Todos los alumnos se encontraban en el comedor, extrañados porque los guardianes no hubieran dado clase ese día.
Y yo estaba castigada. Genial.
Charlie no se despegaba de mí, pero a pesar de que era él mi guardián, Jack tampoco me quitaba ojo. Incluso podría decir que ocupaba su atención más en mí que en Yina.
Y sorprendentemente, eso me agradaba. Quería demostrarle a Jack de lo que era capaz.
El problema es que desconocía la razón. ¿Será esto a lo que llaman “amor”? No, no creo. A mí me caía mal él. Lo odiaba. O eso pensaba.
En su clase de filosofía, me quedaba colgada mirándole. Incluso parecía esas estúpidas que le hacían ojitos y demás. Patético.
Pero es que no podía resistirme. Cuando paseaba por los sitios con esa expresión tan seria suya… me derretía. Y cuando resolvía las dudas… y cuando… yo le llamaba… y…
¡Vale, vale! Se lo tengo que consultar a Vicky.
Al salir de clase, la busqué desesperadamente, esquivando como pude a Charlie. Al final la encontré en el recreo debajo de aquel árbol en el que nos conocimos. Como siempre, leyendo un libro. Al verme aparecer, alzó la mirada y me sonrió.
Me senté a su lado.
-Vicky, necesito tu ayuda…
-Dime.
-No sé qué me ocurre con Jack. Me estoy desesperando. ¡Me está volviendo loca! Se supone que me cae mal, pero… no puedo parar de pensar en él. Y cuánto más intento sacármelo de la cabeza, más pienso en él. Y en sus clases, que no puedo atender a sus explicaciones porque sólo me fijo en sus ojos, en sus brazos…
Vicky sonrió ampliamente.
-Uy, uy, uy. A mí me parece que alguien está enamorada… -dijo medio cantando.
-¿Y cómo es eso?
-¿No lo sabes? Es exactamente lo que me acabas de decir. ¡Qué mona! Pero… ¿a él también le gustas?
-No lo sé. Tampoco es que quiera saberlo. No…
De repente Max y Al se acercaron a nosotras. Les sonreímos, y ellos se sentaron a nuestro lado.
-¿Qué hay chicas? ¿Qué hacíais?
-Nada. Hablábamos de la clase y cosas así. Nos aburrimos mucho –contestó rápidamente Vicky.
Escuché mi nombre a lo lejos. Me volví hacia el castillo y me topé con que Charlie me llamaba. Qué pesado.
-Lo siento, chicos. Mi pesadilla me llama. Hasta luego.
Me levanté, se despidieron de mí y bajé hasta allí. Charlie se cruzó de brazos.
-El director quiere verte. Y por favor, recuerda que después de clase…
-Que sí, que sí, entrenamiento. Ya lo sé. No me olvido. No problem.
Ambos entramos dentro, y fuimos hacia el despacho.
-Yo esperaré fuera. Quiere hablar contigo en privado.
Charlie salió hasta la puerta principal. Iba a entrar cuando Jack y la tal Yina –que le tenía agarrado del brazo, la muy…- se acercaron.
-¿Alex? ¿Qué haces aquí? ¿No tienes recreo? –preguntó él.
-Sí, pero el director quiere verme. ¿Y tú Yina? –pregunté mirándola-. ¿No deberías estar tu también fuera?
Apretó todavía más el fuerte brazo y sonrió falsamente. Guarra, asquerosa, roba hombres.
-Ay, sí… pero… es que me hice daño… y Jack –le echó una miradita, pero él no pareció inmutarse-, vino a por mí… y me curó… Ya sabes, como él ahora es mi…
-¡Que sí, que sí! ¡Ya lo sé! ¡Ahora es tu puñetero guardián! ¡¿Y a mí qué me importa?!
Ambos me miraron perplejos. Carraspeé.
-Esto… quiero decir… tengo que entrar. El director me espera. Hasta luego.
-Muy bien… pues hasta luego…
Abrí la puerta y entré, cerrándola detrás de mí.
martes, 31 de agosto de 2010
viernes, 27 de agosto de 2010
Capítulo 23
Se cruzó de brazos con expresión severa y a la vez desconcertada, impidiéndome el paso a mi libertad. Nunca me había dado cuenta de que era enorme.
Iba a parar el tiempo para apartarlo cuando empezó a hablar:
-¿Cómo es que ya estás…? Oh.
Apretó la mandíbula.
-Ya te lo han dado. No me lo puedo creer… -murmuró mientras suspiraba.
-Esto… sí, hale, venga. Ahora no tengo “tiempo” –estallé en carcajadas, pero Jack no cambió su expresión seria-. Era… era un chiste… porque como yo controlo el tiempo y digo que… mira, olvídalo. ¿Qué quieres?
-No puedes salir afuera.
-Sí que puedo. Si quieres te lo demuestro.
-No lo digo porque no seas capaz. Lo digo porque es peligroso.
Me incliné para ver mejor el jardín, y aunque estaba –como siempre- todo oscuro, los ángeles estaban sentados en el césped en grupos, otros leyendo, otros jugando…
Le volví a mirar con una ceja alzada.
-Ajá. Peligrosísimo. Se nota.
-Mira, quizá tú no lo veas, pero…
Le aparté con una mano, pero hizo amago de quitarse.
-¡Déjame salir! ¡Tú ahora ya no eres mi guardián! ¡No tienes derecho sobre mí!
-¡Quizá debería volver a serlo, visto lo visto!
Me agarró del brazo y me arrastró hacia el despacho del director. Pensé en parar el tiempo, pero me tenía apresada con tanta fuerza que me sería imposible librarme de él. Al llegar se quedó perplejo, pero no me soltó. Yo forcejeaba.
-¿Dónde está el director?-preguntó volviéndose hacia mí.
-¡Pues ahora no me da la gana de decírtelo!
Me apretó más el brazo.
-¡Ay, me haces daño! –me quejé.
-No quería llegar a esto, pero me estás obligando, en serio. Ahora dime dónde está.
-¡Ay! ¡Vale, vale! ¡En mi habitación! ¡Les encerré en mi habitación!
Respiró hondo y me volvió a arrastrar escaleras arriba.
-¡Oye, cuidadito conmigo! ¡Si quiero puedo retrasar el tiempo y hacer que no nos hubiésemos encontrado!
Al llegar arriba se volvió hacia mí.
-Si haces eso, estás literalmente muerta. ¿Me has oído?
