martes, 26 de octubre de 2010

Capítulo 37/38

*Buuuufff... lo siento muchísimo ^^'' Últimamente el tiempo no me da para nada, pero os prometo que intentaré ir a vuestros blogs cuanto antes y renovar también ^^
Y... hum... también quería anunciar de la prueba 2 de la Symkana, para los que todavía no se hayan enterado o quieran participar en ella ^^
Ya sabéis, este es el blog: http://sinfoniadepiano.blogspot.com/
Y para participar, aquí: http://sinfoniadepiano.foroactivo.net/symkana-f28/prueba-2-la-cancion-t50.htm Hay que registrarse para participar, por cierto ^^''

Hum, aquí os paso dos capítulos, por las molestias:


Capítulo 37

Derek abrió sus ojos azules. Desconcertado, primero miró a la ventana, y luego a Nicole. Empezó a llorar como loco.
-¡Hey! ¡Tranquilo!
-¡Derek, estoy aquí! –dije.
Al reconocer mi voz, Derek paró de llorar y me miró. Sonrió. Suspiré, pero sentí movimientos atrás, en el asiento. Por el rabillo del ojo pude ver como David bostezaba, se frotaba los ojos y se sentaba.
-Hey, mamá… ¿cuánto falta…? –Miró a su lado-. ¿Nicole?
-¡Aquí! –dijo ésta.
David la miró asombrado, y luego miró detrás de mí.
-Eh… ¿qué haces ahí? ¿Y tú…? ¡Tú no eres mi madre! ¿Qué está pasando aquí?
-No, no lo soy –dije.
-¿Y quién…?
Me giré un poco para verle mejor. Él se quedó embobado mirándome con la boca abierta, y se ruborizó al momento. Apartó la mirada.
-Esto… -balbuceó.
Yo miré a la carretera y Nicole miró hacia él.
-¡A David le gustas, Alex! –rió.
Yo sonreí.
-Me alegro. Bien. Nicole, cuéntale lo que pasa.
-¡Sí! Mira, David, ésta es Alex, y éste –le enseñó el bebé- es Derek.
Derek lo miró con el ceño fruncido.
-Qué bien. ¡¿Pero quiere alguien explicarme de qué va todo esto?!
-A ver. Ellos dos están escapando de un chico muy malo. ¡Son ángeles, David, ángeles de verdad!
David primero la miró desconcertado, y luego con sorna.
-Te están tomando el pelo.
-¿Qué…?
-¿Perdona? –salté yo-. ¿Tienes alguna prueba de que esté mintiendo? ¿Acaso no has visto las alas del niño? Mira, chaval, sólo porque tengas las hormonas revolucionadas y un humor de perros típico de cualquier adolescente no te da derecho a hablarle, primero, así a tu hermana. Y a mí muchísimo menos llamarme mentirosa. Que te quede claro. Sino paro el coche aquí mismo y te dejo tirado en la cuneta.
Sentí cómo tragaba saliva sonoramente, y se encogió en su asiento.
-¿Y nuestros padres?
-Tirados –respondí.
Él abrió mucho sus ojos verdes.
-¿Estás hablando en serio?
-Siempre.
Apretó la mandíbula.
Después de todo, tan mal no había ido.

