-No. Definitivamente no.
-Iré contigo quieras o no.
-Si no le dejé a Gina venir conmigo, a ti tampoco.
-Sabes que lo haré –se cruzó de brazos, con el ceño fruncido.
Axel suspiró y se levantó otra vez.
-Danielle, arriesgo mucho como para hacer también de tu niñera. Por favor, quédate aquí.
-No. También quiero ayudar a Max. Y no pienso quedarme de brazos cruzados mientras tú arriesgas el pellejo y pudiendo dejarlo solo en los pocos… Bueno, ya sabes.
-Has salido en todos los periódicos de Londres. Todo el mundo te podría reconocer y llamar a tus padres. Y al ver que estás conmigo, ya sabes lo que pasaría.
Danielle apretó los labios, pero no se dejó convencer.
-Por favor, por favor, Axel, por favor… -hizo un puchero, y el corazón de Axel se derritió un poco.
Finalmente suspiró y se acercó a ella.
-Está bien –miró al techo, y luego otra vez hacia sus ojos-. Pero harás todo lo que te diga, y si hay que hacer algo peligroso, me dejas a mí…
Danielle sonrió emocionada, y sin poder evitarlo le dio un rápido beso en la mejilla, un abrazo, y empezó a saltar.
-¡Gracias, gracias!
Axel se llevó una mano, inconscientemente, hacia la mejilla dónde había recibido el beso. Danielle lo miró.
-Vale que no me guste robar. Es más, lo aborrezco y todo el que se dedique a ello también. Pero si es para ayudar a un niño que lo necesita, no tengo ningún problema en ello.
-Ya –carraspeó él inexpresivo-. Bueno, de acuerdo. Iremos dentro de una semana más o menos. Tengo que asegurarme de que la mujer no esté en casa cuando vayamos. No podemos arriesgarnos a ir de día, así que vamos por la noche.
-Bien. No te fallaré.
Axel asintió, y Danielle se fue corriendo del despacho hacia la habitación de Max.
Después, el joven se apoyó de espaldas al escritorio, mirando hacia la puerta por dónde ella había salido, y se llevó una mano al pecho. El corazón le latía más rápido de lo habitual. Y él estaba confuso ante eso.
Por la noche, cuando todos se hubieran ido y Axel estaba a punto de acostarse después de arropar a Max en su cama, volvió a escuchar los gritos.
Alarmado, corrió, sin vacilar, hacia la habitación de Danielle, que gritaba otra vez en pesadillas.
Sin embargo, esta vez no gritaba por las dos causas de las otras noches, sino por la pérdida de alguien, ya que gritaba que ese alguien, por favor, que no se fuera. Aunque Axel no supo de quién. Volvió a arrodillarse al lado de la cama, y acarició la mejilla de la muchacha.
-Danielle… venga, Danielle, no pasa nada…
Ella abrió los ojos, entre lágrimas, y al verlo allí con ella, agradecida, se abrazó a su cuello, y lloró en silencio. Axel la consolaba con caricias en el pelo y palabras tranquilizadoras entre susurros. Parecía funcionar.
-No te vayas, por favor. Tengo mucho miedo… -suplicó ella.
Entonces Axel se levantó, todavía con ella abrazada a él, y se tendió a su lado en la cama.
-Tranquila, no me voy. Estoy aquí, ¿ves? –la besó brevemente en la frente para que lo creyera-. No me voy. Puedes dormir tranquila. Yo te protegeré.
Danielle asintió despacio y cerró los ojos bajo la protección de los hábiles brazos de Axel.