Sin duda su mirada era más intimidante que cuando me encontró en la fuente, en la ciudad.
Tragué saliva sonoramente, él asintió satisfecho y con el ceño fruncido me llevó a la habitación. Vicky examinaba con paciencia la cerradura mientras dentro la animaban. Al vernos aparecer sonrió, pero cuando se fijó en que Jack me agarraba fuertemente del brazo frunció el ceño.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué…? ¡Ah! ¡No me digas, Alex, que esto es cosa tuya! Por eso me extrañé cuando de repente me encontré sentada en el pasillo…
-¡Alex! ¡¿Eres tú?! ¡Ábrenos! –gritó mi ahora guardián, Charlie.
Apreté los labios tercamente. Jack me volvió a apretar el brazo.
-¡Aaaaayyyyy! ¡Me cago en la madre que te…! ¡Para de una maldita vez!
-¡Ábreles! ¡Ahora! –me gritó.
-¡No quiero!
-¡Ya!
-¡No!
Apretó todavía más la mandíbula, y al final me soltó. Me froté el brazo dañado. Jack se acercó muchísimo a mí, y yo retrocedí intimidada. Hasta que choqué.
Al momento estaba entre su musculoso cuerpo y la fría pared. Alzó las manos, y pensé que me iba a hacer daño, pero en vez de eso me cogió las mejillas con sus manos suavemente y acercó mi cara a la suya.
El corazón me latía desbocado. Sentía como la sangre se me subía a la cara, y cómo me fallaban las piernas.
Nunca había sentido esto. En la vida, y sinceramente pensé que nunca…
-Alex… Por favor… Te daré lo que más desees, te lo prometo, pero por favor, dame las llaves… -me susurró.
Se me erizó el vello de la nuca.
Inconscientemente de lo que hacía, me llevé una mano al bolsillo y las saqué. Jack –juraría que a regañadientes-, se separó de mí y me las quitó. Suspiró y se dirigió a la puerta. Anonadada, miré a Vicky, que estaba con la boca abierta.
Jack abrió la puerta y todo el mundo salió. Me la iba a cargar… pero estaba demasiado sorprendida como para darme cuenta de ello.
Iba a parar el tiempo para apartarlo cuando empezó a hablar:
-¿Cómo es que ya estás…? Oh.
Apretó la mandíbula.
-Ya te lo han dado. No me lo puedo creer… -murmuró mientras suspiraba.
-Esto… sí, hale, venga. Ahora no tengo “tiempo” –estallé en carcajadas, pero Jack no cambió su expresión seria-. Era… era un chiste… porque como yo controlo el tiempo y digo que… mira, olvídalo. ¿Qué quieres?
-No puedes salir afuera.
-Sí que puedo. Si quieres te lo demuestro.
-No lo digo porque no seas capaz. Lo digo porque es peligroso.
Me incliné para ver mejor el jardín, y aunque estaba –como siempre- todo oscuro, los ángeles estaban sentados en el césped en grupos, otros leyendo, otros jugando…
Le volví a mirar con una ceja alzada.
-Ajá. Peligrosísimo. Se nota.
-Mira, quizá tú no lo veas, pero…
Le aparté con una mano, pero hizo amago de quitarse.
-¡Déjame salir! ¡Tú ahora ya no eres mi guardián! ¡No tienes derecho sobre mí!
-¡Quizá debería volver a serlo, visto lo visto!
Me agarró del brazo y me arrastró hacia el despacho del director. Pensé en parar el tiempo, pero me tenía apresada con tanta fuerza que me sería imposible librarme de él. Al llegar se quedó perplejo, pero no me soltó. Yo forcejeaba.
-¿Dónde está el director?-preguntó volviéndose hacia mí.
-¡Pues ahora no me da la gana de decírtelo!
Me apretó más el brazo.
-¡Ay, me haces daño! –me quejé.
-No quería llegar a esto, pero me estás obligando, en serio. Ahora dime dónde está.
-¡Ay! ¡Vale, vale! ¡En mi habitación! ¡Les encerré en mi habitación!
Respiró hondo y me volvió a arrastrar escaleras arriba.
-¡Oye, cuidadito conmigo! ¡Si quiero puedo retrasar el tiempo y hacer que no nos hubiésemos encontrado!
Al llegar arriba se volvió hacia mí.
-Si haces eso, estás literalmente muerta. ¿Me has oído?
Sin duda su mirada era más intimidante que cuando me encontró en la fuente, en la ciudad.
Tragué saliva sonoramente, él asintió satisfecho y con el ceño fruncido me llevó a la habitación. Vicky examinaba con paciencia la cerradura mientras dentro la animaban. Al vernos aparecer sonrió, pero cuando se fijó en que Jack me agarraba fuertemente del brazo frunció el ceño.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué…? ¡Ah! ¡No me digas, Alex, que esto es cosa tuya! Por eso me extrañé cuando de repente me encontré sentada en el pasillo…
-¡Alex! ¡¿Eres tú?! ¡Ábrenos! –gritó mi ahora guardián, Charlie.
Apreté los labios tercamente. Jack me volvió a apretar el brazo.
-¡Aaaaayyyyy! ¡Me cago en la madre que te…! ¡Para de una maldita vez!
-¡Ábreles! ¡Ahora! –me gritó.
-¡No quiero!
-¡Ya!
-¡No!
Apretó todavía más la mandíbula, y al final me soltó. Me froté el brazo dañado. Jack se acercó muchísimo a mí, y yo retrocedí intimidada. Hasta que choqué.
Al momento estaba entre su musculoso cuerpo y la fría pared. Alzó las manos, y pensé que me iba a hacer daño, pero en vez de eso me cogió las mejillas con sus manos suavemente y acercó mi cara a la suya.
El corazón me latía desbocado. Sentía como la sangre se me subía a la cara, y cómo me fallaban las piernas.
Nunca había sentido esto. En la vida, y sinceramente pensé que nunca…
-Alex… Por favor… Te daré lo que más desees, te lo prometo, pero por favor, dame las llaves… -me susurró.
Se me erizó el vello de la nuca.
Inconscientemente de lo que hacía, me llevé una mano al bolsillo y las saqué. Jack –juraría que a regañadientes-, se separó de mí y me las quitó. Suspiró y se dirigió a la puerta. Anonadada, miré a Vicky, que estaba con la boca abierta.
