martes, 28 de diciembre de 2010

Doble capítulo

Capítulo 6


Como habían previsto, las nubes descargaron toda la lluvia que pudieron sobre Londres.
Danielle y Ethan entraron rápidamente en la casa de éste último, y casualmente su padre ya había llegado.
El padre de Ethan era el jefe de policía, que intentaba por todos los medios frenar la oleada de robos que habían acaecido en la ciudad durante los últimos años. Pero no lo conseguía, y Danielle estaba enfadada con él por ese motivo. Siempre discutían sobre el tema.
Al verlos, les saludó con un movimiento de cabeza y se puso a leer el periódico. Alzó las cejas al leer la entrevista que los reporteros le habían hecho a uno de sus hombres por el robo del collar de ciento diez mil libras. Se frotó la frente, y suspiró.
Danielle se le acercó.
-Qué. ¿Otro robo?
-Danielle, no empecemos.
-No empiezo, es sólo que…
-Danielle –Ethan la cogió del brazo-. Deja a mi padre tranquilo, anda.
-Pero… Agh, vale. Emm… Ethan, ¿puedes ir a cogerme un vaso de agua?
-Hum, claro.
El joven se fue a la cocina, y Danielle miró al hombre.
-Tengo una idea para atrapar al ladrón.
El padre de Ethan la miró, interrogante.
-Verás, es obvio que el ladrón, si es tan listo como dicen, irá a la cena del señor Jackson, y me supongo que intentará robarle su dinero.
-Continúa.
-Bien, pues podrían hacer una pequeña redada para cogerle por fin. Sólo tiene que esperar para que vaya hacia el botín… ¡y le cogen!
-¿Pero no se dará cuenta de que la casa estará llena de policías?
-Se esconden.
-Hum, bueno…
-Aunque Ethan me ha dicho que no estaríais ese día…
-No, él y mi mujer no estarán. Van a visitar a sus abuelos maternos, yo debo quedarme aquí.
-Bien.
En ese momento, Ethan apareció por la sala con un vaso de agua, y se lo tendió a Danielle.
-Toma.
-Gracias.
Bebió, y lo dejó encima de la mesita.
-Bueno, yo debo irme ya, que me están esperando para comer. ¡Chao!
-¡Pero Danielle…!
La chica se despidió con la mano y salió por la puerta.
Mientras iba por la calle, pensaba en cómo podrían hacer la redada. Habría que ser más listos que el ladrón, y eso era complicado.

Capítulo 7

Dejando a Max con los caballos mientras Dina limpiaba la sangre del suelo, Axel volvió a su despacho. Se acercó a su escritorio, apoyó las manos en el extremo de éste todavía de pie, y agachó la cabeza, pensativo, dejando caer los mechones de su pelo caer sobre la cara. Cerró los ojos. Aún no se había recuperado del susto que le había dado el pequeño, pero tenía que convivir con ello. Sabía que Max estaba muy débil, no era un niño normal. No podía jugar con los otros niños, ni hacer grandes esfuerzos, ni correr mucho. Y también sabía que su vida se acabaría antes que la de los demás. Mucho antes. Y eso lo mataba por dentro.
Sus padres habían muerto hacía cuatro años, cuando él sólo tenía dieciséis tiernos años, y nunca habían sido ricos. Es más, mientras sus padres habían vivido, su familia fue muy pobre. Pero fueron felices igualmente. Y después de la felicidad, sus padres se habían ido para siempre y le habían dejado con una gran responsabilidad: un niño, un bebé, que en esos momentos era toda su vida. Y le había costado sangre, sudor y lágrimas, literalmente, para tener todo lo que tenían ahora.
Sus pensamientos se dispersaron cuando Gina entró en el despacho. Al ver a Axel apoyado contra el escritorio cabizbajo, se colocó a su lado, y le miró.
-Señor, ¿está bien? –le preguntó, queriendo, deseando, posar una mano en su espalda para animarle, pero eso le resultaba vergonzoso.
Axel, con el pelo todavía tapándole algunas partes de la cara, alzó una intensa mirada hacia los ojos verdes de ella, y sonrió.
Gina se ruborizó violentamente, con el corazón martilleándole el pecho, y como no sabía dónde meterse, miró hacia la ventana detrás del sillón del despacho.
-Estoy bien, Gina, no te preocupes. Y ya te he dicho mil veces que no hace falta que me trates de usted; ya llevas un año aquí, puedes tutearme.
-Lo sé, pero sería de… -volvió a mirarle a los ojos, y al quedarse prendada de ellos, tragó saliva y balbuceó- …de mala… esto… educación.
Axel se incorporó, y se cruzó de brazos.
-¿A estas alturas y todavía tienes vergüenza? –sonrió con una pequeña pizca de diversión y mucho afecto.
-Bue… bueno, será… será mejor… será mejor que me vaya para… para ocuparme de… de algunas cosas…
Se volvió, y fue hacia la puerta, pero antes de coger el pomo, frenó.
-Señor… ¿va a intentar robar en casa del señor Jackson?
Axel apretó los labios ante la mención del robo, y suspiró. Gina era la única que sabía que él era el ladrón, pues lo había descubierto leyendo unos papeles que él creía haber perdidos en el que mencionaba su décimo quinto robo con éxito. Ella se había enfadado, gritándole que cómo podía hacer algo así con la gran casa que tenía, y cuando él le explicó sus buenas razones y por qué tenía esa mansión, lo había comprendido y lo había aceptado, aunque no le gustaba nada la idea.
-Sí, debo hacerlo.
Lo miró preocupada.
-Señor, ya ha robado hace poco aquella joya tan cara, y recibió el dinero por ella. ¿Y no…?
-Entre todos los gastos en total, no. Todavía me da para un mes, pero hasta ahí llego –Gina miró al suelo-. Oh, querida, por favor, no te preocupes, intentaré por todos los medios ser muy cuidadoso –dio una palmada en el aire con las manos, y sonrió-. Bien, voy a planearlo.
-Tenga cuidado. Max estaría perdido sin usted.
-No lo estaría tanto.
-Señor, Max le idolatra. Usted es su héroe.
-Más bien parece que sea el malo de la novela.
-Usted nunca podría ser malo. Por favor, tenga mucho, muchísimo cuidado.
-Lo tendré.
Gina asintió y se fue del despacho. Axel se apoyó, cansado, contra el escritorio. Sería muy difícil, pero por Max, por su hermanito, iría hasta el fin del mundo.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Capítulo 5

Axel, sentado en su enorme despacho lleno de estanterías a los lados con libros, ojeaba el periódico, vigilando si en alguna foto en la que aparecían sus robos estaba él, o si se le reconocería en algo. Por suerte, sólo había textos, nada de imágenes. Apoyó un codo en el gran escritorio saturado de papeles, y puso la mejilla en los nudillos, pasando las hojas. Empezó a pensar distraídamente que sería mejor dejar a su hermano aquí el día de la cena. Sería muy difícil apoderarse de la fortuna del hombre y estar vigilando al pequeño a la vez, ya que Max no sabía que su hermano mayor sustraía objetos preciados a las personas.
No, definitivamente el pequeño se quedaría aquí.
Mientras, Max estaba en su habitación jugando con un coche de madera de cincuenta más que tenía, pues adoraba coleccionarlos desde que tenía cinco años. Ahora con siete, todavía seguía queriendo más, y Axel nunca le decía que no. Sin embargo, tenía que ganárselos con buenas calificaciones y muestras de respeto, o demostrarle a su hermano que sabía comportarse en la mesa.
Pero de repente empezó a toser. Primero fue un poco, paró, y volvió a toser otra vez. Con más fuerza, hasta que tuvo que llevarse las manos a la garganta porque le escocía.
Empezó a notar ese característico sabor de la sangre en la lengua, y al toser otra vez, salpicó el suelo del desagradable color carmesí. Lloró hasta que Gina, la ama de llaves, escuchó sus sollozos. Fue a su habitación, y al ver que el niño se ahogaba y tosía sangre, se llevó las manos a la boca y corrió al despacho de Axel.
-¡Señor! –gritó mientras abría la puerta con fuerza.
Axel alzó la mirada del periódico, todavía con la mejilla apoyada en los nudillos de la mano, y alzó las cejas.
-¿Qué pasa, Gina?
-¡El señorito Max! ¡Le está pasando de nuevo!
Axel se levantó rápidamente alarmado, tirando la silla hacia atrás, y salió corriendo del despacho, seguido de Gina, hacia la habitación del niño.
Se lo encontró acostado en el suelo, rodeado de pequeñas manchas de sangre y con los bracitos rodeando su estómago.
-Dios mío, ¡Max!
Se arrodilló a su lado, y colocó los dedos índice y corazón en el cuello del pequeño. Tenía el pulso muy débil, al contrario que el de Axel, que estaba frenético.
-¡Gina, mira en el primer cajón de la cómoda, y coge un botecito azul que hay dentro!
Gina le hizo caso, y buscó en el cajón, encontrando el objeto que buscaba. Se lo tendió a Axel, y éste abrió la tapa con la mano temblorosa, colocándolo en la boca de Max. Apretó un botón del pequeño bote, y el aire de éste se abrió paso por la respiración del niño. Entonces se lo quitó de los labios, y Max respiró hondo. Axel se levantó, cogió un bote con pastillas –la medicación de Max- de una estantería y le obligó a tragarse dos. Se las tomó sin problemas, y el joven lo cogió en brazos, apretándolo contra su pecho.
-Vamos, Max… -susurró con la voz rota, y le dio un beso en la frente.
El pequeño abrió los ojos, y rodeó el cuello de Axel con los brazos, abrazándolo.
-Ash… -dijo con un hilillo de voz.
Axel lo miró.
-¡Max! ¡Dios, te juro que como me vuelvas a dar otro susto como este no respondo!
-Lo siento…
Lo volvió a abrazar, con mucha fuerza, cerrando los ojos, mientras Gina miraba a los dos hermanos felices. Sobre todo miraba a Axel. Quizá… si algún día pudiera… decirle todo. Absolutamente todo, pues llevaba un año guardándoselo para ella… Sus sentimientos… Pero tenía miedo.
En cambio, Axel pensaba que se llevaría a Max a la cena sin reparos. No pensaba dejarlo en casa, ya que podría darle otro ataque como este sin que él estuviera para cuidarlo, Gina estaría en su propia casa descansando, Blake, el chico que se encargaba de los jardines y los caballos, estaría en la suya y Dina, la anciana que hacía algunas tareas domésticas, con su familia. No iba dejarlo solo. Ya se le ocurriría como hacerse con el dinero sin que el pequeño y los demás invitados se dieran cuenta.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Capítulo 4

Axel llegó al portal de su casa, y la abrió con las llaves. Pero al lado, en el buzón, había una carta. La cogió, y al cerrar la puerta, se volvió para ver la casa. Debía decir que era extremadamente grande, con enormes parcelas y jardines. Pero todo lo que le rodeaba tenía un peligroso precio.
Y una razón, pues si fuera por él, con una modesta casa le hubiera llegado. Pero esto lo hacía por otra persona que para él lo era todo.
Casualmente, justo en frente de la puerta, mientras Axel subía la pequeña cuesta hacia ella intentando abrir el sobre, se encontró con un caballo completamente negro, dirigido con una correa en el hocico por un hombre de mediana edad, y que traía en su lomo a un pequeño jinete.
El niño, sonriendo por el paseo, giró la cabeza hacia el jardín delantero y vio a Axel.
Lanzando un gritito de alegría, le pidió al hombre que le bajara de la bestia, y al dejarlo en el suelo, el pequeño salió corriendo hacia su hermano mayor, que éste último sacó las manos de los bolsillos del pantalón y le abrazó, cogiéndolo en brazos.
-¡Ash! ¡Te eché mucho de menos! –gritó el niño abrazándolo por el cuello.
-Max –Axel sonrió-. Yo también te eché de menos, peque.
Max sonrió ampliamente, dejando entrever sus pequeños dientes de leche, y cuando Axel lo cogió con un solo brazo, apretándole contra su costado, el niño se fijó que en la otra mano agarraba un sobre.
-¿Qué es eso?
Axel alzó la mano, y le enseñó la carta medio abierta.
-Pues no lo sé. Iba a abrirla ahora mismo. Pero me da la impresión de que ya sé qué es.
-¿Y qué es?
El joven cogió el papel del sobre con una mano, pues con la otra agarraba al niño, y leyó lo que ponía. Era una invitación a la cena del señor Jackson, conocido por todo Londres por ser un hombre bonachón, y el vecino más adinerado.
-Pues… una invitación a una fiesta.
-¡¿A una fiesta?! ¡¿Y… y… y puedo ir?!
-Aquí pone que ambos estamos invitados, así que sí.
-¡Iré a una fiesta de mayores!
Axel sonrió.
-Sí, pero recuerda, ante todo educación, Max.
El niño asintió enérgicamente, y Axel le dejó en el suelo. Le cogió de la mano y fueron hacia la casa.
-¿Te apetece tomar un helado? Le pediremos a Gina que nos lo prepare.
-¡¡Sí!!
Axel miró de reojo el sobre que sostenía. Menuda suerte. Le habían invitado a una casa dónde estaría llena de gente, y de un hombre extremadamente rico. Era el momento para empezar a planear.

