Me dirigí a la ventana. Dejé al bebé sentado en el suelo y la abrí rápidamente. Estaba un poco lejos, pero podría…
Toqué al niño en un brazo y paré el tiempo. De este modo él no se vería atrapado en él. El bebé movió la cabeza de un lado a otro para ver qué había cambiado, y alzó las manos interrogante, formando con la boca una pequeña “o”.
¡¡¡Qué monada!!!
No, Alex, éste no es el momento. Pero aún así era muy cuco. Me volví a la ventana, y respiré hondo. Serían unos cuatro metros.
Suspiré. La única forma de salir sería volando.
Iba a sacar mis alas, pero me di cuenta de que rompería la camiseta, y no me haría ninguna gracia.
Entonces vi el cuchillo que estaba encima de la mesa, el que iba a usar Leo para matar al precioso bebé. Lo cogí, y éste se asustó, pero le tranquilicé con una sonrisa.
Volví a dejarlo allí, metí los brazos por las mangas cortas y le di la vuelta a la camiseta. No me gustaría que me viera en ropa interior.
Luego cogí el cuchillo e hice unos cortes lo suficientemente grandes para que cupieran perfectamente. Me volví a ponerla bien. Sentía el aire de la ventana en la espalda.
Apreté los puños y saqué mis enormes alas.
¿Cabrían por allí? Sí, seguro. Eran bastante flexibles. El niño aplaudió al verlas, y se miró las suyas.
Lo cogí en brazos, me subí al marco y me senté, de modo que mis piernas estuvieran colgando por fuera y mis alas todavía estuvieran dentro del despacho. Con una maniobra, me colgué con una mano y con la otra agarraba al bebé. Entonces me pregunté si sería capaz. Había dado clases, claro, y me había salido finalmente, pero ahora estaba tan temblorosa y nerviosa que me daba la impresión de que me iba a caer… Pero entonces me solté y empecé a volar.
Por el esfuerzo, el tiempo volvió otra vez a seguir. Podía ver a los alumnos del internado desde arriba que nos miraban y se quedaban con la boca abierta. Luego visualicé a Vicky, a Max y a Al, también boquiabiertos. Bajé un momento, cayendo de pie, y ellos corrieron hacia mí bajo las miradas de todos.
-Chicos, escuchadme, me tengo que ir. Lo siento mucho. Pero os prometo que volveré.
-Pe… pe… pero… -balbuceó Vicky.
Le di un rápido abrazo, y sonreí a Max y Al, que se quedaron mirando mis alas.
-No os preocupéis.
-¿Y quién es él? –preguntaron señalando al niño.
-Es… bueno, ahora no os puedo explicar.
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Alex!!!!!!!!!!!! –gritaron Jack y Leo desde la ventana del despacho.
Tragué saliva sonoramente, me despedí y salí corriendo. Alcé las alas y volví a volar otra vez.
No dejaría que tocaran al bebé.