Jack abrió la puerta y todo el mundo salió. Me la iba a cargar… pero estaba demasiado sorprendida como para darme cuenta de ello.
domingo, 22 de agosto de 2010
Capítulo 22
Me había abandonado. No literalmente, pero sí mi seguridad. ¿Por qué me hacía esto? Dijo que estaría siempre a mi lado… y ahora va, y se quiere encargar de otro.
Aunque… Charlie va a ser mi nuevo guardián… Me gusta la idea…
Sonreí. No estaría nada mal.
Seguía tan enferma como ayer, e incluso peor, cuando Vicky, el director y demás guardianes entraron en mi habitación. Vicky traía un vaso con tapa y una pajita en las manos. Fruncí el ceño.
Pero apenas me quedaban fuerzas para hablar.
-¿Qué… es…?
-¡Alex, tienes que beberte esto! ¡Y rápido! –dijo Vicky dándome el vaso.
Lo cogí y miré al director. Estaba completamente serio, con los brazos cruzados.
Y luego miré al vaso. Respiré hondo, y sorbí un poco.
Dios, cuánto hacía que no la probaba… Era un sabor entre, aunque un poco raro, óxido, y sal, pero a la vez me sabía también a chocolate, supongo… y melocotón. Sí, eso era.
Bebí todo el vaso de un trago. Al terminar pasé la lengua por los labios, recuperando otra vez ese delicioso sabor, y luego me limpié la boca con la mano.
Me sentía renovada.
Completamente renovada.
El director se acercó poco a poco a mí, apartando suavemente a Vicky y colocándola detrás de él.
-Alex… ¿estás… bien? ¿Puedes moverte?
-Señor, está recuperando el color –comentó un guardián.
Sonreí diabólicamente. El director retrocedió. No sabía por qué, pero eso me satisfacía.
Que me temieran.
De repente paré el tiempo. Esta vez duraba todo lo que me diera la gana. Todo se paró. Se quedaron congelados. Me levanté de la cama. Esta vez ya no temblaban las piernas al ponerme de pie. Era maravilloso.
Me estiré todo lo que pude, y me coloqué al lado de la ventana. Proseguí el tiempo.
El director, al no verme en mi cama, al igual que los demás, miraron a su alrededor. Al escrutarme al lado de la ventana se quedaron con la boca abierta. Yo les saludé.
-Me encuentro perfectamente. Mejor que nunca, diría yo.
-Es… está bien, Alex, pero por favor, estate quieta…
-¡Alex! –gritó Vicky, y corrió hacia mí a pesar de que el director se lo intentase impedir. Me abrazó, y yo a ella-. ¡Te has recuperado! Aunque no sé cómo has hecho eso… ¡pero mola un montón!
Me soltó y me sonrió. Yo a ella.
Volví a parar el tiempo, me vestí lo más rápido que pude –teóricamente no tardé ni una milésima de segundo-, y lo proseguí otra vez.
El director se acercó rápidamente a mí, y me agarró el brazo.
-Quieta. Ahora estás expuesta al peligro, Alex.
-Pero hacía tiempo que no podía controlar el tiempo a mi gusto. Y me encanta.
-Lo sé, pero hay cosas muy peligrosas ahí fuera…
Es verdad. Ahora que me había recuperado completamente… eso significaba… que podía irme cuando me diera la gana.
-Puedo defenderme. No hay problema.
-Sí que lo hay. No quiero que salgas al jardín sin mi permiso y…
Puse los ojos en blanco y congelé el tiempo. Intenté desasirme de la mano del director de mi brazo, pero me tenía bien agarrada.
Al final tuve que quitarla dedo por dedo –irónicamente me llevó bastante tiempo-, y conseguí soltarme. Salí corriendo de la habitación. Iba a encerrarles cuando me di cuenta de que Vicky también estaba dentro, así que con un gran esfuerzo la arrastré hasta afuera, la senté apoyada en la pared del pasillo, y cerré la habitación con llave. Me la guardé en el bolsillo de mis vaqueros y empecé a caminar. Volví a descongelar el tiempo cuando bajé las escaleras. Arriba pude oír los gritos del director y los guardianes, y a Vicky intentando forcejear la puerta para abrirla. Sonreí animadamente mientras seguía caminando para salir fuera del internado, pero la sonrisa se me borró de la cara cuando Jack se interpuso en mi camino.
Aunque… Charlie va a ser mi nuevo guardián… Me gusta la idea…
Sonreí. No estaría nada mal.
Seguía tan enferma como ayer, e incluso peor, cuando Vicky, el director y demás guardianes entraron en mi habitación. Vicky traía un vaso con tapa y una pajita en las manos. Fruncí el ceño.
Pero apenas me quedaban fuerzas para hablar.
-¿Qué… es…?
-¡Alex, tienes que beberte esto! ¡Y rápido! –dijo Vicky dándome el vaso.
Lo cogí y miré al director. Estaba completamente serio, con los brazos cruzados.
Y luego miré al vaso. Respiré hondo, y sorbí un poco.
Dios, cuánto hacía que no la probaba… Era un sabor entre, aunque un poco raro, óxido, y sal, pero a la vez me sabía también a chocolate, supongo… y melocotón. Sí, eso era.
Bebí todo el vaso de un trago. Al terminar pasé la lengua por los labios, recuperando otra vez ese delicioso sabor, y luego me limpié la boca con la mano.
Me sentía renovada.
Completamente renovada.
El director se acercó poco a poco a mí, apartando suavemente a Vicky y colocándola detrás de él.
-Alex… ¿estás… bien? ¿Puedes moverte?
-Señor, está recuperando el color –comentó un guardián.
Sonreí diabólicamente. El director retrocedió. No sabía por qué, pero eso me satisfacía.
Que me temieran.
De repente paré el tiempo. Esta vez duraba todo lo que me diera la gana. Todo se paró. Se quedaron congelados. Me levanté de la cama. Esta vez ya no temblaban las piernas al ponerme de pie. Era maravilloso.
Me estiré todo lo que pude, y me coloqué al lado de la ventana. Proseguí el tiempo.
El director, al no verme en mi cama, al igual que los demás, miraron a su alrededor. Al escrutarme al lado de la ventana se quedaron con la boca abierta. Yo les saludé.
-Me encuentro perfectamente. Mejor que nunca, diría yo.
-Es… está bien, Alex, pero por favor, estate quieta…
-¡Alex! –gritó Vicky, y corrió hacia mí a pesar de que el director se lo intentase impedir. Me abrazó, y yo a ella-. ¡Te has recuperado! Aunque no sé cómo has hecho eso… ¡pero mola un montón!
