Capítulo 43 (J)
Cuando Alex colgó, me quedé mirando el móvil alelado.
-Jack, ¡¿qué pasa?! –preguntó Leo mientras se mordía una uña-. Te estás poniendo pálido. ¡¿Le pasa algo a Alex?! –miró a Christopher, el cual se encogió de hombros mientras negaba con la cabeza. Me volvió a mirar-. ¡Jack!
Guardé el teléfono y apreté la mandíbula.
-Puede que Alex, ahora mismo, esté en verdaderos problemas. Me voy a buscarla.
-Espera. Ya la están buscando…
-¿Y tú has visto algún resultado? No, ¿verdad? Puedo encontrarla antes yo sólo que todos esos idiotas juntos.
Leo se calló. Me dirigí a Christopher.
-Dime dónde está.
-No lo sé con seguridad –dijo severo-. Pero puedo decirte que está en un recinto apartado de la ciudad. Una cafetería, tal vez. Pero no estoy seguro…
Entonces me vino una idea.
-Ya sé dónde está –dije con el ceño fruncido y una sonrisa triunfal.
-¿Entonces…?
-Voy allá.
Salí del despacho de Leo corriendo y me fui del colegio. Me subí al todoterreno, arranqué y me dirigí al lugar en el que estaba un noventa y ocho por ciento seguro de que ella estaba allí.
(A)Los hombres se convirtieron en una especie de zombies… viscosos… y asquerosos. Sin duda. Las personas “sanas” o “normales” que había allí estaban tiradas e inconscientes en el suelo.
-Bien –di una palmada, aún así estaba asustada-. ¿Qué os parece si lo hablamos más detenidamente… tomando un café o algo?
Los seres se miraron perplejos. Vi a David y a Nicole dormidos, pero Derek… ¿dónde estaba Derek?
Los zombies hicieron un ruido extraño, como el de una especie de engranajes de un reloj. Me puso los pelos de punta. Se fueron acercando poco a poco a mí. Como no me quedaban fuerzas para nada, el tiempo transcurría normal, vamos, que no podía alterarlo. Y eso me ponía nerviosa. Sacudí la cabeza, pero estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de que los seres estaban prácticamente a mi lado. Intenté escabullirme, pero uno me cogió de los brazos y me ataron con una cuerda, dejándome inmovilizada con los brazos pegados a los costados.
-¡Hey, hey, venga, hablemos! ¡No… no hagáis eso! –me quejé.
Apretaron la cuerda.
-¡Aaayyyy! ¡Brutos! ¡Estoy segura de que si…!
Pero mi intento de conversación fue interrumpido por la aparición de una sombra en la puerta del local. Tragué saliva. No esperaba nada bueno.
-Bien hecho, chicos.
Capítulo 44
La sombra se fue haciendo visible a la vez que entraba en el local. Al final era un chico, pero no normal. Vestía solamente unos pantalones negros, sin camiseta e iba descalzo. También estaba pálido, y su pelo caía en mechones por su cara, completamente liso y rojo, como fuego. La verdad es que parecía suave. Tenía los brazos cruzados.
-Vaya, alteza, al parecer todo ha salido bien–dijo como si fuera un robot, sin sentimiento en la voz.
-¿Perdona? Que yo sepa…
Entrecerré los ojos, y me fijé mejor en sus rasgos físicos. Me recordaban a…
-Derek… -susurré.
Intenté deshacer el nudo de la cuerda que me rodeaba, pero era incapaz.
Sonrió levemente.
-Sí, Alex.
-¿Pe… pero cómo…? ¿Tú…? ¡Eras un bebé! ¿Cómo…?
-Me transformo. No es tan difícil.
Me sentí completamente traicionada. Jack tenía razón, tenía que haber dejado que lo mataran.
-Venga, sacadla de aquí.
-¡Espera! ¿Qué… qué… qué champú usas? Porque de verdad que tienes un pelo pero precioso, en serio… -y esto, señores, son mis patéticos intentos de distracción.
Me miró incrédulo. Pero luego rió un poco. Se volvió hacia la puerta, y yo me quedé con la boca abierta. Tenía una cicatriz en forma de V en la espalda.
-Tú… ¿te quitaron… te quitaron las alas? ¿Por qué?
-Por rebelarme. Por eso ahora sirvo al Diablo.
-Pero cuando eras un niño, las tenías…
-Una ilusión. No te creas todo lo que veas. Y no te fíes de cualquiera, aún siendo un crío. Sabiendo quién eres.
Unas lágrimas aparecieron por mis ojos. ¿Cómo pude ser tan estúpida…?
-Quieres… tú quieres volver a llevarme…
-Por supuesto. No voy a hacerte daño, Alex. Te aseguro que nunca dañaría a mi señora, pero tengo que llevarte de vuelta.
-¡No! ¡No quiero!
Me revolví, pero era imposible. Derek (o como se llame en realidad) se fijó en Nicole, la única niña del sitio. Frunció el ceño, y la señaló con la cabeza. Un ser la cogió.
-¡Eh! ¡Soltadla! ¿Qué vas a hacer?
-Bueno… tú sabes que a mí servir a la gente… supongo que no es lo mío. ¿Sabes qué es un sacrificio?
Me horroricé. Sabía perfectamente qué quería hacer.
-¡¡No!! ¡Espera! ¡No puedes hacer eso! ¡Es una niña!
Los ángeles caídos podían volver a ser humanos si realizaban un sacrificio a su señor. Preferiblemente una niña o mujer, y, por supuesto, deben ser humanas. Pero debía ser la humana indicada.
-¡No lo hagas! ¡Piensa que…!
Pero negó con la cabeza y abrió la puerta, saliendo por ella. Los seres empezaron a arrastrarme mientras yo daba patadas al suelo y al aire hasta afuera.
Y justo cuando Derek abrió un portal, una sombra enorme que emitía un rugido ensordecedor se acercaba a nosotros.