martes, 14 de diciembre de 2010

Capítulo 3

Danielle se había quedado un poco anonadada por el pequeño golpe y el chico elegante con el que se había cruzado.
¡Así que aquí estaban los hombres más guapos de Londres! Aunque el joven tenía un acento extraño…
Sacudió la cabeza ante el pensamiento y subió las escaleras, hasta llegar arriba, y se dirigió hacia la casa de su mejor amigo, Ethan, que vivía a pocas casas de dónde ella se encontraba.
Ya en la puerta principal, petó. Le abrió su madre con una sonrisa, tan encantadora como siempre.
-¡Dani! Ven cielo, pasa. Ethan está en su habitación.
-Muchas gracias.
Danielle pasó al interior de la casa, y subió las escaleras hacia la habitación de su amigo. Sin petar, entró en el cuarto, y se encontró a Ethan leyendo un ejemplar de Oliver Twist acostado en su cama, con el pelo castaño claro y liso tapándole un poco los ojos. Pero no parecía importarle. Apartó el libro y la miró. Sonrió y se incorporó.
-Vaya, pensé que no vendrías.
-Sí, bueno, es que me choqué con un chico…
A Ethan se le borró la sonrisa de la cara.
-¿Que te chocaste? ¿Con un chico?
-Sí, eso es lo que he dicho. Ay, ya veo que el oído te está empezando a fallar.
Danielle se acercó a él y le revolvió el pelo. Él sonrió otra vez, y se levantó de la cama.
-Ven, vamos a dar una vuelta –dijo ella mientras le cogía de la mano y lo sacaba de la habitación.
Salieron de la casa, y caminaron por la calle, bajo las nubes que se arremolinaban en el cielo, ensombreciendo todo Londres.
Ethan miró hacia arriba.
-Parece que va a llover de un momento a otro.
-No pasa nada. Si llueve volvemos a tu casa y listo.
La miró con una sonrisa burlona.
-Claro.
-Por cierto, ¿vas a ir a la cena que se celebra en casa del señor Jackson?
-¿La de dentro de dos días? Nos mandaron la invitación, pero no, no voy a ir.
Danielle se paró.
-¿Por qué?
-Ya sabes. Entre mañana y el domingo voy a Irlanda, a visitar a mis abuelos. La cena es el viernes.
-Ah.
Siguieron caminando, y suspiró.
-Jo, pues a ver qué hago yo ahí.
-Pues no vayas.
-Mis padres quieren que vaya.
-Pues suerte, pero a mí no me mires.
Danielle puso los ojos en blanco. Siempre le tocaban las peores cosas a ella.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Capítulo 2

-Menuda pieza de coleccionista, joven. Puedo darle cien mil libras por ella.
-Me parece un precio razonable, señor. Acepto.
Axel le tendió la piedra preciosa al inocente joyero, que cogió de la caja varios billetes, y después de contarlos, se los tendió. Axel los cogió con una sonrisa encantadora, y los guardó.
-Muchas gracias, buen hombre. Cuídelo bien.
-De nada, gracias a usted.
Axel se volvió hacia la puerta de la joyería, pero antes de salir, habló sin mirarle.
-Oh, y yo que usted, no se lo enseñaría a ningún policía.
-¿Por qué?
-Usted no lo haga, por favor.
El hombre, extrañado, asintió aún a pesar de que Axel le daba la espalda.
-No… no se preocupe.
Finalmente, el joven se fue de allí, preocupado porque el joyero no hiciera caso a sus palabras. Se temía lo peor.
Al salir del lugar, se dirigió al metro, ya que su casa estaba un poco lejos de dónde se encontraba. Ya se había cambiado de ropa antes de pisar la joyería, pues sería raro que un policía fuera a vender una joya estando supuestamente de servicio, e intercambió el disfraz por su casual chaleco azul oscuro sobre una blusa blanca y unos pantalones de tela. Al bajar las escaleras en la calle con rapidez, se chocó contra alguien, ya en el último escalón.
-¡Oh, Dios mío! ¡Perdone, señorita!
Ayudó a levantarse a la joven que se había caído por el choque, tendiéndole la mano. La chica se la tomó, se incorporó con un ligero gruñido y se limpió el vestido rosa del polvo del suelo. Suspiró.
-Oiga, debería ver por dónde va, señor…
Al alzar la mirada, la chica se encontró con unos pequeños ojos grises claros en una hermosa cara, y los pensamientos se dispersaron al momento.
-Oh, hum…
-Lo siento, lo siento, de verdad. No pretendía… Soy un despistado.
-No, no… no se preocupe. Está bien, no…
Axel se llevó la mano al interior del bolsillo del chaleco, sacó un pequeño reloj de oro atado a una cadena, y alzó las cejas.
-Oh, debo irme, llego tarde. Y le vuelvo a pedir mil disculpas.
Sonrió y se fue hacia la taquilla, dejando a la joven allí. Cogió el ticket, y cuando llegó el momento, subió al metro.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Capítulo 1

EL PÁNICO SE APODERA OTRA VEZ DE LONDRES

Difícil ignorar estos casuales robos que ocurren en nuestras queridas calles y casas. ¿Por qué pasa esto? Lo peor que podremos preguntarnos nunca es: ¿cuántos son? ¿Uno? ¿Dos? En el caso de que fueran varios, sería más normal, pero ¿y si sólo es uno? Debemos preocuparnos por si es algún vecino nuestro, un conocido, un amigo o incluso un familiar. Nunca se le o les ha visto el rostro, pero sin duda debe de ser temible. ¿Cuándo parará esto? Quizá nunca, o podría frenarse mañana. Nadie lo sabe, excepto él o ellos. Aunque aquí un servidor opina que sólo sea uno, y muy inteligente, por cierto, ha robado el gran diamante deseado por todas las damas de nuestra bella ciudad. ¿Qué será lo próximo…?

Danielle dobló el periódico, y lo dejó encima de la mesa. Suspiró. Odiaba las injusticias, sobre todo los robos a gente inocente y los asesinatos. Lo malo es que este supuesto ladrón llevaba así desde… ¿Cuánto hacía ya? ¿Dos, tres años…?
-Danielle, ten cuidado, vas a tirar la leche. Anda, pásame el periódico –le instó su padre.
La joven volvió a suspirar, y le pasó con cuidado el periódico por encima de la mesa, pues estaban desayunando e intentaba no tirar nada.
-¡Pero es que no es justo! –se quejó después de volver a sentarse-. ¿Por qué tienen que hacer todo eso? ¡O tiene!
-Bah, ya sabes que esto se pasa enseguida.
-Papá, llevamos así tres años. ¿No crees que alguien debería pararle los pies a ese granuja?
-Quizá –se encogió de hombros.
Se llevó el dedo índice a la boca, y después pasó una hoja del periódico. Su hija apretó los dientes, y se cruzó de brazos.
-Bueno, cariño, no te enfades. Debes de reconocer que el hombre es listo. Nadie sabe cómo hace, pero siempre consigue lo que quiere.
-O quieren.
-Eso, o quieren.
-¡Pero la policía tampoco es que esté haciendo mucho!
-Hacen lo que pueden.
-Pero no lo suficiente.
-Deja el tema ya, Danielle.
-Hum.
Aunque seguía enfurruñada y con ganas de seguir con el tema, se calló. Se terminó su desayuno, se levantó de la mesa y se fue a su habitación, resignada. Cogió un poco de dinero de su bolso, y volvió a bajar las escaleras hacia la puerta principal.
-¿Adónde vas? –le preguntó su padre todavía desayunando.
-Tengo que irme. Volveré pronto.
-Está bien, pero recuerda que dentro de unos días tenemos la cena con…
-Que sí, papá. Estaré preparada, no te preocupes.
-Bien.
Se despidió con la mano y salió por la puerta, en dirección al metro.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Prólogo

*A ver qué os parece. Si no os gusta o algo, escribo otra historia, no hay problema ;)

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Londres, 7 de Septiembre de 1854

Axel se encaminaba por el pasillo del lúgubre lugar, vestido –disfrazado- de policía.
El casco azul que llevaba sobre la cabeza le tapaba el rostro, difuminándolo en sombras, pues no quería que nadie le viese la cara.
Llegó hasta la puerta que llevaba a lo que él deseaba. Una joya, un diamante, de 25 quilates, colgado de un collar, ansiado por toda mujer británica que se apreciara y de buen linaje. Pero valía muchísimo dinero.
Y él quería obtenerlo.
El cuarto estaba custodiado por un policía con el mismo uniforme que él, un poco obeso y con bigote. En el pasillo hacía calor, bochorno, y el hombre se quitó un momento el casco, pasó un brazo por la frente perlada de sudor, y se lo volvió a colocar. Al ver a Axel entre sombras, se irguió rápidamente.
-¿Quién es usted?
-Buenas tardes, señor. Soy un encargado del consejero del conde. Me ha pedido personalmente, ya que su mujer desea el collar, recogerlo para la señora.
El hombre obeso le miró a conciencia.
-¿Puede… quitarse el casco?
-Me temo que eso no va a ser posible, mi señor.
-Necesito que se quite el casco.
-No.
-Pues entonces tendré que hacerlo a la fuerza…
Alzó el brazo hacia la cabeza de Axel, pero éste se llevó la mano al cinturón del uniforme, agarró la porra, le quitó el casco de un golpe y la descargó rápidamente en la cabeza del policía, para luego darle en la espalda con fuerza y desplomarlo contra el suelo inconsciente.
Le arrancó la llave que le colgaba del cuello, la metió en la cerradura y la puerta se abrió con un chasquido. La empujó con las dos manos, y entró en el lugar. El collar posaba sobre una pequeña columna. Axel se acercó con cuidado, lo cogió entre sus manos, le dio unas cuantas vueltas en sus largos dedos para comprobar que era el auténtico, y al cerciorarse de que así era, se lo colgó en la muñeca, debajo de la manga, y se quitó el casco. Se pasó la mano por el pelo negro; algunos mechones pegados en la frente por el calor del lugar, y suspiró. Se lo volvió a colocar, y salió rápidamente de allí, sin pararse para ver si el policía inconsciente todavía respiraba. Salió al exterior, pasando desapercibido entre los policías. Sin embargo, se dirigió a uno, todavía con el casco tapándole los ojos.
-Un hombre se acaba de desmayar ahí dentro. Por favor, vaya a echar un vistazo.
El policía le miró, y luego corrió adentro junto con tres más. Todo esto daría mucho de qué hablar, así que tendría que irse de allí y no volver a pisar el lugar durante algún tiempo.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Capítulo final

Bajamos en el mismo lugar dónde Jack me había encontrado hacía ya tiempo, justo al lado de la fuente.
Todavía recordaba el camino de vuelta al piso de Jorge, así que empecé a andar. Jack, David y Nicole me siguieron. Yo me paré y les miré.
-¿Os importa… si voy sola?
-Hum… no –respondió Nicole.
-Claro que no –le siguió David.
-Sí.
Miré a Jack y suspiré.
-Por favor, Jack. Te prometo que no intentaré largarme otra vez.
Se cruzó de brazos.
-¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
Me acerqué a él y pegué mis labios a los suyos. Luego le miré y sonreí.
-Sólo hazlo –murmuré.
Jack tragó saliva sonoramente mientras dejaba caer los brazos a los costados y me miraba anonadado.
Me volví y corrí hacia el edificio. Justo por dentro de la puerta, me abrió la anciana del segundo, Dina. Hacía tanto tiempo que no la veía…
Al abrirme la puerta, me miró asombrada.
-¡Vaya! Alex, ¡cuánto tiempo hace que no te veía! Cómo has crecido.
-Sí, bueno…
Ambas subimos los escalones, y esperamos al ascensor.
-¿Y qué pasó? Durante estos meses, el chico con el que vivías está bastante triste.
-Es que… tuve que irme por un tiempo. ¿Pero está tan mal?
El ascensor llego y subimos.
-Sí, bueno, intenté ayudarle. Llamé a mi hermana mayor, Adalia, ¿sabes? Es una de esas adivinas raras, y pensé que a lo mejor podría ayudarle con algo, pero nada. El pobre sigue igual.
-Hum. Ahora mismo voy a hablar con él. Tampoco tengo mucho tiempo.
Llegamos a su piso, y luego subí al de Jorge.
Me planté enfrente de la puerta, y alcé la mano para petar, pero… Tenía miedo. ¿Y si me decía algo? ¿Y si estaba tan enfadado conmigo que no querría ni verme? ¿Y si…?
De repente la puerta se abrió. Era uno de los compañeros de piso con los que vivía. Daniel, si mal no recuerdo.
Al verme, alzó las cejas sorprendido y sonrió.
-Vaya, vaya. Alex.
Me llevé una mano a la nuca y sonreí.
-Hola, Dani. Hum…
-¡Jorge, mira quién vino!
Abrió completamente la puerta, y Jorge apareció por ella. Sin apenas darme cuenta, cuando sonrió, me lancé a abrazarle.
-¡Jorge!
-¡Alex! –me rodeó con fuerza, y me dio un leve beso en el pelo.
Todas mis preocupaciones se dispersaron al momento.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero supe que mucho cuando Dani se había ido.
Nos separamos, y Jorge me revolvió el pelo.
-Niña, ¿pero dónde te habías metido? ¿Sabes lo preocupado que estaba?
-Lo siento mucho, de verdad. Pero me encontraron.
Apretó los labios, miró detrás de él y cerró la puerta, quedándonos fuera.
-¿Cómo que te encontraron? –susurró. Asentí.
-Sí. Verás… Cuando salí esa mañana, fui hacia la fuente, y mi guardián me atrapó, y me llevó de vuelta al castillo.
-¿Y cómo es que… estás aquí?
-Me dejó despedirme de mi hermano mayor.
Sonrió ampliamente y me miró con cariño con las dos últimas palabras.
-Pero tengo que irme –dejó de sonreír.
-¿Entonces no puedes quedarte?
-No –murmuré.
Suspiró, y me revolvió ligeramente el pelo.
-No me arrepiento de haberte acogido, Alex. Ya sabes que siempre estaré así cuando lo necesites, ¿de acuerdo? Cualquier cosa, me avisas.
-De acuerdo.
Le volví a abrazar, y me fui de allí. Jack esperaba abajo, en la entrada, con los brazos cruzados.
-Tardabas mucho, así que vine para asegurarme de que…
Le cogí la cara con las manos y le besé. Al principio de resistió un poco, pero se dejó, sonriendo.
-Va, venga, no seas pesado –murmuré al separarnos-. Te dije que confiaras en mí.
-La cosa es que cada vez que confío en ti, nunca acabo bien.
Le sonreí, y él suspiró.
-Siempre te sales con la tuya. No es justo.
-Lo que no es justo es que estés todo el día pendiente de mí. Venga, vamos.
Le cogí de la mano y empezamos a correr.
Después de todo, hicimos el camino hasta el internado otra vez, lo que nos llevó medio día. Leo se alegró tanto de verme, que suspendió las clases durante una semana.
Y con David y Nicole… David quería volver con sus padres, pero Nicole quería quedarse con nosotros. Así que devolvimos al chaval con su familia, después de despedirse durante cinco horas de su hermana menor, y ésta se quedó con nosotros.
Por la noche, empecé a buscar a Jack por todos los lugares, pero no lo encontraba. Fui al despacho de Leo.
-¿Sabes dónde está Jack?
-Me parece que arriba, en una de las torres.
Asentí, y miré por ellas. Le encontré en la tercera, dónde estaba apoyado contra la pequeña muralla, mirando el cielo estrellado. Me coloqué a su lado.
-¿Disfrutando de la noche?
-Sí, supongo. Se supone que hoy es la lluvia de estrellas. Dentro de unos minutos, creo.
-Hum.
Bajó la mirada hacia mí, y sonrió.
Luego alzó la mano con cuidado, puso los dedos detrás de mí oreja y la retiró. Agarraba con el índice y el pulgar una rosa roja, y me la tendió. La miré maravillada, y la cogí.
-Gracias.
Le di un beso, y de repente, el cielo se llenó de estrellas fugaces. Miramos hacia ellas, mientras la luna nos iluminaba con su luz…

