viernes, 2 de julio de 2010

Capítulo 9

A medianoche, me desperté y me entró sed. Pero no de agua. Llevaba tanto tiempo sin tomar sangre que cada vez me dolía más la garganta. ¿Habría en la cocina?
Me levanté de la cama, salí de mi habitación descalza, cerrando la puerta con cuidado para no despertar a Vicky y me volví hacia el pasillo. A los lados estaban las puertas de los demás alumnos, y al fondo… todo oscuro. Todo.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Empecé a caminar despacio, con la mano tocando la pared por si acaso, y me topé con las escaleras. Iban hacia arriba y abajo. Sin duda las de arriba eran para ir a las habitaciones de los guardias, y luego seguían hasta una de las torres del colegio.
Bajé las escaleras, y después de un largo camino llegué a la cocina. Busqué de arriba abajo para ver si encontraba aunque fuera un poco, pero no había nada. Derrotada, salí de allí y volví hacia las escaleras, pero cuando pisé un escalón de piedra con el pie desnudo sentí una horrible presencia fría detrás de mí. Me volví rápidamente, pero no había nadie.
Asustada, subí rápidamente las escaleras, y al llegar hasta arriba, me quedé parada. Otra vez esa sensación, y aún por encima el corredor estaba completamente negro. Tragué saliva, y empecé a caminar despacio.
Pero a mitad del camino se me aparecieron dos fantasmas. Eran dos niñas gemelas, de diez años, que tenían una muñeca cada una.
Pero esto qué era, ¿El resplandor?
Aunque mi chiste me levantara un poco el ánimo, todavía seguía temblando.
-¿Quieres venir con nosotras? Nos lo pasaremos muy bien –dijo la de la derecha.
Negué con la cabeza mientras retrocedía. Las niñas se acercaban cada vez más a mí.
-Ven… ven con nosotras, Alex… ya verás qué divertido…
-¡No!
Quería correr hacia mi cuarto, pero ellas me lo impedían, así que subí las escaleras y me dirigí hacia la habitación de Jack. Ya que era mi protector, debía serlo para todo, ¿no?
Y qué mejor momento que este.
Las niñas me seguían, levitando, y yo entré en el cuarto, cerrando de un portazo.
Jack, al sentir el ruido, se incorporó enseguida y se levantó. Llevaba el pelo despeinado y los ojos somnolientos.
-¿Qué haces aquí?
Yo me coloqué detrás de él, mirando a la puerta.
-¿Qué…?
-Calla –repliqué.
Ambos esperamos a que pasara algo, pero ya no hubo más ruido.
Suspiré, abrí la puerta despacio y miré a los lados. No había nada. Me relajé.
-¿Ahora me vas a explicar qué es lo que pasa?
-Nada, que al parecer me he convertido en la nueva prota de El resplandor.
-¿Qué?
-Olvídalo. Emm… -coloqué las manos detrás de la espalda-. ¿Puedo… pedirte algo?
-¿Qué te ayude a escalar más árboles? –dijo con sarcasmo.
-No, que me acompañes a mi habitación.
Resopló.
-No jorobes que te da miedo la oscuridad.
-No, eso no es lo que… Por favor…
Me miró a los ojos durante algunos segundos, y luego desistió.
-Está bien.
Ambos salimos de su habitación, y mientras caminábamos, yo no me separaba de su lado. Si tenía que pasar algo, primero que cobrara él.
-¿Quieres que te coja de la manita como los niños pequeños?
-Antes muerta.
Se echó a reír. Idiota.
-Ah, por cierto. Hoy no viniste a practicar. Ni tampoco fuiste a las clases de la tarde.
-No, no me apetecía. Espera, ¿y cómo sabes que no fui a las clases de la tarde?
Sonrió como un estúpido.
-¿No sabes quiénes son tus profesores siquiera?
Me quedé a cuadros. ¿Daba clases?
-¿Y qué asignaturas das?
-Bueno, pues matemáticas, filosofía y biología. Todos los guardias damos algunas clases.
-¡Pero si sólo eres dos años mayor que yo!
-Pero sé más que tú también, así que…
-Oh, genial.
Llegamos a mi habitación.
-¿No me vas a dar ni las gracias?
-¿Gracias por qué? Sólo me has acompañado hasta mi habitación.
-¿Y lo de antes? ¿Lo del árbol?
-Nadie te pidió tu ayuda.
Sonrió y se fue sin decir nada más. Entré en mi habitación, pero antes volví a vigilar mis espaldas, ya que podían estar espiando.
Vale, dejaré de tomar esa bebida tan rara.