Jack reaccionó rápidamente, recorrió la rama y me cogió en el vuelo. Al segundo, me vi colgando en sus manos, pero hacía demasiado esfuerzo y a mí me daba la impresión de que pronto nos caeríamos.
-Haz… que… desaparezcan… -murmuró.
-¿Q… qué?
-¡Tus alas! ¡Pesan demasiado!
Cerré los ojos y de repente sentí una gran ligereza en la espalda. Y sin duda él también, porque ahora sin casi ninguna fuerza me levantó por los codos y me colocó a su lado, apretándome contra su pecho. Yo temblaba una barbaridad por el susto, y no lloré de milagro.
Cuando me di cuenta de que ese imbécil me estaba abrazando, me separé enseguida de él.
Me miró extrañado.
-Ya te dije que no quería que me tocaras.
Puso los ojos en blanco, se encogió de hombros y me ayudó a bajar del árbol.
Mientras me iba de allí, escuché a los demás guardias aclamar a Jack, llamarlo “el amo” o “eres un crack”. Bufé. No duraría mucho.
Entré en el colegio y subí las escaleras hasta mi habitación. No me apetecía ir a las clases de la tarde. Pero allí ya había alguien, porque la puerta estaba abierta. Dentro me encontré a Vicky con sus cosas, y una gran sonrisa apareció en mi rostro.
-¡Al final te vienes! –grité.
Ambas nos abrazamos y empezamos a saltar.
-¡Claro que sí! ¡Estoy tan ilusionada! Es que verás, soy nueva, y todo esto es muy diferente para mí… y estar sola en una habitación no me hacía ninguna gracia, y además de que la gente de aquí es tan intimidante…
-Ya lo sé. Pero no te preocupes, ¡porque yo no soy como ellos! –Dejé de saltar, y ella también-. Pero… vas a perderte las clases de esta tarde.
-Oh, por eso no te preocupes. Hay más todos los días –ambas reímos.
-Ven, que te ayudo.
Acabamos de desempaquetar todo lo suyo hasta la noche.
Luego bajamos a cenar y nos fuimos a dormir.