-¡Ya está! –gritó Danielle desde el interior de la habitación.
Axel se había recompuesto, y entró, cerrando detrás de él. Danielle estaba vestida con un camisón de los muchos que había dentro de la cómoda, y estaba sentada en la cama. Rehuían ambos las miradas.
-Eh… bien. Espero que este incidente no… -carraspeó-. Bueno, dejémoslo.
-¡¿Pero es que no sabes preguntar antes de pasar?!
-Es que yo… no creía que estuvieras… Dios, lo siento. No era mi intención y…
-Olvídalo. A ver, ¿para qué vienes?
Entre el silencio que siguió se escucharon los rugidos débiles provenientes del estómago de Danielle. Axel la miró por fin.
-A eso –la señaló con la cabeza-. ¿Qué es eso de que no quieres comer?
-No.
-Si no comes, te debilitarás mucho, y estarás enferma. Y no quiero que eso pase. Así que come algo, anda.
-He dicho que no. No quiero.
Axel suspiró.
-Está bien. Haz lo que quieras. Pero cuando vengas y me supliques comer, a ver quién te lo da. Porque yo no.
-No lo haré, tranquilo.
El joven asintió y se fue del cuarto. Entonces petaron en la puerta principal.
Dina, la anciana, fue a abrirla. Se sorprendió al encontrarse con un muchacho de no más de dieciocho años en el umbral.
-¿Qué desea, joven?
-¿Vive aquí Axel Alexander?
-Sí.
-Deseo hablar con él.
-Hum, no sé si…
Axel apareció por detrás de la anciana, y le puso la mano en el hombro.
-Está bien, Dina. Ya me encargo yo. Ve a dentro y descansa un poco.
-Sí, señor.
Cuando la mujer se fue, Axel miró al joven. Pensó que debía empezar a cerrar los portales del jardín.
Se cruzó de brazos y se apoyó en el marco de la puerta, sonriendo amablemente.
-Dime muchacho, ¿qué buscas?
-Bien. Quería saber si usted estuvo ayer con mi amiga –remarcó las últimas palabras- en la cena.
-¿Y tu amiga es…?
-Danielle Gilbert.
-Sí, así es. La joven desaparecida, ¿verdad? Lamento mucho su… marcha, secuestro, o lo que pueda ser.
-Sí. Y usted no sabrá por casualidad dónde está, ¿no?
-¿Debería?
-No sé, digo yo que fue con usted con quién tuvo más… tacto, anoche.
Axel sonrió un poco. Se notaba que el muchacho estaba celoso.
-Pues no, no sé dónde reside, sin embargo, debería ver por la mansión del señor Jackson. A lo mejor puede haber algo.
-Ya, pero…
Por detrás de Axel apareció Max, con el pijama puesto y con las manos alzadas, perseguido por Gina.
-¡Max, vuelve aquí! –le dijo ésta.
-¡Ash! Quiero que me lleves a cama.
El joven miró a Max con atención, y Axel sonrió. Bendito niño, pensó alegre.
-Ahora mismo voy –miró al muchacho-. Bueno, debo irme. Hasta pronto, joven.
-Sí, hasta… pronto.
Y se fue. Axel cerró la puerta, y suspiró aliviado. Se volvió hacia Max y lo cogió en brazos. Miró a Gina.
-Gina, puedes irte cuando quieras. Ya va siendo tarde, y no quiero que vayas a casa de noche.
-Bien.
Su preocupación por ella la conmovió, así que le hizo caso y se fue temprano, junto con Dina y Blake.
Axel llevó a Max a su cama, le contó un cuento, y al momento, se durmió. Axel le dio un beso en la frente y salió de su habitación. Luego fue a la de Danielle, y ésta también se había acostado ya.