martes, 5 de julio de 2011

Capítulo 34

Ya por la tarde, los amigos de Axel habían llegado a su casa, impacientes por saber quién era la muchacha. Estaban sentados en el sofá, bebiendo una taza de té, mirando a Axel.
-¿Y bien? –preguntó Hunter.
-Vale. Es una joven.
-Vale, pero queremos más.
-Tiene diecisiete años, si no me equivoco, y… bueno…
-¿Pero habéis… ya sabes…?
Axel alzó las cejas cuando entendió a qué se refería.
-¡Oh, no, por Dios! Nathan, es menor.
-¿Y? ¿No te parece algo excitante estar con una menor?
Axel lo fulminó con la mirada, y sacudió la cabeza.
-Nathan, a veces me pareces un enfermo –le soltó Stephen, y suspiró.
-Anda que sois…
-¿Entonces eso es todo? –Hunter frunció el ceño-. ¿Qué vino aquí para pasar unos días y ya?
-Sí, exacto.
-¿Podemos verla al menos?
-¡No! –Axel se levantó-. No, no. Imposible. Esto… muchachos, tenéis que iros. Tengo que… encargarme de muchas cosas.
-¿Pero no vienes con nosotros a la taberna? Vamos, ¿acaso no te acuerdas ya de Bridget, la camarera que no paraba de mirarte? –Nathan sonrió.
-Ahora no es ella la que tengo precisamente en mente.
-Ya, claro. Pues ten cuidado, ya sabes que el roce hace el cariño.
Axel puso los ojos en blanco y los acompañó a la puerta.
-¿Entonces cuándo quedamos?
-Hum… Después de pasado mañana estoy libre.
-Bien, entonces. ¡Hasta dentro de tres días!
-Hunter, espera.
Mientras los otros dos empezaban a irse ya, Hunter se quedó un momento.
-¿Tú… guardas los planos de las casas que diseñas?
-Por supuesto. Por si acaso me acusan de algo que he hecho mal o así… y que no me juzguen, claro.
-¿Tú no tendrás por casualidad los planos de la mansión de la señora Brown? De cuarenta y pico de años, bastante adinerada…
-Por supuesto.
-¿Me los traerías por la tarde?
-No hay problema. Hasta luego.
Y los tres recorrieron el césped hasta el portal principal, yéndose.
Axel suspiró cuando cerró la puerta. Menos mal que se habían ido. Subió las escaleras.
Mientras, en la habitación de invitados dónde dormía Danielle, ésta estaba acostada en su cama, mirando al techo, con el corazón frenético y su mente llena de pensamientos sobre Axel.
Comprendía perfectamente lo que le estaba pasando. Pero no quería reconocerlo.
Entonces Max entró en el cuarto. Al verla acostada, se sentó a su lado, y Danielle se irguió, mirándolo con sorpresa y una sonrisa.
-¿Te pasa algo? –le preguntó el niño.
-¿Hum? No, Max, no… te preocupes –suspiró.
-Te pasa algo. Se te nota en los ojos.
-No, yo… hum… Es que yo…
-¿Es sobre Axel verdad?
-Sí.
-Cuéntame, anda. Te prometo que no se lo diré. Seré una tumba.
Danielle le sonrió otra vez, y le acarició la mejilla. Volvió a suspirar, y miró hacia la ventana.
-Creo que… ¿pero seguro que no se lo dirás?
-Prometido.
-Vale –respiró hondo-. Creo que estoy enamorada de Axel. Bueno, no lo creo. Lo sé.
Max se quedó con la boca medio abierta.
-Guau. Bueno, en realidad ya me lo olía.
-¿Cómo que…?
-Sí. Pasáis mucho tiempo juntos. Estaba claro.
Danielle asintió débilmente.
-Gracias por escucharme, Max.
-De nada. Soy un niño, pero no soy tonto.
Ambos se abrazaron, pero lo que ninguno sabía era que Axel había escuchado absolutamente todo detrás de la puerta.