*Hale, aquí acaba esta historia. ¡Espero que os haya gustado!
Pronto pondré otra nueva, no os preocupéis ;)

jueves, 25 de noviembre de 2010

Capítulo 46

Después de todo este embrollo, varios guardianes vinieron al aviso de Jack y se encargaron de la gente del local, y luego de David y Nicole, que tuvimos que llevárnoslos con nosotros.
La verdad todavía me sentía muy dolida por lo de Derek, pero intenté que no se me notara. Sin embargo, durante el camino, Jack se dio cuenta. Íbamos los cuatro en su coche, nosotros delante y los hermanos detrás, medio dormidos.
Mientras miraba por la ventana, Jack empezó a hablar.
-Oye… hum, lo que pasó antes…
Le miré con una ceja alzada.
-¿Lo qué?
-Bueno, ya sabes, cuando nos besamos…
-Me besaste tú –puso los ojos en blanco, y se ruborizó ligeramente.
-Lo que sea. Yo…
-Vamos, Jack, sé que me quieres. No lo niegues; no te servirá de nada.
Carraspeó avergonzado.
-Pues… eso. Así que no te pongas así por…
-No estoy así por eso. No estoy de ninguna manera.
-Ah, ya entiendo. Es por el bebé, ¿no? Bueno, de bebé no tenía mucho. Intentamos avisarte, pero eres tan… así, que mira lo que ha pasado.
-Ya, bueno, da igual. No quiero hablar de ello.
-Hum, está bien.
En un momento dado, por la ventana empezaron a aparecer los edificios de la ciudad, dónde vivía antes de que me atraparan…
Y entonces me acordé de Jorge y sus compañeros de universidad.
-¡Espera!
Frenó de golpe, y los coches de los guardianes que nos seguían también, a punto de chocar contra nosotros. Nicole y David se despertaron asustados.
-¿Eh…? –murmuraron.
-¿Qué? –Jack me miró con los ojos muy abiertos.
-Hum… ¿te importa si… vamos a la ciudad?
-¿A la ciudad? ¿Para qué quieres volver allí?
-Yo… tengo que darle explicaciones a alguien. Por favor…
Se me quedó mirando de hito en hito, pero finalmente suspiró y asintió.
-Muy bien. De viaje con la niña –puse los ojos en blanco ante su ironía.
Se desvió del camino para ir a la ciudad.
-¿Adónde vamos? –preguntó David.
-A ver a un amigo –respondí ilusionada.
-Cariño, ¿para qué quieres amigos cuando tienes a uno estupendo aquí?
Miré a David con las cejas alzadas. Jack le miró por el espejo retrovisor con el ceño fruncido, y gruñó.
-Chaval, cuidadito con lo que dices, porque tengo muy mala hostia cuando me enfadas.
David, atónito, pestañeó y se calló.
Llegamos y salimos del coche.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Capítulo 45

Sí, tenía miedo. Y qué. Eso no significaba que fuera débil.
El monstruo, que resultó ser el enorme todoterreno que yo conocía demasiado bien, derrapó delante de la puerta del local. Jack bajó de él muy seguro de sí mismo, y al verme atada frunció el ceño.
-Vaya, ¿con que no tenías problemas para encargarte de ellos tú solita?
Puse los ojos en blanco.
Genial, menudo momento para dejarme en ridículo. Jack miró a Derek y al ser que sostenía a Nicole.
-Suéltalas –le apremió.
-¿O sino qué, angelito?
-Pues que este angelito te va a dejar la cara tan marcada que no te va a reconocer ni tu madre. Así que suéltalas.
Derek rió y negó con la cabeza. Jack se cruzó de brazos.
-Chicos, enseñadle al ángel que no hay que meterse con los hijos de Lucifer.
Los seres empezaron a dirigirse hacia él, dejándome sentada en el suelo. Intenté de una vez por todas deshacer ese maldito nudo, y después de varios intentos, el nudo cedió. Cuando me quise dar cuenta, Jack ya había tendido unos cinco de diez. Nada mal, la verdad.
Le ayudé con algunos pocos gracias a las clases que él me había enseñado de defensa personal, y cogí a Nicole en brazos. Derek, con el ceño fruncido y notablemente enfadado, se dirigió al portal, no sin antes decir:
-Ángel, te has ganado un gran enemigo, que lo sepas. Y cuando pueda, me desharé de tu existencia para siempre.
Y se fue. Los seres fueron desapareciendo poco a poco, y yo dejé a Nicole en el suelo tendida. Seguía durmiendo plácidamente. Jack se volvió hacia mí y se acercó. Yo bajé la mirada avergonzada, aunque también lo hice porque sabía que si me quedaba mirando sus ojos, me ruborizaría.
-Cómo se te ocurre… ¡Cuando te digo una cosa es por algo! ¡¿Será posible que nunca me hagas caso?! ¡¿Por qué me haces esto?! ¡La próxima vez, aunque espero sinceramente que no haya una próxima, hazme caso! ¡Y ni se te ocurra volver a separarte de mí! –suspiró después de desahogarse.
-Qué raro, tú normalmente no te alteras por nada, ¿no?
-No. Normalmente estoy muy tranquilo, y lo estaba antes de…
-Antes de que apareciera yo para complicarte la vida, ¿verdad?
-Sí –susurró.
Pero lo hizo con un tono tan… tan extraño, que hizo que alzara la mirada.
Nos miramos unos momentos, y casi al momento, Jack me acercó a él y me besó con fuerza, como si me necesitase… hasta que escuchamos unos débiles gruñidos. Nos separamos, bajamos la mirada y nos encontramos con los ojos soñolientos de Nicole.
-Esto… ¿qué hacemos aquí? –Reparó en Jack-. ¿Y quién es él?
Jack sonrió y la saludó con la cabeza, y fue cuando me di cuenta de que todavía seguíamos abrazados. Me aparté un poco, ruborizada.
-Este es Jack. Jack, Nicole –les presenté.
-Hola –dijeron.
Luego entramos dentro del local. Jack alzó las cejas y se cruzó de brazos al ver a todos en el suelo dormidos.
-Vaya, qué bien. Más trabajo.

martes, 16 de noviembre de 2010

Capítulo 43/44

Capítulo 43 (J)

Cuando Alex colgó, me quedé mirando el móvil alelado.
-Jack, ¡¿qué pasa?! –preguntó Leo mientras se mordía una uña-. Te estás poniendo pálido. ¡¿Le pasa algo a Alex?! –miró a Christopher, el cual se encogió de hombros mientras negaba con la cabeza. Me volvió a mirar-. ¡Jack!
Guardé el teléfono y apreté la mandíbula.
-Puede que Alex, ahora mismo, esté en verdaderos problemas. Me voy a buscarla.
-Espera. Ya la están buscando…
-¿Y tú has visto algún resultado? No, ¿verdad? Puedo encontrarla antes yo sólo que todos esos idiotas juntos.
Leo se calló. Me dirigí a Christopher.
-Dime dónde está.
-No lo sé con seguridad –dijo severo-. Pero puedo decirte que está en un recinto apartado de la ciudad. Una cafetería, tal vez. Pero no estoy seguro…
Entonces me vino una idea.
-Ya sé dónde está –dije con el ceño fruncido y una sonrisa triunfal.
-¿Entonces…?
-Voy allá.
Salí del despacho de Leo corriendo y me fui del colegio. Me subí al todoterreno, arranqué y me dirigí al lugar en el que estaba un noventa y ocho por ciento seguro de que ella estaba allí.

(A)Los hombres se convirtieron en una especie de zombies… viscosos… y asquerosos. Sin duda. Las personas “sanas” o “normales” que había allí estaban tiradas e inconscientes en el suelo.
-Bien –di una palmada, aún así estaba asustada-. ¿Qué os parece si lo hablamos más detenidamente… tomando un café o algo?
Los seres se miraron perplejos. Vi a David y a Nicole dormidos, pero Derek… ¿dónde estaba Derek?
Los zombies hicieron un ruido extraño, como el de una especie de engranajes de un reloj. Me puso los pelos de punta. Se fueron acercando poco a poco a mí. Como no me quedaban fuerzas para nada, el tiempo transcurría normal, vamos, que no podía alterarlo. Y eso me ponía nerviosa. Sacudí la cabeza, pero estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de que los seres estaban prácticamente a mi lado. Intenté escabullirme, pero uno me cogió de los brazos y me ataron con una cuerda, dejándome inmovilizada con los brazos pegados a los costados.
-¡Hey, hey, venga, hablemos! ¡No… no hagáis eso! –me quejé.
Apretaron la cuerda.
-¡Aaayyyy! ¡Brutos! ¡Estoy segura de que si…!
Pero mi intento de conversación fue interrumpido por la aparición de una sombra en la puerta del local. Tragué saliva. No esperaba nada bueno.
-Bien hecho, chicos.

Capítulo 44

La sombra se fue haciendo visible a la vez que entraba en el local. Al final era un chico, pero no normal. Vestía solamente unos pantalones negros, sin camiseta e iba descalzo. También estaba pálido, y su pelo caía en mechones por su cara, completamente liso y rojo, como fuego. La verdad es que parecía suave. Tenía los brazos cruzados.
-Vaya, alteza, al parecer todo ha salido bien–dijo como si fuera un robot, sin sentimiento en la voz.
-¿Perdona? Que yo sepa…
Entrecerré los ojos, y me fijé mejor en sus rasgos físicos. Me recordaban a…
-Derek… -susurré.
Intenté deshacer el nudo de la cuerda que me rodeaba, pero era incapaz.
Sonrió levemente.
-Sí, Alex.
-¿Pe… pero cómo…? ¿Tú…? ¡Eras un bebé! ¿Cómo…?
-Me transformo. No es tan difícil.
Me sentí completamente traicionada. Jack tenía razón, tenía que haber dejado que lo mataran.
-Venga, sacadla de aquí.
-¡Espera! ¿Qué… qué… qué champú usas? Porque de verdad que tienes un pelo pero precioso, en serio… -y esto, señores, son mis patéticos intentos de distracción.
Me miró incrédulo. Pero luego rió un poco. Se volvió hacia la puerta, y yo me quedé con la boca abierta. Tenía una cicatriz en forma de V en la espalda.
-Tú… ¿te quitaron… te quitaron las alas? ¿Por qué?
-Por rebelarme. Por eso ahora sirvo al Diablo.
-Pero cuando eras un niño, las tenías…
-Una ilusión. No te creas todo lo que veas. Y no te fíes de cualquiera, aún siendo un crío. Sabiendo quién eres.
Unas lágrimas aparecieron por mis ojos. ¿Cómo pude ser tan estúpida…?
-Quieres… tú quieres volver a llevarme…
-Por supuesto. No voy a hacerte daño, Alex. Te aseguro que nunca dañaría a mi señora, pero tengo que llevarte de vuelta.
-¡No! ¡No quiero!
Me revolví, pero era imposible. Derek (o como se llame en realidad) se fijó en Nicole, la única niña del sitio. Frunció el ceño, y la señaló con la cabeza. Un ser la cogió.
-¡Eh! ¡Soltadla! ¿Qué vas a hacer?
-Bueno… tú sabes que a mí servir a la gente… supongo que no es lo mío. ¿Sabes qué es un sacrificio?
Me horroricé. Sabía perfectamente qué quería hacer.
-¡¡No!! ¡Espera! ¡No puedes hacer eso! ¡Es una niña!
Los ángeles caídos podían volver a ser humanos si realizaban un sacrificio a su señor. Preferiblemente una niña o mujer, y, por supuesto, deben ser humanas. Pero debía ser la humana indicada.
-¡No lo hagas! ¡Piensa que…!
Pero negó con la cabeza y abrió la puerta, saliendo por ella. Los seres empezaron a arrastrarme mientras yo daba patadas al suelo y al aire hasta afuera.
Y justo cuando Derek abrió un portal, una sombra enorme que emitía un rugido ensordecedor se acercaba a nosotros.

