martes, 20 de julio de 2010

Capítulo 13

A medianoche, otra vez, me desperté. Y me levanté. Esta vez no era por sed, sino porque me daba la impresión de que en el pasillo había algo…
Abrí la puerta, salí, la cerré y me volví hacia el corredor oscuro. Avancé unos pasos hacia la oscuridad, y de repente un fantasma se me apareció delante.
Esta vez era un niño, pero no llevaba nada en las manos. Me sonreía, pero no como las niñas de ayer, sino con dulzura. Se sentó en el suelo, y apoyó la cara en las manos.
Me coloqué delante de él, también me senté y le sonreí.
-¿Quién eres? –pregunté.
-Me llamo Tom. Es un placer, Alex.
-¿Cómo sabes mi nombre?
-Oh, todos te conocen. El tiempo pasa para todos, ¿no crees? –se rió-. Pero ahora en serio. Debes de tener cuidado. Muchas personas matarían por tenerte en su poder, o simplemente tener tu poder. He venido aquí para darte este comunicado.
-¿Quiénes eran las niñas de ayer?
-Ah, las gemelas. Son muy traicioneras, pero ignóralas. Sólo saben hablar. Bueno, y cuéntame, ¿tienes pensado volver a irte?
-Pues… esto…
-Era broma.
Me reí. Empezamos a hablar, hasta que me di cuenta de que eran las seis de la mañana. Me despedí de Tom y volví a la cama.
Por la mañana, al sólo dormir dos horas, apenas pude levantarme. Vicky tuvo que tirar de mí.
-Vamos… -dijo con esfuerzo-. Venga… ¡levanta!
Me cogía del brazo y tiraba de él. Al final me tiró de la cama. Me levanté y bostecé. Y otra vez. Y otra.
-Dios mío, Alex. ¿Qué estuviste haciendo anoche? ¿Tú te has visto la cara?
Fruncí el ceño y me miré en el espejo. Tenía unas ojeras horribles. Bufé, me vestí torpemente, me coloqué la mochila a la espalda y ambas salimos de la habitación.
En clase de Lengua, a media clase, con el guardián del ángel de la tierra como profesor, me quedé dormida.
-Vaya, vaya, vaya. ¿Con que te aburren los escritores del siglo XX? ¿Puedes decirme alguno al menos?
El profesor estaba a mi lado, y yo sin enterarme. Me erguí, y me puse a pensar, pero tenía la mente en blanco.
-Emmm… pues… si te digo la verdad… ahora mismo no…
El guardián suspiró derrotado y prosiguió con la clase.
Y en la hora de comer, me senté en la mesa con Max, Vicky y Al, pero apenas probé bocado.
Los guardias vigilaban el comedor, como siempre, y en un momento dado Jack me buscó con la mirada, y frunció el ceño al verme con las ojeras y tan adormilada. Habló con el profesor de Lengua, o sea, el guardián ese, y le contó algo. Luego volvió a mirarme preocupado.
Yo me eché una cabezadita. La verdad no me apetecía hacer nada.