martes, 9 de noviembre de 2010

Capítulo 42

Pasé al pequeño despacho, y en efecto había un teléfono. Descolgué y marqué el número de su móvil.
Tardó un poco, pero me lo cogió.
-¿Sí? –contestó algo apático.
Abrí la boca para hablar, pero el saber que Jack estaba al otro lado… El corazón se me desbocó, y sentí un estremecimiento por la espalda. Tuve que apoyarme en el escritorio.
-¿Quién es? Mira, si esto es una broma ahora mismo no tengo…
-Jack –dije-. Soy yo, Alex.
Ahora el que se quedó callado fue él.
-Alex. ¡Alex! ¡¿Dónde estás?! ¡¿Tú sabes lo preocupado que me tienes?! –paró un momento de hablar, y sentí cómo apartaba el teléfono de él-. (…) ¡Sí, es ella! (…) ¡Pero dejadme hablar! –volvió a acercarlo-. Lo siento, es que tienes a Leo como loco. Y hemos llamado a… bueno, a Christopher…
-¡¿Christopher?! ¡¿Ese idiota está ahí?! Ah, no, por ahí no paso. Voy a colgar.
-¡¡No!! ¡¡Espera!! ¡Por favor!
¿Me estaba suplicando? ¿Jack?
-Está bien –dije.
-Mira, Alex, por favor, vuelve. De… de verdad que no lo aguanto más. Porque –suspiró-, de verdad, si te pasase algo… aparte de destrozar todo lo obvio, me destrozarías a mí por dentro.
Me quedé muda. ¿Ahora se estaba declarando por teléfono? ¿Estamos locos?
-Bueno, pues haberlo pensado antes de querer matar a Derek.
-¿Derek? ¡¿Quién es Derek?!
Reí para mis adentros.
-¿Celoso?
-Yo no estoy celoso. Es sólo…
-Tranquilo. Derek es el bebé que queríais acuchillar. Lo llamé así por… bueno, por ponerle un nombre. Todo el mundo se merece uno. Ah, por cierto, he encontrado a dos hermanos en la carretera.
-¿Hermanos?
-Sí, David, un adolescente quejica y Nicole, una niña con preguntas raras.
-¿David? No habrá intentado nada, ¿verdad?
Puse los ojos en blanco aún sabiendo que no me vería.
-Sí, ha intentado ligar conmigo. ¿Y? ¿Qué más te da?
-Pues…
De repente escuché un ruido sordo detrás de la puerta cerrada.
-¿Qué ha sido eso?
-No lo sé. Voy a ver.
Con el teléfono aún en la mano, bajé del escritorio y abrí la puerta. Lo que vi me dejó con la boca abierta. Los hombres que estaban antes sentados en un grupo en la mesa del fondo tenían acorralados a los pocos presentes que había allí.
-Esto… Jack, tengo que dejarte.
-¿Qué pasa?
-Problemas.
-¡¿Problemas?! ¡Alex, no hagas nada estúpido!
-Tú tranqui. Que yo me las arreglo. De todos modos…
-¡¡Alex, no, espera...!!
Pero colgué. Dejé el teléfono, me trisqué los nudillos y salí del despacho. Los ahora seres se volvieron hacia mí, e hicieron una mueca mientras me señalaban.
Yo me crucé de brazos y sonreí.
-¡Hola!