martes, 9 de noviembre de 2010

Capítulo 42

Pasé al pequeño despacho, y en efecto había un teléfono. Descolgué y marqué el número de su móvil.
Tardó un poco, pero me lo cogió.
-¿Sí? –contestó algo apático.
Abrí la boca para hablar, pero el saber que Jack estaba al otro lado… El corazón se me desbocó, y sentí un estremecimiento por la espalda. Tuve que apoyarme en el escritorio.
-¿Quién es? Mira, si esto es una broma ahora mismo no tengo…
-Jack –dije-. Soy yo, Alex.
Ahora el que se quedó callado fue él.
-Alex. ¡Alex! ¡¿Dónde estás?! ¡¿Tú sabes lo preocupado que me tienes?! –paró un momento de hablar, y sentí cómo apartaba el teléfono de él-. (…) ¡Sí, es ella! (…) ¡Pero dejadme hablar! –volvió a acercarlo-. Lo siento, es que tienes a Leo como loco. Y hemos llamado a… bueno, a Christopher…
-¡¿Christopher?! ¡¿Ese idiota está ahí?! Ah, no, por ahí no paso. Voy a colgar.
-¡¡No!! ¡¡Espera!! ¡Por favor!
¿Me estaba suplicando? ¿Jack?
-Está bien –dije.
-Mira, Alex, por favor, vuelve. De… de verdad que no lo aguanto más. Porque –suspiró-, de verdad, si te pasase algo… aparte de destrozar todo lo obvio, me destrozarías a mí por dentro.
Me quedé muda. ¿Ahora se estaba declarando por teléfono? ¿Estamos locos?
-Bueno, pues haberlo pensado antes de querer matar a Derek.
-¿Derek? ¡¿Quién es Derek?!
Reí para mis adentros.
-¿Celoso?
-Yo no estoy celoso. Es sólo…
-Tranquilo. Derek es el bebé que queríais acuchillar. Lo llamé así por… bueno, por ponerle un nombre. Todo el mundo se merece uno. Ah, por cierto, he encontrado a dos hermanos en la carretera.
-¿Hermanos?
-Sí, David, un adolescente quejica y Nicole, una niña con preguntas raras.
-¿David? No habrá intentado nada, ¿verdad?
Puse los ojos en blanco aún sabiendo que no me vería.
-Sí, ha intentado ligar conmigo. ¿Y? ¿Qué más te da?
-Pues…
De repente escuché un ruido sordo detrás de la puerta cerrada.
-¿Qué ha sido eso?
-No lo sé. Voy a ver.
Con el teléfono aún en la mano, bajé del escritorio y abrí la puerta. Lo que vi me dejó con la boca abierta. Los hombres que estaban antes sentados en un grupo en la mesa del fondo tenían acorralados a los pocos presentes que había allí.
-Esto… Jack, tengo que dejarte.
-¿Qué pasa?
-Problemas.
-¡¿Problemas?! ¡Alex, no hagas nada estúpido!
-Tú tranqui. Que yo me las arreglo. De todos modos…
-¡¡Alex, no, espera...!!
Pero colgué. Dejé el teléfono, me trisqué los nudillos y salí del despacho. Los ahora seres se volvieron hacia mí, e hicieron una mueca mientras me señalaban.
Yo me crucé de brazos y sonreí.
-¡Hola!

sábado, 6 de noviembre de 2010

Capítulo 41

-¡Se ha calado! ¡No puede ser! ¡El coche nos ha dejado tirados!
Nicole se ponía cada vez más nerviosa, y en consecuencia me ponía nerviosa a mí.
-¡Cállate! ¡No puedo pensar si estás gritando!
Se calló. Salí del coche. Esto no podía estar pasando. ¿Qué sería de mí si otro bicho de esos nos encontrara o… o todavía peor, enfrentarme a la ira de Jack? Suspiré.
Miré hacia el interior. Derek y David dormían profundamente. Qué suerte. Yo debía de tener unas ojeras horribles, pero ahora mismo mi aspecto era lo que menos me importaba.
Fui hacia el capó y lo abrí. Nicole se colocó a mi lado. Tosió por el polvo que había dentro.
-Tres palabras. Mamá nos mata –comentó rendida.
-Creía que vuestro coche aguantaría, pero al parecer…
-Hombre, si te parece que pudiera aguantar después de que un enorme bicho se abalanzara sobre el motor, pues… sí, sería un súper coche. O el coche fantástico.
Puse los ojos en blanco. Miré dentro, y sí, el motor estaba quemado. Cerré el capó y me senté encima. Nicole me imitó.
-¿En qué piensas? –me preguntó.
-En que estamos perdidas. ¿Y tú?
-Pues… ¿usas lentillas de colores?
La miré con las cejas alzadas.
-Estamos tiradas en la cuneta, en el quinto pimiento, sin dinero, ni comida, ni agua y con millones de seres que pretenden atraparme a la vez que matarme, sin personas a miles de kilómetros, sin saber dónde estamos… ¿y lo único que se te pasa por la cabeza en estos momentos tan difíciles es si uso lentillas? –se encogió de hombros y asintió. Suspiré-. No, ya nací así.
-Ah.
-¿Contenta?
-Sí… supongo… ¿y ahora qué?
-No lo sé. Ya no sé qué hacer. Estoy cansada, y ya no puedo casi adelantar, congelar ni retroceder el tiempo. Así que…
-Pues vamos andando –la miré despacio.
-¿Sabes? Tienes coraje. Y razón.
Salté del capó seguida de Nicole, cogí a Derek y desperté a David.
Y empezamos a andar.
A medio camino, y todavía no sé el por qué, me entraron ganas de llorar, pero obviamente me aguanté. No pensaba hacerme la débil delante de todos.
Después de tres horas andando, quejidos por parte de todos y lloriqueos de Derek y Nicole, al final llegamos a una especie de cafetería al lado de la carretera. Nos dirigimos hacia allí. Sólo había como mucho una familia, un hombre, el dueño del lugar supuse y una camarera. Oh, y también un grupo de hombres que estaban sentados en la mesa del fondo.
Al entrar, todos se volvieron hacia nosotros.
Saludé con la mano y nos sentamos en una mesa.
-¡Menos mal! Ya me estaba empezando a cansar –comentó David mientras estiraba las piernas sentado.
-¡Vaya que sí! –dijo Nicole.
Me levanté.
-¿Adónde vas?
-Voy a buscar un teléfono. Tengo que hablar con alguien. Ahora vuelvo.
Derek empezó a lloriquear y alzó sus bracitos hacia mí desde el regazo de Nicole. Me volví hacia él y le acaricié la mejilla.
-Tranquilo, no me voy. Estoy aquí.
Sonrió y bajó los brazos. Yo asentí y me dirigí a la barra. La camarera estaba de espaldas a mí, así que carraspeé.
Se volvió y se acercó. Pero al ver mis ojos alzó las cejas, sin embargo, no hizo ningún comentario.
-Es… esto… ¿sí? ¿Necesitas algo?
¿Creería que soy ciega?
-¿Tiene un teléfono por aquí?
-Oh, sí, claro. Por allí –me señaló un pequeño cuarto.
-Gracias.
Mejor hablar ahora con Jack, al menos para que el pobre sepa que estoy bien.
Soy demasiado buena.

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*Fantástica Realidad... <---Si queréis saber qué es... ;)

lunes, 1 de noviembre de 2010

Capítulo 39/40

Capítulo 39

Todo congelado. Todo menos nosotros.
-¿Qué…?
-¿Por qué está todo gris? –preguntó Nicole asustada.
-Paré el tiempo –dije rápidamente, mirando fijamente la garra que estaba separada de mí por el cristal-, y ahora debemos irnos.
David lanzó una carcajada nerviosa.
-¿Es una broma? Imposible. No se puede parar el tiempo.
-Vale, pues digamos que yo soy el tiempo. ¿Te vale eso?
Di marcha atrás, dejando caer al suelo el bicho en la misma posición, un tanto extraña ahora tendido.
-Parece un cubito de hielo –comentó Nicole.
-Sí, pero sin el hielo –terminó David.
Puse los ojos en blanco. Frené y salí del coche.
-¡¿A dónde vas?! ¡No nos dejes aquí!
Chasqueé la lengua cuando vi que salían.
-Va a ser sólo un momento. Quiero tirarlo. Bueno, primero matarlo, y luego tirarlo.
-¿Ma… ma… ma…?
Miré a David con las cejas alzadas.
-Ah, sí, es que es un cagado. Le da miedo la sangre –dijo Nicole.
Se rió, y yo bufé.
-Qué bien. Nos vas a hacer tanta falta…
David apretó los labios, y se cruzó de brazos. Me acerqué al bicho.
-¿Tienes una navaja? –dije sin apartar la vista de él.
-¿Navaja? No.
Suspiré, y me acerqué a un árbol que había por allí. Arranqué una rama afilada en la punta, y se la clavé en el corazón.
David se desmayó, cayendo al suelo. Nicole y Derek se le quedaron mirando.
-Este… ¿qué hacemos con él?
Puse los ojos en blanco.
-No tiene mucho aguante, ¿eh? Y eso que todavía no empezó a sangrar. Bien, deja a Derek en tu asiento y ayúdame a subir a tu hermano al coche.
Ella asintió, dejó a Derek en el coche y me ayudó a meter a David dentro.
-Jo, pues podríamos dejarlo aquí… -comentó.
-Sé que en realidad no quieres eso.
Ella me miró, pero yo ya estaba tirando por el acantilado al monstruo. Lo arrastré y cayó. Me limpié las manos y le indiqué con la cabeza que subiera al coche.
-Vamos.
Nos subimos y empecé a conducir otra vez.

Capítulo 40 (J)

-No pudimos encontrarla, director –dijo Charlie mientras suspiraba.
-¿Y qué vamos a hacer ahora? –Se lamentaba Leo-. ¡Si le pasara algo…!
Por la ventana de su despacho, vi a un coche todoterreno aparcar en la puerta principal.
-¿Y ése…? –pregunté con el ceño fruncido.
Leo se acercó a la ventana, y de repente le brillaron los ojos.
-¡Es él!
-¿Él? ¿A quién…? –Caí en la cuenta-. Christopher.
-Exacto. Con él la encontraremos al momento.
Sonrió emocionado, y todos bajamos hasta la puerta. Los alumnos ya se habían ido a sus casas, por lo que prácticamente estaba todo vacío.
Salimos afuera, dónde primero bajó el ángel guardián de Christopher, y luego bajó él.
Fruncí el ceño. Estaba cubierto por una capa negra, ocultándole el rostro y el cuerpo. No era como me lo imaginaba.
-¡Christopher! –Saludó Leo-. Cuánto tiempo.
-Y que lo diga, señor Leonardo.
Se bajó despacio la capucha, y pude ver cómo era en realidad.
Tenía más o menos la misma edad que Alex. Sin embargo, dónde Alex tenía el pelo liso y rojizo, él lo tenía rubio y rizado. Los ojos eran del mismo color blanco y extraño que ella, claros y grandes. Y de tez pálida, con finos rasgos en el rostro. Como los de ella…
Sonrió, saliéndole unos hoyuelos en las mejillas, e hizo una pequeña reverencia.
Quizá él y Alex no tuvieran el mismo padre, pero sin duda… la madre no podía ser diferente. No estaba seguro si ellos lo sabían.
-Bien. ¿Sabes cuál es…?
-Por favor, sé perfectamente lo que debo hacer. El ángel del tiempo no es rival para mí. Puedo encontrarla rápido. No hay ningún problema. Sin duda salió rebelde.
-Y que lo digas… -suspiró Leo.
-No se preocupe.
Cerró los ojos, inhaló una bocanada de aire y se concentró. Luego los abrió, pero sólo entrecerrados. Los ojos le brillaban como si fuera purpurina.
-Acaba de… está en una carretera, pero no consigo… ver exactamente en cual… sin duda conduce un coche, y alguien la acompaña.
-¿Te refieres al bebé demonio que…?
-No, aparte.
-¿A… aparte? –Leo se tornaba pálido.
-Sí, aparte. Está acompañada por humanos, pero no consigo ver sus rostros…

martes, 26 de octubre de 2010

Capítulo 37/38

*Buuuufff... lo siento muchísimo ^^'' Últimamente el tiempo no me da para nada, pero os prometo que intentaré ir a vuestros blogs cuanto antes y renovar también ^^
Y... hum... también quería anunciar de la prueba 2 de la Symkana, para los que todavía no se hayan enterado o quieran participar en ella ^^
Ya sabéis, este es el blog: http://sinfoniadepiano.blogspot.com/
Y para participar, aquí: http://sinfoniadepiano.foroactivo.net/symkana-f28/prueba-2-la-cancion-t50.htm Hay que registrarse para participar, por cierto ^^''

Hum, aquí os paso dos capítulos, por las molestias:


Capítulo 37

Derek abrió sus ojos azules. Desconcertado, primero miró a la ventana, y luego a Nicole. Empezó a llorar como loco.
-¡Hey! ¡Tranquilo!
-¡Derek, estoy aquí! –dije.
Al reconocer mi voz, Derek paró de llorar y me miró. Sonrió. Suspiré, pero sentí movimientos atrás, en el asiento. Por el rabillo del ojo pude ver como David bostezaba, se frotaba los ojos y se sentaba.
-Hey, mamá… ¿cuánto falta…? –Miró a su lado-. ¿Nicole?
-¡Aquí! –dijo ésta.
David la miró asombrado, y luego miró detrás de mí.
-Eh… ¿qué haces ahí? ¿Y tú…? ¡Tú no eres mi madre! ¿Qué está pasando aquí?
-No, no lo soy –dije.
-¿Y quién…?
Me giré un poco para verle mejor. Él se quedó embobado mirándome con la boca abierta, y se ruborizó al momento. Apartó la mirada.
-Esto… -balbuceó.
Yo miré a la carretera y Nicole miró hacia él.
-¡A David le gustas, Alex! –rió.
Yo sonreí.
-Me alegro. Bien. Nicole, cuéntale lo que pasa.
-¡Sí! Mira, David, ésta es Alex, y éste –le enseñó el bebé- es Derek.
Derek lo miró con el ceño fruncido.
-Qué bien. ¡¿Pero quiere alguien explicarme de qué va todo esto?!
-A ver. Ellos dos están escapando de un chico muy malo. ¡Son ángeles, David, ángeles de verdad!
David primero la miró desconcertado, y luego con sorna.
-Te están tomando el pelo.
-¿Qué…?
-¿Perdona? –salté yo-. ¿Tienes alguna prueba de que esté mintiendo? ¿Acaso no has visto las alas del niño? Mira, chaval, sólo porque tengas las hormonas revolucionadas y un humor de perros típico de cualquier adolescente no te da derecho a hablarle, primero, así a tu hermana. Y a mí muchísimo menos llamarme mentirosa. Que te quede claro. Sino paro el coche aquí mismo y te dejo tirado en la cuneta.
Sentí cómo tragaba saliva sonoramente, y se encogió en su asiento.
-¿Y nuestros padres?
-Tirados –respondí.
Él abrió mucho sus ojos verdes.
-¿Estás hablando en serio?
-Siempre.
Apretó la mandíbula.
Después de todo, tan mal no había ido.

