme cosquilleo en el estómago. Quería que Axel volviera a acercarse tanto a ella, pero en vez de a su oído, quería que se acercase a su boca…
-Entonces, ¿me perdonas?
Danielle sacudió la cabeza, sumida completamente en sus pensamientos.
-Claro… -contestó mientras lo observaba con ojos enamorados.
Axel sonrió ampliamente, y la besó en la mejilla, contento.
-Lo único que podía hacerme feliz esta noche era tu perdón.
-¡¡¡¡¡¡Aaaaxeeeeeeel!!!!!! –gritó otra vez la muchacha rubia desde lejos.
Axel suspiró, poniendo la mirada en blanco, le guiñó un ojo a Danielle y se dirigió hacia la joven.
Danielle tragó todo el contenido de su vaso, y se sirvió otra vez. Y otra. Y otra, hasta que no pudo más…

lunes, 22 de agosto de 2011

Capítulo 41

-Danielle, adivina quién nos ha invitado a otra cena esta misma noche.
-Hummm…
-¡El conde! ¡El mismísimo conde! –su padre estaba extasiado-. Así que ya sabes, cielo. Además, te servirá para distraerte un rato.
-Papá, no me hace falta distraerme con nada. Ya ha pasado un mes desde…
-Sí, pero eso no se supera fácilmente. Entonces…
Danielle suspiró. Se levantó de su tocador y lo miró.
-Iré, tranquilo.
-Estupendo, cariño.
Su padre sonrió y se fue, cerrando la puerta detrás de él. Danielle se miró en el espejo. Ya lo había superado. Ya no echaba de menos a Axel. Ya no pensaba en él antes de acostarse y al levantarse. Ni ocupaba sus pensamientos.
-No estoy enamorada, no lo estoy… No.
Respiró hondo, y sonrió. Ya estaba. Y estaba segura de que él estaría presente en esa fiesta, y que iba a robar allí. Pero no lo iba a detener. Ahora que sabía por qué lo hacía, no podía.
Durante ese mes había salido una o dos veces sus robos en el periódico, dónde el reportero se preguntaba quién era ese ladrón que ella conocía perfectamente.
Sacudió débilmente la cabeza, y salió de su habitación.
Ya a la noche, su familia y ella estaban montando en el coche que los iba a llevar a la casa del conde.
Llegaron enseguida, y bajaron del coche despidiéndose del cochero. Danielle se maravilló con la decoración de la enorme casa, pero más impresionante era su jardín trasero, con dos pisos dónde el de abajo estaba decorado con dos fuentes a los lados y unos cuantos pavos reales correteando por la verde hierba.
Todos pasaron al primer jardín, dónde había una gran mesa con todo colocado, y la gente hablaba felizmente entre ella.
Danielle se integró, hablando con la mayoría de las personas que eran presentadas por sus padres. Pero le había entrado una sed terrible, así que se excusó y se dirigió a la mesa, pasando entre la gente. Se sirvió un pequeño vaso de ponche, y al darse la vuelta, se encontró con unas manos guardadas en los bolsillos de un pantalón y un chaleco azul claro.
“Vamos, es indiferente. No estás enamorada. Ya no.”
Alzó la vista, y se encontró con los ojos grises con los que había soñado algunas semanas atrás.
-¿Danielle? –preguntó él sorprendido.
-Axel –sin poder evitarlo, se quedó sin respiración.
“¿Cómo demonios puede estar tan guapo sin apenas arreglarse?”
-No sabía que ibas a asistir. Hum… -se llevó la mano izquierda a la nuca-. ¿Todo bien?
-Pues sí, la verdad. Iba a ir ahora junto a mis padres, así que si me dejas pasar…
Pasó por su lado, pero Axel la retuvo cogiéndola por un brazo. La hizo volverse hacia él.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Capítulo 40

Danielle había llegado a casa sana y salva, apareciendo de repente ante sus padres, que empezaron a llorar y a besar a su niña. Incluso Stella la abrazó con fuerza. Sin embargo no le preguntaron nada sobre su supuesto secuestro, pues no querían recordárselo. Aunque a los dos días recibió la visita del jefe de policía.
Cuando Ethan la vio, se emocionó muchísimo y no la soltó después de dos horas. Todos reían.
Menos Danielle.
Pero después de dos semanas con tranquilidad, hubo un nuevo integrante en la policía.
Llegó junto con el padre de Ethan y éste, también. Cuando la joven lo vio, se asustó bastante, pues aunque era joven –quizá unos veinticinco años-, tenía una mirada y un aire intimidante, de esas personas que apenas te atreves a dirigirles la mirada.
-Danielle, te presento al detective Julian. Nos ayudará a encontrar a tu secuestrador y al ladrón de Londres.
Danielle sintió cómo la sangre abandonaba su rostro.
“No, a Axel no.”
-Pero… no hace falta. Yo… mi secuestrador no me trató mal.
-Ya veo. Ni siquiera pidió recompensa. Pero cometió un delito igualmente –le contestó en tono seco Julian-. Y a mí el arrepentimiento no me sirve para nada. Atraparé a ese bastardo.
-¡No es ningún bastardo! ¡¡No tienes ningún derecho a hablar así de él!! –soltó sin querer ella.
Se tapó la boca rápidamente bajo la mirada anonada de cada uno.
-Yo… es que… como ya dije… me trató muy bien y… eso…
-Me parece que sufres un claro Síndrome de Estocolmo, pero aún así hay que capturar a ambos. Jefe –le dijo al padre de Ethan-, vamos.
-Sí. Hijo, ¿te quedas aquí?
-Sí, papá.
-Bien.
Ethan se quedó con Danielle mientras el jefe y el detective se iban. Ésta llevó a Ethan a su habitación, y ambos se sentaron en la cama.
-Danielle –susurró Ethan levantándole la barbilla con un dedo-. ¿Estás bien?
-Yo…
-Dime quién fue.
-¿Cómo?
-Quién lo hizo.
-¿El secuestro? Ya os dije que no vi su cara…
-No me mientas. Tú lo sabes. Y quién es el ladrón, también. Estoy seguro.
Danielle se lo pensó unos momentos. ¿Podría confiar en Ethan? Es su mejor amigo desde hacía… cuánto, ¿diez, once años ya?
Suspiró, y asintió.
-Te lo diré, pero ni se te ocurra decir nada. ¡Nada! ¿Me oyes?
-Sí.
-Es… Axel…
-¿Axel? ¿El mismo al que fui a…? –abrió mucho los ojos, comprendiendo-. ¡Claro! ¡Sólo podía ser él! ¡¡Ese bastardo…!!
-¡¡¡No es un bastardo!!! Es el mejor hombre que he conocido en mi vida, ¡así que no le insultes! Ethan, ¡no se lo digas a nadie!
-Que sí…
Danielle empezaba a arrepentirse soberanamente. ¿Qué había hecho?

viernes, 22 de julio de 2011

Capítulo 39

Por la mañana, Danielle ya estaba lista en la puerta, con Axel, Gina, Blake, Dina y el pequeño Max.
-Te echaremos de menos –le dijeron todos.
Después de besos y abrazos de despedida –aunque con Gina fue un poco amargo-, Axel la acompañó hasta el carruaje, al otro lado del gran portón. Le abrió la puerta, y Danielle lo miró.
-Danielle, siento que acabemos así. Aunque me gustaría que siguiéramos siendo amigos.
-Si no nos vamos a volver a ver, entonces no servirá para nada tener una amistad –replicó ella enfadada.
-Yo no he dicho que no nos volvamos a ver. Quizá en alguna cena de esas que asistimos nosotros y así nos veamos, pero… fuera de ahí, lo dudo.
-Ya me lo imaginaba.
Ya no sabían qué más decirse. Hasta que Axel se guardó las manos en lo
s bolsillos, y sonrió con timidez.
-¿De qué te ríes?
-Bueno, me fijé que ayer fue tu primer beso.
Danielle apretó los labios, avergonzada. Se cruzó de brazos.
-¡No! ¡Ya me habían besado antes!
-Claro.
-Mira, déjalo, ¿vale? Me voy.
Se iba a subir al carruaje, pero Axel la cogió de la mano, la hizo volverse y la atrajo hacia sí, abrazándola.
Danielle no podía creérselo. Se quedó helada.
Axel tampoco pudo explicar muy bien lo que acababa de hacer. Ni siquiera sabía el por qué.
Pero de lo que estaba seguro era que estaba deseando hacerlo. La separó al momento de él, y carraspeó.
-Ha sido divertido, Danielle, y sin ti no hubiera conseguido tan fácilmente las joyas. Y para compensarte… -se sacó del bolsillo un collar del que colgaba un reloj pequeño incrustado en una esmeralda. Brillaba con lucidez, por lo que Danielle tuvo que entornar los ojos-. Toma.
Ella lo cogió entre sus manos, sorprendida.
-Pero, pero… yo… no puedo… No puedo aceptarlo.
-Es lo mínimo –Axel miró al suelo-. Suerte. Y que busques al chico de tus sueños, Danielle. Lo encontrarás pronto.
Danielle asintió y subió al carruaje, estando al borde de las lágrimas.
“El chico de mis sueños eres tú, pero no te das cuenta. O no quieres darte cuenta.”
El coche avanzó con el chasquido del látigo a los caballos, y Axel se despidió con la mano.
Entonces, cuando ya no se podía ver su casa, Danielle se echó a llorar sin poder evitarlo.

domingo, 17 de julio de 2011

Capítulo 38

*Aunque no lo creáis, por cada comentario me arrancáis una sonrisa...


