-No sé que hacer más, lo siento, pero es que tampoco es que colabore mucho... -dijo mi profesor en el pasillo, hablando con mis padres.
Me había cansado. De todo. Supongo que sufría depresión, y creo que sé el motivo.
-Bueno, gracias de todos modos. -dijo la voz ahogada de mi madre.
-Lo siento de veras. -y escuché pasos que bajaban por las escaleras.
Alguien petó en mi puerta. Eran ellos. No dije nada, como siempre. Aún así, entraron, acercándose a mi cama. Yo estaba acostada mirando hacia el otro lado. Una mano cálida me acarició la mejilla, pero yo la aparté un con movimiento de cabeza.
-Esto... cielo... ya llevas cinco días así... ¿por qué? -no dije nada.
-Mira -empezó mi padre- ¿qué te parece si... si te viene a visitar alguien?
Un rayo de esperanza me recorrió todo el cuerpo. Me volví y les miré a los ojos. No, no hablaban de Drake. Sabía de qué estaban hablando, y era un rotundo no. Negué con la cabeza y me volví otra vez, cerrando los ojos.
-Pero el psicólogo puede ayudarte... -volvió a decir mi madre, ahora creo que sollozaba. No quería comprobarlo.
Increíble, un loquero. Ni de broma. Volví a negar con la cabeza.
-Pero es muy bueno, un hombre que... -decidí hablar de una vez.
Hacía mucho que no habría la boca.
-Si os gusta tanto, ¿por qué no vais vosotros? -me volví hacia ellos.
Sonreían. Supongo que cren que eso es un paso, pero para nada. Lo hice sólo para que se callaran.
-¡Pe... pero...! -cerré los ojos y ya no quise saber nada más.
Desde que Alex me dijera que Drake tenía problemas de respiración y había perdido mucha sangre , según dijo el médico, ya no quería saber nada más. Todo por mi culpa. Desde ahí ya no volví a hablar. Sólo hablaría con él. Pero eso no va a pasar. Estoy totalmente segura...
Me desperté de mi ensueño cuando sonó el timbre. El loquero. Genial. Mis padres acudieron rápidamente abajo para recibirle. Después de unos minutos subieron. Ellos se quedaron en la puerta, y el psicólogo entró y cerró la puerta. Era rubio, con gafas, y traía una libreta y un boli. Al verme sonrió, pero no muy convencido.
-¡Bueno! ¿A quién tenemos aquí? ¡Qué niñita tan guapa!
Vete a la porra.
-¿Puedo coger la silla?
No. Aún así la cogió, la puso al lado de la cama y se sentó.
-Bien, a ver... Dime, ¿qué te pasa? Tus padres no saben el motivo de tu... esto... ¿preocupación? -tenía un fuerte acento francés.
Me volví mirando hacia la pared y cerré los ojos mientras derramaba algunas lágrimas. Por suerte, el loquero no lo vio.
-¿No te gusta hablar, eh? Pues... ¿te gusta escribir? -mis límites.
-Si, pero me parece que tú vas a dejar de hacerlo como no te largues de mi habitación. -dije enfadada.
-¿Cómo? -me levanté de la cama, cogí un cojín y se lo tiré.
-¡¡Largo!! -el hombre se levantó, abrió la puerta, pasó al pasillo y la cerró.
Nunca en la vida había sido tan brusca ni maleducada con alguien, pero en estos momentos me sentía tan furiosa... Volví a acostarme en la cama, otra vez llorando, pensando si Drake me olvidó, si tendría otra novia y que ya no sería mío nunca más...