Capítulo 38


-Bueno, ¿ya llegamos? –preguntó David acostado en el asiento trasero del coche, con las manos cruzadas detrás de la cabeza.
-No… -respondí.
-¿Ya?
-No.
-¿Ya?
-¡Que no!
Miré de reojo a Nicole y a Derek. Nicole estaba dormida con la cabeza apoyada en la ventana, agarrando con suficiente fuerza a Derek, que también volvía a dormir.
-¿No tienes de esas cosas electrónicas para jugar?
-¿Cómo? Ah, ¿te refieres a la PSP o la DS?
-Sí, eso.
-No me apetece jugar.
Chasqueé la lengua.
-¿Puedo saber cuántos años tienes? –me preguntó mientras se volvía a sentar.
-Diecisiete.
-Vaya. Yo también, bueno, casi. Me faltan dos meses.
-Qué bien.
Sinceramente me importaba muy poco su vida. La única vida que me importaba en ese momento era la de Derek.
-Y… ¿estás saliendo con alguien?
Puse los ojos en blanco. ¿Era una broma?
-Mira, chaval. Ahora mismo no. Pero tampoco tengo intención, ¿vale? –Pasé una curva de la carretera, y suspiré al ver por el espejo retrovisor la decepción en sus ojos-. Mira, lo siento. No… si supieras quién soy no querrías salir conmigo. –Susurré para mí.
-¿Dijiste algo?
-No.
-¿Y se puede saber cómo es que tienes el carné de conducir?
Apreté los labios, y carraspeé.
-Oh, no. Oh, no, no, no. No lo tienes, ¿verdad? ¡¿Pero qué pasa si nos pilla la pasma?! ¡¿Estás loca?!
-La “pasma” significa policía en tu argot, ¿verdad? –puso los en blanco-. Bueno, pues tranquilo, no habría problema.
-¡Venga ya!
-Eres un poco pesado, ¿sabías? Ojalá fueras un perro o algo para que te estuvieras quieto.
Se incorporó en el asiento y apoyó su barbilla en el de su hermana, mirándome fijamente.
-Cariño, yo puedo ser lo que tú quieras y cuando quieras –y me guiñó un ojo.
Suspiré con hastío, puse los ojos en blanco y miré por mi ventana. Luego otra vez a la carretera.
-Siéntate bien, porque como frenemos…
-Tranquila, sé perfectamente…
Pero se vio interrumpido por un frenazo mío. Salió disparado hacia delante, chocando contra el cristal. Nicole se despertó, al igual que Derek.
-¿Qué ocurre? –dijo soñolienta.
-¡Ay! ¡¿Pero por qué has hecho eso?! Oye, que si querías darme una lección… ¿Qué pasa? –dijo David al ver mi cara horrorizada, y miró por el parabrisas. Lanzó una leve exclamación-. ¡¿Qué puñetas es eso?!
Una especie de felino negro, pero con alas de murciélago, unos colmillos que le sobresalían notablemente de la parte superior de la boca y unas garras amenazadoras estaba a unos pocos metros de nosotros, en medio de la carretera. Miré sus ojos, y exhalé una exclamación.
No tenía pupilas. Y lo peor de todo es que estaban llorando sangre.
Se me revolvió el estómago, Nicole se puso a llorar y David se quedó con la boca abierta.
-Madre mía.
El bicho buscaba algo con la mirada, hasta que miró el coche. Se quedó mirando el interior dónde estábamos nosotros, y cuando sus extraños ojos se posaron en mí, lanzó un grito ensordecedor y empezó a correr hacia nosotros.
-¡Haz algo! –Me gritaron los dos a la vez-. ¡¿Pero qué vamos a hacer?! ¡Nos va a…!
-¡¡Callaos!! –exclamé-. ¡Si gritáis no soy capaz de pensar!
Se callaron, y suspiré. Miré a Derek, que se había quedado embobado mirando al monstruo. De modo que lo reconocía. No sabía si era una buena o mala señal.
Realicé un cambio de marchas y pisé el acelerador.
-¡Vamos directos hacia eso!
-¡Ya lo sé, no estoy ciega!
Avancé hasta estar a unos pocos metros, y giré pasando por su lado. El bicho derrapó, se volvió y empezó a seguirnos.
Miré por el espejo retrovisor, pero no había nada. ¿Dónde estaba?
De repente, el monstruo se echó encima del capó del coche, y yo frené.
-Mamá nos va a matar –comentó David con cara de póquer.
-¡¿Pero qué es lo que quiere?! –preguntó Nicole ignorando a su hermano.
-A mí –dije secamente.
Ambos me miraron despacio.
-¿A ti? ¿Y por qué?
De repente se me ocurrió algo.
-¡Cogedme del brazo!
-¿Cómo?
-¡Ya!
Ambos me tocaron el brazo.
-¡Nicole, haz que Derek también!
Asintió nerviosa, cogió con la otra mano la de Derek y la puso en mi muñeca. Cerré los ojos, y justo cuando el monstruo iba a romper el cristal del parabrisas, detuve el tiempo.

martes, 19 de octubre de 2010

Capítulo 36

-¿Entonces lo has entendido?
-Sí –respiró hondo, y sonrió-. Estoy bien.
-Bien –sonreí para tranquilizarla, y de paso a mí también.
-Ah, quizá deba de avisarte de algo…
-¿De qué…?
-Mi hermano mayor está durmiendo en el asiento de atrás.
-¡¿Cómo?! ¡¿Y por qué no me avisaste antes?!
-¡Lo siento! –cerró los ojos con fuerza y se mordió el labio.
Suspiré.
-Bueno, ahora da igual. Él también vendrá. Y ahora cíñete al plan. ¡Vamos!
-¡Sí!
La niña asintió y se fue junto a sus padres, o lo que fueran.
Empezó a hablarles y distraerlos, mientras yo, con Derek todavía dormido en brazos, me escabullía por detrás de éstos, hasta la parte delantera del coche. Abrí la puerta del piloto sin hacer ruido y me metí dentro. Me encogí en el asiento para que no me vieran, y cuando la niña alzó la mirada hacia dónde estaba yo, le indiqué con la mano que ya estaba. Ella asintió, le dijo algo a sus padres y vino hacia la puerto del copiloto. La abrió y entró. Me sonrió, y yo a ella. Le indiqué con la cabeza que se pusiera el cinturón. Ella se lo puso y luego le tendí a Derek. Cuando lo cogió, soltó un gritito de admiración.
-¡Son alas de pájaro! –susurró emocionada-. ¡Qué suaves!
Asentí, y miré hacia el asiento trasero. Ahí estaba su hermano, de, suponía, mi edad más o menos, también rubio con el pelo ondulado hasta la nuca, y bastante guapo. Miré a la carretera. Y arranqué el coche.
Los padres dieron un brinco del susto, y se pusieron a gritar mientras yo avanzaba.
-¡Eh!
-¡Cariño, los niños! –gritó la mujer sollozando.
Suspiré y fui por la carretera mientras los dejaba atrás. Mientras conducía, la niña no paraba de mirarme.
-¿Qué pasa? –pregunté.
-Tienes unos ojos muy raros. Pero me gustan. Son bonitos.
Sonreí.
-Vaya, gracias.
-¿Y qué os pasa?
-Bien. Te lo contaré. Derek y yo somos… ángeles híbridos, más o menos. Demonios, supongo.
-¿En serio? ¿Y… y tus alas?
-Las escondí. Como podrás deducir, no puedo moverme por el mundo con ellas expuestas. A saber lo que podría pasar. Y bueno, escapamos de un castillo. ¿Y tú? Antes dijiste que ésos no eran tus padres.
-No. Mi hermano y yo somos adoptados. Pero es que ellos no me gustan.
-Oh. Vaya, lo siento. Debo suponer que tus padres biológicos…
-Están muertos –dijo secamente mientras miraba por la ventana.
-Lo siento –susurré.
-¿Y los tuyos?
-¿Los míos? Bueno. No sé quién es mi madre, y debo decir que mi padre… no es un santo que digamos –sonreí ante mi propia broma, pero ella no lo entendió. Mejor-. ¿Es por aquí?
Había dos caminos.
-Sí, por el de la derecha. Y dime… ¿cómo te llamas?
-Alexandra. Pero llámame Alex. ¿Y tú?
-Nicole. Y mi hermano David.
Sonreí y asentí. Buf, esto sería complicado.

viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo 35 (J)

Esta noche soñé con lo mismo. Con ella.
El problema es que no era ni una pesadilla, ni soñaba que la encontraba en el bosque ni nada de eso.
Al contrario.
En el sueño, siempre, estoy en mi habitación. Me “despierto”, me levanto de la cama y salgo de ella. Siempre escucho ruidos. Bajo al pasillo dónde están los dormitorios de los alumnos y me encuentro con Alex sentada en el medio, en el suelo. Está de espaldas a mí. Y cuando ella se vuelve, me la encuentro llorando por algo. Eso me ablanda el corazón. Me acerco a ella, y le tiendo una mano. Ella, entre lágrimas, me la toma y se levanta. Pero entonces yo no soy capaz de dejarla ir. Luego la empujo suavemente contra la pared, la estrecho entre ésta y mi cuerpo y le beso con intensidad. Y siempre, siempre, es igual. Se repite.
A la mañana siguiente, los alumnos habían asistido igual a clase, pero ignoraban lo que ocurría.
Yo me había reunido, después de las clases, con todos los guardianes y Leo en su despacho.
De repente me volvieron a entrar unas ganas terribles de fumar. Este despacho no me gustaba nada.
-Bien. He decidido algo –empezó Leo-. Vamos a buscarla. Esto es insoportable.
-Y que lo digas… -murmuré.
-Quiero que empecéis a buscarla por el bosque, la ciudad y demás pueblos. Yo llamaré a los padres de todos los alumnos para que los vengan a buscar. Obviamente no podemos dejarlos aquí sin supervisión. Esta vez tomaremos medidas. No volverá a ocurrir lo mismo que hace dos años.
Todos asentimos decididos.
-También he llamado a los demás internados para… bueno, por si acaso se le ha ocurrido a Alex irse de este continente. Están vigilando. Incluso el internado de Sudamérica me ha dicho que traerían a Christopher.
Todos nos miramos. ¿Christopher?
-¿El hijo del arcángel Gabriel? ¿El ángel del espacio?
Leo asintió con los ojos cerrados.
-Es el único capaz de saber su rastro. El problema es que Alex también puede saber el de él, pero no hay que preocuparse. A Christopher se le ve más entrenado.
Yo no estaba muy convencido. Aún así quería encontrarla. Y creo que entendía por qué no estaba convencido de ello. Porque quería que el que la encontrara fuera yo.

martes, 12 de octubre de 2010

Capítulo 34

Al final, cansada, aterricé en un camino del bosque. El niño miraba los árboles y los pájaros con extrema curiosidad. Todo le llamaba la atención. Me pregunté cómo habría acabado aquí. ¿Sería por mi culpa?
Y ahora que lo pensaba… ¿cómo se llamará?
-Hey, dime, ¿tienes nombre?
-Gugu…
Se rió él solo. Yo también me reí.
-Bueno, entonces te pondré yo un nombre. Emm… ¿sabes? Siempre me ha gustado el nombre de Derek, así que… ¡Hola, Derek!
Derek aplaudió feliz, lanzando débiles grititos enérgicos. Las alas le aleteaban rápidamente.
Volví a sonreír, lo cogí en brazos y empecé a caminar por el sendero.
Después de una hora más o menos andando, Derek se había quedado dormido. Me pregunté si tendría frío con sólo unos pantaloncitos, aunque también estaba abrazado por sus propias alas y mis brazos.
A lo lejos, vi una enorme figura peluda que deambulaba al final del camino. Tragué saliva asustada, pero luego pensé. ¿De qué tenía que temer?
Fruncí el ceño, apreté la mandíbula y seguí andando, hasta colocarme detrás de él. El lobo, suponía, enorme se volvió despacio al sentirme, gruñendo. Al ver mis alas y mi cara, dejó de gruñir y retrocedió unos pasos. Y se sentó en el suelo, dejándome paso.
Le sonreí, me incliné levemente para saludarle mientras él hacía lo mismo y proseguí mi camino.
Me preguntaba cuántos seres fantásticos habría en el mundo. Supuse que infinitos, y de todo tipo. Luego salí del bosque, y me encontré con una carretera. Suspiré. Ya estaba casi lejos de aquel terrible lugar. Con cuidado, hice desaparecer mis enormes alas, y luego miré a Derek, todavía dormido. Nada podía hacer con las suyas. De todos modos no se notaban mucho.
En un punto de la carretera empinada, había un coche parado, y un hombre, una mujer y una niña pequeña fuera de él. Era rubita y tez pálida. El hombre hablaba por el móvil nervioso mientras la mujer le gritaba, y la niña estaba un poco apartada de ellos, abrazándose a sí misma mientras se fijaba en un pájaro que había en la rama de un árbol. Luego reparó en Derek y en mí. Nos miró con los ojos verdes muy abiertos, y al ver las alitas de Derek también abrió la boca. Le sonreí, y puse un dedo en mis labios indicándole que no hiciese ruido. ¿Sabría ella cómo podría llegar a la ciudad? Por preguntar…
Le indiqué con la mano que se acercara. La niña asintió, miró a sus padres que no se dieron cuenta de mi presencia y seguían discutiendo, y vino hacia mí.
Me arrodillé, y ella se colocó de cuclillas.
-Hola. ¿Quiénes sois? –preguntó sonriendo.
-Mira, ahora no tenemos tiempo. Hay un… chico muy, muy malo que quiere venir a por nosotros. Y debemos llegar a la ciudad cuanto antes. Me preguntaba si tú sabrías… cómo llegar.
La niña se había quedado mirando cómo dormía Derek, pero se enteró de lo que yo quería.
-Sí que sé. Puedo ayudaros –sonrió.
-¿En serio? Bien. Entonces dinos las indicaciones.
Negó con la cabeza.
-¿No? Pero me acabas de decir…
-Sí, pero quiero ir con vosotros.
-Pero tus padres…
-Esos no son mis padres.
Fruncí el ceño extrañada.
-Está bien. Ya hablaremos en el coche. Tenemos que robarlo.
La niña vaciló unos momentos, pero al final se encogió de hombros.
-Sí.
Respiré hondo, y nos dispusimos a ingeniar un plan.