A las seis de la mañana, Danielle no podía dormir. Habían llegado a casa a las cinco, pero aún así era incapaz. Estaba sentada en su cama, con las piernas cruzadas, pensando en que había sido cómplice de un robo. Pero se había sentido tan emocionada… Y Axel le había dado su primer beso…
Entonces escuchó el chirrido de su puerta abriéndose. Miró hacia allí, y Axel apareció por ella. Entró, cerrándola detrás de él, y se apoyó en ella, con los brazos cruzados. Todavía seguía vestido, pero sin el chaleco, con la blusa entreabierta y las mangas remangadas hasta los codos. Danielle sintió morirse al verlo de esa manera tan inusual y rebelde.
-Tenemos que hablar –dijo él severo.
-¿Sobre qué? –aunque ella ya lo sabía.
-Lo que pasó en la fiesta no significa nada, ¿me oyes? Sólo fue para que nos dejasen en paz.
Danielle apretó los labios, y rehuyó su mirada. Ya se había imaginado que para Axel sería una más, pero aún así, que se lo dijera directamente, dolía. Tragó saliva para aguantar las lágrimas que amenazaban con derramarse.
“No lloraré. No delante de él.”
Axel se dio cuenta. Suspiró.
-Perdóname, Danielle. No es por lo que crees. Yo… oí que le decías a Max que me amas.
Danielle abrió mucho los ojos, quedándose con la boca medio abierta.
-¿Có… cómo?
Se quería morir de la vergüenza. Él asintió.
-Oh, Dios mío.
-No puede ser, Danielle –respiró hondo-. Ese beso fue un tremendo error. Yo lo sé, y tú lo sabes, aunque no quieras admitirlo. Y no podemos seguir así.
-Pero Axel, ¿por qué…?
-Eres una chica maravillosa, Danielle. Guapa, lista, inocente y fuerte. Pero yo no soy el chico adecuado para ti.
Danielle se levantó de la cama, furiosa.
-Claro, yo soy la chica perfecta, y sin embargo no quieres estar conmigo. ¿Qué pasa, que sólo soy una más del montón? ¡Pues no te lo creas tanto!
-No es por eso. Yo por mí… Bueno, pero no puede ser, principalmente porque si en otra ocasión que vayamos juntos nos atrapan, en vez de proteger mi propia vida, protegeré la tuya. Y eso para mí es malo. Y que conste que viceversa. Si me atraparan a mí, estoy un noventa y nueve por ciento seguro de que vendrías a ayudarme. ¿Me equivoco? –Danielle no contestó-. Me lo imaginaba. Además está el hecho de que yo tengo veintidós años, y tú sólo eres una cría de diecisiete.
-Tampoco somos tan diferentes de edad…
-Créeme, lo somos. Sólo tenemos dos opciones. O dejas de venir conmigo a cometer estos delitos…
-¡¿Y dejar que te atrapen?! ¡No, me niego a no ir!
-… o te vas.
-¿Qué?
-Que ya es hora de que te vayas, Danielle. No puedo retenerte aquí toda tu vida. Tus padres deben de estar muy preocupados.
Danielle empezó a llorar, y corrió hacia Axel abrazándolo con fuerza.
-¡No! ¡No quiero irme, Axel! ¡¡No quiero, no me hagas esto!! ¡No quiero volver a casa!
-¿Pero tú te estás oyendo? Danielle, que no estás en una casa de verano. Estás secuestrada –dijo despacio-. ¿Es que no lo entiendes?
-¡No, no lo entiendo! ¡Porque a mí esto no me parece un secuestro! ¡No me voy! ¡Quiero estar contigo! –sollozó.
La apartó de sí por los hombros, y la obligó a mirarlo.
-Escúchame. Danielle, mírame. Hey, mírame. Bien, escucha. Debes volver a casa. ¿Tú sabes lo que es que un hijo desaparezca así por las buenas? ¿No sabes cómo deben de estar tus padres de preocupados? Yo si Max fuera secuestrado, me volvería loco.
-Pero Max es tu hermano, no tu hijo.
-Max es como mi hijo. Lo he criado como tal. Y de todos modos daría igual, ya sabes a lo que me refiero. Por favor, vuelve a casa.
-Claro, y ahora me pedirás que no le diga a nadie quién eres, ¿verdad?
-Eso es decisión tuya. Yo no debo meterme. De todos modos, no sabes cómo me odio ahora mismo por estar echándote de casa, pero ambos sabemos que la vida se basa en los sentimientos, y ni tú ni yo podremos evitar que el roce entre los dos nos enamore. Por eso tiene que acabarse. Lo siento.
Y se fue de la habitación. Danielle, llorando, se sentó en la cama otra vez, sin dormir en toda la noche.

viernes, 15 de julio de 2011

Capítulo 37

Danielle empezó a buscar por todas partes del cuarto: debajo de la cama, en los cajones, debajo de las alfombras… Pero no encontró nada. Empezó a pensar que Axel se había equivocado, aunque lo veía muy difícil.
Entonces recordó.
“Busca en todas partes, incluso si tiene un tocador, puedes mirar detrás del espejo…”
Danielle se fijó en el tocador, y en efecto, tenía un espejo. Pero lo que más le sorprendió fue que Axel tenía razón. El espejo se abría como una puerta, y detrás había un joyero.
Emocionada, cerró el espejo con cuidado y bajó rápidamente las escaleras, preocupada por si pisaba el vestido.
Axel la esperaba abajo, y como vio que ella estaba contenta, una sonrisa se formó en su rostro. Al llegar abajo, fue hacia ella, la cogió de las manos y la llevó adónde las parejas bailaban.
Mientras se movían al ritmo lento de la música, Danielle le contó todo.
-Ya sé dónde está. ¡Tenías razón! Detrás del espejo está el joyero con todo dentro –susurró.
Axel sonrió contento, la abrazó y la levantó del suelo.
-¡Así me gusta! Sabía que no me fallarías.
Cuando la dejó en el suelo otra vez, juntó su frente con la de ella, cerrando los ojos.
-No sabes el peso que me acabas de quitar de encima. Te lo agradezco muchísimo, Danielle –susurró.
Pero Danielle apenas le escuchaba. Se puso cardíaca, con el rostro pasando por todos los tonos del rosa, queriendo acercarse un poco más a Axel, sintiendo el temblor de las piernas…
Pero ambos se dieron cuenta de que todos habían dejado de bailar y los miraban. Axel levantó la mirada, desconcertado.
-¿Qué…?
-¡Venga, me parece que ya tenemos la pareja ganadora en cuestión de amor! –gritó la señora Brown-. ¡Que se besen, que se besen!
Todo el mundo empezó a hacerle coro.
Axel y Danielle se miraron con alerta.
Besarse no estaba en sus planes.
Y además acentuaría el enamoramiento por parte de Danielle. Axel no podía permitir eso.
Pero todo el mundo insistía, mientras los ojos de la joven que sostenía entre sus brazos lo miraban con admiración. ¿Qué iba a hacer sino?
“Dios mío, ¿qué hago?”
“Vamos, tú puedes parar esto. Olvídate de las joyas y lárgate rápido”.
“Pero no puedo dejarla aquí…”
Mientras ocurría la batalla campal en su mente consigo mismo, Danielle ya se había acercado. Axel le cogió la cara con las manos, en un principio para apartarla, pero el contacto de su suave piel en los dedos le hizo echarse atrás y no soltarla. No podía.
“Páralo. Lo complicarás más. ¡No lo hagas!”
Juntó otra vez sus frentes, mientras Danielle cerraba los ojos, y entreabría un poco sus labios, esperando recibir ese beso.
“Se acabó. No puedo aguantarlo más… El mundo ya puede estar en mi contra, que yo ya no puedo hacer nada”.
Finalmente se inclinó un poco más y la besó con suavidad, sin querer hacerle daño pero tampoco que se escapara. Aunque por el modo en que ella estaba disfrutando del beso, dudaba que lo hiciera.
Pero se separó casi al momento, devolviéndole la razón, pues su batalla mental y ese acercamiento lo habían dejado al borde de la locura.
Todos aplaudieron emocionados. Axel sonrió forzadamente, y después de un gracias y demás, todo el mundo volvió a lo suyo. Luego subió las escaleras con la misma excusa de Danielle y fue directamente a la habitación. Abrió el espejo, cogió un poco más de la mitad de las joyas guardándoselas en los bolsillos del chaleco, y volvió a dejar todo como estaba. Salió del cuarto y miró su reloj de bolsillo. Ya habían pasado cuatro horas, entre todo el jaleo. No se lo podía creer. Bajó las escaleras, y cogiendo a Danielle de la mano –un poco incómodo-, anunció que ya se iban. Los señores Brown, algo tristes, se despidieron y ambos se fueron en el mismo carruaje.

martes, 12 de julio de 2011

Capítulo 36

Ya pasados esos dos días, por la noche, Danielle se estaba terminando de preparar poniéndose el vestido que Axel le había comprado el día anterior.
Mientras, Axel se terminaba de atar el nudo de la corbata gris humo mirándose en el espejo, y detrás de él, por la puerta, apareció Max, vestido con el pijama. Le había pedido a Gina expresamente que se quedara cuidando esa noche a Max. Aunque cuando se enteró de que Danielle iba a acompañarlo, se puso de un humor de perros. Aunque él no le dio mucha importancia. Ya se le pasaría.
Max se colocó a su lado, y se miró en el espejo.
-Axel, yo quería ir contigo.
Axel lo miró, sonrió y se arrodilló a su altura. Le puso las manos en los hombros.
-Max, esta vez no puedes acompañarme. Me encantaría que vinieses, pero esta vez…
-¿Pero por qué?
-Mira, te prometo que cuando te despiertes, yo ya estaré aquí, ¿de acuerdo?
El pequeño asintió.
-¿Pero vendrás pronto?
-Te lo prometo –le dio un beso en el pelo, se lo revolvió con cariño y se levantó-. Y ahora, a dormir, que ya es muy tarde.
Max asintió y corrió hacia el pasillo. Axel colocó algunos objetos útiles en los bolsillos interiores de su chaleco, cogió su chaqueta y bajó las escaleras, esperando en la puerta principal. Al poco rato, Danielle descendió también las escaleras.
Axel sintió que se moría cuando la vio con el vestido. Rosa de tonos claros y oscuros, largo hasta el suelo y de palabra de honor, la joven estaba muy hermosa.
Cuando llegó abajo, ella se sonrojó.
-¿Qué… tal estoy?
Axel se había quedado sin habla. ¿Cómo podría si lo único que atinaba a hacer era mirarla?
-Estás… muy bella –carraspeó, y apartó la mirada con rapidez. Era increíble que nada en el mundo le hiciera sorprenderse de esa manera como lo hacía Danielle. Lo desconcertaba por completo, aunque tampoco le desagradaba-. Vamos.
Ambos subieron a un carruaje y llegaron al cabo de media hora a la casa de la señora Brown.
Bajaron, y en la entrada les abrió un mayordomo, dejándoles pasar a una gran sala dónde el matrimonio se acercó a ellos para saludarlos.
Danielle se puso rígida, pues temía que la reconocieran. ¿Cómo Axel no había pensado en ello?
-Buenas noches, señor Brown. Señora Brown –Axel le cogió la mano con la palma hacia abajo y le besó el dorso-, o debería decir señorita.
La mujer se rio azorada.
-¡Oh! ¡Qué joven más encantador! Hicimos bien en invitarles, ¿no crees, George? –Miró hacia su marido, y luego hacia Danielle-. ¿Y esta muchacha?
-Os presento a mi compañera y amada Clarissa.
Danielle se ruborizó cuando dijo su amada, pues no estaba acostumbrada a eso. De todos modos, no era verdad.
-Vaya, me suena de haberla visto –dijo el señor Brown-. ¿Puede ser?
-Lo dudo mucho, señor Brown, pues Clarissa viene de las Américas, y llegó anoche.
-Oh, disculpa entonces. Pero pasad, podéis hacer lo que queráis.
-Muchísimas gracias, en realidad me pasaría toda la noche diciendo el exquisito gusto en las mujeres que usted tiene –la mujer se ruborizó y volvió a reír embobada, mirando a Axel-. Pero debo estar con mi amada.
Cogió a Danielle de la mano, y la llevó un poco más lejos, dónde apenas nadie pudiera oírles.
-¡No me reconoció! –dijo Danielle asombrada.
-¿Pensabas que se me iba a pasar un pequeño detalle como ese? Te he sugerido que te recogieras el pelo y te pusieras un poco de maquillaje, ya que así te ocultas mejor. Bien, ya sabes lo que hay que hacer, ¿verdad?
-¡Sí!
Se soltó de la mano de Axel, pero éste la retuvo. Danielle le miró.
-Ten… ten cuidado.
La joven sonrió y asintió. Se fue hacia el matrimonio, pasando entre la gente que bailaba, y les preguntó dónde estaba el baño. Como había dicho Axel, estaba en el piso superior.
Entonces subió las escaleras, y en vez de ir hacia el cuarto, fue a los aposentos de los señores Brown. Aunque estaba muy nerviosa.