Me soltó y me sonrió. Yo a ella.
Volví a parar el tiempo, me vestí lo más rápido que pude –teóricamente no tardé ni una milésima de segundo-, y lo proseguí otra vez.
El director se acercó rápidamente a mí, y me agarró el brazo.
-Quieta. Ahora estás expuesta al peligro, Alex.
-Pero hacía tiempo que no podía controlar el tiempo a mi gusto. Y me encanta.
-Lo sé, pero hay cosas muy peligrosas ahí fuera…
Es verdad. Ahora que me había recuperado completamente… eso significaba… que podía irme cuando me diera la gana.
-Puedo defenderme. No hay problema.
-Sí que lo hay. No quiero que salgas al jardín sin mi permiso y…
Puse los ojos en blanco y congelé el tiempo. Intenté desasirme de la mano del director de mi brazo, pero me tenía bien agarrada.
Al final tuve que quitarla dedo por dedo –irónicamente me llevó bastante tiempo-, y conseguí soltarme. Salí corriendo de la habitación. Iba a encerrarles cuando me di cuenta de que Vicky también estaba dentro, así que con un gran esfuerzo la arrastré hasta afuera, la senté apoyada en la pared del pasillo, y cerré la habitación con llave. Me la guardé en el bolsillo de mis vaqueros y empecé a caminar. Volví a descongelar el tiempo cuando bajé las escaleras. Arriba pude oír los gritos del director y los guardianes, y a Vicky intentando forcejear la puerta para abrirla. Sonreí animadamente mientras seguía caminando para salir fuera del internado, pero la sonrisa se me borró de la cara cuando Jack se interpuso en mi camino.
lunes, 16 de agosto de 2010
Capítulo 21 (J)
Cuando abrí la puerta para irme, casi todos los alumnos que había detrás cayeron a mis pies.
Se levantaron rápidamente.
-Esto… nosotros nos vamos.
Los ciento y pico de alumnos se fueron. Sacudí la cabeza y me dirigí a la habitación de Alex.
Primero peté, y después de oír un “¡Pasa!”, la abrí y entré.
Vicky estaba sentada al lado de Alex, cada vez más pálida y sin vida, que le acariciaba la frente.
-Vicky, ¿te importaría… dejarnos hablar a solas?
Ésta miró a Alex preocupada, pero asintió y se fue.
Alex se incorporó con cuidado, apoyándose en el respaldo de la cama, y me miró con una sonrisa.
Me quedé completamente mudo. Nunca me había sonreído cuando me veía aparecer. Siempre me miraba con cara de asco.
Me senté a su lado, y fruncí el ceño.
-Esto… Alex. Te vas a poner bien.
-¿De… verdad…?
Dios, pobrecita. Apenas podía respirar.
-Sí. Si bebes sangre, te pondrás bien.
-Pero… tú me… dijiste… que no… debía beberla…
-Lo sé, pero… no… Si no quieres morirte dentro de dos días como mucho, será lo mejor.
-Entiendo… ¿Y… quieres decirme algo más? Te veo… inquieto.
-Sí. Emmm… -buf, qué difícil-. Yo… esto… dejaré de protegerte.
Esto le sentó como una patada en el estómago, y pude notarlo porque recuperó un poco de color en la cara, abriendo mucho los ojos.
-¿Qué… quieres decir… con eso…?
-Tú me odias. Quieres verme muerto y demás y… pero eso no es la cuestión. Tu vida es demasiado delicada, y yo soy, por así decirlo, muy bruto. No puedo… Lo siento.
Me levanté, pero ella me retuvo cogiéndome por el brazo.
-No… ¡No! ¡No te odio! Bueno, sí, un poco. ¡Pero eres el… mejor guardián que… he tenido en toda mi vida! ¡No quiero que te… separes de mí, por favor!
Empezó a llorar. A mí esto me rompía el corazón en mil pedazos.
-¿Sabes cuántos guardianes habrán desistido conmigo? ¡Dieciséis si te cuento a ti! ¡Pero eso… no es lo que… me preocupa! Tú eres…
Su voz se cortó por los sollozos.
-Alex, nos veremos todos los días. Sólo que ahora yo no te cuido. Será Charlie.
-¡No!
Me incliné y la besé brevemente en la frente.
-Chao. Que tengas suerte.
Metí las manos en los bolsillos del pantalón y salí de allí. Ver esto… en serio, era peor que el mayor dolor físico que alguien pudiera tener. Si no que me lo digan a mí.
Se levantaron rápidamente.
-Esto… nosotros nos vamos.
Los ciento y pico de alumnos se fueron. Sacudí la cabeza y me dirigí a la habitación de Alex.
Primero peté, y después de oír un “¡Pasa!”, la abrí y entré.
Vicky estaba sentada al lado de Alex, cada vez más pálida y sin vida, que le acariciaba la frente.
-Vicky, ¿te importaría… dejarnos hablar a solas?
Ésta miró a Alex preocupada, pero asintió y se fue.
Alex se incorporó con cuidado, apoyándose en el respaldo de la cama, y me miró con una sonrisa.
Me quedé completamente mudo. Nunca me había sonreído cuando me veía aparecer. Siempre me miraba con cara de asco.
Me senté a su lado, y fruncí el ceño.
-Esto… Alex. Te vas a poner bien.
-¿De… verdad…?
Dios, pobrecita. Apenas podía respirar.
-Sí. Si bebes sangre, te pondrás bien.
-Pero… tú me… dijiste… que no… debía beberla…
-Lo sé, pero… no… Si no quieres morirte dentro de dos días como mucho, será lo mejor.
-Entiendo… ¿Y… quieres decirme algo más? Te veo… inquieto.
-Sí. Emmm… -buf, qué difícil-. Yo… esto… dejaré de protegerte.
Esto le sentó como una patada en el estómago, y pude notarlo porque recuperó un poco de color en la cara, abriendo mucho los ojos.
-¿Qué… quieres decir… con eso…?
-Tú me odias. Quieres verme muerto y demás y… pero eso no es la cuestión. Tu vida es demasiado delicada, y yo soy, por así decirlo, muy bruto. No puedo… Lo siento.
Me levanté, pero ella me retuvo cogiéndome por el brazo.
-No… ¡No! ¡No te odio! Bueno, sí, un poco. ¡Pero eres el… mejor guardián que… he tenido en toda mi vida! ¡No quiero que te… separes de mí, por favor!