domingo, 10 de octubre de 2010

Capítulo 33 (J)

-¡Mierda! ¡¿Y si le ocurre algo?! –gritó Leo.
Apreté la mandíbula. Cómo no lo había pensado. Pero cómo podía pensar con coherencia cuando sus preciosos ojos me miraban de esa manera…
Negué con la cabeza, aturdido. Rápidamente me quité la camisa.
-Aparta. Yo me encargo.
Las alas blancas brotaron de mis omóplatos. Cogí carrerilla, flexioné las rodillas y salté por la ventana. Empecé a volar en la dirección por la que Alex había marchado.
La visualicé después de unos segundos, entre las nubes. Había ascendido mucho.
Estaba claro que sabía que la iba a perseguir.
Cuando se dio cuenta de que estaba prácticamente pisándole los talones, aleteó sus alas y descendió.
Yo lancé una maldición e hice lo mismo.
-¡Alex, espera! –grité. Intenté no parecer desesperado, que lo tenía bajo control, pero se me cortó la voz-. ¡Por favor!
-¡No! –dijo ella.
Me coloqué a su lado.
-Hay que matar al niño. ¡No puede estar en este mundo!
-¡Sí que puede! ¡Yo lo estuve durante diecisiete años! ¡Y vengo del mismo lugar!
-¡Ya te dije que no es lo mismo! ¡Tú no…! ¡Da igual, vuelve!
-¡No!
El pequeño demonio tenía los ojos cerrados, y se aferraba fuertemente a la camiseta de Alex. Estaba temblando.
Alex se dio cuenta, me miró y luego miró hacia dónde iba.
-Lo siento, Jack. Verdaderamente ha sido un placer conocerte. Bueno, no mucho, pero de todos modos te echaré algo de menos.
-¿Cómo…?
De repente desapareció de delante de mis narices. Volvió a congelar el tiempo. Ahora mismo podría estar en cualquier parte.
Derrotado, di media vuelta y volé hasta el castillo. No había nadie en los jardines. El director debió de haberles obligado a estar en sus habitaciones. Descendí hasta la entrada principal, dónde los guardianes me esperaban. Estiré por última vez mis alas, y las volví a hacer desaparecer.
Con un suspiro negué con la cabeza.
-Se escapó.
-A Leo no le va a hacer ninguna gracia. Ahora mismo se está arrancando los pelos de la cabeza por los nervios.
Suspiré. Lo que más me dolía de todo lo que había pasado, pero de todo, es ver que Alex no se había escapado.
Había huido de mí.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Capítulo 32

Me dirigí a la ventana. Dejé al bebé sentado en el suelo y la abrí rápidamente. Estaba un poco lejos, pero podría…
Toqué al niño en un brazo y paré el tiempo. De este modo él no se vería atrapado en él. El bebé movió la cabeza de un lado a otro para ver qué había cambiado, y alzó las manos interrogante, formando con la boca una pequeña “o”.
¡¡¡Qué monada!!!
No, Alex, éste no es el momento. Pero aún así era muy cuco. Me volví a la ventana, y respiré hondo. Serían unos cuatro metros.
Suspiré. La única forma de salir sería volando.
Iba a sacar mis alas, pero me di cuenta de que rompería la camiseta, y no me haría ninguna gracia.
Entonces vi el cuchillo que estaba encima de la mesa, el que iba a usar Leo para matar al precioso bebé. Lo cogí, y éste se asustó, pero le tranquilicé con una sonrisa.
Volví a dejarlo allí, metí los brazos por las mangas cortas y le di la vuelta a la camiseta. No me gustaría que me viera en ropa interior.
Luego cogí el cuchillo e hice unos cortes lo suficientemente grandes para que cupieran perfectamente. Me volví a ponerla bien. Sentía el aire de la ventana en la espalda.
Apreté los puños y saqué mis enormes alas.
¿Cabrían por allí? Sí, seguro. Eran bastante flexibles. El niño aplaudió al verlas, y se miró las suyas.
Lo cogí en brazos, me subí al marco y me senté, de modo que mis piernas estuvieran colgando por fuera y mis alas todavía estuvieran dentro del despacho. Con una maniobra, me colgué con una mano y con la otra agarraba al bebé. Entonces me pregunté si sería capaz. Había dado clases, claro, y me había salido finalmente, pero ahora estaba tan temblorosa y nerviosa que me daba la impresión de que me iba a caer… Pero entonces me solté y empecé a volar.
Por el esfuerzo, el tiempo volvió otra vez a seguir. Podía ver a los alumnos del internado desde arriba que nos miraban y se quedaban con la boca abierta. Luego visualicé a Vicky, a Max y a Al, también boquiabiertos. Bajé un momento, cayendo de pie, y ellos corrieron hacia mí bajo las miradas de todos.
-Chicos, escuchadme, me tengo que ir. Lo siento mucho. Pero os prometo que volveré.
-Pe… pe… pero… -balbuceó Vicky.
Le di un rápido abrazo, y sonreí a Max y Al, que se quedaron mirando mis alas.
-No os preocupéis.
-¿Y quién es él? –preguntaron señalando al niño.
-Es… bueno, ahora no os puedo explicar.
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Alex!!!!!!!!!!!! –gritaron Jack y Leo desde la ventana del despacho.
Tragué saliva sonoramente, me despedí y salí corriendo. Alcé las alas y volví a volar otra vez.
No dejaría que tocaran al bebé.

martes, 5 de octubre de 2010

La Symkana

Bueno, os preguntaréis de qué va esto. Os lo diré.
En el blog de Andii*, me encontré una cosa muy curiosa. Un concurso que tiene muy buena pinta.
Una Symkana es una Gymkana (con pruebas y cositas que hacer) con un único motivo: ¡¡la obtención del libro antes de su salida a la venta!! *¬*
Hum, creado por Sinfonía de piano, para llevarte a casa el libro antes de que salga a la venta (no pasa eso todos los días ;D)
Bueno, y es obvio que una servidora participa ^^
Si queréis saber de qué va todo esto que os estoy contando, a los que les interese vamos, darle clic aquí.
Y para saber de qué va la primera prueba, aquí.
Esto, la sinopsis que voy a poner ahora, también la saqué gracias a Andii* :D, y según pone, la hizo Isuky Brennan (tiene un gran talento, no lo pienso negar):

"Una maldición, un sueño o una pesadilla...
Una música silenciosa...
Una joven enamorada...

Una historia de amor con música de piano de fondo,
una melodía hermosa y a la vez misteriosa,
un pianista que la toca y una única joven
que tiene "el don" de escucharla."


¡Estas palabras me enamoraron! *¬*
Bueno, y ya no os molesto más. Mañana publicaré en este y en el de noche de ángeles.
¡Gracias por leer! ^^

sábado, 2 de octubre de 2010

Capítulo 31

-¡No! –grité.
Entré rápidamente, y cogí la muñeca de Leo que sostenía el cuchillo que iba a atravesar al bebé. Éste no paraba de llorar.
-¡¿Qué hacéis?! ¡No podéis matar a un inocente bebé!
En su despacho había sólo tres guardianes que esperaban detrás del director. Me interpuse entre él y el niño.
-Alex, sal de ahí. Hay que acabar con su vida.
-Ah, ¿con que la de él sí y la mía no, verdad?
-¡Es diferente!
-¡¿Por qué queréis matarlo?!
-¡Alex, quítate de en medio! –Me instó Jack-. Hay un motivo…
Con que era eso. Él lo sabía. ¿Pero por qué no querían que viera al bebé?
Me volví despacio. El niño estaba encima de la mesa, llorando como loco.
Debía de tener ya unos seis meses. Sus ojos enormes eran de un color azul como el cielo, y tenía el pelo rojizo, más o menos color zanahoria. Era muy pálido, e iba sólo vestido con unos pantaloncitos azules. A mí me parecía un niño precioso, pero de su espalda brotaban unas pequeñas alas negras iguales a las mías.
Y lo supe. Era como yo.
Me giré despacio hacia ellos otra vez, horrorizada.
-Pretendíais matarlo… ¿por ser uno de los míos?
-¿Có… cómo? –preguntó Leo confuso.
Miró hacia Jack, que éste a su vez miró al suelo, y carraspeó.
-¡¿Se lo contaste?!
-Bueno… contar, contar… Puede…
-¡Jack, eso ha sido muy irresponsable por tu parte!
-Lo sé, pero es que…
-¡Callaos los dos! –interrumpí. Todos me miraron-. Antes de todo, quiero que ellos se vayan.
Señalé a los demás guardias.
-Venga, ¡fuera!
Miraron a Leo. Éste asintió y se fueron de allí. Jack se quedó.
Me volví hacia el bebé, y lo cogí en brazos. Empezó a llorar todavía más fuerte que antes. Pero luego abrió los ojos, y me miró.
Entonces paró de llorar, y una sonrisa apareció en su adorable rostro.
-Debe de haberte reconocido. Creo que sabe quién eres –comentó Leo.
-¿Cómo que quién soy?
-Claro –prosiguió Jack pensativo-. Su princesa. Se dice que Lucifer es el príncipe y rey de las tinieblas, el señor de los infiernos, por lo tanto tú… eres la princesa.
El niño se rió cuando me tocó suavemente una mejilla, aleteando sus alitas.
-No te encariñes con él. Es un monstruo, Alex, familia de los demonios. Hay que matarlo –me dijo el director.
-No tiene alas de murciélago ni cola. No es un demonio.
-A los que te refieres tú son demonios esclavos. Éste un híbrido.
-Si eso es verdad entonces yo también lo soy. Ya lo dije ayer.
-No es lo mismo. Tú…
-Claro, como yo soy la especial… ¿no? Pues ni se os ocurra. No le vais a hacer nada.
Leo suspiró cansado.
-Jack, quítaselo.
Éste asintió, y como un rayo me lo arrebató de mis brazos. El bebé comenzó a llorar como loco.
-¡Espera! Está bien, está bien… pero… -miré de reojo a la ventana, que estaba medio abierta, y otra vez a Jack- déjame al menos, no sé, despedirme. Es que nunca había estado con uno de los míos. Por favor…
Leo y él intercambiaron una mirada nerviosa. Pusieron los ojos en blanco y asintieron.
-Está bien. Pero te damos sólo medio minuto. No te hace falta más.
“Me llega y me sobra”, pensé. Asentí y cogí al niño, que tendía sus bracitos hacia mí.
-¿Nos dejáis solos? Sino… es que no tiene…
Vacilaron.
-Ni de coña –soltó Jack-. ¿Crees que somos tontos?
-No… pero bueno, oye, si total sabes que no podré irme de aquí igualmente. No seas ridículo.
Apretaron los dientes, y Leo le miró.
-Venga, confío en ella. No sería capaz de escaparse después de una cosa así. ¿Verdad? –me miró.
Yo sonreí con inocencia.
-¡Por supuesto! Yo nunca traicionaría tu confianza, Leo. Eres como un padre para mí.
Sonrió, y dio media vuelta, aunque Jack seguía siendo desconfiado.
Salieron de allí, cerrando la puerta detrás de sí.
Ingenuos.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Capítulo 30

Retrocedí unos pasos hasta chocar con una columna, completamente pálida y temblorosa.
¿Por qué? ¡¿Por qué siempre tiene que meterse dónde no le llaman?!
-¡Tú! –dije enfadada. Jack se levantó, y me miró también furioso-. ¡¡Deja que me muera de una puñetera vez!!
-Te he dicho que eso no iba a pasar. Y yo siempre cumplo con mi palabra.
Miré al director y a los demás, que se habían quedado con la boca abierta.
-¡Jack, nos has salvado! –gritó eufórico-. ¡Si no hubiera sido por ti ahora mismo podríamos estar…! ¡Es que no sé ni lo que nos hubiera pasado! ¡Muchísimas gracias!
Pero Jack no respondió. Simplemente no me quitaba los ojos de encima, entrecerrados.
Todavía mirándome, dejó la esfera en su sitio –para el alivio de los demás- y volvió a su lugar, con los brazos cruzados. Me tendió una mano abierta, para que le devolviera la llave.
-Director, estaría encantado de volver a encargarme de esta chica tan traviesa.
-¡Por supuesto! ¡Faltaría más! Charlie, vuelve a proteger a Yina.
-Pero señor director…
-¡No me repliques! ¡Haz sencillamente lo que te digo! –se notaba que Leo estaba asustado.
Jack esbozó una sonrisa triunfal, y me indicó con la mano que le devolviese la maldita llave.
Apreté la mandíbula, pero no dije nada. Avancé, y al pasar por su lado se la di de mala manera. Y luego corrí hacia mi habitación, más furiosa que nunca.
Por la mañana todavía seguía enfadada. No podía remediarlo. Ni siquiera le di los buenos días a Vicky.
Hoy era sábado, y cómo no había clase, tenía al estúpido de Jack pegado a mí todo el tiempo.
Y lo que más me fastidiaba de todo es que, aunque me cueste reconocerlo, me aliviaba que fuera él y no otro.
Pero llegó un momento, a eso de las cinco de la tarde, que me harté.
-¡Déjame en paz! ¡¿Es que no tienes nada mejor que hacer?! –le reproché.
-Nop.
-¡¿Cómo que “nop”?! ¡Dé-ja-me-en-paz!
-Nop.
Cabreada, me dirigí –cómo no, acompañada de Jack- al despacho del director. Iba a quejarme de que yo también quería un poco de libertad como los demás cuando, antes de entrar, oí unos llantos de bebé.
Jack también los había ido, y me miró preocupado.
-Qué extraño –comenté.
-¡No, espera…! –intentó frenarme.
Abrí la puerta, pero la escena que vi me horrorizó.
Estaban a punto de matar a un bebé.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Capítulo 29

