Axel llegó al portal de su casa, y la abrió con las llaves. Pero al lado, en el buzón, había una carta. La cogió, y al cerrar la puerta, se volvió para ver la casa. Debía decir que era extremadamente grande, con enormes parcelas y jardines. Pero todo lo que le rodeaba tenía un peligroso precio.
Y una razón, pues si fuera por él, con una modesta casa le hubiera llegado. Pero esto lo hacía por otra persona que para él lo era todo.
Casualmente, justo en frente de la puerta, mientras Axel subía la pequeña cuesta hacia ella intentando abrir el sobre, se encontró con un caballo completamente negro, dirigido con una correa en el hocico por un hombre de mediana edad, y que traía en su lomo a un pequeño jinete.
El niño, sonriendo por el paseo, giró la cabeza hacia el jardín delantero y vio a Axel.
Lanzando un gritito de alegría, le pidió al hombre que le bajara de la bestia, y al dejarlo en el suelo, el pequeño salió corriendo hacia su hermano mayor, que éste último sacó las manos de los bolsillos del pantalón y le abrazó, cogiéndolo en brazos.
-¡Ash! ¡Te eché mucho de menos! –gritó el niño abrazándolo por el cuello.
-Max –Axel sonrió-. Yo también te eché de menos, peque.
Max sonrió ampliamente, dejando entrever sus pequeños dientes de leche, y cuando Axel lo cogió con un solo brazo, apretándole contra su costado, el niño se fijó que en la otra mano agarraba un sobre.
-¿Qué es eso?
Axel alzó la mano, y le enseñó la carta medio abierta.
-Pues no lo sé. Iba a abrirla ahora mismo. Pero me da la impresión de que ya sé qué es.
-¿Y qué es?
El joven cogió el papel del sobre con una mano, pues con la otra agarraba al niño, y leyó lo que ponía. Era una invitación a la cena del señor Jackson, conocido por todo Londres por ser un hombre bonachón, y el vecino más adinerado.
-Pues… una invitación a una fiesta.
-¡¿A una fiesta?! ¡¿Y… y… y puedo ir?!
-Aquí pone que ambos estamos invitados, así que sí.
-¡Iré a una fiesta de mayores!
Axel sonrió.
-Sí, pero recuerda, ante todo educación, Max.
El niño asintió enérgicamente, y Axel le dejó en el suelo. Le cogió de la mano y fueron hacia la casa.
-¿Te apetece tomar un helado? Le pediremos a Gina que nos lo prepare.
-¡¡Sí!!
Axel miró de reojo el sobre que sostenía. Menuda suerte. Le habían invitado a una casa dónde estaría llena de gente, y de un hombre extremadamente rico. Era el momento para empezar a planear.