Vaya... sábado. No podré ver a Drake en el colegio, y aún por encima tampoco podré verle por la tarde por tener clase de violín... Qué mala suerte. Y mi madre no quiere que falte a ni una clase. De todos modos se lo pediré. Bajé las escaleras hasta la cocina donde estaba mi madre desayunando, raras veces la veía por la mañana.
-Hola... -dije algo asustada.
-¡Oh, hola cariño! ¿Qué haces levantada tan temprano? -dijo y luego mordió un trozo de la tostada.
-Esto... verás... ¿po-podría faltar hoy... a clases? -entonces se atragantó- ¡¿Estás bien?! -me dirigí hacia ella y le di unas palmaditas en la espalda.
-¡¿Como?! ¡¿A tus clases de violín?! ¡No! ¡Rotundamente no! ¡Hoy es el primer día que asistes!
-Pe... pero es que... por una vez que falte...
-¡Pero te podrías perder algo importante! No, tienes que ir. Además, ¿por qué no quieres? ¿No tendrás vergüenza, no?
-No, no es eso. Verás... es para... para ir a ver a un amig... -vacilé, ya que a ella los chicos no le inspiran confianza- una amiga.
-¿Una amiga? Pero podrás ir a verla mañana. -no iba a decirle que "la" echaba muchísimo de menos y mucho menos que no quiero separarme de "ella" ni un momento, a saber lo que pensaría... No tenía nada qué hacer...
-Está bien... Vuelvo a cama. Hasta el mediodía. -dije sin ganas.
-¡Chao! -y subí a mi habitación. Me acosté otra vez en la cama y empecé a llorar sin remediarlo. No soportaría sin verlo ni un día... Y me quedé dormida.
Después de toda una mañana insufrible y llena de ansiedad, llegó la hora de ir a la clase. Cogí el maletín del violín y me fui. Pasé por el parque, y no había nadie, seguramente porque hacía frío, y por un reflejo, miré la hora en el reloj de mi muñeca. ¡Era tardísimo! Qué raro en mi. Empecé a correr a toda velocidad, pero entre la tristeza, el peso del violín y pensando en que estaría haciendo Drake... me tropecé contra una piedra y me di de bruces contra el suelo. A continuación escuché pasos detrás mía que venían hacia mi. Me levanté y me senté. Cuando alcé la mirada, se me cortó la respiración. ¡Era Drake! ¿Pero qué hacía aquí? Con cara de total preocupación y asustado, se arrodilló, me cogió la cara con las manos y me preguntó.
-¡Claire! ¡¿Estás bien?! ¡¿Te has hecho daño?! -me miró la frente- ¡Estás sangrando! -pero yo no le escuchaba. Me quedé embobada mirándole. Llevaba unos jeans con una camiseta y un abrigo negro. Nunca le había visto tan guapo... Negué con la cabeza para despertar, y al final le contesté.
-Eh... si, pero tranquilo, solo es un rasguño. -intenté levantarme, pero una presión en el tobillo me lo impedía. Drake se dio cuenta, me volvió a sentar y me lo examinó.
-Madre mía, está hinchado. Ven, que mi casa está cerca. -de repente, pasó una mano por mi espalda y la otra por debajo de mis rodillas, y me cogió en brazos, mientras yo sostenía el maletín.
-¡No, espera! Tengo que ir a las clases, sino...
-¡Pero no puedes ni andar! Hoy será mejor que no vayas. -abrí la boca para protestar, pero él me besó, y ya no pude hacer nada más. Al final me llevó hasta su casa. Pero no había nadie. Seguramente su familia había dado un paseo. Al llegar me sentó en su sofá y fue a coger algún desinfectante. Cuando volvió me asusté por los dos botes que trajo. Uno era alcohol y otro agua oxigenada. Al verme sonrió.
-Elige uno. -y me alzó los botes para que eligiera.
-Esto... hombre, preferiría ninguno -le dije todavía asustada.
-Venga, quiero que eligas uno, hazme el favor. -miré hacia sus profundos ojos azules y de me fueron todos los pensamientos, pero volví en mi cuando dijo- Venga, alcohol.
-¡¡¡No!!! ¡¡Agua oxigenada!! ¡¡Quiero agua oxigenada!! -sonrió satisfactoriamente, lo hizo a posta... Cerré los ojos preparando a que me escociera, pero solo noté leves punzadas. Cuando los abrí, él ya estaba cerrando el bote.
-Listo. ¿Ves como no era para tanto? -suspiró- Dime, ¿qué voy a hacer contigo? -yo me encogí de hombros ruborizada, y él me acarició la mejilla y luego me besó. Pasamos la tarde mirando la tele, yo abrazada a él, y él a mi. Cuando llegó la hora de que mi madre llegaba a casa, me sobresalté e intenté ponerme en pie, pero no pude. Me dolía demasiado. Drake me cogió otra vez en brazos, pero yo negué con la cabeza.
-No... no pasa nada. Puedo ir yo sola hasta casa...
-No, ni hablar. Te acompaño. Es casi de noche, y tú no estás en condiciones de andar.
-Pero... -intenté protestar otra vez, pero él negaba con la cabeza.
-No hay peros que valgan. -me volvió a coger en brazos, pero yo le paré.
-Vale, pero voy andando. -él asintió a regañadientes. Cogí mi maletín, pero quiso llevarlo él, y nos fuimos a mi casa. Al llegar, Drake tocó el timbre todavía sosteniéndome por la cintura. Estaba aterrada. ¿Qué diría mi madre al verme con un chico que me agarra y con un corte en la frente? Se pondría histérica. De repente la puerta se abrió.