sábado, 9 de julio de 2011

Capítulo 35

Axel, horrorizado, bajó sin hacer el menor ruido las escaleras, entró en su despacho, y al cerrar la puerta, fue hacia su mesa. Apoyó las manos en ésta, y agachó la cabeza. Era incapaz de respirar bien. No podía, sencillamente no podía.
Nunca se había imaginado que Danielle, con todo lo que odia el hurto de objetos y dinero, se enamorara precisamente de él, un ladrón de guante blanco. Increíble.
Suspiró, desesperado. Levantó la cabeza, con la mirada perdida en la pared detrás de su sillón. ¿Qué iba a hacer ahora? Si la dejaba ir, podría escapársele que él era el ladrón, lo condenarían y lo matarían en dos días, como mucho. Y si no la dejaba ir…
Como había dicho Nathan, el roce hace el cariño. Cuánto más tiempo pasasen juntos, ella se enamoraría todavía más, y él… bueno, seguramente acabaría igual.
De repente, petaron en la puerta.
-Puedes pasar –dijo sin volverse.
-Axel, quería hablar contigo.
El corazón se le disparó al reconocer la voz. Se volvió rápidamente, y se ruborizó al constatar que, en efecto, era Danielle.
-S-s-¡sí! ¡Dime! –carraspeó incómodo-. Emm… quiero decir… Eso, dime.
Danielle alzó las cejas ante el tono nervioso de Axel.
-¿Te pasa algo?
-¿A mí? No, qué va. Fue un… un… esto… -se cruzó de brazos, ruborizándose todavía más, y desvió la mirada al suelo-. No. Yo… -suspiró, y toda la sangre se le bajó de golpe de la cara-. Dime lo que quieres, Danielle, y así dejaré de hacer el ridículo.
-Hum, bueno, me gustaría saber qué estrategia tienes para mañana.
-Oh, bueno. Ven.
Axel rodeó la mesa, y colocándose de pie delante del sillón, se apoyó en el extremo del escritorio, y sacó un papel doblado de un cajón. Danielle se colocó enfrente de él, al otro lado.
Axel desplegó el papel. Era una especie de mapa.
-Me… he tomado la libertad de conseguir los planos de la casa de la señora Brown.
-¿Cómo…? –preguntó sorprendida.
Axel sonrió un poco.
-Su arquitecto es un buen amigo mío. Bien, nuestro objetivo serán las joyas. Las tiene escondidas en algún lugar de su habitación –señaló un cuadrado del papel-. No las tiene a simple vista, ahí ha sido más lista que el señor Jackson.
-Pero… el dinero del señor Jackson no estaba a simple vista.
Axel la miró burlonamente.
-Danielle, por favor. Estaba claro dónde se encontraba. Del cuello del señor Jackson colgaba un pequeño panel de metal, dónde en un lado de éste tenía su apellido escrito, y en el otro ponía unos números que supuse que serían su fecha de nacimiento, pero el año no concordaba con su edad, por lo tanto esa era la clave del que tendría que ser, por eliminación, una caja fuerte. Y bueno, el dónde… había un policía vigilando en el pasillo superior de la mansión, y el jefe no paraba de preguntar por los aposentos del señor Jackson, a lo mismo que éste. No hay que ser un genio para saberlo.
Danielle lo miró con la boca abierta.
-¿Me enseñarás a hacer eso? –Axel rio.
-Claro que sí, mujer. Pero sólo cuando tengamos tiempo. Bien, lo dicho, una señora como ella no podría esconderlo en otro lugar que no sea su habitación, pues si no me equivoco tiene un cuarto un poco sospechoso, para despistar por si algún día alguien entrara a robar. Y bueno, sólo faltaría buscar dónde. Ahí es donde entras tú.
-¿Hum?
-Sí. Tú sólo debes decir dónde está el baño, subir al piso superior, y en vez de dirigirte allí, vas a su cuarto, y buscas cualquier pista, una rendija, un cuadro, incluso detrás del espejo de su tocador. Cualquier sitio. Pero sólo tienes siete minutos exactos. ¿Te ha quedado claro?
-Creo… que sí.
-Bien, entonces cuando bajes, me dices dónde está y quiero que distraigas a la señora Brown mientras yo voy hacia allí. ¿Todo bien?
-Sip.
-Bien, eso es todo.
-Vale, estoy preparada.
-No sé, no sé… Todavía no has entrenado más días, pero bueno, confiaré en ti –la miró pensativo, y se incorporó-. ¿Necesitas algo más?
Danielle apretó los labios, y se lo quedó mirando unos segundos. Axel consiguió, con toda su fuerza de voluntad, no sonrojarse, y la miró con dureza.
-¿Quieres algo o no?
-Yo… hum… -la muchacha miró al suelo, avergonzada, deseando decirle todo lo que sentía por él, las cosquillas que le aparecían en el estómago cada vez que lo veía, o las piernas temblorosas cuando estaba demasiado cerca, incluso que lo único que estaba pensando en ese momento era abrazarlo, besarlo y no soltarlo nunca-. No, nada. Ya me voy.
-Bien. Hum… Danielle –la llamó justo cuando ésta ya estaba en la puerta-. Espero que no me decepciones.
Ella tragó saliva, asintió y salió de allí.
Después Axel se derrumbó, completamente, apoyándose contra la mesa. No sabía qué iba a hacer.

martes, 5 de julio de 2011

Capítulo 34

Ya por la tarde, los amigos de Axel habían llegado a su casa, impacientes por saber quién era la muchacha. Estaban sentados en el sofá, bebiendo una taza de té, mirando a Axel.
-¿Y bien? –preguntó Hunter.
-Vale. Es una joven.
-Vale, pero queremos más.
-Tiene diecisiete años, si no me equivoco, y… bueno…
-¿Pero habéis… ya sabes…?
Axel alzó las cejas cuando entendió a qué se refería.
-¡Oh, no, por Dios! Nathan, es menor.
-¿Y? ¿No te parece algo excitante estar con una menor?
Axel lo fulminó con la mirada, y sacudió la cabeza.
-Nathan, a veces me pareces un enfermo –le soltó Stephen, y suspiró.
-Anda que sois…
-¿Entonces eso es todo? –Hunter frunció el ceño-. ¿Qué vino aquí para pasar unos días y ya?
-Sí, exacto.
-¿Podemos verla al menos?
-¡No! –Axel se levantó-. No, no. Imposible. Esto… muchachos, tenéis que iros. Tengo que… encargarme de muchas cosas.
-¿Pero no vienes con nosotros a la taberna? Vamos, ¿acaso no te acuerdas ya de Bridget, la camarera que no paraba de mirarte? –Nathan sonrió.
-Ahora no es ella la que tengo precisamente en mente.
-Ya, claro. Pues ten cuidado, ya sabes que el roce hace el cariño.
Axel puso los ojos en blanco y los acompañó a la puerta.
-¿Entonces cuándo quedamos?
-Hum… Después de pasado mañana estoy libre.
-Bien, entonces. ¡Hasta dentro de tres días!
-Hunter, espera.
Mientras los otros dos empezaban a irse ya, Hunter se quedó un momento.
-¿Tú… guardas los planos de las casas que diseñas?
-Por supuesto. Por si acaso me acusan de algo que he hecho mal o así… y que no me juzguen, claro.
-¿Tú no tendrás por casualidad los planos de la mansión de la señora Brown? De cuarenta y pico de años, bastante adinerada…
-Por supuesto.
-¿Me los traerías por la tarde?
-No hay problema. Hasta luego.
Y los tres recorrieron el césped hasta el portal principal, yéndose.
Axel suspiró cuando cerró la puerta. Menos mal que se habían ido. Subió las escaleras.
Mientras, en la habitación de invitados dónde dormía Danielle, ésta estaba acostada en su cama, mirando al techo, con el corazón frenético y su mente llena de pensamientos sobre Axel.
Comprendía perfectamente lo que le estaba pasando. Pero no quería reconocerlo.
Entonces Max entró en el cuarto. Al verla acostada, se sentó a su lado, y Danielle se irguió, mirándolo con sorpresa y una sonrisa.
-¿Te pasa algo? –le preguntó el niño.
-¿Hum? No, Max, no… te preocupes –suspiró.
-Te pasa algo. Se te nota en los ojos.
-No, yo… hum… Es que yo…
-¿Es sobre Axel verdad?
-Sí.
-Cuéntame, anda. Te prometo que no se lo diré. Seré una tumba.
Danielle le sonrió otra vez, y le acarició la mejilla. Volvió a suspirar, y miró hacia la ventana.
-Creo que… ¿pero seguro que no se lo dirás?
-Prometido.
-Vale –respiró hondo-. Creo que estoy enamorada de Axel. Bueno, no lo creo. Lo sé.
Max se quedó con la boca medio abierta.
-Guau. Bueno, en realidad ya me lo olía.
-¿Cómo que…?
-Sí. Pasáis mucho tiempo juntos. Estaba claro.
Danielle asintió débilmente.
-Gracias por escucharme, Max.
-De nada. Soy un niño, pero no soy tonto.
Ambos se abrazaron, pero lo que ninguno sabía era que Axel había escuchado absolutamente todo detrás de la puerta.

