Danielle siguió a Axel hasta uno de las muchas habitaciones que había por el pasillo. Ambos entraron, y ésta se encontró con una habitación de niño, con diversos muebles que la adornaban, y una estantería enorme completa de coches que todavía no se habían vendido en la realidad. Como… maquetas.
El pequeño Max estaba de pie ante un gran espejo, y la chica pelirroja acuclillada a su lado, poniéndole hielo en la frente. Al pasar, ambos los miraron, sobre todo a Danielle. Ésta tragó saliva ya que se dio cuenta de que la mujer la miraba con los ojos entrecerrados, aunque al niño parecía habérsele pasado el enfado.
-¡Hola! –saludó.
Axel les sonrió, y luego se giró hacia Danielle. Ésta dio un pequeño respingo.
-¿No vas a decirle nada? –le preguntó.
-¿Qué…? ¡Ah! ¡Claro! –la joven fue hacia Max, y le cogió una mano entre las suyas-. Pequeño…
-Me llamo Max.
-Oh, es verdad. Max. Lo siento mucho. No pretendía darte un golpe y… -miró la frente roja, fría bajo la bolsa del congelado hielo, aguantada por la mano de Gina-. ¡Dios mío, menudo chichón!
Max sonrió orgulloso, y colocó las manos en la cintura, haciendo apartar a Gina de él, y se volvió hacia el espejo.
-¡Queda genial! Ahora podré ir presumiendo por ahí de este enorme golpe –miró a Axel-. ¡Ash! ¿A que está genial?
Axel se rió por el énfasis del pequeño. Se acercó a él y le revolvió el pelo.
-Sí, Max. Ya eres un muchacho muy maduro.
El niño sonrió ampliamente, y asintió. Axel se inclinó, le besó en el pelo, y luego se dirigió a Gina.
-Gina, querida, si no te importa, ¿podrías bañar a Max?
-Por supuesto, señor.
Axel asintió y se fue de la habitación, seguido rápidamente por Danielle. Mientras caminaban por el pasillo, Ash tenía la cabeza gacha, con los ojos ensombrecidos por los mechones de pelo negro que le caían, impidiendo a Danielle verlos.
-Axel, ¿dónde está el dinero que le robaste al señor Jackson?
-Con todos mis respetos, no es de tu incumbencia, Danielle.
-Pero tienes que devolvérselo.
Axel frenó de repente. Seguía sin levantar la vista. Aún así, sus ojos seguían estando un palmo más por encima de ella.
-No.
-Pero…
-Te he dicho que no.
A Danielle le cabreó tanto su frialdad que empezó a gritarle.
-¿Cómo que no? ¡Ese dinero era de él!
Axel, esta vez, alzó la mirada, y apretó la mandíbula.
-¡Puede que tenga bastante, pero era suyo! ¡No tienes derecho a arrebatarle nada a nadie, maldito ser despreciable! –Se estaba pasando, lo sabía, pero las palabras le salían de la boca solas, sin que ella pudiera hacer nada-. ¡Él necesita ese dinero, ¿sabes?!
-¡¡Pero yo lo necesito más!! –gritó Axel, y apretó los puños, intentando controlarse-. ¡Tú no sabes nada de mí ni por qué hago todo esto! ¡¿Tú crees que a mí me gusta quitarle cosas a la gente que se las ha ganado honradamente?! ¡No, no me gusta! Pero si no lo hago… -se calló en el último momento, y chasqueó la lengua-. Mira, déjalo, ¿de acuerdo?
-Hum. Por ahora. Pero quiero irme a casa.
-No puedo dejarte ir.
-¡No le diré nada a nadie!
-Me estás mintiendo. Y sobre todo ahora, que sabes que soy un monstruo, ¿no? –Contestó con tono irónico, pero se recompuso al momento, adoptando un tono de súplica-. No puedo.
Y se fue sin más. Danielle se apoyó en la pared, intentando aguantar las lágrimas.
En el cap. 19...
"-Las señoritas no deben llorar –cruzó las piernas para estar más cómodamente, y frunció el ceño-. Siempre creen que están más guapas con la cara llena de lágrimas, pero no es verdad –la miró sonriente-. La mayor belleza de una mujer es una sonrisa.
Danielle alzó las cejas ante las palabras del niño."