Empezó a llorar. A mí esto me rompía el corazón en mil pedazos.
-¿Sabes cuántos guardianes habrán desistido conmigo? ¡Dieciséis si te cuento a ti! ¡Pero eso… no es lo que… me preocupa! Tú eres…
Su voz se cortó por los sollozos.
-Alex, nos veremos todos los días. Sólo que ahora yo no te cuido. Será Charlie.
-¡No!
Me incliné y la besé brevemente en la frente.
-Chao. Que tengas suerte.
Metí las manos en los bolsillos del pantalón y salí de allí. Ver esto… en serio, era peor que el mayor dolor físico que alguien pudiera tener. Si no que me lo digan a mí.
viernes, 13 de agosto de 2010
Capítulo 20 (J)
Los alumnos curiosos, por la tarde, se habían arremolinado en la puerta de la sala de profesores. Querían saber por qué nosotros y el director estábamos tan nerviosos.
El director se paseaba de un lado a otro. El sudor le resbalaba por la frente, y hablaba muy rápido.
-No podemos seguir así. Tenemos que curarla.
-¡No me digas!
-¿Y qué pasaría si se parara el tiempo? ¿Dolerá?
Y más estupideces que yo apenas podía soportar escuchar.
Estaba apoyado en el marco de la puerta, mirando por la ventana mientras los demás discutían la mejor forma de curar a Alex. Por la ansiedad, me entraron ganas de fumar.
Busqué en uno de los bolsillos de mis vaqueros, saqué la cajetilla y el mechero, cogí uno y lo volví a guardar.
Lo encendí y le di una calada.
-¡Bueno! ¡A ver, por favor! –Gritó el director entre el gran bullicio-. ¡Escuchad… escuchadme!
Ni caso, todo el mundo seguía discutiendo. Le di otra calada.
-¡¿QUERÉIS ESCUCHARME DE UNA MALDITA VEZ?!
Todos nos volvimos hacia él, sorprendidos.
-No podemos permitir que pase otra vez lo mismo que le ha ocurrido a una de nuestras alumnas la otra noche –miró hacia mí mientras yo tiraba la ceniza del pitillo por fuera de la ventana-. Así que… es perfectamente comprensible lo que debemos hacer.
Después de la tercera calada, casi –aunque parezca increíble- me había atragantado con el humo.
Le miré despacio.
-No.
-Jack, sé que estará en mayor peligro, pero no tanto como ahora. Como mucho le quedarán dos días de vida, hasta que la esfera se agriete más y se rompa completamente. Si bebiera la sangre que le hace falta, recuperaría fuerzas, tanto mentales como para volver a controlar el tiempo a su gusto como para poder levantarse de la cama sin dar un paso y caer al suelo. Lo necesita. Eso sí, necesitará muchísima mayor protección. Esta vez los fantasmas podrían ir a peor. A mucho peor. Y no hablo sólo de los fantasmas, sino también de vampiros, licántropos, brujas… De todo.
Suspiré, le di una última calada al pitillo y lo tiré por la ventana. Me reincorporé y me crucé de brazos.
-Me estás pidiendo mucho. Al principio, había creído que proteger a la mismísima hija de Lucifer sería… no sé, inimaginable. Algo maravilloso. Ahora… sinceramente, y aunque todavía sigo temiendo por la vida de esa niña… y no sólo porque si se muere ella el tiempo se parará, no estoy seguro de seguir con esto.
El director me miró desconcertado, como todos los demás.
-¿Lo… lo vas a dejar? ¿Vas a abandonar la vida de Alex de tus manos para encargársela a otro?
-Eso… es lo que he dicho. De todos modos ella me odia con toda su alma. Incluso ya no sé cuántas veces me ha repetido que ojalá me muriese. Esto sólo le alegrará el día.
-¿Estás seguro de ello? ¿Segurísimo?
No, le hubiese querido decir. Para nada seguro. Es más, quisiera seguir a su lado apoyándola y protegiéndola hasta que me muriese, pero estaba claro que yo no servía para esto.
-Es demasiado difícil para mí. Si pudiera proteger a un ángel sagrado, por así decirlo, más normalito…
-Está bien. Y quizá eso sea lo mejor. No es por mal, Jack, pero casi la atrapan una vez. No podemos volver a permitirlo. Charlie –dijo dirigiéndose al guardián del ángel del agua-, por favor, a partir de ahora te encargarás de la seguridad de Alex. Y tú Jack, de Yina.
¿Ésa no era la chica que nunca me quitaba ojo en el gimnasio?
Charlie asintió con una sonrisa.
-No se preocupe. La protegeré con mi vida si hace falta.
¡Eso se suponía que tenía que hacerlo yo! ¡Proteger a Alex con mi vida!
¿Pero por qué me vienen estos pensamientos ahora cuando ya había dicho que no quería protegerla? ¿Qué me ocurría? ¿Acaso eran… celos?
-¿Y tú, Jack? ¿Estás de acuerdo?
-Emm… ¿qué? ¡Oh! Sí, sí. Protegeré a Yina… No hay ningún problema…
-Bien, entonces, Jack, ve a anunciarle a Alex la noticia, y lo que pensamos hacer para curarla. Supongo que a ti te escuchará.
Sí, claro… A mí me escuchará.
El director se paseaba de un lado a otro. El sudor le resbalaba por la frente, y hablaba muy rápido.
-No podemos seguir así. Tenemos que curarla.
-¡No me digas!
-¿Y qué pasaría si se parara el tiempo? ¿Dolerá?
Y más estupideces que yo apenas podía soportar escuchar.
Estaba apoyado en el marco de la puerta, mirando por la ventana mientras los demás discutían la mejor forma de curar a Alex. Por la ansiedad, me entraron ganas de fumar.
Busqué en uno de los bolsillos de mis vaqueros, saqué la cajetilla y el mechero, cogí uno y lo volví a guardar.
Lo encendí y le di una calada.
-¡Bueno! ¡A ver, por favor! –Gritó el director entre el gran bullicio-. ¡Escuchad… escuchadme!
Ni caso, todo el mundo seguía discutiendo. Le di otra calada.
-¡¿QUERÉIS ESCUCHARME DE UNA MALDITA VEZ?!
Todos nos volvimos hacia él, sorprendidos.
-No podemos permitir que pase otra vez lo mismo que le ha ocurrido a una de nuestras alumnas la otra noche –miró hacia mí mientras yo tiraba la ceniza del pitillo por fuera de la ventana-. Así que… es perfectamente comprensible lo que debemos hacer.