Capítulo 38


-Bueno, ¿ya llegamos? –preguntó David acostado en el asiento trasero del coche, con las manos cruzadas detrás de la cabeza.
-No… -respondí.
-¿Ya?
-No.
-¿Ya?
-¡Que no!
Miré de reojo a Nicole y a Derek. Nicole estaba dormida con la cabeza apoyada en la ventana, agarrando con suficiente fuerza a Derek, que también volvía a dormir.
-¿No tienes de esas cosas electrónicas para jugar?
-¿Cómo? Ah, ¿te refieres a la PSP o la DS?
-Sí, eso.
-No me apetece jugar.
Chasqueé la lengua.
-¿Puedo saber cuántos años tienes? –me preguntó mientras se volvía a sentar.
-Diecisiete.
-Vaya. Yo también, bueno, casi. Me faltan dos meses.
-Qué bien.
Sinceramente me importaba muy poco su vida. La única vida que me importaba en ese momento era la de Derek.
-Y… ¿estás saliendo con alguien?
Puse los ojos en blanco. ¿Era una broma?
-Mira, chaval. Ahora mismo no. Pero tampoco tengo intención, ¿vale? –Pasé una curva de la carretera, y suspiré al ver por el espejo retrovisor la decepción en sus ojos-. Mira, lo siento. No… si supieras quién soy no querrías salir conmigo. –Susurré para mí.
-¿Dijiste algo?
-No.
-¿Y se puede saber cómo es que tienes el carné de conducir?
Apreté los labios, y carraspeé.
-Oh, no. Oh, no, no, no. No lo tienes, ¿verdad? ¡¿Pero qué pasa si nos pilla la pasma?! ¡¿Estás loca?!
-La “pasma” significa policía en tu argot, ¿verdad? –puso los en blanco-. Bueno, pues tranquilo, no habría problema.
-¡Venga ya!
-Eres un poco pesado, ¿sabías? Ojalá fueras un perro o algo para que te estuvieras quieto.
Se incorporó en el asiento y apoyó su barbilla en el de su hermana, mirándome fijamente.
-Cariño, yo puedo ser lo que tú quieras y cuando quieras –y me guiñó un ojo.
Suspiré con hastío, puse los ojos en blanco y miré por mi ventana. Luego otra vez a la carretera.
-Siéntate bien, porque como frenemos…
-Tranquila, sé perfectamente…
Pero se vio interrumpido por un frenazo mío. Salió disparado hacia delante, chocando contra el cristal. Nicole se despertó, al igual que Derek.
-¿Qué ocurre? –dijo soñolienta.
-¡Ay! ¡¿Pero por qué has hecho eso?! Oye, que si querías darme una lección… ¿Qué pasa? –dijo David al ver mi cara horrorizada, y miró por el parabrisas. Lanzó una leve exclamación-. ¡¿Qué puñetas es eso?!
Una especie de felino negro, pero con alas de murciélago, unos colmillos que le sobresalían notablemente de la parte superior de la boca y unas garras amenazadoras estaba a unos pocos metros de nosotros, en medio de la carretera. Miré sus ojos, y exhalé una exclamación.
No tenía pupilas. Y lo peor de todo es que estaban llorando sangre.
Se me revolvió el estómago, Nicole se puso a llorar y David se quedó con la boca abierta.
-Madre mía.
El bicho buscaba algo con la mirada, hasta que miró el coche. Se quedó mirando el interior dónde estábamos nosotros, y cuando sus extraños ojos se posaron en mí, lanzó un grito ensordecedor y empezó a correr hacia nosotros.
-¡Haz algo! –Me gritaron los dos a la vez-. ¡¿Pero qué vamos a hacer?! ¡Nos va a…!
-¡¡Callaos!! –exclamé-. ¡Si gritáis no soy capaz de pensar!
Se callaron, y suspiré. Miré a Derek, que se había quedado embobado mirando al monstruo. De modo que lo reconocía. No sabía si era una buena o mala señal.
Realicé un cambio de marchas y pisé el acelerador.
-¡Vamos directos hacia eso!
-¡Ya lo sé, no estoy ciega!
Avancé hasta estar a unos pocos metros, y giré pasando por su lado. El bicho derrapó, se volvió y empezó a seguirnos.
Miré por el espejo retrovisor, pero no había nada. ¿Dónde estaba?
De repente, el monstruo se echó encima del capó del coche, y yo frené.
-Mamá nos va a matar –comentó David con cara de póquer.
-¡¿Pero qué es lo que quiere?! –preguntó Nicole ignorando a su hermano.
-A mí –dije secamente.
Ambos me miraron despacio.
-¿A ti? ¿Y por qué?
De repente se me ocurrió algo.
-¡Cogedme del brazo!
-¿Cómo?
-¡Ya!
Ambos me tocaron el brazo.
-¡Nicole, haz que Derek también!
Asintió nerviosa, cogió con la otra mano la de Derek y la puso en mi muñeca. Cerré los ojos, y justo cuando el monstruo iba a romper el cristal del parabrisas, detuve el tiempo.