lunes, 27 de junio de 2011

Capítulo 33

Gina iba a entrar en la cocina, pero retrocedió rápidamente al ver a Axel y Danielle allí.
Un ramalazo de celos la embargó por todo el cuerpo. ¿Por qué no podía ella tener la misma suerte de pasar tanto rato con Axel como la muchacha?
Suspiró, y subió al cuarto de Max.
Danielle había terminado de comer, y miró a Axel.
-¿Ya? No te quejes, que me comí todo.
El joven sonrió satisfecho.
-Muy bien. ¿Ves? ¿A que te sientes mejor?
Danielle se limpió la boca con la servilleta, y suspiró.
-Sí, supongo –se levantó, y se miró los pantalones-. Hum… ¿puedo quitarme ya esto?
-Supongo que ya no querrás entrenar después del atracón que digeriste, ¿no?
-No…
-Bien. En otro momento, entonces.
Danielle asintió y subió a su habitación para cambiarse de ropa. Se puso su vestido, y volvió a bajar. Como no se encontró a Axel en la cocina, supuso que estaría en su despacho, así que se encaminó hacia allí. En efecto, estaba ahí, como siempre, detrás de su escritorio, hojeando el periódico. Estaba empezando a acostumbrarse a esto. Y cada vez vacilaba más si deseaba volver a casa.
Además, Axel estaba tan guapo concentrado…
Danielle sacudió la cabeza.
-Nos vamos pasado mañana.
-¿Cómo? –ella entró al interior, y cerró la puerta-. ¿Pero no dijiste que sería dentro de una semana?
-Sí. Pero ha habido cambio de planes. En las dos horas que has tardado en cambiarte un pantalón por un vestido –aunque pareciera que lo decía con sarcasmo, estaba completamente serio-, le he dado una notificación a la dama. Le he pedido que nos invitase a su casa, pues me he enterado de que va a celebrar un baile de parejas en su casa. Ha aceptado.
-¿De… parejas?
-Sí.
-¿Eso significa…?
-Si no te da ninguna vergüenza el hacerte pasar por mi amada, sí, tendrás que hacer de mi pareja.
Danielle tragó saliva, con los colores encendidos, mirando al suelo.
-Ah… sí… sí, bueno… no… yo… claro que no… me importa…
Axel, sonriendo, dio una palmada en el aire, y se levantó de su sillón.
-Bien, entonces. Será mejor que te vayas preparando.
-No te fallaré, te lo prometo.
Axel asintió alegre, rodeó la mesa, y antes de salir se acercó un momento a Danielle, alzó la mano colocando los dedos debajo de su barbilla, y se acercó a pocos centímetros de ella.
A la joven el corazón le iba a mil por hora.
-También espero que sepas ser una buena novia –la soltó, le guiñó un ojo y luego se fue.

sábado, 11 de junio de 2011

Capítulo 32

Axel la soltó, y Danielle se volvió despacio hacia él.
-¿Por qué no iba a confiar en ti? –susurró, mirándolo de hito en hito.
Axel no sabía qué decir. Se había quedado embobado mirando sus oscuros ojos. Inconscientemente, alzó una mano y le acarició una rosada mejilla. Danielle sintió escalofríos, y le costaba respirar. Axel dejó resbalar la mano de la mejilla a la nuca, y se acercó a ella.
-Simplemente no deberías. Al fin y al cabo, te he secuestrado, ¿no? –murmuró inclinándose en su oído, rozando sus labios en su oreja.
Danielle tragó saliva nerviosa, y asintió, temblorosa. Quería besarlo, pero tenía miedo de que la apartara.
-Pero tampoco me has hecho daño, ¿verdad? –volvió a susurrar ella.
Él sonrió.
-Verdad.
De repente, Danielle trastabilló, mientras la cabeza le dolía entre palpitaciones, y sus piernas cedieron. Axel la atrapó antes de que pudiera caer. La tendió en el suelo, preocupado.
-Danielle, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?
-Sí, yo… -se llevó las manos al estómago.
Axel escuchó unos ruidos procedentes de éste, y alzó las cejas. Comprendió lo que le pasaba.
Levantó un poco su camiseta, hasta quedar por debajo del pecho, y miró su abdomen. Estaba prácticamente hundido.
-¿Qué… qué haces? –le preguntó ella intentando bajarse la camisa, pero Axel se lo impidió.
-Comprobando.
Le palpó el estómago, trasmitiendo pequeñas descargas a Danielle, que se había vuelto a sonrojar de todos los tonos del rosa y del rojo, y el muchacho suspiró. Le bajó la camiseta, y la irguió, dejándola sentada.
-¿Cuándo fue la última vez que comiste?
-Hum… creo que…
-¿Ayer? –ella negó con la cabeza-. ¿Antes de ayer…? –volvió a negar-. ¿Desde…?
-Desde la cena en casa del señor Jackson.
Axel la miró con la mandíbula apretada.
-¡¿Y por qué no me dijiste nada?! ¡¿No ves que te puedes morir de hambre o enfermar?! ¡¿Tampoco has bebido nada?!
-No –murmuró, rehuyendo su mirada.
Axel le cogió el rostro entre las manos, y la obligó a mirarlo.
-Por qué no me dijiste nada.
-Porque… cuando me negué a comer el otro día, me dijiste que tú no me darías de comer entonces. Así que supuse que si te lo pedía, no me lo darías…
-Pero eso te lo dije por… -suspiró exasperado-. Da igual. Anda, ven, tienes que desayunar.
La intentó levantar, pero le costaba andar, así que Axel la cogió en brazos sin esfuerzo y la llevó al interior de la casa. Max y Dina ya no estaban en la cocina, así que la sentó en una silla, y le preparó él mismo bastante comida para tres personas.
Cuando le puso los platos encima de la mesa, Danielle abrió mucho los ojos.
-Yo… no puedo comer todo esto.
Axel la miró, alzó una ceja y se cruzó de brazos, apoyándose de espaldas contra la mesa, de pie, a su lado.
-O comes, o te obligaré yo mismo a tragarte todo eso. Tú eliges, por las buenas o por las malas –se inclinó hacia ella, y susurró-. Y créeme, mi método es por las malas.
Danielle tragó saliva tanto por la aproximación de Axel como por su tono intimidatorio. Cogió el tenedor y empezó a comer bajo la atenta mirada del joven.

sábado, 4 de junio de 2011

Capítulo 31

Axel terminó de vestirse, y al ver a Gina entrando en su cuarto para hacer su cama, sonrió. Ella, ruborizada, le devolvió la sonrisa.
-¿Sabes? Hoy estás muy guapa. Me gustan tus dos trenzas. Deberías llevarlas más a menudo.
Gina lo miró con la boca medio abierta mientras él se iba del cuarto. Se llevó una mano al pelo, y suspiró contenta, con el corazón martilleándole el pecho.
Axel bajó las escaleras, pasó por la cocina dándole un rápido beso a Max en el pelo mientras desayunaba y regalándole a Dina una sonrisa. Se acercó a ella, y le susurró al oído.
-No quiero que Max salga al jardín trasero, ¿sí? Ni siquiera que se asome.
Dina asintió un poco confundida. Axel, al salir, escuchó el timbre. Fue a abrir él mismo, y alzó las cejas al ver a los tres cordiales muchachos en el umbral de la puerta.
Sus amigos lo saludaron.
-Hey Ash –lo saludó Hunter-. Veníamos a hacerte una visita.
-Pues chicos, venís en mal momento. Tengo que hacer una cosa muy importante, pero estaré por la tarde.
-¿Qué es más importante que nosotros? –replicó Stephen, con los brazos cruzados.
-Como no sea una mujer… -dijo Nathan, y abrió la boca al ver que Axel le rehuía la mirada-. ¡Es una mujer! ¡No me digas que…!
-Por favor, señores, no es lo que creéis. Os lo explicaré todo luego.
Los jóvenes fruncieron el ceño, mirándose entre ellos, y suspiraron.
-Bueno, venga, vale. Pero esperamos que nos digas todo los detalles.
-No hay problema.
-¡Entonces hasta luego!
Los hombres se fueron, y Axel suspiró al cerrar la puerta. Fue hacia la trasera, cogió dos espadas, y salió al jardín.
Danielle terminó de vestirse con los ropajes –odiaba el tacto de los pantalones contra las piernas, pero quería que Axel se sintiera orgulloso de ella- y bajó hasta el jardín. Sonrió a Blake, que estaba con los caballos, y miró a Axel, que estaba en el centro. Portaba una espada en una mano, y otra gemela a esa estaba en el suelo. Danielle pensó que parecía un ángel vengador caído del cielo, y tragó saliva al descubrir qué iban a practicar. Esgrima.
Se acercó poco a poco, y Axel recogió la espada del suelo y se la tendió por el mango. Danielle la cogió con las dos manos.
-Bien, como ya veo que sabes de qué va la cosa, prepárate.
-Sí, bueno, date cuenta de que yo nunca…
Axel se acercó a ella, alzó una mano y le cogió un mechón de pelo ondulado. La muchacha se puso nerviosa al sentir el contacto de la mano de Axel en su cuello, lanzándole descargas por todo el cuerpo.
-Debes recogerte el pelo –dijo sin sonreír.
-Oh, vale –cogió una goma de su muñeca, se recogió el pelo y lo ató en una coleta.
Axel asintió con aprobación, y se volvió a alejar.
-Adelante. Ataca.
Danielle miró la espada, y se encogió de hombros.
-Vale…
La cogió con una mano, y descargó la hoja lateralmente hacia los pies de Axel. Éste saltó, esquivándolo, y asintió.
-Bueno, al menos sabes cómo manejarlo. Ponlo en forma ascendente. Así. Ahora atácame –ella le hizo caso, y él se defendió-. Bien… Ahora una estocada –Axel la esquivó, y finalmente asintió, satisfecho.
-¿Qué… qué tal… lo he hecho?
-No ha estado mal. Pero todavía te falta mucho. Suelta la espada.
Danielle la soltó al ver que Axel hacía lo mismo, y éste se cruzó de brazos.
-¿Puedes moverte sin que te oigan?
-Bueno… yo…
En un pestañeo, Axel ya no estaba en su posición. Danielle lanzó un grito ahogado cuando vio que el joven estaba detrás de ella, y la abrazaba, tapándole la boca con una mano y agarrando con el otro brazo los suyos, contra el costado. Estaba inmovilizada. Empezó a temblar y a ruborizarse al notarlo en su espalda.
-Nunca, nunca jamás bajes la guardia. Y no confíes en nadie, ni siquiera en mí, porque entonces todas tus defensas estarán bajas, y será más fácil acabar contigo.

