domingo, 17 de julio de 2011

Capítulo 38

*Aunque no lo creáis, por cada comentario me arrancáis una sonrisa...


A las seis de la mañana, Danielle no podía dormir. Habían llegado a casa a las cinco, pero aún así era incapaz. Estaba sentada en su cama, con las piernas cruzadas, pensando en que había sido cómplice de un robo. Pero se había sentido tan emocionada… Y Axel le había dado su primer beso…
Entonces escuchó el chirrido de su puerta abriéndose. Miró hacia allí, y Axel apareció por ella. Entró, cerrándola detrás de él, y se apoyó en ella, con los brazos cruzados. Todavía seguía vestido, pero sin el chaleco, con la blusa entreabierta y las mangas remangadas hasta los codos. Danielle sintió morirse al verlo de esa manera tan inusual y rebelde.
-Tenemos que hablar –dijo él severo.
-¿Sobre qué? –aunque ella ya lo sabía.
-Lo que pasó en la fiesta no significa nada, ¿me oyes? Sólo fue para que nos dejasen en paz.
Danielle apretó los labios, y rehuyó su mirada. Ya se había imaginado que para Axel sería una más, pero aún así, que se lo dijera directamente, dolía. Tragó saliva para aguantar las lágrimas que amenazaban con derramarse.
“No lloraré. No delante de él.”
Axel se dio cuenta. Suspiró.
-Perdóname, Danielle. No es por lo que crees. Yo… oí que le decías a Max que me amas.
Danielle abrió mucho los ojos, quedándose con la boca medio abierta.
-¿Có… cómo?
Se quería morir de la vergüenza. Él asintió.
-Oh, Dios mío.
-No puede ser, Danielle –respiró hondo-. Ese beso fue un tremendo error. Yo lo sé, y tú lo sabes, aunque no quieras admitirlo. Y no podemos seguir así.
-Pero Axel, ¿por qué…?
-Eres una chica maravillosa, Danielle. Guapa, lista, inocente y fuerte. Pero yo no soy el chico adecuado para ti.
Danielle se levantó de la cama, furiosa.
-Claro, yo soy la chica perfecta, y sin embargo no quieres estar conmigo. ¿Qué pasa, que sólo soy una más del montón? ¡Pues no te lo creas tanto!
-No es por eso. Yo por mí… Bueno, pero no puede ser, principalmente porque si en otra ocasión que vayamos juntos nos atrapan, en vez de proteger mi propia vida, protegeré la tuya. Y eso para mí es malo. Y que conste que viceversa. Si me atraparan a mí, estoy un noventa y nueve por ciento seguro de que vendrías a ayudarme. ¿Me equivoco? –Danielle no contestó-. Me lo imaginaba. Además está el hecho de que yo tengo veintidós años, y tú sólo eres una cría de diecisiete.
-Tampoco somos tan diferentes de edad…
-Créeme, lo somos. Sólo tenemos dos opciones. O dejas de venir conmigo a cometer estos delitos…
-¡¿Y dejar que te atrapen?! ¡No, me niego a no ir!
-… o te vas.
-¿Qué?
-Que ya es hora de que te vayas, Danielle. No puedo retenerte aquí toda tu vida. Tus padres deben de estar muy preocupados.
Danielle empezó a llorar, y corrió hacia Axel abrazándolo con fuerza.
-¡No! ¡No quiero irme, Axel! ¡¡No quiero, no me hagas esto!! ¡No quiero volver a casa!
-¿Pero tú te estás oyendo? Danielle, que no estás en una casa de verano. Estás secuestrada –dijo despacio-. ¿Es que no lo entiendes?
-¡No, no lo entiendo! ¡Porque a mí esto no me parece un secuestro! ¡No me voy! ¡Quiero estar contigo! –sollozó.
La apartó de sí por los hombros, y la obligó a mirarlo.
-Escúchame. Danielle, mírame. Hey, mírame. Bien, escucha. Debes volver a casa. ¿Tú sabes lo que es que un hijo desaparezca así por las buenas? ¿No sabes cómo deben de estar tus padres de preocupados? Yo si Max fuera secuestrado, me volvería loco.
-Pero Max es tu hermano, no tu hijo.
-Max es como mi hijo. Lo he criado como tal. Y de todos modos daría igual, ya sabes a lo que me refiero. Por favor, vuelve a casa.
-Claro, y ahora me pedirás que no le diga a nadie quién eres, ¿verdad?
-Eso es decisión tuya. Yo no debo meterme. De todos modos, no sabes cómo me odio ahora mismo por estar echándote de casa, pero ambos sabemos que la vida se basa en los sentimientos, y ni tú ni yo podremos evitar que el roce entre los dos nos enamore. Por eso tiene que acabarse. Lo siento.
Y se fue de la habitación. Danielle, llorando, se sentó en la cama otra vez, sin dormir en toda la noche.