Después de la tercera calada, casi –aunque parezca increíble- me había atragantado con el humo.
Le miré despacio.
-No.
-Jack, sé que estará en mayor peligro, pero no tanto como ahora. Como mucho le quedarán dos días de vida, hasta que la esfera se agriete más y se rompa completamente. Si bebiera la sangre que le hace falta, recuperaría fuerzas, tanto mentales como para volver a controlar el tiempo a su gusto como para poder levantarse de la cama sin dar un paso y caer al suelo. Lo necesita. Eso sí, necesitará muchísima mayor protección. Esta vez los fantasmas podrían ir a peor. A mucho peor. Y no hablo sólo de los fantasmas, sino también de vampiros, licántropos, brujas… De todo.
Suspiré, le di una última calada al pitillo y lo tiré por la ventana. Me reincorporé y me crucé de brazos.
-Me estás pidiendo mucho. Al principio, había creído que proteger a la mismísima hija de Lucifer sería… no sé, inimaginable. Algo maravilloso. Ahora… sinceramente, y aunque todavía sigo temiendo por la vida de esa niña… y no sólo porque si se muere ella el tiempo se parará, no estoy seguro de seguir con esto.
El director me miró desconcertado, como todos los demás.
-¿Lo… lo vas a dejar? ¿Vas a abandonar la vida de Alex de tus manos para encargársela a otro?
-Eso… es lo que he dicho. De todos modos ella me odia con toda su alma. Incluso ya no sé cuántas veces me ha repetido que ojalá me muriese. Esto sólo le alegrará el día.
-¿Estás seguro de ello? ¿Segurísimo?
No, le hubiese querido decir. Para nada seguro. Es más, quisiera seguir a su lado apoyándola y protegiéndola hasta que me muriese, pero estaba claro que yo no servía para esto.
-Es demasiado difícil para mí. Si pudiera proteger a un ángel sagrado, por así decirlo, más normalito…
-Está bien. Y quizá eso sea lo mejor. No es por mal, Jack, pero casi la atrapan una vez. No podemos volver a permitirlo. Charlie –dijo dirigiéndose al guardián del ángel del agua-, por favor, a partir de ahora te encargarás de la seguridad de Alex. Y tú Jack, de Yina.
¿Ésa no era la chica que nunca me quitaba ojo en el gimnasio?
Charlie asintió con una sonrisa.
-No se preocupe. La protegeré con mi vida si hace falta.
¡Eso se suponía que tenía que hacerlo yo! ¡Proteger a Alex con mi vida!
¿Pero por qué me vienen estos pensamientos ahora cuando ya había dicho que no quería protegerla? ¿Qué me ocurría? ¿Acaso eran… celos?
-¿Y tú, Jack? ¿Estás de acuerdo?
-Emm… ¿qué? ¡Oh! Sí, sí. Protegeré a Yina… No hay ningún problema…
-Bien, entonces, Jack, ve a anunciarle a Alex la noticia, y lo que pensamos hacer para curarla. Supongo que a ti te escuchará.
Sí, claro… A mí me escuchará.
lunes, 9 de agosto de 2010
Capítulo 19
Soñaba, soñaba, y por más que deseaba, no quería despertarme. Vaya, al final no me salió un pareado.
Sí, se notaba que estaba delirando.
Me desperté con mi nombre.
-¡Alex! ¡Despierta, Alex!
Era la voz de Jack. ¿Qué quería ahora?
Abrí despacio los ojos, y me lo encontré a unos centímetros de mi cara, y con la gran aproximación me eché hacia atrás y casi me caigo de la cama. Me incorporé, pero no podía sola, así que él me ayudó.
-Lo siento, pero es que…
Jack tenía los ojos dilatados del terror, tragaba saliva a menudo y estaba nervioso.
-¿Qué… ocurre…? –intenté decir, pero se me iba la voz otra vez.
-Tú. Tú eres lo que me ocurre. ¡Te juro que me estás matando! ¡¿Qué hiciste cuando te traje aquí?!
-Pues… qué iba a… hacer… Dormir…
-Alex, tú… No, no serías tan estúpida. O quizá sí.
-¿Pero qué… ocurre…?
Quería gritarle, pero eso sería demasiado esfuerzo.
-Tu esfera. Está rota.
Me quedé congelada. ¡¿Cómo que… mi esfera?! ¡¿Estaba rota?! ¡Pero eso significaba…!
Unas lágrimas aparecieron por mis ojos.
-Pero eso… eso quiere decir… que voy a morir… -dije entre sollozos y respiraciones difíciles.
Jack respiró hondo, se acuclilló y me cogió de la mano. Esta vez no la aparté, y no porque me llevara esfuerzo, sino porque…
No sabía el porqué.
-No te pasará nada, Alex. No te vas a morir. No lo permitiré.
-¿Por qué… te preocupas… tanto?
-Por tres sencillas razones: una, porque si te mueres el mundo se puede ir a la mierda, y lo sabes. Dos, porque perdería la razón de mi trabajo y tres… porque ya no tendría a nadie con el que discutir como sólo tú sabes.
Por primera vez desde que le conozco, le sonreí. Él también.
-¿Me prometes… que al menos por una vez en tu vida… me harás caso?
Me lo pensé un momento. Bueno, si eso le hacía feliz…
Asentí con cuidado, pero ese movimiento me dio dolor de cabeza.
-Bien, ésta es mi chica –y me revolvió cariñosamente el pelo.
Es increíble como el poder de esas últimas cuatro palabras podía hacerme acelerar el corazón a mil por hora y dejarme completamente muda.
Sí, se notaba que estaba delirando.
Me desperté con mi nombre.
-¡Alex! ¡Despierta, Alex!
Era la voz de Jack. ¿Qué quería ahora?
Abrí despacio los ojos, y me lo encontré a unos centímetros de mi cara, y con la gran aproximación me eché hacia atrás y casi me caigo de la cama. Me incorporé, pero no podía sola, así que él me ayudó.
-Lo siento, pero es que…
Jack tenía los ojos dilatados del terror, tragaba saliva a menudo y estaba nervioso.
-¿Qué… ocurre…? –intenté decir, pero se me iba la voz otra vez.
-Tú. Tú eres lo que me ocurre. ¡Te juro que me estás matando! ¡¿Qué hiciste cuando te traje aquí?!
-Pues… qué iba a… hacer… Dormir…
-Alex, tú… No, no serías tan estúpida. O quizá sí.