domingo, 29 de mayo de 2011

Capítulo 30

Max se había levantado, eufórico, de la cama, y se había ido en dirección a la habitación de Axel, pero éste no estaba. Entonces fue a la de Danielle.
En efecto, ambos estaban allí, abrazados y durmiendo como niños pequeños. Max sonrió, entró en el cuarto y se subió a la cama. Axel abrió los ojos, entrecerrados, y lo miró.
-Max, ¿qué estás haciendo? –le preguntó con la voz ronca por el sueño.
-Yo también quiero un abrazo –le contestó entre pucheros.
Danielle también se había despertado, y lo miraba con una sonrisa. Se soltó de Axel, y tendió las manos hacia el pequeño.
-Ven.
Max fue rápidamente hacia ella, y se tendió entre ambos. Axel volvió a cerrar los ojos después de bostezar, pero entonces se dio cuenta de que se había quedado dormido otra vez con Danielle. Y el problema era que se estaba acostumbrando.
Se levantó rápidamente, pero se le enrollaron las sábanas entre las piernas.
-¡Cuidado! –gritó Danielle.
Justo cuando iba a caerse de espaldas contra el suelo, se apoyó en el extremo de la cama con un pie y dio una voltereta hacia atrás en el aire, deshaciéndose de la tela y cayendo de pie.
Danielle y Max lo miraron con la boca abierta. Éste último lo señaló con el dedo.
-Pe… pero… ¿cómo has…?
Entonces escucharon, en el piso de abajo, el repiqueteo de unas llaves en la puerta principal.
-¡Hola! –dijo la anciana voz de Dina.
Axel miró al niño con los labios apretados.
-Corre, ve a desayunar con Dina –Max seguía mirándolo anonadado-. ¡Corre!
El pequeño asintió y salió corriendo de la habitación, lanzando una última mirada desde la puerta a Axel.
Danielle lo volvió a mirar.
-Vale, creo que ahora entiendo por qué nunca te pillan.
-Me alegro –contestó poniendo los ojos en blanco.
La joven miró a Axel con recelo. Era la primera vez que le escuchaba utilizar el sarcasmo. Éste suspiró.
-Lo siento. Es que… le he metido en la cabeza a Max de que soy patoso, y esto… Quiero que siga pensando lo que no soy en realidad –suspiró-. Bueno, vístete rápido.
-¿Por qué? ¿Me vas a dejar ir por fin a mi casa?
-No –le sonrió, y salió del cuarto.
-Bien, porque creo que ya no quiero irme… -murmuró tan bajo que apenas se escuchó a ella misma.
Axel volvió a aparecer con un pantalón negro y una camiseta de manga larga blanca, y los dejó encima de la cama. Danielle lo miró con el ceño fruncido.
-¿Ropa de hombre? –Abrió mucho los ojos-. ¡No pensarás cambiarte aquí, delante de mí, ¿verdad?!
Axel rio, y se cruzó de brazos, divertido.
-Nunca. Voy a entrenarte.
-¿Entrenarme?
-¿Sabes utilizar una espada? ¿Has usado algún arma alguna vez? ¿Has montado a caballo? ¿Sabes esquivar ataques? ¿Sabes luchar? ¿Puedes moverte sigilosamente? ¿Eres capaz de vestirte rápido? ¿Aguantas corriendo durante una hora?
-Esto… no.
-Pues eso. Vístete con esto. Te espero en el jardín trasero.
Y se fue. Danielle miró la ropa, la cogió con las manos y suspiró.
-Anda que ponerme ropa de hombre… Hasta dónde llega mi dignidad.

martes, 24 de mayo de 2011

Capítulo 29

-No. Definitivamente no.
-Iré contigo quieras o no.
-Si no le dejé a Gina venir conmigo, a ti tampoco.
-Sabes que lo haré –se cruzó de brazos, con el ceño fruncido.
Axel suspiró y se levantó otra vez.
-Danielle, arriesgo mucho como para hacer también de tu niñera. Por favor, quédate aquí.
-No. También quiero ayudar a Max. Y no pienso quedarme de brazos cruzados mientras tú arriesgas el pellejo y pudiendo dejarlo solo en los pocos… Bueno, ya sabes.
-Has salido en todos los periódicos de Londres. Todo el mundo te podría reconocer y llamar a tus padres. Y al ver que estás conmigo, ya sabes lo que pasaría.
Danielle apretó los labios, pero no se dejó convencer.
-Por favor, por favor, Axel, por favor… -hizo un puchero, y el corazón de Axel se derritió un poco.
Finalmente suspiró y se acercó a ella.
-Está bien –miró al techo, y luego otra vez hacia sus ojos-. Pero harás todo lo que te diga, y si hay que hacer algo peligroso, me dejas a mí…
Danielle sonrió emocionada, y sin poder evitarlo le dio un rápido beso en la mejilla, un abrazo, y empezó a saltar.
-¡Gracias, gracias!
Axel se llevó una mano, inconscientemente, hacia la mejilla dónde había recibido el beso. Danielle lo miró.
-Vale que no me guste robar. Es más, lo aborrezco y todo el que se dedique a ello también. Pero si es para ayudar a un niño que lo necesita, no tengo ningún problema en ello.
-Ya –carraspeó él inexpresivo-. Bueno, de acuerdo. Iremos dentro de una semana más o menos. Tengo que asegurarme de que la mujer no esté en casa cuando vayamos. No podemos arriesgarnos a ir de día, así que vamos por la noche.
-Bien. No te fallaré.
Axel asintió, y Danielle se fue corriendo del despacho hacia la habitación de Max.
Después, el joven se apoyó de espaldas al escritorio, mirando hacia la puerta por dónde ella había salido, y se llevó una mano al pecho. El corazón le latía más rápido de lo habitual. Y él estaba confuso ante eso.
Por la noche, cuando todos se hubieran ido y Axel estaba a punto de acostarse después de arropar a Max en su cama, volvió a escuchar los gritos.
Alarmado, corrió, sin vacilar, hacia la habitación de Danielle, que gritaba otra vez en pesadillas.
Sin embargo, esta vez no gritaba por las dos causas de las otras noches, sino por la pérdida de alguien, ya que gritaba que ese alguien, por favor, que no se fuera. Aunque Axel no supo de quién. Volvió a arrodillarse al lado de la cama, y acarició la mejilla de la muchacha.
-Danielle… venga, Danielle, no pasa nada…
Ella abrió los ojos, entre lágrimas, y al verlo allí con ella, agradecida, se abrazó a su cuello, y lloró en silencio. Axel la consolaba con caricias en el pelo y palabras tranquilizadoras entre susurros. Parecía funcionar.
-No te vayas, por favor. Tengo mucho miedo… -suplicó ella.
Entonces Axel se levantó, todavía con ella abrazada a él, y se tendió a su lado en la cama.
-Tranquila, no me voy. Estoy aquí, ¿ves? –la besó brevemente en la frente para que lo creyera-. No me voy. Puedes dormir tranquila. Yo te protegeré.
Danielle asintió despacio y cerró los ojos bajo la protección de los hábiles brazos de Axel.

sábado, 14 de mayo de 2011

Capítulo 28

Max tosió dos o tres veces, y al ver que no paraba, Danielle cogió su pañuelo de tela y lo colocó en la boca del niño.
-Así. Ya verás que no te molest…
Danielle miró el pañuelo. Lo retiró de la boca de Max, y lo examinó. Estaba empapado de sangre.
-Eh… Axel.
-¿Mm?
-Max… está sangrando por la boca.
Axel abrió mucho los ojos, se levantó rápidamente de su sillón y fue hacia el niño. Aunque no le había dado un ataque tan grave como el del otro día, también parecía que se ahogaba. El pequeño empezó a llorar.
-Ash… me duele mucho… -dijo con la voz rota.
Axel corrió a la habitación de Max y cogió el bote azul y las pastillas. Corriendo de vuelta al despacho –casi se resbala contra el suelo por las prisas- tendió al niño en el suelo, que seguía gimoteando, y le puso el bote en la boca.
Danielle miraba la escena horrorizada, con las manos tapándose la boca, y se arrodilló a su lado.
Max pudo volver a respirar otra vez, y Axel le dio las pastillas.
-Venga… por favor Max… -susurró, y le dio un beso en la frente mientras le acariciaba el pelo.
Max tragó saliva, y Axel le ayudó a levantarse. Lo cogió en brazos.
-Se acabó, tienes que descansar. Basta de juegos por hoy.
-¡Pero…!
-¡Ni pero ni nada, Max! Ahora dormirás la siesta, tanto si quieres como si no.
El pequeño hizo pucheros, pero Axel ni se inmutó. Lo llevó a su cuarto, lo metió en la cama, y después de arroparlo, se fue del cuarto, y entró en su despacho, con el rostro ensombrecido.
Danielle se había levantado, y lo miraba mientras Axel se dirigía a su sillón.
Sin saber qué hacer, se humedeció las labios, nerviosa, y se sentó enfrente de él.
-Creo… creo que comprendo… un poco el por qué haces… hum… los robos, pero todavía no comprendo muy bien el por qué robar tanto. Quiero decir…
-Lo único que quiero es que Max no tenga la infancia que tuve yo –la miró-. Sólo quiero lo mejor para él. E intento darle todo –hizo una pausa, pensativo-. Pero todo siempre tiene un precio.
-¿Pero no tienes miedo de que haga lo mismo que haces tú ahora? Seamos sinceros, el sustraer objetos a la gente no es un… trabajo muy honrado.
-Claro que lo tengo. No soy de piedra.
-Ah, entiendo. Así que de que los policías te atrapen y te maten no tienes miedo, y de una cosa tan…
-¡No sólo tengo miedo de eso! –gritó él-. ¡Tengo miedo de que Max no pueda vivir todo lo que quisiera! ¡Tengo miedo de que le pase algo! Es un niño, no una mascota, y cada día que pasa me desespero más porque no sé cuándo podría volver a darle uno de… de los ataques que acabaste de presenciar. ¿Tú sabes cuántos años le quedan de vida? –Danielle negó despacio con la cabeza, conmocionada-. Sólo dos.
-Axel… yo…
-No, déjalo. Ya lo tengo asumido, pero aún así sé que no voy a poder superarlo. No va a conocer lo mejor de la vida. No va a poder trabajar, no podrá viajar, no podrá disfrutar del arte de hacer el amor, no podrá tener hijos ni casarse. Y eso es lo que más me duele. Pero ya da igual. Yo seguiré luchando durante estos dos últimos años para que tenga los mejores días de su vida.
Danielle lo miró pensativa, y respiró hondo. Sentía que estaba al borde de las lágrimas. Y no podía creer lo que iba a decir:
-No voy a delatarte –Axel la miró, un poco agradecido y sorprendido.
-Gracias.
-Te lo debo por lo de anoche. Si no fuera por ti… estaría toda la noche en vela. Y… también te pido una cosa.
-¿Qué… cosa?
-Quiero ayudarte a robar la joya que viste en la noticia que acabas de guardarte.

