viernes, 13 de agosto de 2010

Capítulo 20 (J)

Los alumnos curiosos, por la tarde, se habían arremolinado en la puerta de la sala de profesores. Querían saber por qué nosotros y el director estábamos tan nerviosos.
El director se paseaba de un lado a otro. El sudor le resbalaba por la frente, y hablaba muy rápido.
-No podemos seguir así. Tenemos que curarla.
-¡No me digas!
-¿Y qué pasaría si se parara el tiempo? ¿Dolerá?
Y más estupideces que yo apenas podía soportar escuchar.
Estaba apoyado en el marco de la puerta, mirando por la ventana mientras los demás discutían la mejor forma de curar a Alex. Por la ansiedad, me entraron ganas de fumar.
Busqué en uno de los bolsillos de mis vaqueros, saqué la cajetilla y el mechero, cogí uno y lo volví a guardar.
Lo encendí y le di una calada.
-¡Bueno! ¡A ver, por favor! –Gritó el director entre el gran bullicio-. ¡Escuchad… escuchadme!
Ni caso, todo el mundo seguía discutiendo. Le di otra calada.
-¡¿QUERÉIS ESCUCHARME DE UNA MALDITA VEZ?!
Todos nos volvimos hacia él, sorprendidos.
-No podemos permitir que pase otra vez lo mismo que le ha ocurrido a una de nuestras alumnas la otra noche –miró hacia mí mientras yo tiraba la ceniza del pitillo por fuera de la ventana-. Así que… es perfectamente comprensible lo que debemos hacer.
Después de la tercera calada, casi –aunque parezca increíble- me había atragantado con el humo.
Le miré despacio.
-No.
-Jack, sé que estará en mayor peligro, pero no tanto como ahora. Como mucho le quedarán dos días de vida, hasta que la esfera se agriete más y se rompa completamente. Si bebiera la sangre que le hace falta, recuperaría fuerzas, tanto mentales como para volver a controlar el tiempo a su gusto como para poder levantarse de la cama sin dar un paso y caer al suelo. Lo necesita. Eso sí, necesitará muchísima mayor protección. Esta vez los fantasmas podrían ir a peor. A mucho peor. Y no hablo sólo de los fantasmas, sino también de vampiros, licántropos, brujas… De todo.
Suspiré, le di una última calada al pitillo y lo tiré por la ventana. Me reincorporé y me crucé de brazos.
-Me estás pidiendo mucho. Al principio, había creído que proteger a la mismísima hija de Lucifer sería… no sé, inimaginable. Algo maravilloso. Ahora… sinceramente, y aunque todavía sigo temiendo por la vida de esa niña… y no sólo porque si se muere ella el tiempo se parará, no estoy seguro de seguir con esto.
El director me miró desconcertado, como todos los demás.
-¿Lo… lo vas a dejar? ¿Vas a abandonar la vida de Alex de tus manos para encargársela a otro?
-Eso… es lo que he dicho. De todos modos ella me odia con toda su alma. Incluso ya no sé cuántas veces me ha repetido que ojalá me muriese. Esto sólo le alegrará el día.
-¿Estás seguro de ello? ¿Segurísimo?
No, le hubiese querido decir. Para nada seguro. Es más, quisiera seguir a su lado apoyándola y protegiéndola hasta que me muriese, pero estaba claro que yo no servía para esto.
-Es demasiado difícil para mí. Si pudiera proteger a un ángel sagrado, por así decirlo, más normalito…
-Está bien. Y quizá eso sea lo mejor. No es por mal, Jack, pero casi la atrapan una vez. No podemos volver a permitirlo. Charlie –dijo dirigiéndose al guardián del ángel del agua-, por favor, a partir de ahora te encargarás de la seguridad de Alex. Y tú Jack, de Yina.
¿Ésa no era la chica que nunca me quitaba ojo en el gimnasio?
Charlie asintió con una sonrisa.
-No se preocupe. La protegeré con mi vida si hace falta.
¡Eso se suponía que tenía que hacerlo yo! ¡Proteger a Alex con mi vida!
¿Pero por qué me vienen estos pensamientos ahora cuando ya había dicho que no quería protegerla? ¿Qué me ocurría? ¿Acaso eran… celos?
-¿Y tú, Jack? ¿Estás de acuerdo?
-Emm… ¿qué? ¡Oh! Sí, sí. Protegeré a Yina… No hay ningún problema…
-Bien, entonces, Jack, ve a anunciarle a Alex la noticia, y lo que pensamos hacer para curarla. Supongo que a ti te escuchará.
Sí, claro… A mí me escuchará.