-¿Pero qué… ocurre…?
Quería gritarle, pero eso sería demasiado esfuerzo.
-Tu esfera. Está rota.
Me quedé congelada. ¡¿Cómo que… mi esfera?! ¡¿Estaba rota?! ¡Pero eso significaba…!
Unas lágrimas aparecieron por mis ojos.
-Pero eso… eso quiere decir… que voy a morir… -dije entre sollozos y respiraciones difíciles.
Jack respiró hondo, se acuclilló y me cogió de la mano. Esta vez no la aparté, y no porque me llevara esfuerzo, sino porque…
No sabía el porqué.
-No te pasará nada, Alex. No te vas a morir. No lo permitiré.
-¿Por qué… te preocupas… tanto?
-Por tres sencillas razones: una, porque si te mueres el mundo se puede ir a la mierda, y lo sabes. Dos, porque perdería la razón de mi trabajo y tres… porque ya no tendría a nadie con el que discutir como sólo tú sabes.
Por primera vez desde que le conozco, le sonreí. Él también.
-¿Me prometes… que al menos por una vez en tu vida… me harás caso?
Me lo pensé un momento. Bueno, si eso le hacía feliz…
Asentí con cuidado, pero ese movimiento me dio dolor de cabeza.
-Bien, ésta es mi chica –y me revolvió cariñosamente el pelo.
Es increíble como el poder de esas últimas cuatro palabras podía hacerme acelerar el corazón a mil por hora y dejarme completamente muda.
viernes, 6 de agosto de 2010
Capítulo 18 (J)
Entré en la clase, paseé la vista por los sitios y faltaban tres alumnos. Brian, Vicky y Saray.
Pero Vicky apareció en la puerta, roja por el esfuerzo de, supongo, correr.
-Jack… digo… profesor… esto…
-A ver, respira hondo. Dime.
-Alex…
-¿Qué le ocurre a Alex? Que yo sepa no debería estar ahora en esta clase…
-¡Está enferma! ¡No sé qué le pasa, pero está muy, muy roja, y dice que tiene mucho calor, y está pálida, y…!
-¡A ver, tranquila! Ésta seguramente está fingiendo para no ir a clase… Si no la conociera…
-De todos modos, ve a ver, por favor…
-Está bien.
Salí del lugar, fui hacia un guardián que estaba libre y le pedí que me sustituyera. La bronca que iba a recibir Alex esta vez…
Subí las escaleras de caracol hasta llegar a su habitación. Peté.
-¿Puedo pasar?
-No… -se le cortó la voz, y tosió.
A ver si va a ser verdad que está mal. Abrí la puerta igualmente, la cerré al pasar y me puse a los pies de la cama.
Alex estaba tapada debajo de la sábana. Me puse a su lado y la intenté destapar, pero no me dejaba.
-¡Para! ¡Estoy… bien! ¡Dé… déjame!
Parecía que le faltaba el aire. Y aunque me cueste reconocerlo, me asusté.
-Alex, déjame verte –ella forcejeaba-. ¡Alex!
Oí un chasquido de lengua, pero luego desistió. Parecía que no le quedaban fuerzas.
La destapé, y la imagen que vi me horrorizó.
Estaba completamente pálida, parecía una muerta. Pero también estaba alarmantemente roja. Y sudaba por toda la cara. Tenía mechones del pelo pegados a la frente, y los labios morados.
También le daban ligeros espasmos de frío, a pesar de que se le notaba que estaba pasando un calor horrible.
Me quedé con la boca abierta.
-Oh, dios mío… A… Alex… ¿qué… qué te…?
-No lo… sé, pensé… que me… lo dirías… tú… Ay… no puedo…
Intentó carraspear, pero se llevó una mano a la garganta e hizo una mueca de dolor. Le costaba respirar.
Me arrodillé en el suelo, quedándome a su misma altura, y puse mi mano en su frente. Estaba hirviendo. Tragué saliva sonoramente.
-Espera, voy a por… -me levanté, pero de verdad que verla así me dolía-. Dios, e-espera un momento. Ahora vuelvo.
Salí rápidamente de allí, bajé a por una bolsa de hielo y volví a subir. Fui hacia ella, me volví a arrodillar y se la coloqué en la frente. Se había quedado dormida.
La pobre estaba fatal. Me volví y me fijé en la ventana. Estaba abierta. Fui y la cerré. No debería cogerle frío.
Volví a su lado y la tapé con la sábana.
Y luego me puse a pensar. ¿Por qué Alex estaría así?
Y caí en la cuenta. La Sala de las Esferas. Salí de allí, bajé las escaleras hasta la planta subterránea, recorrí el pasillo y llegué hasta la gran puerta de acero. De mi cuello colgaba la llave. Todos los guardianes la teníamos por si acaso pasaba algo. La saqué, la metí en la cerradura, oí el típico chasquido y la abrí. Luego la cerré detrás de mí. Las Esferas brillaban con toda lucidez. La de fuego, que estaba hecha de la piedra rubí, la de agua, de zafiro, la de tierra, de esmeralda, la del aire, de lapislázuli, y la del tiempo…
No se sabía de qué estaban hechas las esferas del tiempo y espacio, pero sin duda debía de ser un mineral interesante.
Pero me fijé en algo más. La de tiempo no brillaba tanto. Me acerqué para ver mejor, y me quedé paralizado.
Tenía una gran grieta por el hemisferio norte.
Pero Vicky apareció en la puerta, roja por el esfuerzo de, supongo, correr.
-Jack… digo… profesor… esto…
-A ver, respira hondo. Dime.
-Alex…
-¿Qué le ocurre a Alex? Que yo sepa no debería estar ahora en esta clase…
-¡Está enferma! ¡No sé qué le pasa, pero está muy, muy roja, y dice que tiene mucho calor, y está pálida, y…!
-¡A ver, tranquila! Ésta seguramente está fingiendo para no ir a clase… Si no la conociera…
-De todos modos, ve a ver, por favor…
-Está bien.
Salí del lugar, fui hacia un guardián que estaba libre y le pedí que me sustituyera. La bronca que iba a recibir Alex esta vez…
Subí las escaleras de caracol hasta llegar a su habitación. Peté.
-¿Puedo pasar?
-No… -se le cortó la voz, y tosió.
A ver si va a ser verdad que está mal. Abrí la puerta igualmente, la cerré al pasar y me puse a los pies de la cama.