viernes, 15 de abril de 2011

Capítulo 27

Los padres de Danielle, junto con su hermana pequeña, Stella, estaban sentados, destrozados, en su salón junto al jefe de policía, sus hombres y Ethan.
-El señor Jackson nos ha comunicado que el ladrón le ha robado durante la fiesta de la otra noche.
-¿Y eso… qué tiene que ver con nuestra hija? ¡¡Dígame dónde está Danielle!! –gritó el padre.
-Bueno, a eso iba –el jefe carraspeó-. Creemos que el ladrón ha… secuestrado a su hija.
La madre empezó a sollozar.
-¡¡Mi pequeña!! –lloriqueó, y enterró la cara en las manos.
Su marido, desesperado, atrapó el cuello de la chaqueta del jefe y lo atrajo hacia sí.
-Quiero que averigüe el paradero de mi niña –susurró entre dientes.
-Lo intento, se lo juro, pero es complicado –se zafó de las manos del hombre-. El ladrón no ha dejado ninguna pista, ni siquiera al robar el dinero. Todavía no sé cómo…
-Bueno, jefe, usted me dijo que el ladrón estaba por fuera –dijo uno de sus policías, y todos miraron hacia él.
Pero el jefe frunció el ceño.
-Yo no te dije tal cosa, muchacho. Yo te dije que estuvieras todo el rato en la puerta.
-No, señor… Usted me dijo que avisara a los demás para vigilar los alrededores, y que usted ya se encargaría de vigilar la habitación con el dinero…
-Pero vamos a ver, en ningún momento pasé por ese cuarto, pues estuve todo el rato con el señor Alexander.
-Papá… -dijo Ethan entre suspiros-. Que os la ha colado. Otra vez.
El jefe miró a su hijo, y luego al policía que acababa de hablar.
-¡Tú! ¡¿Pero no te diste cuenta de que no era yo?!
-Es que… tenía… la cara tapada por un sombrero que se parecía mucho al suyo y… -suspiró-. Lo lamento.
-¡Maldito inútil! ¡Levantaos todos ahora mismo!
Los policías le siguieron hasta la puerta.
-No se preocupe, señor Gilbert, tendrá a su hija en menos que canta un gallo.
-Espero que sea cierto.
Ethan le lanzó una última mirada a la madre de Danielle, desesperada, y con una mueca de preocupación siguió a su padre.
Sin embargo, en casa de Axel las cosas estaban yendo mejor.
Mientras el joven estaba sentado otra vez en su despacho, a unos metros de su posición el pequeño Max y Danielle jugaban al ajedrez sentados en una pequeña mesa redonda, rodeados de libros colocados en las estanterías.
Axel miraba el periódico con cuidado, hasta que encontró una noticia interesante. Una entrevista sobre una mujer –de cuarenta y cinco años y más bien gordita- que presentaba su casa, y dónde enseñaba fotos sobre sus joyas. Joyas valoradas en miles de libras.
Axel sonrió y arrancó la hoja del periódico, doblándola y guardándosela en el bolsillo interior de su chaleco. Danielle lo miró mientras Max pensaba su siguiente movimiento.
-¿Siempre utilizas chaleco? –le preguntó desde su posición.
Axel alzó la mirada del periódico hacia ella, y asintió.
-Digamos que son mi uniforme casual. Además son muy útiles. Puedes guardar cosas en ellos sin que los demás se den cuenta –y le guiñó un ojo.
Danielle se ruborizó y carraspeó molesta, volviendo su atención al juego.
Pero Max, en vez de mover la ficha, empezó a toser.

martes, 5 de abril de 2011

Capítulo 26

Gina fue la primera en llegar a casa de Axel, y ya fue directamente, después de colocarse el delantal, a la habitación de Max. Pero no estaba.
-¡Max! ¡Max! ¿Dónde estás?
-¡Aquí! –gritó el niño susurrando.
Gina se extrañó de que susurrara. ¿Qué estaría haciendo?
Lo descubrió cuando se acercó a la habitación de Danielle. Max estaba en el marco de la puerta, con el cuerpo fuera y la cabeza dentro del cuarto, y al colocarse a su lado, vio la escena: Axel estaba arrodillado al lado de la cama, un poco despeinado y con las mejillas sonrosadas. Tenía la cabeza apoyada en la almohada junto a la de Danielle, tocándose las frentes, y mantenía una mano en el pelo de la muchacha y la otra en la mejilla de ésta.
Las respiraciones de ambos eran regulares, así que estaban completamente dormidos.
A Gina le entró un ramalazo de celos que no deseaba sentir nunca, pero le era inevitable.
Miró a Max; éste sonreía con las dos manos tapándose la boca, emocionado.
-¡Mira! ¡Están durmiendo juntitos! Ash y Danielle se gustan –canturreó contento.
-Ya veo, ya –dijo malhumorada-. Venga, Max, vamos a desayunar y a dejar a estos aquí.
Ambos se fueron abajo para desayunar, y al oír el portazo de la puerta del cuarto, Danielle abrió los ojos.
Contuvo el aliento al ver a Axel allí dormido a su lado. Parecía un niño pequeño.
Además de que tenía una mano en su mejilla, y estaba tan cálida que no quiso apartarse. La verdad era que no le importaría nada quedarse así durante muchos días.
Lo extraño de todo era que el corazón le latía frenético y sentía un cosquilleo en el estómago al ver que Axel estaba tan cerca de ella, y no era precisamente por el hambre. Se sonrojó violentamente, y lo sabía porque notaba mucho calor en la cara.
Volvió a cerrar los ojos, disfrutando de ese inusual momento…
Hasta que notó que Axel se movía ligeramente. Ambos abrieron los ojos, y éste se apartó rápidamente, cayendo sentado en el suelo, al darse cuenta de lo que hacía.
-Oh, Dios mío. ¿Pero qué estoy haciendo? –Sacudió débilmente la cabeza, y miró a Danielle-. Me debí de quedar dormido.
-Sí… Completamente.
-Vaya –se levantó, y se miró la ropa-. Hum, ni siquiera me cambié de ropa. Menudo desliz.
Danielle se sonrojó muchísimo más cuando descubrió que los primeros botones de la camisa de Axel estaban desabrochados, dejando entrever un poco de su pecho y el hueco de la garganta.
“Dios mío”, pensó con el corazón acelerado.
-Será mejor que me vaya –concluyó él interrumpiendo el hilo de sus pensamientos. Fue hacia la puerta, pero frenó y se volvió hacia ella-. Ah, es verdad. Un amigo tuyo vino ayer.
Danielle abrió mucho los ojos, y salió rápidamente de la cama.
-¡¿E… Ethan?!
-Sí, supongo.
-¡¿Y por qué no me avisaste?! ¡¿Qué te dijo?!
-Me temo que sospecha de mí.
-Vaya, pues salió más listo que su padre –se rió.
Axel no comprendió su humor.
-El… el jefe de policía es su padre.
-Hum. Entiendo.
Asintió y se fue. Danielle se volvió a sentar en la cama, y miró el techo distraídamente, todavía nerviosa por la anterior aproximación de Axel.

viernes, 1 de abril de 2011

Capítulo 25

A medianoche, Axel se había quitado el chaleco y desabotonado los primeros botones de su camisa y los de las muñecas para estar más cómodo, y mientras estaba en el sofá, tomando un café, escuchó gritos que provenían de una habitación. Se levantó rápidamente del sofá y subió primero hacia la de Max, pero el niño dormía plácidamente.
Entonces fue a la de Danielle. En efecto, era la muchacha quién gritaba en sueños. Otra vez.
En vez de no hacer nada como la otra noche, se acercó a ella y le cogió la cara entre las manos.
-Danielle… Danielle, tranquilízate –susurró.
La joven paró de gritar al abrir los ojos. Se quedó anonadada cuando vio a Axel delante de ella, apenas unos centímetros de su propio rostro, y tragó saliva de los nervios.
-Tengo miedo –dijo con la voz rota por las lágrimas-. Pensé… pensé que…
-Lo sé, pequeña, venga, ya está. Mientras yo esté aquí, no te va a pasar nada.
-Entonces no te vayas –susurró.
Axel, un poco sorprendido por sus palabras, le acarició la mejilla con el pulgar, pues aún todavía la mantenía en sus manos, y luego el pelo suavemente mientras se arrodillaba a su lado.
-Gracias –concluyó Danielle.
Cerró los ojos relajada por las caricias de Axel, y finalmente se durmió. Y Axel con ella.

Pero en la casa del señor Jackson, éste había decidido entrar en su habitación para ver si el dinero estaba bien. Aunque le habían dicho que nadie había entrado en el cuarto la noche de la fiesta, había que asegurarse. Cogió la llave, se subió a su cama mientras los muelles chirriaban bajo su peso, y abrió el cuadro dónde se encontraba la caja fuerte.
Lo abrió también con la llave con una sonrisa, pero se le borró enseguida de la cara cuando se dio cuenta de que faltaba la mitad de sus pertenencias.
-No, no, ¡no! ¡Me ha robado! ¡¡Ese maldito ladrón me ha robado!!
Su mayordomo corrió rápidamente hacia él, todavía con el pijama puesto, pues residía en la mansión también.
-¿Señor?
-¡El ladrón! ¡Me ha robado! ¡Sabía que no debí hacer esa estúpida fiesta! ¡Maldita sea! –Se volvió hacia el hombre-. Quiero que avises inmediatamente al jefe de policía.
-Pero…
-¡Ya!
-Sí, señor.

martes, 29 de marzo de 2011

Capítulo 24

-¡Ya está! –gritó Danielle desde el interior de la habitación.
Axel se había recompuesto, y entró, cerrando detrás de él. Danielle estaba vestida con un camisón de los muchos que había dentro de la cómoda, y estaba sentada en la cama. Rehuían ambos las miradas.
-Eh… bien. Espero que este incidente no… -carraspeó-. Bueno, dejémoslo.
-¡¿Pero es que no sabes preguntar antes de pasar?!
-Es que yo… no creía que estuvieras… Dios, lo siento. No era mi intención y…
-Olvídalo. A ver, ¿para qué vienes?
Entre el silencio que siguió se escucharon los rugidos débiles provenientes del estómago de Danielle. Axel la miró por fin.
-A eso –la señaló con la cabeza-. ¿Qué es eso de que no quieres comer?
-No.
-Si no comes, te debilitarás mucho, y estarás enferma. Y no quiero que eso pase. Así que come algo, anda.
-He dicho que no. No quiero.
Axel suspiró.
-Está bien. Haz lo que quieras. Pero cuando vengas y me supliques comer, a ver quién te lo da. Porque yo no.
-No lo haré, tranquilo.
El joven asintió y se fue del cuarto. Entonces petaron en la puerta principal.
Dina, la anciana, fue a abrirla. Se sorprendió al encontrarse con un muchacho de no más de dieciocho años en el umbral.
-¿Qué desea, joven?
-¿Vive aquí Axel Alexander?
-Sí.
-Deseo hablar con él.
-Hum, no sé si…
Axel apareció por detrás de la anciana, y le puso la mano en el hombro.
-Está bien, Dina. Ya me encargo yo. Ve a dentro y descansa un poco.
-Sí, señor.
Cuando la mujer se fue, Axel miró al joven. Pensó que debía empezar a cerrar los portales del jardín.
Se cruzó de brazos y se apoyó en el marco de la puerta, sonriendo amablemente.
-Dime muchacho, ¿qué buscas?
-Bien. Quería saber si usted estuvo ayer con mi amiga –remarcó las últimas palabras- en la cena.
-¿Y tu amiga es…?
-Danielle Gilbert.
-Sí, así es. La joven desaparecida, ¿verdad? Lamento mucho su… marcha, secuestro, o lo que pueda ser.
-Sí. Y usted no sabrá por casualidad dónde está, ¿no?
-¿Debería?
-No sé, digo yo que fue con usted con quién tuvo más… tacto, anoche.
Axel sonrió un poco. Se notaba que el muchacho estaba celoso.
-Pues no, no sé dónde reside, sin embargo, debería ver por la mansión del señor Jackson. A lo mejor puede haber algo.
-Ya, pero…
Por detrás de Axel apareció Max, con el pijama puesto y con las manos alzadas, perseguido por Gina.
-¡Max, vuelve aquí! –le dijo ésta.
-¡Ash! Quiero que me lleves a cama.
El joven miró a Max con atención, y Axel sonrió. Bendito niño, pensó alegre.
-Ahora mismo voy –miró al muchacho-. Bueno, debo irme. Hasta pronto, joven.
-Sí, hasta… pronto.
Y se fue. Axel cerró la puerta, y suspiró aliviado. Se volvió hacia Max y lo cogió en brazos. Miró a Gina.
-Gina, puedes irte cuando quieras. Ya va siendo tarde, y no quiero que vayas a casa de noche.
-Bien.
Su preocupación por ella la conmovió, así que le hizo caso y se fue temprano, junto con Dina y Blake.
Axel llevó a Max a su cama, le contó un cuento, y al momento, se durmió. Axel le dio un beso en la frente y salió de su habitación. Luego fue a la de Danielle, y ésta también se había acostado ya.

