viernes, 15 de julio de 2011

Capítulo 37

Danielle empezó a buscar por todas partes del cuarto: debajo de la cama, en los cajones, debajo de las alfombras… Pero no encontró nada. Empezó a pensar que Axel se había equivocado, aunque lo veía muy difícil.
Entonces recordó.
“Busca en todas partes, incluso si tiene un tocador, puedes mirar detrás del espejo…”
Danielle se fijó en el tocador, y en efecto, tenía un espejo. Pero lo que más le sorprendió fue que Axel tenía razón. El espejo se abría como una puerta, y detrás había un joyero.
Emocionada, cerró el espejo con cuidado y bajó rápidamente las escaleras, preocupada por si pisaba el vestido.
Axel la esperaba abajo, y como vio que ella estaba contenta, una sonrisa se formó en su rostro. Al llegar abajo, fue hacia ella, la cogió de las manos y la llevó adónde las parejas bailaban.
Mientras se movían al ritmo lento de la música, Danielle le contó todo.
-Ya sé dónde está. ¡Tenías razón! Detrás del espejo está el joyero con todo dentro –susurró.
Axel sonrió contento, la abrazó y la levantó del suelo.
-¡Así me gusta! Sabía que no me fallarías.
Cuando la dejó en el suelo otra vez, juntó su frente con la de ella, cerrando los ojos.
-No sabes el peso que me acabas de quitar de encima. Te lo agradezco muchísimo, Danielle –susurró.
Pero Danielle apenas le escuchaba. Se puso cardíaca, con el rostro pasando por todos los tonos del rosa, queriendo acercarse un poco más a Axel, sintiendo el temblor de las piernas…
Pero ambos se dieron cuenta de que todos habían dejado de bailar y los miraban. Axel levantó la mirada, desconcertado.
-¿Qué…?
-¡Venga, me parece que ya tenemos la pareja ganadora en cuestión de amor! –gritó la señora Brown-. ¡Que se besen, que se besen!
Todo el mundo empezó a hacerle coro.
Axel y Danielle se miraron con alerta.
Besarse no estaba en sus planes.
Y además acentuaría el enamoramiento por parte de Danielle. Axel no podía permitir eso.
Pero todo el mundo insistía, mientras los ojos de la joven que sostenía entre sus brazos lo miraban con admiración. ¿Qué iba a hacer sino?
“Dios mío, ¿qué hago?”
“Vamos, tú puedes parar esto. Olvídate de las joyas y lárgate rápido”.
“Pero no puedo dejarla aquí…”
Mientras ocurría la batalla campal en su mente consigo mismo, Danielle ya se había acercado. Axel le cogió la cara con las manos, en un principio para apartarla, pero el contacto de su suave piel en los dedos le hizo echarse atrás y no soltarla. No podía.
“Páralo. Lo complicarás más. ¡No lo hagas!”
Juntó otra vez sus frentes, mientras Danielle cerraba los ojos, y entreabría un poco sus labios, esperando recibir ese beso.
“Se acabó. No puedo aguantarlo más… El mundo ya puede estar en mi contra, que yo ya no puedo hacer nada”.
Finalmente se inclinó un poco más y la besó con suavidad, sin querer hacerle daño pero tampoco que se escapara. Aunque por el modo en que ella estaba disfrutando del beso, dudaba que lo hiciera.
Pero se separó casi al momento, devolviéndole la razón, pues su batalla mental y ese acercamiento lo habían dejado al borde de la locura.
Todos aplaudieron emocionados. Axel sonrió forzadamente, y después de un gracias y demás, todo el mundo volvió a lo suyo. Luego subió las escaleras con la misma excusa de Danielle y fue directamente a la habitación. Abrió el espejo, cogió un poco más de la mitad de las joyas guardándoselas en los bolsillos del chaleco, y volvió a dejar todo como estaba. Salió del cuarto y miró su reloj de bolsillo. Ya habían pasado cuatro horas, entre todo el jaleo. No se lo podía creer. Bajó las escaleras, y cogiendo a Danielle de la mano –un poco incómodo-, anunció que ya se iban. Los señores Brown, algo tristes, se despidieron y ambos se fueron en el mismo carruaje.