Alex estaba tapada debajo de la sábana. Me puse a su lado y la intenté destapar, pero no me dejaba.
-¡Para! ¡Estoy… bien! ¡Dé… déjame!
Parecía que le faltaba el aire. Y aunque me cueste reconocerlo, me asusté.
-Alex, déjame verte –ella forcejeaba-. ¡Alex!
Oí un chasquido de lengua, pero luego desistió. Parecía que no le quedaban fuerzas.
La destapé, y la imagen que vi me horrorizó.
Estaba completamente pálida, parecía una muerta. Pero también estaba alarmantemente roja. Y sudaba por toda la cara. Tenía mechones del pelo pegados a la frente, y los labios morados.
También le daban ligeros espasmos de frío, a pesar de que se le notaba que estaba pasando un calor horrible.
Me quedé con la boca abierta.
-Oh, dios mío… A… Alex… ¿qué… qué te…?
-No lo… sé, pensé… que me… lo dirías… tú… Ay… no puedo…
Intentó carraspear, pero se llevó una mano a la garganta e hizo una mueca de dolor. Le costaba respirar.
Me arrodillé en el suelo, quedándome a su misma altura, y puse mi mano en su frente. Estaba hirviendo. Tragué saliva sonoramente.
-Espera, voy a por… -me levanté, pero de verdad que verla así me dolía-. Dios, e-espera un momento. Ahora vuelvo.
Salí rápidamente de allí, bajé a por una bolsa de hielo y volví a subir. Fui hacia ella, me volví a arrodillar y se la coloqué en la frente. Se había quedado dormida.
La pobre estaba fatal. Me volví y me fijé en la ventana. Estaba abierta. Fui y la cerré. No debería cogerle frío.
Volví a su lado y la tapé con la sábana.
Y luego me puse a pensar. ¿Por qué Alex estaría así?
Y caí en la cuenta. La Sala de las Esferas. Salí de allí, bajé las escaleras hasta la planta subterránea, recorrí el pasillo y llegué hasta la gran puerta de acero. De mi cuello colgaba la llave. Todos los guardianes la teníamos por si acaso pasaba algo. La saqué, la metí en la cerradura, oí el típico chasquido y la abrí. Luego la cerré detrás de mí. Las Esferas brillaban con toda lucidez. La de fuego, que estaba hecha de la piedra rubí, la de agua, de zafiro, la de tierra, de esmeralda, la del aire, de lapislázuli, y la del tiempo…
No se sabía de qué estaban hechas las esferas del tiempo y espacio, pero sin duda debía de ser un mineral interesante.
Pero me fijé en algo más. La de tiempo no brillaba tanto. Me acerqué para ver mejor, y me quedé paralizado.
Tenía una gran grieta por el hemisferio norte.
miércoles, 4 de agosto de 2010
Capítulo 17
Por la mañana, me desperté por los ruidos molestos del despertador. Vicky se levantó con un gran bostezo, pero a mí no me apetecía levantarme.
Me dio golpecitos en el costado.
-Alex, levanta, vamos. Alex. ¿Alex?
Como estaba boca abajo, no podía verme la cara, pero seguro que estaba horrible, ya que yo me encontraba fatal.
Me di media vuelta, y Vicky soltó un grito ahogado.
-¡¡Alex!! ¡¿Te encuentras bien?! ¡¿Necesitas ayuda?!
Fruncí el ceño confusa. ¿Tan mal estaba?
Me volví, y mi almohada estaba mojada por el sudor. Y yo tenía muchísimo calor. Pensé que iba a morirme de un sofoco.
Vicky se acercó rápidamente a mí y me puso una mano en la frente.
-¡Estás ardiendo! Voy a llamar al director.
-¡No! –le frené con una mano, pero apenas podía mantenerme incorporada.
La cabeza me daba vueltas y tenía el estómago revuelto. Cerré los ojos.
-No, se acabó. Si no quieres ver al director, llamaré a Jack.
-A ese… no quiero… verlo delante –me faltaba aire, y notaba como se me iba cortando la respiración.
-Alex, él da biología. Como mínimo sabrá la causa de… lo que te pase.
-Mira, Vicky, no… quiero que te preocupes… Por favor… Puedes… Vete, por favor…
Me miró durante unos interminables segundos, suspiró y se dirigió a la puerta.
-Vale, pero le llamaré. Además ahora me toca con él. Que alguien le sustituya y listo.
-Vicky…
-No me discutas. Si no me dejas quedarme contigo, al menos que haya alguien que te cuide.
Y se fue. Mierda, ahora tendría que aguantar a ese memo.
Me acosté otra vez. Pero hacía demasiado calor, así que me levanté y abrí la ventana.
Una leve brisa me impactó en la cara. Mucho mejor.
Me dio golpecitos en el costado.
-Alex, levanta, vamos. Alex. ¿Alex?
Como estaba boca abajo, no podía verme la cara, pero seguro que estaba horrible, ya que yo me encontraba fatal.
Me di media vuelta, y Vicky soltó un grito ahogado.
-¡¡Alex!! ¡¿Te encuentras bien?! ¡¿Necesitas ayuda?!
Fruncí el ceño confusa. ¿Tan mal estaba?
Me volví, y mi almohada estaba mojada por el sudor. Y yo tenía muchísimo calor. Pensé que iba a morirme de un sofoco.
Vicky se acercó rápidamente a mí y me puso una mano en la frente.
-¡Estás ardiendo! Voy a llamar al director.
-¡No! –le frené con una mano, pero apenas podía mantenerme incorporada.
La cabeza me daba vueltas y tenía el estómago revuelto. Cerré los ojos.
-No, se acabó. Si no quieres ver al director, llamaré a Jack.
-A ese… no quiero… verlo delante –me faltaba aire, y notaba como se me iba cortando la respiración.
-Alex, él da biología. Como mínimo sabrá la causa de… lo que te pase.
-Mira, Vicky, no… quiero que te preocupes… Por favor… Puedes… Vete, por favor…
Me miró durante unos interminables segundos, suspiró y se dirigió a la puerta.
-Vale, pero le llamaré. Además ahora me toca con él. Que alguien le sustituya y listo.
-Vicky…
-No me discutas. Si no me dejas quedarme contigo, al menos que haya alguien que te cuide.
Y se fue. Mierda, ahora tendría que aguantar a ese memo.
Me acosté otra vez. Pero hacía demasiado calor, así que me levanté y abrí la ventana.
Una leve brisa me impactó en la cara. Mucho mejor.
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