miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capítulo 48

Danielle y Ethan habían llegado a la cárcel de Londres, con un poco de miedo.
En el primer piso, había un guardia.
-Por favor, señor, déjenos pasar.
-¿Perdonen? Ustedes no están permitidos a entrar.
-¡Pero es necesario!
-Lo siento, no…
Ethan apretó la mandíbula y se lanzó contra el guardia, tirándolo al suelo.
-¡Ethan! –gritó Danielle.
-¡Corre!
Danielle vaciló un momento, pero al final le hizo caso. Subió las escaleras corriendo, cogiendo con las manos el bajo del vestido para no pisarlo. Sólo tendría unos momentos hasta que ese gorila pudiera con Ethan y la siguiese.
Siguió subiendo hasta la cima, pues estaba seguro que al gran ladrón de Londres lo habían puesto arriba en todo para asegurarse de que no se escapaba.
Al llegar, casi sin aliento, recorrió el pasillo, atemorizada, pues los presos le pedían ayuda e incluso les faltaba alguna extremidad.
-Axel… ¡Axel! ¡Axel, ¿dónde estás? –sollozó, al borde de las lágrimas-. ¡Axel!
Al fondo, a un lado del pasillo, escuchó un ruido.
-¿Danielle?
Siguió la voz hasta la celda adecuada. En el suelo, entre las rejas, podía ver un poco de sangre seca manchar la piedra.
-Dios mío –murmuró asustada.
Fue hacia allí, y se arrodilló. Axel estaba sentado en el suelo, sin su usual chaleco y con la blusa abierta, dejando entrever sus marcados pero ligeros abdominales y la piel morena manchada de su propia sangre.
-¿Qué haces aquí? –preguntó con voz dolorida y sorprendida.
-¿Dónde… por qué sangras tanto?
-Respóndeme a mi pregunta.
-Primero responde la mía.
-Yo te pregunté antes –replicó con un pequeño tono de humor.
-Axel, por favor… -Danielle empezó a llorar, dejando resbalar las lágrimas por sus mejillas hasta caer al suelo.
-En la espalda –respondió.
Axel se apoyó mejor en la fría piedra, dejando caer la cabeza hacia atrás contra la pared.
-Ahora respóndeme tú.
-Tenía que venir, yo… tú… me dijo Ethan… que estabas aquí…
-Ethan –suspiró-. Ya veo. Me sorprende que te lo haya dicho.
-¿Por qué?
-Que te responda él –se incorporó, pero se encogió del dolor por la espalda.
-¿Qué…? ¡No te muevas, o sangrarás más! ¿Qué te pasó?
-Me… me maltrataron para que confesara. No lo hice, antes de que insinúes nada –ante la mirada asustada de la muchacha, habló, apartando la mirada entrecerrada-. Ya da igual. Ahora mismo lo que menos me preocupa son mis heridas. Esta noche estaré muerto de todos modos. Al menos Max está con Gina, y supongo que ya sabrán lo de mi arresto.
-Sí…
-Y también me preocupa que estés aquí. Debes irte, o te las harán pagar –la miró.
-Me da igual, yo no me voy de aquí sin ti.
-Danielle, no seas irracional. Cuando me maten todo esto que estás haciendo será en vano.
-No me importa. Me quedo.
Axel volvió a apoyar la cabeza contra la pared, sonriendo. A Danielle el corazón casi se le sale del pecho. Le encantaba esa sensación de hormigueo en el estómago. Y que él sonriera.
Pero volvió a derramar más lágrimas. Axel dejó de sonreír para mirarla con los ojos entornados.
Danielle levantó la vista al sentir el peso de su mirada.
-No quiero que llores –alzó una mano, y entre dos rejas le tocó la mejilla a Danielle, enjugándole las lágrimas-. Ningún hombre se merece las lágrimas de una mujer, y yo no soy una excepción. Así que no llores por mí, cielo. No vale la pena.
Danielle tenía todavía más ganas de llorar. Tapó la mano de Axel con la suya, sin querer soltarla nunca, apretándola todavía más contra su mejilla.
-Por favor, Axel, no me dejes. Por favor… -rompió a llorar otra vez.
Axel la miraba con tristeza. Pero no podía hacer nada.
-Escucha, intentaré algo, ¿de acuerdo? Ya se me ocurrirá el qué.
-Ahora es tu turno de no fallarme a mí –le dijo ella.
La miró unos momentos, y asintió.
-No te preocupes.
Pero entonces los fuertes pasos del guardia se oyeron. Danielle se puso más nerviosa de lo que estaba, sin querer separarse de Axel.