martes, 12 de octubre de 2010

Capítulo 34

Al final, cansada, aterricé en un camino del bosque. El niño miraba los árboles y los pájaros con extrema curiosidad. Todo le llamaba la atención. Me pregunté cómo habría acabado aquí. ¿Sería por mi culpa?
Y ahora que lo pensaba… ¿cómo se llamará?
-Hey, dime, ¿tienes nombre?
-Gugu…
Se rió él solo. Yo también me reí.
-Bueno, entonces te pondré yo un nombre. Emm… ¿sabes? Siempre me ha gustado el nombre de Derek, así que… ¡Hola, Derek!
Derek aplaudió feliz, lanzando débiles grititos enérgicos. Las alas le aleteaban rápidamente.
Volví a sonreír, lo cogí en brazos y empecé a caminar por el sendero.
Después de una hora más o menos andando, Derek se había quedado dormido. Me pregunté si tendría frío con sólo unos pantaloncitos, aunque también estaba abrazado por sus propias alas y mis brazos.
A lo lejos, vi una enorme figura peluda que deambulaba al final del camino. Tragué saliva asustada, pero luego pensé. ¿De qué tenía que temer?
Fruncí el ceño, apreté la mandíbula y seguí andando, hasta colocarme detrás de él. El lobo, suponía, enorme se volvió despacio al sentirme, gruñendo. Al ver mis alas y mi cara, dejó de gruñir y retrocedió unos pasos. Y se sentó en el suelo, dejándome paso.
Le sonreí, me incliné levemente para saludarle mientras él hacía lo mismo y proseguí mi camino.
Me preguntaba cuántos seres fantásticos habría en el mundo. Supuse que infinitos, y de todo tipo. Luego salí del bosque, y me encontré con una carretera. Suspiré. Ya estaba casi lejos de aquel terrible lugar. Con cuidado, hice desaparecer mis enormes alas, y luego miré a Derek, todavía dormido. Nada podía hacer con las suyas. De todos modos no se notaban mucho.
En un punto de la carretera empinada, había un coche parado, y un hombre, una mujer y una niña pequeña fuera de él. Era rubita y tez pálida. El hombre hablaba por el móvil nervioso mientras la mujer le gritaba, y la niña estaba un poco apartada de ellos, abrazándose a sí misma mientras se fijaba en un pájaro que había en la rama de un árbol. Luego reparó en Derek y en mí. Nos miró con los ojos verdes muy abiertos, y al ver las alitas de Derek también abrió la boca. Le sonreí, y puse un dedo en mis labios indicándole que no hiciese ruido. ¿Sabría ella cómo podría llegar a la ciudad? Por preguntar…
Le indiqué con la mano que se acercara. La niña asintió, miró a sus padres que no se dieron cuenta de mi presencia y seguían discutiendo, y vino hacia mí.
Me arrodillé, y ella se colocó de cuclillas.
-Hola. ¿Quiénes sois? –preguntó sonriendo.
-Mira, ahora no tenemos tiempo. Hay un… chico muy, muy malo que quiere venir a por nosotros. Y debemos llegar a la ciudad cuanto antes. Me preguntaba si tú sabrías… cómo llegar.
La niña se había quedado mirando cómo dormía Derek, pero se enteró de lo que yo quería.
-Sí que sé. Puedo ayudaros –sonrió.
-¿En serio? Bien. Entonces dinos las indicaciones.
Negó con la cabeza.
-¿No? Pero me acabas de decir…
-Sí, pero quiero ir con vosotros.
-Pero tus padres…
-Esos no son mis padres.
Fruncí el ceño extrañada.
-Está bien. Ya hablaremos en el coche. Tenemos que robarlo.
La niña vaciló unos momentos, pero al final se encogió de hombros.
-Sí.
Respiré hondo, y nos dispusimos a ingeniar un plan.