viernes, 22 de julio de 2011

Capítulo 39

Por la mañana, Danielle ya estaba lista en la puerta, con Axel, Gina, Blake, Dina y el pequeño Max.
-Te echaremos de menos –le dijeron todos.
Después de besos y abrazos de despedida –aunque con Gina fue un poco amargo-, Axel la acompañó hasta el carruaje, al otro lado del gran portón. Le abrió la puerta, y Danielle lo miró.
-Danielle, siento que acabemos así. Aunque me gustaría que siguiéramos siendo amigos.
-Si no nos vamos a volver a ver, entonces no servirá para nada tener una amistad –replicó ella enfadada.
-Yo no he dicho que no nos volvamos a ver. Quizá en alguna cena de esas que asistimos nosotros y así nos veamos, pero… fuera de ahí, lo dudo.
-Ya me lo imaginaba.
Ya no sabían qué más decirse. Hasta que Axel se guardó las manos en lo
s bolsillos, y sonrió con timidez.
-¿De qué te ríes?
-Bueno, me fijé que ayer fue tu primer beso.
Danielle apretó los labios, avergonzada. Se cruzó de brazos.
-¡No! ¡Ya me habían besado antes!
-Claro.
-Mira, déjalo, ¿vale? Me voy.
Se iba a subir al carruaje, pero Axel la cogió de la mano, la hizo volverse y la atrajo hacia sí, abrazándola.
Danielle no podía creérselo. Se quedó helada.
Axel tampoco pudo explicar muy bien lo que acababa de hacer. Ni siquiera sabía el por qué.
Pero de lo que estaba seguro era que estaba deseando hacerlo. La separó al momento de él, y carraspeó.
-Ha sido divertido, Danielle, y sin ti no hubiera conseguido tan fácilmente las joyas. Y para compensarte… -se sacó del bolsillo un collar del que colgaba un reloj pequeño incrustado en una esmeralda. Brillaba con lucidez, por lo que Danielle tuvo que entornar los ojos-. Toma.
Ella lo cogió entre sus manos, sorprendida.
-Pero, pero… yo… no puedo… No puedo aceptarlo.
-Es lo mínimo –Axel miró al suelo-. Suerte. Y que busques al chico de tus sueños, Danielle. Lo encontrarás pronto.
Danielle asintió y subió al carruaje, estando al borde de las lágrimas.
“El chico de mis sueños eres tú, pero no te das cuenta. O no quieres darte cuenta.”
El coche avanzó con el chasquido del látigo a los caballos, y Axel se despidió con la mano.
Entonces, cuando ya no se podía ver su casa, Danielle se echó a llorar sin poder evitarlo.