Ya por la tarde-noche, Ethan había llegado a su casa.
Y le sermoneaba a su padre.
En la sala, mientras éste último leía el periódico y apuntaba notas, su hijo no paraba de hablarle.
-¡Papá! ¡Todavía no me creo que hayas dejado que Danielle desapareciera! ¡¿Es que no lo entiendes?! ¡¿Qué vas a hacer?!
-Ay, hijo, calla. Estoy intentando descubrir el paradero de la muchacha. No me presiones. Además, que sólo ha pasado un día. Tranquilízate. No le pasará nada.
-¡¿Y cómo lo sabes?! ¡¿Y si está muerta?! ¡¿Y si…?!
-¡Dios, Ethan, cállate! Ya sé que te gusta la joven, pero no hay por qué ponerse así.
Ethan se ruborizó violentamente.
-No… no me gusta.
-Hijo, se te nota a cien millas a la redonda. Ya podrías ser como el joven Axel, tan educado y amable.
-¿Axel? ¿Quién es?
-Pues un muchacho que ayer estuvo a punto de robarte a tu amiga.
-¿Qué… qué quieres decir?
-Estuvieron bailando casi toda la noche –revisó sus apuntes-. Y se notaba que Danielle babeaba por él –rió-. Esta juventud… Si no te das prisa, me parece que te vas a quedar sin ella. Bueno, cuando la encontremos, claro.
Ethan se cruzó de brazos.
-Y… ¿me puedes decir dónde vive?
-¿Hum? ¿Para qué?
-Me gustaría conocerle.
-Oh, pues aquí está su dirección –le tendió una hoja con una calle escrita-. Es una casa enorme. Creo que cuando la veas, ya sabrás que es esa.
-Vale, gracias papá.
Mientras, Gina fue hacia el despacho de Axel, enfadada.
-Señor.
-¿Sí, Gina?
Al mirarla, ésta se ruborizó ligeramente, pero seguía implausible.
-La muchacha, que no desea comer todavía –Axel alzó las cejas.
-¿Cómo? Pero si lleva desde ayer sin comer.
-Ya, pero no quiere.
El joven suspiró, se acarició el mentón exasperado y se levantó.
-Gracias, Gina. Ya voy yo. Intentaré hablar con ella.
Le sonrió y salió de la habitación. Gina suspiró.
Axel recorrió el pasillo, subió las escaleras y fue directamente hacia la habitación donde dormía Danielle.
Petó en la puerta, y abrió sin siquiera escuchar el asentimiento. Pero cometió un grave error.
Danielle lanzó un grito y se tapó rápidamente con su vestido todo lo que pudo.
Axel se quedó con la boca medio abierta.
-¿Estás… desnuda? –preguntó un poco confuso.
-¡Me estaba cambiando! –Danielle se ruborizó muchísimo-. ¡Pero deja de mirarme! ¡Vete! ¡Lárgate!
-Lo siento –y cerró rápidamente.
Axel se apoyó en el marco de la puerta sonrojado, muerto de la vergüenza. Le costaba respirar, y el corazón le latía frenético.
Gina apareció por allí, y al verlo en ese estado, se alarmó.
-¡Dios mío, señor, ¿está bien?! ¿Qué ha pasado?
Axel la miró, todavía exhausto.
-¿Em? –Sacudió la cabeza-. Oh, eh… na… nada, absolutamente… nada.
-No lo parece.
-Ya, bu… bueno, estoy… estoy esperando –carraspeó-. ¿Puedes ir a ver cómo está Max?
-Claro…
Aunque todavía no estaba segura, se marchó.
Axel colocó las manos detrás de la espalda, se volvió a apoyar en la pared y echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, pensativo.