Bajé las escaleras corriendo hasta la Sala, pero claro, no tenía la llave. Jack venía detrás de mí, así que paré el tiempo, me acerqué a él al pie de las escaleras, le arranqué la llave del cuello y abrí la puerta. Estaba tan conmocionada que me desconcentré y el tiempo fluyó otra vez.
Me apresuré a acercarme a mi esfera, prácticamente sin aliento por la carrera. Todas formaban un círculo, y la cogí entre mis manos.
Brillaba completamente, y la grieta de la que me había hablado Jack había desaparecido.
No pasaba nada, ahora mismo lo arreglaría.
Iba a tirarla al suelo cuando Jack apareció por la puerta.
-¡Espera!
Alcé la cabeza. Estaba con la mano apoyada en el marco de la puerta, y jadeaba del cansancio.
-Espera, por favor, Alex. Vamos a hablarlo. No eres ningún monstruo. Así que por favor, ¡ni se te ocurra romper la esfera!
-¡Sí que lo soy! Si no me doy cuenta de lo que hago en algún momento, podría… hacer mucho daño…
-¡Vale! ¡Si no te convence que no eres ningún monstruo, entonces te convenceré de otra forma! Dices que no quieres hacer daño a nadie con tu presencia, ¡pero con tu ausencia morirán todos! ¡El planeta se paralizará! ¡Y todos morirán! Y sé que no quieres eso. Así que… -se acercó despacio y prudente a mí tres pasos con las manos alzadas- dame la esfera.
Negué con la cabeza, e iba a intentarlo otra vez cuando lo que más temía ocurrió: el director y algunos guardianes aparecieron detrás de Jack.
Seguramente nuestros pasos habían despertado a los alumnos, y éstos, asustados, les habían llamado para que se aseguraran de que no ocurría nada malo.
Ya veían completamente horrorizados que algo sí pasaba.
El director se colocó al lado de Jack.
-Oh, Dios mío. ¡Alex! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Deja esa esfera dónde estaba!
Apreté los labios, fruncí el ceño y la tiré.
-¡No! –gritaron todos al unísono.
Y cerraron los ojos, incluida yo, que era la que iba a morir.
Pero no ocurrió nada.
Después de unos segundos, abrí los ojos. Y me horroricé.
Jack sostenía la esfera entre sus manos, en el suelo, completamente intacta.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Capítulo 28

Por la noche, cuando me aseguré de que Vicky estaba dormida, me levanté despacio y me dirigí a la habitación de Jack. Tenía que contarme esas cosas que yo no sabía. Aunque yo a cambio tenía que contarle mi secreto.
Al llegar, peté. Y él me abrió sonriente. Menudo memo. Pero es que estaba tan guapo…
No, Alex, concéntrate.
Con el ceño fruncido, entré, él cerró la puerta y ambos nos sentamos en el suelo.
-Bien. ¿Quién cuenta primero? –preguntó él.
-Me parece que lo sabes perfectamente.
-Pues adelante.
-Me refería a ti… Da igual. Bien. El director no envejece gracias a mí. Puedo hacer inmortal a cualquiera, puedo cambiar el tiempo para una persona como para el universo. Puedo hacerlos viejos, bebés, adolescentes… o mismamente matarlos envejeciendo simplemente el corazón u otro órgano. Puedo hacer lo que me dé la gana.
Se me quedó mirando de hito en hito. Y sonrió.
-Vaya, vaya, por eso el director estaba tan nervioso cuando te fuiste. Así que… ¿es más viejo de lo que aparenta?
-Exacto.
-¿Y tú?
-No, yo tengo diecisiete.
-Dieciséis –me corrigió. Puse los ojos en blanco.
-Empecé a rejuvenecerlo cuando cumplí los doce años. Pero no recuerdo la razón. Bien, ya está. Cuéntame ahora tú lo que sabes.
-Vale… esto no es fácil. Sabes que el ángel del espacio, Jonathan, es tu contrario, ¿verdad? Tu opuesto.
-Sí, algo he oído.
-¿Sabes de quién es hijo?
-Creo que nació como yo… Bueno, creo que fue creado.
-No. Él nació, al igual que tú.
Me quedé perpleja.
-¿Cómo?
-Sí. Su padre es el mismísimo arcángel Gabriel.
Le miré con la boca abierta. ¡¿Cómo?!
-¡¿Es… es… el hijo de…?! –Jack asintió-. Pero entonces si él es el hijo de un ángel… y es mi opuesto… yo… ¿soy hija de un… demonio?
-No… exactamente. Eres la hija del demonio. Del ángel caído. El mismo que se reveló a Dios. Tiene muchos nombres. El Diablo, el demonio. Satanás. Nosotros lo llamamos Lucifer, quizá porque es más cómodo. Y el problema es que eres su única hija, Alex.
Me quedé completamente congelada. No. No, no, no, no. ¡No!
-¡No puede ser! ¡Es… imposible! ¡¿No dicen que los ángeles no son ni hombres ni mujeres?! ¿Cómo pudo…?
-Alex, aquí todos somos ángeles. Hombres y mujeres. Tú misma lo eres.
-No lo creo. No puede ser. ¿Qué…? ¿Cómo…? ¡No entiendo nada!
Me levanté rápidamente.
-¡No me puedo estar pasando esto! Además, si soy su única hija, ¿cómo es que…?
-Te caíste por un agujero del tiempo que tú misma creaste. Y Leo, el director, te encontró. Mira, no sé mucho sobre todo este tema, sólo te digo lo que sé con certeza, pero… estoy seguro de que, aunque suene irónico, tu padre te quería mucho.
-¡Lo dudo mucho! ¡Es el mismo diablo! ¡¿Pe… pero quién juega con esto?! –empecé a llorar como una estúpida.
Jack se levantó e intentó abrazarme, pero me aparté rápidamente.
-¡No! ¡Se supone que yo soy la sucesora del mal que pasará en el mundo! ¡Soy un monstruo!
-No, no lo eres. Simplemente eres una niña muy asustada con un padre un poquito cabrón. Nada más. Lo único que necesitas es protección. Y yo puedo dártela.
Le miré con las cejas alzadas. ¿Qué intentaba decirme?
-¿Qué…?
-¡Lo único que quiero es permanecer a tu lado durante el resto de mi vida! ¡Nada más!
Se dio cuenta de lo que acababa de decir, y se calló al momento, desconcertado, como yo.
Intentó acercarse a mí, pero yo negué con la cabeza retrocediendo.
-No. No necesito protección. Lo que necesito es otra cosa. No puedo seguir viviendo sabiendo que no puedo confiar en nadie, ¡ni siquiera en mí misma!
-Pero puedes confiar en mí. Yo nunca, Alex, nunca te haría daño, ni te traicionaría.
Apreté los labios, y cogí el picaporte de la puerta.
-Voy a acabar con esto de una vez.
-¿Qué…?
Abrí la puerta y salí corriendo a la Sala de las Esferas, dónde estaba mi alma atrapada.
Si no hay alma, no hay vida.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Capítulo 27

Después de hablar con Jack, fui a las clases, y por la tarde, después de éstas, me dirigí otra vez al campo de entrenamiento. Charlie me esperaba allí ya, y bueno… yo me quedaba –otra vez- embobada mirando los músculos de los guardianes…
Pero mi atención en ese momento estaba puesta en cómo se habían colocados ellos.
Jake, Yina, Jonás y Nicole, los ángeles de los elementos, estaban colocados en el centro en un pequeño grupo, aparentemente asustados. Miré a Charlie, luego hacia Jack y otra vez a mi guardián, que me indicó con la cabeza que me colocara con ellos. Temblando, me puse con los ángeles.
-¿Sabéis de qué va esto? –pregunté asustada.
-Ni idea- contestó Jake, el ángel del fuego-, pero quizá sea un examen o algo parecido…
-¿Y si nos van a hacer daño? –preguntó Nicole.
-¡No seas tonta! ¡Nosotros somos más poderosos que ellos! ¡Sería ridículo! –replicó Yina.
Los cinco guardianes se colocaron en un círculo algo lejos de nosotros.
-Bien, chicos, ahora vamos a ver de lo que sois capaces –dijo Jack-. Cada uno, individualmente, se colocará en nuestro centro, y tendrá que atacarnos. Y nosotros intentaremos atraparlo. Vamos a ver lo que habéis aprendido. Jonás.
El ángel de tierra adelantó un paso tembloroso, mientras los guardianes esperaban pacientemente. Respiró hondo y se colocó en el centro.
-Está bien. Allá voy.
Se puso en posición de ataque, e hizo que una ráfaga de viento soplara fuertemente detrás del guardián del fuego.
Éste lo esquivó con precisión y se lanzó a por él, a lo mismo que los demás.
Jonás no pudo resistir la presión y se dejó coger.
¡Menudo manta! Aunque bueno, quizá sea algo complicado, pero jo…
Yina fue igual de fácil de coger. Duró más, pero la cogieron igualmente.
Nicole, en cambio, fue la única por ahora capaz de derrotar a todos. Vamos, dejarlos en el suelo.
A Jake ya fue todavía más complicado. Era escurridizo, y quemar a los paladines cada vez que se acercaban a él le daba ventaja, pero llega un momento en el que todo el mundo se cansa.
Y luego llegó mi turno. Con los labios y puños apretados, me coloqué en el centro decisiva y cerré los ojos para relajarme.
Sabía que los guardianes estaban confusos, pero yo sabía muy bien lo que hacía.
Paré el tiempo, quedándose todo absolutamente quieto, incluso un pájaro que pasaba volando quedó suspendido en el aire. Bien.
Me acerqué al guardián del fuego, y le di una cachetada en una parte concreta del hombro. Aunque fuera fuerte, tenía ese punto débil, como todos.
Me acerqué al de tierra, cogí un palo del suelo bastante grueso y le golpeé la espalda con él.
Al de aire, le di un puñetazo que le rompió la nariz. Pero la sangre todavía no salía.
Y luego a Charlie y a Jack, y por supuesto, como a estos les tengo manía, les di una patada a cada uno en las partes bajas. Vamos, que los dejé sin herencia.
Me volví a colocar en el centro con toda tranquilidad, me crucé de brazos y volví a descongelar el tiempo.
Los cinco guardianes cayeron a la vez al suelo derrotados. El de fuego cayó agarrándose el hombro, pero ya inconsciente. El de tierra cayó de bruces al suelo, al de aire le empezó a sangrar la nariz, se colocó de rodillas y se llevó las manos ahí para parar la hemorragia, y los otros dos…
Se quejaban, también cayeron de rodillas y cerraron los ojos. Sonreí.
Los otros ángeles me miraron con la boca abierta.
-¿Cómo lo…? ¡Pero si no te has movido! –gritó Nicole con admiración.
-Lo sé. ¿Qué? ¿Os duele? –pregunté mirando a cada uno.
Jack alzó la cabeza dolorosamente y con esfuerzo, pero el muy… Seguía sonriendo con malicia.
-Bueno… la verdad… ay… no ha estado mal… No me esperaba menos de ti, Alex.
Soy in-cre-í-ble.
Sonreí abiertamente y me dirigí hacia Charlie, dándole un gran abrazo. Él, con mucho esfuerzo por el dolor, me devolvió el abrazo y me dio unos toquecitos en la cabeza. Cuando me separé me sonrió.
-Muy bien hecho. Estoy orgulloso de ti –me dijo.
Le volví a sonreír, y en un momento miré de reojo a Jack. Le salían chispas por los ojos. Con que estaba celoso.
Me reí, volví a abrazar a Charlie y me fui de allí.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Capítulo 26 (J)

*Antes de nada, querías daros las gracias por vuestro gran apoyo, y por supuesto, vuestros comentarios me ayudan a seguir escribiendo ^^
Y *JeM*FaA*, sip, el libro "Los cuatro tronos" es la segunda parte del libro "La novena noche", pero sinceramente, no me está gustando nada. Es mucho mejor el primero. Sólo para que conste.
Y bueno, ahí va el capítulo:

