domingo, 29 de mayo de 2011

Capítulo 30

Max se había levantado, eufórico, de la cama, y se había ido en dirección a la habitación de Axel, pero éste no estaba. Entonces fue a la de Danielle.
En efecto, ambos estaban allí, abrazados y durmiendo como niños pequeños. Max sonrió, entró en el cuarto y se subió a la cama. Axel abrió los ojos, entrecerrados, y lo miró.
-Max, ¿qué estás haciendo? –le preguntó con la voz ronca por el sueño.
-Yo también quiero un abrazo –le contestó entre pucheros.
Danielle también se había despertado, y lo miraba con una sonrisa. Se soltó de Axel, y tendió las manos hacia el pequeño.
-Ven.
Max fue rápidamente hacia ella, y se tendió entre ambos. Axel volvió a cerrar los ojos después de bostezar, pero entonces se dio cuenta de que se había quedado dormido otra vez con Danielle. Y el problema era que se estaba acostumbrando.
Se levantó rápidamente, pero se le enrollaron las sábanas entre las piernas.
-¡Cuidado! –gritó Danielle.
Justo cuando iba a caerse de espaldas contra el suelo, se apoyó en el extremo de la cama con un pie y dio una voltereta hacia atrás en el aire, deshaciéndose de la tela y cayendo de pie.
Danielle y Max lo miraron con la boca abierta. Éste último lo señaló con el dedo.
-Pe… pero… ¿cómo has…?
Entonces escucharon, en el piso de abajo, el repiqueteo de unas llaves en la puerta principal.
-¡Hola! –dijo la anciana voz de Dina.
Axel miró al niño con los labios apretados.
-Corre, ve a desayunar con Dina –Max seguía mirándolo anonadado-. ¡Corre!
El pequeño asintió y salió corriendo de la habitación, lanzando una última mirada desde la puerta a Axel.
Danielle lo volvió a mirar.
-Vale, creo que ahora entiendo por qué nunca te pillan.
-Me alegro –contestó poniendo los ojos en blanco.
La joven miró a Axel con recelo. Era la primera vez que le escuchaba utilizar el sarcasmo. Éste suspiró.
-Lo siento. Es que… le he metido en la cabeza a Max de que soy patoso, y esto… Quiero que siga pensando lo que no soy en realidad –suspiró-. Bueno, vístete rápido.
-¿Por qué? ¿Me vas a dejar ir por fin a mi casa?
-No –le sonrió, y salió del cuarto.
-Bien, porque creo que ya no quiero irme… -murmuró tan bajo que apenas se escuchó a ella misma.
Axel volvió a aparecer con un pantalón negro y una camiseta de manga larga blanca, y los dejó encima de la cama. Danielle lo miró con el ceño fruncido.
-¿Ropa de hombre? –Abrió mucho los ojos-. ¡No pensarás cambiarte aquí, delante de mí, ¿verdad?!
Axel rio, y se cruzó de brazos, divertido.
-Nunca. Voy a entrenarte.
-¿Entrenarme?
-¿Sabes utilizar una espada? ¿Has usado algún arma alguna vez? ¿Has montado a caballo? ¿Sabes esquivar ataques? ¿Sabes luchar? ¿Puedes moverte sigilosamente? ¿Eres capaz de vestirte rápido? ¿Aguantas corriendo durante una hora?
-Esto… no.
-Pues eso. Vístete con esto. Te espero en el jardín trasero.
Y se fue. Danielle miró la ropa, la cogió con las manos y suspiró.
-Anda que ponerme ropa de hombre… Hasta dónde llega mi dignidad.