lunes, 1 de noviembre de 2010

Capítulo 39/40

Capítulo 39

Todo congelado. Todo menos nosotros.
-¿Qué…?
-¿Por qué está todo gris? –preguntó Nicole asustada.
-Paré el tiempo –dije rápidamente, mirando fijamente la garra que estaba separada de mí por el cristal-, y ahora debemos irnos.
David lanzó una carcajada nerviosa.
-¿Es una broma? Imposible. No se puede parar el tiempo.
-Vale, pues digamos que yo soy el tiempo. ¿Te vale eso?
Di marcha atrás, dejando caer al suelo el bicho en la misma posición, un tanto extraña ahora tendido.
-Parece un cubito de hielo –comentó Nicole.
-Sí, pero sin el hielo –terminó David.
Puse los ojos en blanco. Frené y salí del coche.
-¡¿A dónde vas?! ¡No nos dejes aquí!
Chasqueé la lengua cuando vi que salían.
-Va a ser sólo un momento. Quiero tirarlo. Bueno, primero matarlo, y luego tirarlo.
-¿Ma… ma… ma…?
Miré a David con las cejas alzadas.
-Ah, sí, es que es un cagado. Le da miedo la sangre –dijo Nicole.
Se rió, y yo bufé.
-Qué bien. Nos vas a hacer tanta falta…
David apretó los labios, y se cruzó de brazos. Me acerqué al bicho.
-¿Tienes una navaja? –dije sin apartar la vista de él.
-¿Navaja? No.
Suspiré, y me acerqué a un árbol que había por allí. Arranqué una rama afilada en la punta, y se la clavé en el corazón.
David se desmayó, cayendo al suelo. Nicole y Derek se le quedaron mirando.
-Este… ¿qué hacemos con él?
Puse los ojos en blanco.
-No tiene mucho aguante, ¿eh? Y eso que todavía no empezó a sangrar. Bien, deja a Derek en tu asiento y ayúdame a subir a tu hermano al coche.
Ella asintió, dejó a Derek en el coche y me ayudó a meter a David dentro.
-Jo, pues podríamos dejarlo aquí… -comentó.
-Sé que en realidad no quieres eso.
Ella me miró, pero yo ya estaba tirando por el acantilado al monstruo. Lo arrastré y cayó. Me limpié las manos y le indiqué con la cabeza que subiera al coche.
-Vamos.
Nos subimos y empecé a conducir otra vez.

Capítulo 40 (J)

-No pudimos encontrarla, director –dijo Charlie mientras suspiraba.
-¿Y qué vamos a hacer ahora? –Se lamentaba Leo-. ¡Si le pasara algo…!
Por la ventana de su despacho, vi a un coche todoterreno aparcar en la puerta principal.
-¿Y ése…? –pregunté con el ceño fruncido.
Leo se acercó a la ventana, y de repente le brillaron los ojos.
-¡Es él!
-¿Él? ¿A quién…? –Caí en la cuenta-. Christopher.
-Exacto. Con él la encontraremos al momento.
Sonrió emocionado, y todos bajamos hasta la puerta. Los alumnos ya se habían ido a sus casas, por lo que prácticamente estaba todo vacío.
Salimos afuera, dónde primero bajó el ángel guardián de Christopher, y luego bajó él.
Fruncí el ceño. Estaba cubierto por una capa negra, ocultándole el rostro y el cuerpo. No era como me lo imaginaba.
-¡Christopher! –Saludó Leo-. Cuánto tiempo.
-Y que lo diga, señor Leonardo.
Se bajó despacio la capucha, y pude ver cómo era en realidad.
Tenía más o menos la misma edad que Alex. Sin embargo, dónde Alex tenía el pelo liso y rojizo, él lo tenía rubio y rizado. Los ojos eran del mismo color blanco y extraño que ella, claros y grandes. Y de tez pálida, con finos rasgos en el rostro. Como los de ella…
Sonrió, saliéndole unos hoyuelos en las mejillas, e hizo una pequeña reverencia.
Quizá él y Alex no tuvieran el mismo padre, pero sin duda… la madre no podía ser diferente. No estaba seguro si ellos lo sabían.
-Bien. ¿Sabes cuál es…?
-Por favor, sé perfectamente lo que debo hacer. El ángel del tiempo no es rival para mí. Puedo encontrarla rápido. No hay ningún problema. Sin duda salió rebelde.
-Y que lo digas… -suspiró Leo.
-No se preocupe.
Cerró los ojos, inhaló una bocanada de aire y se concentró. Luego los abrió, pero sólo entrecerrados. Los ojos le brillaban como si fuera purpurina.
-Acaba de… está en una carretera, pero no consigo… ver exactamente en cual… sin duda conduce un coche, y alguien la acompaña.
-¿Te refieres al bebé demonio que…?
-No, aparte.
-¿A… aparte? –Leo se tornaba pálido.
-Sí, aparte. Está acompañada por humanos, pero no consigo ver sus rostros…