Gina fue la primera en llegar a casa de Axel, y ya fue directamente, después de colocarse el delantal, a la habitación de Max. Pero no estaba.
-¡Max! ¡Max! ¿Dónde estás?
-¡Aquí! –gritó el niño susurrando.
Gina se extrañó de que susurrara. ¿Qué estaría haciendo?
Lo descubrió cuando se acercó a la habitación de Danielle. Max estaba en el marco de la puerta, con el cuerpo fuera y la cabeza dentro del cuarto, y al colocarse a su lado, vio la escena: Axel estaba arrodillado al lado de la cama, un poco despeinado y con las mejillas sonrosadas. Tenía la cabeza apoyada en la almohada junto a la de Danielle, tocándose las frentes, y mantenía una mano en el pelo de la muchacha y la otra en la mejilla de ésta.
Las respiraciones de ambos eran regulares, así que estaban completamente dormidos.
A Gina le entró un ramalazo de celos que no deseaba sentir nunca, pero le era inevitable.
Miró a Max; éste sonreía con las dos manos tapándose la boca, emocionado.
-¡Mira! ¡Están durmiendo juntitos! Ash y Danielle se gustan –canturreó contento.
-Ya veo, ya –dijo malhumorada-. Venga, Max, vamos a desayunar y a dejar a estos aquí.
Ambos se fueron abajo para desayunar, y al oír el portazo de la puerta del cuarto, Danielle abrió los ojos.
Contuvo el aliento al ver a Axel allí dormido a su lado. Parecía un niño pequeño.
Además de que tenía una mano en su mejilla, y estaba tan cálida que no quiso apartarse. La verdad era que no le importaría nada quedarse así durante muchos días.
Lo extraño de todo era que el corazón le latía frenético y sentía un cosquilleo en el estómago al ver que Axel estaba tan cerca de ella, y no era precisamente por el hambre. Se sonrojó violentamente, y lo sabía porque notaba mucho calor en la cara.
Volvió a cerrar los ojos, disfrutando de ese inusual momento…
Hasta que notó que Axel se movía ligeramente. Ambos abrieron los ojos, y éste se apartó rápidamente, cayendo sentado en el suelo, al darse cuenta de lo que hacía.
-Oh, Dios mío. ¿Pero qué estoy haciendo? –Sacudió débilmente la cabeza, y miró a Danielle-. Me debí de quedar dormido.
-Sí… Completamente.
-Vaya –se levantó, y se miró la ropa-. Hum, ni siquiera me cambié de ropa. Menudo desliz.
Danielle se sonrojó muchísimo más cuando descubrió que los primeros botones de la camisa de Axel estaban desabrochados, dejando entrever un poco de su pecho y el hueco de la garganta.
“Dios mío”, pensó con el corazón acelerado.
-Será mejor que me vaya –concluyó él interrumpiendo el hilo de sus pensamientos. Fue hacia la puerta, pero frenó y se volvió hacia ella-. Ah, es verdad. Un amigo tuyo vino ayer.
Danielle abrió mucho los ojos, y salió rápidamente de la cama.
-¡¿E… Ethan?!
-Sí, supongo.
-¡¿Y por qué no me avisaste?! ¡¿Qué te dijo?!
-Me temo que sospecha de mí.
-Vaya, pues salió más listo que su padre –se rió.
Axel no comprendió su humor.
-El… el jefe de policía es su padre.
-Hum. Entiendo.
Asintió y se fue. Danielle se volvió a sentar en la cama, y miró el techo distraídamente, todavía nerviosa por la anterior aproximación de Axel.