domingo, 27 de marzo de 2011

Capítulo 23

Ya por la tarde-noche, Ethan había llegado a su casa.
Y le sermoneaba a su padre.
En la sala, mientras éste último leía el periódico y apuntaba notas, su hijo no paraba de hablarle.
-¡Papá! ¡Todavía no me creo que hayas dejado que Danielle desapareciera! ¡¿Es que no lo entiendes?! ¡¿Qué vas a hacer?!
-Ay, hijo, calla. Estoy intentando descubrir el paradero de la muchacha. No me presiones. Además, que sólo ha pasado un día. Tranquilízate. No le pasará nada.
-¡¿Y cómo lo sabes?! ¡¿Y si está muerta?! ¡¿Y si…?!
-¡Dios, Ethan, cállate! Ya sé que te gusta la joven, pero no hay por qué ponerse así.
Ethan se ruborizó violentamente.
-No… no me gusta.
-Hijo, se te nota a cien millas a la redonda. Ya podrías ser como el joven Axel, tan educado y amable.
-¿Axel? ¿Quién es?
-Pues un muchacho que ayer estuvo a punto de robarte a tu amiga.
-¿Qué… qué quieres decir?
-Estuvieron bailando casi toda la noche –revisó sus apuntes-. Y se notaba que Danielle babeaba por él –rió-. Esta juventud… Si no te das prisa, me parece que te vas a quedar sin ella. Bueno, cuando la encontremos, claro.
Ethan se cruzó de brazos.
-Y… ¿me puedes decir dónde vive?
-¿Hum? ¿Para qué?
-Me gustaría conocerle.
-Oh, pues aquí está su dirección –le tendió una hoja con una calle escrita-. Es una casa enorme. Creo que cuando la veas, ya sabrás que es esa.
-Vale, gracias papá.
Mientras, Gina fue hacia el despacho de Axel, enfadada.
-Señor.
-¿Sí, Gina?
Al mirarla, ésta se ruborizó ligeramente, pero seguía implausible.
-La muchacha, que no desea comer todavía –Axel alzó las cejas.
-¿Cómo? Pero si lleva desde ayer sin comer.
-Ya, pero no quiere.
El joven suspiró, se acarició el mentón exasperado y se levantó.
-Gracias, Gina. Ya voy yo. Intentaré hablar con ella.
Le sonrió y salió de la habitación. Gina suspiró.
Axel recorrió el pasillo, subió las escaleras y fue directamente hacia la habitación donde dormía Danielle.
Petó en la puerta, y abrió sin siquiera escuchar el asentimiento. Pero cometió un grave error.
Danielle lanzó un grito y se tapó rápidamente con su vestido todo lo que pudo.
Axel se quedó con la boca medio abierta.
-¿Estás… desnuda? –preguntó un poco confuso.
-¡Me estaba cambiando! –Danielle se ruborizó muchísimo-. ¡Pero deja de mirarme! ¡Vete! ¡Lárgate!
-Lo siento –y cerró rápidamente.
Axel se apoyó en el marco de la puerta sonrojado, muerto de la vergüenza. Le costaba respirar, y el corazón le latía frenético.
Gina apareció por allí, y al verlo en ese estado, se alarmó.
-¡Dios mío, señor, ¿está bien?! ¿Qué ha pasado?
Axel la miró, todavía exhausto.
-¿Em? –Sacudió la cabeza-. Oh, eh… na… nada, absolutamente… nada.
-No lo parece.
-Ya, bu… bueno, estoy… estoy esperando –carraspeó-. ¿Puedes ir a ver cómo está Max?
-Claro…
Aunque todavía no estaba segura, se marchó.
Axel colocó las manos detrás de la espalda, se volvió a apoyar en la pared y echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, pensativo.

viernes, 25 de marzo de 2011

Capítulo 22

En Irlanda, mientras los abuelos de Ethan, su madre y éste desayunaban, cogió el periódico y lo leyó.
Estaba bebiendo una taza de café cuando leyó la noticia. Entonces lo escupió todo encima de la mesa.
Su familia lo miró sorprendida.
-¿Ethan…?
-Oh, Dios mío. Mamá, ¿esta no es…?
En la hoja de papel salía la foto de Danielle, y debajo, desaparecida.
Al joven le dio un vuelco el corazón. Se levantó de la mesa rápidamente.
-Mamá, tenemos que irnos.
-Pero si…
-¡Mamá, se trata de Danielle! ¡Nadie sabe dónde está, y papá está intentando encontrarla! ¡Tengo que ayudarlo!
Su madre asintió, y ambos subieron las escaleras de la casa para hacer las maletas. Luego se despidieron de sus abuelos y partieron hacia Inglaterra.
Mientras, Danielle se acercaba a Axel, vacilante pero decidida, y lo miró.
Éste le devolvió la mirada.
-¿Me buscaban? –preguntó con voz inocente.
Axel tuvo que tragar saliva antes de contestar para que le bajara el nudo que tenía en la garganta. Se incorporó.
-Sí –acertó a decir.
-Esto… debe de ser muy duro para ti, pero date cuenta de que es obvio. Es lo que tiene cometer delitos.
-Por favor, ahora no –frunció el ceño-. Tengo muchas cosas en la cabeza. Escucha… te dejaré salir de aquí si no le dices nada al jefe de policía.
-No puedo. Tengo que decírselo. Es mi obligación. Intenta comprenderlo.
-Lo comprendo. Si yo estuviera en tu lugar, haría lo mismo. Pero también ponte en mi situación. Si me delatas, recibiré dos cosas y me quitarán dos cosas. Recibiré la aceptación de un juicio y la sentencia a muerte por robo y secuestro. Y me quitarán todo lo que tengo, y lo peor de todo, perderé el cariño y el respeto de la única persona a la que quiero más que a mi vida –suspiró-. Aunque bueno, supongo que da igual, me lo merezco.
Se apartó de la puerta, y se dirigió a las escaleras.
-¿Adónde vas?
-A mi cuarto. Voy a dormir un poco.
-¿No has dormido en toda la noche?
-No pude. Estuviste toda la noche gritando en pesadillas. Y alguien tenía que ocuparse de ti.
Y subió las escaleras.
Sí, ella sólo daba problemas en esa casa. Y aún así tenía prohibido irse. Estupendo.

martes, 22 de marzo de 2011

Capítulo 21

Axel bajó las escaleras, mirando de paso que pasaba por los pasillos, los cuartos contiguos para ver si las mujeres o Blake estaban por allí, pero ni rastro.
Seguían petando en la puerta, así que corrió y la abrió.
El jefe de policía, con dos hombres detrás, lo miraron.
-Buenos días, señor Alexander.
Axel intentó sacar su sonrisa más encantadora.
-Buenos días, jefe. ¿A qué viene tan grata visita?
-Veníamos a hacerle unas preguntas sobre la señorita Gilbert. Ya sabe, la chica que desapareció ayer por la noche…
Axel guardó las manos en los bolsillos delanteros del pantalón, y asintió.
-Por supuesto, será un placer responderlas. Pero dígame, ¿por qué me ha elegido a mí?
-Oh, no sólo a usted. Todos los que estuvieron presentes fueron sometidos a cuestiones.
-Entiendo. Pero por favor, pasen, no se queden ahí.
-No, no, son cortas, será rápido. Tenemos muchas cosas que hacer.
-Bien. Cuando usted lo desee.
-Dígame, ¿cuándo fue la última vez que vio a la joven?
-A las once y cincuenta y siete de la noche –mintió sin vacilar.
-Ajá –uno de los hombres empezó a apuntar en una libreta. El otro miraba a Axel con los ojos entrecerrados, y tenía una mano apoyada en el mango de su espada-. Adoro cuando los interrogados son tan directos y precisos. Bueno, ¿pudo escuchar algún ruido proveniente del exterior?
-Debo recordarle, aunque no querría ofenderle, de que estuve con usted en esos momentos. Así que no, no pude escucharlo.
-¡Oh, es verdad! George, apunta –le dijo al hombre.
El otro policía se inclinó y le susurró algo al oído al jefe sin apartar la vista de Axel.
Luego ambos le miraron.
-Ya. Dígame, señor Alexander, ¿tuvo algún trato con la muchacha alguna vez?
-Nunca –volvió a mentir-. En realidad, sólo he hablado con ella cuando me la presentaron y cuando me concedió un baile. Luego no intercambiamos palabra alguna, señor.
Aunque el policía joven lo miraba con sospecha, el jefe no fue tan astuto, y se creyó todas las palabras.
-Bien, ¡muchas gracias! Y sentimos haberle molestado.
-No se preocupe. Es un gran placer volver a hablar con usted –se inclinó en una leve reverencia-. Las puertas de mi casa están siempre abiertas para usted.
El jefe, con una sonrisa de oreja a oreja, se volvió con los jóvenes mientras susurraba:
-¡Cómo adoro a este joven! Ojalá mi hijo Ethan fuese tan educado y estupendo como este chico.
Recorrieron el jardín delantero por el camino y salieron por el portal, cerrándolo, mientras Axel se aseguraba de que se marchaban.
Cuando se fueron, sacó las manos de los bolsillos y cerró la puerta.
Entonces suspiró destrozado y se apoyó de espaldas a la puerta, para luego inclinar la cabeza hacia atrás hasta chocar contra ésta. El corazón le latía frenético. Danielle apareció por el corredor principal, y al ver a Axel tan derrumbado, una extraña sensación le corrió por el estómago.
Muy, muy extraño…