Les esperaba en la puerta trasera del castillo. Yo estaba apoyado en la pared, digamos tomando el poco sol que había, cuando les sentí venir. Me reincorporé enseguida.
-¿Lo habéis conseguido? –pregunté.
-Jack, ¡casi nos cogen! –Se quejó Max-. Pero algo escuchamos, sí… Algo de quitarle los años que le sobran o algo así al director… No entendimos mucho.
-Aún así no me gusta espiar a Alex. ¡Es nuestra amiga! No deberíamos…
-Hey, tranquilos –dije-. Esto es cosa mía, no os preocupéis. Podéis iros.
Los tres salieron corriendo. Miré el reloj. Quedaban cinco minutos para ir a clase. Me tocaría dar matemáticas. Empecé a caminar por el césped cuando la oí:
-¡Tú!
Me volví y me encontré a Alex corriendo hacia mí hecha una furia.
Suspiré.
-¡¿Pero qué pretendes?!
-¿Qué pretendo de qué?
-¡¿Cómo que…?! ¡¿Me estás tomando el pelo?! ¡Eres un maldito pesado! ¿Qué pasa? Mira, sólo llevas aquí tres años, y eso no te da derecho a…
-¿Sabes que estás muy guapa cuando te enfadas? –comenté mirándola con ternura.
Eso la sacó de su hilo.
-Ah, esto… -se sonrojó. Qué mona-. ¡Mierda! ¡No me interrumpas! ¡Cómo te decía, eso no te da derecho a espiar!
-No espiaba. Sólo investigaba.
-¡Pues apunta con la lupa a otra parte, Sherlock Holmes! ¡Aquí no hay nada que descubrir!
-Oh, querida, sí que lo hay. Algo raro pasa contigo, y te aseguro que yo también sé cosas que tú no sobre ti.
Eso la desconcertó. Sonreí.
-Sí, como lo oyes. ¿Cómo naciste? ¿Lo recuerdas? –Se quedó muda-. ¿Sabes al menos dónde naciste?
Miró hacia otro lado.
-Que yo sepa nací de una simple molécula de aire que sufrió una mutación y…
-¡Ja! ¿Eso es lo que te han contado? Sí señor, muy científico. En casos como éste me siento muy orgulloso de dar biología. No seas ridícula. Vale que vivimos en un mundo de magia y fantasía, pero científicamente hablando es imposible que de una simple molécula de aire salga un organismo tan complejo como el del ser humano y aún por encima mutarlo para controlar el mismísimo tiempo.
-¿Entonces…? –dijo con un hilo de voz.
-Mira, hagamos una cosa. Yo te cuento lo que sé, y tú me cuentas lo que puedes hacer. Todo. ¿Trato hecho?
Se lo pensó unos momentos, pero yo ya sabía con antelación que iba a aceptar.
-¿Entonces tengo padres?
-Ay… no lo sé… Te lo diré si tú me dices lo tuyo…
-Está bien. Quedamos esta noche en… tu habitación. Allí no podrá escucharnos nadie. En la mía estará Vicky.
-Muy bien, entonces. Hasta dentro de poco.
Le tendí la mano. Ella la miró, frunció el ceño y se fue de allí. Sonreí.
Esta chica cada día me gusta más.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Capítulo 25

El director estaba apoyado en el marco de la puerta, mirando hacia el exterior, a los ángeles hablando, en grupitos sentados y demás. Tenía las manos detrás de la espalda.
Suspiré algo aliviada y senté en su sillón. Coloqué los pies encima de su mesa cruzándolos por los tobillos y entrelacé las manos detrás de la cabeza. Sólo me faltaba el café y las pastas.
El director se volvió hacia mí, suspiró y chasqueó la lengua. Volvió a mirar el cielo.
-Quita los pies de la mesa…
-Hey, hey, sin exigencias, Leonardo, que si no ya sabes… -le repliqué.
Ah, sí, por supuesto. Ambos teníamos un secreto. Una de mis eficacias, por así decirlo, es poder hacer inmortal a una persona. Rejuvenecerla o envejecerla hasta la edad que me dé la gana. O incluso congelar sus células para que no puedan envejecer jamás. Decidí que lo mejor sería rejuvenecer a Leonardo haciendo que su cuerpo no cumpliera el año, y esto cada doce meses. Ésa es una de las razones por las que estaba tan desesperado por encontrarme.
Y como me fui hace tres años, Leo ha envejecido tres.
Podría hacerlo inmortal, pero si no… ¿Cómo podría sobornarle?
Todo el mundo, aunque seas un director de un gran colegio antiguo y bonachón, quiere ser inmortal. Todos.
Cómo se nota que soy la mala.
El problema es que nadie debía enterarse de que podía hacer esto.
-Por favor, Alex, compórtate, que ya eres mayorcita. Dentro de poco cumplirás 17 años.
-Lo sé. Mira, te quitaré los años que te “sobran”, pero a cambio quiero que…
Una sensación extraña me recorrió la espalda, como si nos estuvieran vigilando.
-¿Quieres qué…? Alex, ¿qué ibas a decir? ¿Alex?
Se volvió hacia mí, pero yo me había incorporado en el sillón. Me levanté, le miré y le hice un gesto hacia la puerta. Él la miró, asintió y ambos fuimos sin hacer ruido hasta ella.
Y la abrió.
Vicky, Max y Al cayeron al suelo. Se levantaron rápidamente, y colocaron las manos detrás de la espalda, avergonzados.
Me crucé de brazos, y Leo también.
-¿Qué es esto? ¿De dónde habéis sacado tan mala conducta?
-Esto… es que… nosotros… -intentó explicarse Vicky-. ¡Lo sentimos, de verdad! Pero es que…
Leo y yo nos miramos asustados. ¿Y si habían escuchado algo?
-¿Qué habéis escuchado?
-¡Nada, lo juramos! ¡No escuchamos nada!
Leo miró a cada uno, y yo suspiré derrotada.
-Leo, déjalos ir. Sólo tenían curiosidad. No es su culpa. Pero creo que sé de quién lo es.
-Está bien. Podéis iros.
Los tres me miraron preocupados, yo asentí y se fueron. Miré a Leo.
-Tú tranquilo, sé quién es el responsable. Y no te preocupes –susurré-, ya lo arreglaremos en otro momento.
Él asintió y me fui de allí. Encontraría al responsable.
Además… ¡¿es que nunca me iba a dejar tranquila?!

martes, 31 de agosto de 2010

Capítulo 24

Todos los alumnos se encontraban en el comedor, extrañados porque los guardianes no hubieran dado clase ese día.
Y yo estaba castigada. Genial.
Charlie no se despegaba de mí, pero a pesar de que era él mi guardián, Jack tampoco me quitaba ojo. Incluso podría decir que ocupaba su atención más en mí que en Yina.
Y sorprendentemente, eso me agradaba. Quería demostrarle a Jack de lo que era capaz.
El problema es que desconocía la razón. ¿Será esto a lo que llaman “amor”? No, no creo. A mí me caía mal él. Lo odiaba. O eso pensaba.
En su clase de filosofía, me quedaba colgada mirándole. Incluso parecía esas estúpidas que le hacían ojitos y demás. Patético.
Pero es que no podía resistirme. Cuando paseaba por los sitios con esa expresión tan seria suya… me derretía. Y cuando resolvía las dudas… y cuando… yo le llamaba… y…
¡Vale, vale! Se lo tengo que consultar a Vicky.
Al salir de clase, la busqué desesperadamente, esquivando como pude a Charlie. Al final la encontré en el recreo debajo de aquel árbol en el que nos conocimos. Como siempre, leyendo un libro. Al verme aparecer, alzó la mirada y me sonrió.
Me senté a su lado.
-Vicky, necesito tu ayuda…
-Dime.
-No sé qué me ocurre con Jack. Me estoy desesperando. ¡Me está volviendo loca! Se supone que me cae mal, pero… no puedo parar de pensar en él. Y cuánto más intento sacármelo de la cabeza, más pienso en él. Y en sus clases, que no puedo atender a sus explicaciones porque sólo me fijo en sus ojos, en sus brazos…
Vicky sonrió ampliamente.
-Uy, uy, uy. A mí me parece que alguien está enamorada… -dijo medio cantando.
-¿Y cómo es eso?
-¿No lo sabes? Es exactamente lo que me acabas de decir. ¡Qué mona! Pero… ¿a él también le gustas?
-No lo sé. Tampoco es que quiera saberlo. No…
De repente Max y Al se acercaron a nosotras. Les sonreímos, y ellos se sentaron a nuestro lado.
-¿Qué hay chicas? ¿Qué hacíais?
-Nada. Hablábamos de la clase y cosas así. Nos aburrimos mucho –contestó rápidamente Vicky.
Escuché mi nombre a lo lejos. Me volví hacia el castillo y me topé con que Charlie me llamaba. Qué pesado.
-Lo siento, chicos. Mi pesadilla me llama. Hasta luego.
Me levanté, se despidieron de mí y bajé hasta allí. Charlie se cruzó de brazos.
-El director quiere verte. Y por favor, recuerda que después de clase…
-Que sí, que sí, entrenamiento. Ya lo sé. No me olvido. No problem.
Ambos entramos dentro, y fuimos hacia el despacho.
-Yo esperaré fuera. Quiere hablar contigo en privado.
Charlie salió hasta la puerta principal. Iba a entrar cuando Jack y la tal Yina –que le tenía agarrado del brazo, la muy…- se acercaron.
-¿Alex? ¿Qué haces aquí? ¿No tienes recreo? –preguntó él.
-Sí, pero el director quiere verme. ¿Y tú Yina? –pregunté mirándola-. ¿No deberías estar tu también fuera?
Apretó todavía más el fuerte brazo y sonrió falsamente. Guarra, asquerosa, roba hombres.
-Ay, sí… pero… es que me hice daño… y Jack –le echó una miradita, pero él no pareció inmutarse-, vino a por mí… y me curó… Ya sabes, como él ahora es mi…
-¡Que sí, que sí! ¡Ya lo sé! ¡Ahora es tu puñetero guardián! ¡¿Y a mí qué me importa?!
Ambos me miraron perplejos. Carraspeé.
-Esto… quiero decir… tengo que entrar. El director me espera. Hasta luego.
-Muy bien… pues hasta luego…
Abrí la puerta y entré, cerrándola detrás de mí.

viernes, 27 de agosto de 2010

Capítulo 23

Se cruzó de brazos con expresión severa y a la vez desconcertada, impidiéndome el paso a mi libertad. Nunca me había dado cuenta de que era enorme.
Iba a parar el tiempo para apartarlo cuando empezó a hablar:
-¿Cómo es que ya estás…? Oh.
Apretó la mandíbula.
-Ya te lo han dado. No me lo puedo creer… -murmuró mientras suspiraba.
-Esto… sí, hale, venga. Ahora no tengo “tiempo” –estallé en carcajadas, pero Jack no cambió su expresión seria-. Era… era un chiste… porque como yo controlo el tiempo y digo que… mira, olvídalo. ¿Qué quieres?
-No puedes salir afuera.
-Sí que puedo. Si quieres te lo demuestro.
-No lo digo porque no seas capaz. Lo digo porque es peligroso.
Me incliné para ver mejor el jardín, y aunque estaba –como siempre- todo oscuro, los ángeles estaban sentados en el césped en grupos, otros leyendo, otros jugando…
Le volví a mirar con una ceja alzada.
-Ajá. Peligrosísimo. Se nota.
-Mira, quizá tú no lo veas, pero…
Le aparté con una mano, pero hizo amago de quitarse.
-¡Déjame salir! ¡Tú ahora ya no eres mi guardián! ¡No tienes derecho sobre mí!
-¡Quizá debería volver a serlo, visto lo visto!
Me agarró del brazo y me arrastró hacia el despacho del director. Pensé en parar el tiempo, pero me tenía apresada con tanta fuerza que me sería imposible librarme de él. Al llegar se quedó perplejo, pero no me soltó. Yo forcejeaba.
-¿Dónde está el director?-preguntó volviéndose hacia mí.
-¡Pues ahora no me da la gana de decírtelo!
Me apretó más el brazo.
-¡Ay, me haces daño! –me quejé.
-No quería llegar a esto, pero me estás obligando, en serio. Ahora dime dónde está.
-¡Ay! ¡Vale, vale! ¡En mi habitación! ¡Les encerré en mi habitación!
Respiró hondo y me volvió a arrastrar escaleras arriba.
-¡Oye, cuidadito conmigo! ¡Si quiero puedo retrasar el tiempo y hacer que no nos hubiésemos encontrado!
Al llegar arriba se volvió hacia mí.
-Si haces eso, estás literalmente muerta. ¿Me has oído?
Sin duda su mirada era más intimidante que cuando me encontró en la fuente, en la ciudad.
Tragué saliva sonoramente, él asintió satisfecho y con el ceño fruncido me llevó a la habitación. Vicky examinaba con paciencia la cerradura mientras dentro la animaban. Al vernos aparecer sonrió, pero cuando se fijó en que Jack me agarraba fuertemente del brazo frunció el ceño.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué…? ¡Ah! ¡No me digas, Alex, que esto es cosa tuya! Por eso me extrañé cuando de repente me encontré sentada en el pasillo…
-¡Alex! ¡¿Eres tú?! ¡Ábrenos! –gritó mi ahora guardián, Charlie.
Apreté los labios tercamente. Jack me volvió a apretar el brazo.
-¡Aaaaayyyyy! ¡Me cago en la madre que te…! ¡Para de una maldita vez!
-¡Ábreles! ¡Ahora! –me gritó.
-¡No quiero!
-¡Ya!
-¡No!
Apretó todavía más la mandíbula, y al final me soltó. Me froté el brazo dañado. Jack se acercó muchísimo a mí, y yo retrocedí intimidada. Hasta que choqué.
Al momento estaba entre su musculoso cuerpo y la fría pared. Alzó las manos, y pensé que me iba a hacer daño, pero en vez de eso me cogió las mejillas con sus manos suavemente y acercó mi cara a la suya.
El corazón me latía desbocado. Sentía como la sangre se me subía a la cara, y cómo me fallaban las piernas.
Nunca había sentido esto. En la vida, y sinceramente pensé que nunca…
-Alex… Por favor… Te daré lo que más desees, te lo prometo, pero por favor, dame las llaves… -me susurró.
Se me erizó el vello de la nuca.
Inconscientemente de lo que hacía, me llevé una mano al bolsillo y las saqué. Jack –juraría que a regañadientes-, se separó de mí y me las quitó. Suspiró y se dirigió a la puerta. Anonadada, miré a Vicky, que estaba con la boca abierta.
Jack abrió la puerta y todo el mundo salió. Me la iba a cargar… pero estaba demasiado sorprendida como para darme cuenta de ello.