-Danielle, no quiero que quedemos así. Por favor.
Danielle apretó los labios, y miró al suelo.
-¿Así cómo?
-Ya sabes, no quiero que te hagas la tonta conmigo.
-Mira, Axel…
-¡¡Señor Alexander!!
Ambos se giraron hacia la voz femenina y un pelín infantil perteneciente a una muchacha rubia, muy voluptuosa y de rostro dulce, de ojos azules brillantes y una sonrisa blanca y perfecta.
La hija del conde. Danielle sintió un pequeño ramalazo de celos.
-Señorita Jones –Axel la miró sorprendido. La joven rodeó su brazo con los suyos.
-¡Te estaba esperando! ¿Cuándo ibas a volver?
-Disculpe, pero ahora mismo estaba hablando con la señorita Gilbert…
La muchacha rubia miró a Danielle, y entrecerró los ojos.
-Ah. Bueno, ¿pero vendrás ahora?
-Sí, por supuesto.
-¡Estupendo! ¡Entonces te espero! –se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla a Axel.
Danielle se mordió el interior de la boca para no soltar alguna obscenidad. Luego la joven se fue, así que Axel se volvió hacia ella.
-¿La hija del conde? Qué pasa, ¿es que te gusta jugar con los corazones de las muchachas?
-Danielle, por favor, sabes que no es eso. Perdóname, te lo ruego.
-No puedo.
-Sé que no le dijiste nada al jefe de policía. Eso dice algo.
-No dice nada. No seas ridículo. Yo no…
Axel se inclinó, acercándose al oído de Danielle, y susurró:
-Gracias. Te lo agradezco mucho.
Cuando se separó, ambos se miraron, y Axel sonrió.
Entonces Danielle lo perdió todo, su orgullo, sus pensamientos, el color de sus mejillas, su fuerza de voluntad… su indiferencia, ante esa sonrisa.
El corazón se le disparó con fuerza, mientras sentía un enorme cosquilleo en el estómago. Quería que Axel volviera a acercarse tanto a ella, pero en vez de a su oído, quería que se acercase a su boca…
-Entonces, ¿me perdonas?
Danielle sacudió la cabeza, sumida completamente en sus pensamientos.
-Claro… -contestó mientras lo observaba con ojos enamorados.
Axel sonrió ampliamente, y la besó en la mejilla, contento.
-Lo único que podía hacerme feliz esta noche era tu perdón.
-¡¡¡¡¡¡Aaaaxeeeeeeel!!!!!! –gritó otra vez la muchacha rubia desde lejos.
Axel suspiró, poniendo la mirada en blanco, le guiñó un ojo a Danielle y se dirigió hacia la joven.
Danielle tragó todo el contenido de su vaso, y se sirvió otra vez. Y otra. Y otra, hasta que no pudo más…