domingo, 20 de marzo de 2011

Capítulo 20

Danielle miró a Max, y se mordió el labio.
-¿Tú conoces… al ladrón de Londres?
-¡Por supuesto!
-Y no te preocupa… no sé, ¿que sea alguien conocido?
Max empezó a mover sus pies, mirándolos.
-¿Por qué debería? Además, me gustaría conocerlo. Es cierto que es malo, pero me sorprende que todavía no le hayan capturado. Eso dice mucho de él.
Danielle suspiró.
-Pero… ¿no crees que tiene alguna que otra semejanza con… Axel?
-¿Con Ash? –Max frunció el ceño, extrañado-. Ash no se parece en nada. Bueno, sí, en que los dos son muy listos. Pero Ash no es muy valiente que digamos, se asusta por bastantes cosas, como cuando fui por detrás y le di un buen susto, y tiene miedo de muchas cosas, y de los policías y los cuchillos ni te imaginas. No me lo imagino con una pistola o una espada en las manos, y enfrentándose a los policías, menos. Y además, tiene vértigo. Los ladrones no pueden tener vértigo, sino, ¿cómo podrían robar desde arriba? Oh, y ni hablemos de lo despacio que corre, y hace mucho ruido. Vamos, que no, no me lo imagino.
Danielle alzó las cejas. Parece que a Axel, además de robar, se le daba muy bien mentir. Quizá demasiado bien. Y actuar, ya ni digamos.
-Entiendo –concluyó finalmente.
-Sí, así que no te preocupes, que Ash no puede ser el ladrón.
De repente, se escucharon unas fuetes pisadas en el pasillo, y la puerta de la habitación se abrió, apareciendo Axel por ella. Intentaba sonreír, pero se le notaba que lo hacía a la fuerza.
-Max, deberías ir a alimentar a tu caballo.
-¡Oh, es verdad!
El niño bajó de la cama de un salto, de despidió de Danielle con una mano y se fue.
Axel cerró la puerta detrás de él después de que Max se fuera, y miró a Danielle echando chispas por los ojos.
-¿Tú qué pretendes, hundirme? –le soltó después de que se le borrara la sonrisa falsa de la cara.
Se acercó a ella, esta vez sigilosamente –cosa que demostraba su verdadera agilidad, y no al engaño que tenía sometido al pequeño-, y se cruzó de brazos, apretando la mandíbula.
-Simplemente creo que Max debería saber la verdad de quién es su hermano, y no unas mentiras, que aunque sean piadosas, no se asemejan en nada a la realidad.
-Quizá no, pero mientras yo siga vivo, el niño no tendrá por qué saber nada de lo que hago.
-¡Pues debería! ¡Técnicamente está viviendo en una burbuja de cristal! Dime, Axel, ¿el pequeño tiene amigos?
Axel desvió la mirada, y negó con la cabeza.
-No, no tiene –susurró.
-¿Y lo dejas salir de casa cuando él quiere?
-No. Pero es por algo que tú no comprendes.
-Ya, no me lo digas. Es por la misma razón por la que robas, ¿no? –replicó con sarcasmo.
-¿Y si te dijera que sí? ¿Qué harías?
-Pues volver a pensar que eres cruel. Es increíble que dejes al niño aquí, encerrado y aislado, y aún por encima mentirle por algo que es un capricho tuyo.
-¡No es mi maldito capricho!
Entonces escucharon un petar fuerte en la puerta principal del piso de abajo. Axel y Danielle se miraron confusos.
-¡Gina! –nada-. ¡Dina!
Ninguna respuesta por parte de las mujeres.
-¡Policía! –gritaron desde afuera-. ¡Venimos a hacer unas preguntas al señor Alexander!
Axel miró a la joven.
-Quédate aquí.
-No puedes obligarme –replicó ella.
-Si no lo haces me aseguraré de atarte a una silla y sentarme encima hasta que dejes de ser tan testaruda. Y créeme, yo soy más cabezota que tú.
Y la dejó allí.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Capítulo 19

** ¡Lo siento, lo siento, lo siento! >.<
Quería renovar, y últimamente estoy fallando en mis promesas, pero es que acabo de volver de Londres y allí no había internet ni nada, así que... lo siento.
Aquí tenéis el siguiente capítulo...


Gina había metido a Max en la bañera, y éste jugaba con la espuma que se había formado a causa del jabón, mientras ella le frotaba con suavidad la espalda con una esponja.
De repente, dejó de chapotear en el agua, y miró a Gina con tristeza.
-¿Qué pasa, señorito? –le preguntó preocupada. Le acarició el pelo negro, completamente mojado y lleno de jabón.
-Hum… Ash… ¿es malo?
-¿El señor Axel? ¿Cómo puede pensar una cosa tan horrible?
El niño se encogió de hombros, un poco avergonzado, y siguió jugando distraídamente.
-Los papás de la chica la buscaban, y Axel no les dijo nada. ¿Por qué?
-Bueno…
Axel le había contado todo por la noche. Ella se había sorprendido cuando lo había encontrado en la puerta de su casa con la chica dormida en brazos, desesperado. Todavía le ronroneaban las palabras que había pronunciado: “Gina, ayúdame. No sé qué hacer”.
Luego él le explicó todo lo sucedido, y por supuesto, ella hizo todo lo que pudo. Y bueno, visto lo visto, salió bien. Pero le había prometido a Axel que nunca le diría a su hermano qué hace en realidad.
-Porque… -respiró hondo-. Tu hermano tiene muchas cosas en la cabeza, Max. Cuando seas mayor, te explicará todo, de verdad.
Max no estaba satisfecho con esa seca respuesta, pero asintió y siguió jugando.
Luego, después de secarlo y vestirlo, Gina lo dejó jugando en su habitación. Aunque se aburría muchísimo, por lo que decidió salir de allí e ir al cuarto donde residía Danielle.
Se la encontró llorando encima de la cama, silenciosa, y una sensación de vértigo le inundó el estómago. Se acercó a ella, y se sentó a su lado. La muchacha alzó la mirada con los ojos vidriosos, y se sorprendió muchísimo cuando el pequeño Max le sonrió mientras alzaba sus manitas para enjugarle las lágrimas. Al acabar, asintió satisfecho.
-Las señoritas no deben llorar –cruzó las piernas para estar más cómodamente, y frunció el ceño-. Siempre creen que están más guapas con la cara llena de lágrimas, pero no es verdad –la miró sonriente-. La mayor belleza de una mujer es una sonrisa.
Danielle alzó las cejas ante las palabras del niño.
-O eso es lo que dice siempre Axel cuando ve a una llorar.
Ella sonrió, se secó mejor la cara, y suspiró.
-Tú… lo quieres mucho, ¿no?
-Muchísimo. De mayor, quiero ser como él.
Danielle sabía que no debía decirle nada al niño, pero se le antojaba imposible…

En el cap. 20...

"-¿Tú conoces… al ladrón de Londres?
-¡Por supuesto!
-Y no te preocupa… no sé, ¿que sea alguien conocido?"

"-¿Tú qué pretendes, hundirme? –le soltó después de que se le borrara la sonrisa falsa de la cara."

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Y para terminar, si os gustan los pensamientos de cada persona y las frases y diálogos de amor, entonces visitad este blog:
La buhardilla de mi tejado

viernes, 4 de marzo de 2011

Capítulo 18

Danielle siguió a Axel hasta uno de las muchas habitaciones que había por el pasillo. Ambos entraron, y ésta se encontró con una habitación de niño, con diversos muebles que la adornaban, y una estantería enorme completa de coches que todavía no se habían vendido en la realidad. Como… maquetas.
El pequeño Max estaba de pie ante un gran espejo, y la chica pelirroja acuclillada a su lado, poniéndole hielo en la frente. Al pasar, ambos los miraron, sobre todo a Danielle. Ésta tragó saliva ya que se dio cuenta de que la mujer la miraba con los ojos entrecerrados, aunque al niño parecía habérsele pasado el enfado.
-¡Hola! –saludó.
Axel les sonrió, y luego se giró hacia Danielle. Ésta dio un pequeño respingo.
-¿No vas a decirle nada? –le preguntó.
-¿Qué…? ¡Ah! ¡Claro! –la joven fue hacia Max, y le cogió una mano entre las suyas-. Pequeño…
-Me llamo Max.
-Oh, es verdad. Max. Lo siento mucho. No pretendía darte un golpe y… -miró la frente roja, fría bajo la bolsa del congelado hielo, aguantada por la mano de Gina-. ¡Dios mío, menudo chichón!
Max sonrió orgulloso, y colocó las manos en la cintura, haciendo apartar a Gina de él, y se volvió hacia el espejo.
-¡Queda genial! Ahora podré ir presumiendo por ahí de este enorme golpe –miró a Axel-. ¡Ash! ¿A que está genial?
Axel se rió por el énfasis del pequeño. Se acercó a él y le revolvió el pelo.
-Sí, Max. Ya eres un muchacho muy maduro.
El niño sonrió ampliamente, y asintió. Axel se inclinó, le besó en el pelo, y luego se dirigió a Gina.
-Gina, querida, si no te importa, ¿podrías bañar a Max?
-Por supuesto, señor.
Axel asintió y se fue de la habitación, seguido rápidamente por Danielle. Mientras caminaban por el pasillo, Ash tenía la cabeza gacha, con los ojos ensombrecidos por los mechones de pelo negro que le caían, impidiendo a Danielle verlos.
-Axel, ¿dónde está el dinero que le robaste al señor Jackson?
-Con todos mis respetos, no es de tu incumbencia, Danielle.
-Pero tienes que devolvérselo.
Axel frenó de repente. Seguía sin levantar la vista. Aún así, sus ojos seguían estando un palmo más por encima de ella.
-No.
-Pero…
-Te he dicho que no.
A Danielle le cabreó tanto su frialdad que empezó a gritarle.
-¿Cómo que no? ¡Ese dinero era de él!
Axel, esta vez, alzó la mirada, y apretó la mandíbula.
-¡Puede que tenga bastante, pero era suyo! ¡No tienes derecho a arrebatarle nada a nadie, maldito ser despreciable! –Se estaba pasando, lo sabía, pero las palabras le salían de la boca solas, sin que ella pudiera hacer nada-. ¡Él necesita ese dinero, ¿sabes?!
-¡¡Pero yo lo necesito más!! –gritó Axel, y apretó los puños, intentando controlarse-. ¡Tú no sabes nada de mí ni por qué hago todo esto! ¡¿Tú crees que a mí me gusta quitarle cosas a la gente que se las ha ganado honradamente?! ¡No, no me gusta! Pero si no lo hago… -se calló en el último momento, y chasqueó la lengua-. Mira, déjalo, ¿de acuerdo?
-Hum. Por ahora. Pero quiero irme a casa.
-No puedo dejarte ir.
-¡No le diré nada a nadie!
-Me estás mintiendo. Y sobre todo ahora, que sabes que soy un monstruo, ¿no? –Contestó con tono irónico, pero se recompuso al momento, adoptando un tono de súplica-. No puedo.
Y se fue sin más. Danielle se apoyó en la pared, intentando aguantar las lágrimas.

En el cap. 19...

"-Las señoritas no deben llorar –cruzó las piernas para estar más cómodamente, y frunció el ceño-. Siempre creen que están más guapas con la cara llena de lágrimas, pero no es verdad –la miró sonriente-. La mayor belleza de una mujer es una sonrisa.
Danielle alzó las cejas ante las palabras del niño."