lunes, 16 de agosto de 2010

Capítulo 21 (J)

Cuando abrí la puerta para irme, casi todos los alumnos que había detrás cayeron a mis pies.
Se levantaron rápidamente.
-Esto… nosotros nos vamos.
Los ciento y pico de alumnos se fueron. Sacudí la cabeza y me dirigí a la habitación de Alex.
Primero peté, y después de oír un “¡Pasa!”, la abrí y entré.
Vicky estaba sentada al lado de Alex, cada vez más pálida y sin vida, que le acariciaba la frente.
-Vicky, ¿te importaría… dejarnos hablar a solas?
Ésta miró a Alex preocupada, pero asintió y se fue.
Alex se incorporó con cuidado, apoyándose en el respaldo de la cama, y me miró con una sonrisa.
Me quedé completamente mudo. Nunca me había sonreído cuando me veía aparecer. Siempre me miraba con cara de asco.
Me senté a su lado, y fruncí el ceño.
-Esto… Alex. Te vas a poner bien.
-¿De… verdad…?
Dios, pobrecita. Apenas podía respirar.
-Sí. Si bebes sangre, te pondrás bien.
-Pero… tú me… dijiste… que no… debía beberla…
-Lo sé, pero… no… Si no quieres morirte dentro de dos días como mucho, será lo mejor.
-Entiendo… ¿Y… quieres decirme algo más? Te veo… inquieto.
-Sí. Emmm… -buf, qué difícil-. Yo… esto… dejaré de protegerte.
Esto le sentó como una patada en el estómago, y pude notarlo porque recuperó un poco de color en la cara, abriendo mucho los ojos.
-¿Qué… quieres decir… con eso…?
-Tú me odias. Quieres verme muerto y demás y… pero eso no es la cuestión. Tu vida es demasiado delicada, y yo soy, por así decirlo, muy bruto. No puedo… Lo siento.
Me levanté, pero ella me retuvo cogiéndome por el brazo.
-No… ¡No! ¡No te odio! Bueno, sí, un poco. ¡Pero eres el… mejor guardián que… he tenido en toda mi vida! ¡No quiero que te… separes de mí, por favor!
Empezó a llorar. A mí esto me rompía el corazón en mil pedazos.
-¿Sabes cuántos guardianes habrán desistido conmigo? ¡Dieciséis si te cuento a ti! ¡Pero eso… no es lo que… me preocupa! Tú eres…
Su voz se cortó por los sollozos.
-Alex, nos veremos todos los días. Sólo que ahora yo no te cuido. Será Charlie.
-¡No!
Me incliné y la besé brevemente en la frente.
-Chao. Que tengas suerte.
Metí las manos en los bolsillos del pantalón y salí de allí. Ver esto… en serio, era peor que el mayor dolor físico que alguien pudiera tener. Si no que me lo digan a mí.