martes, 26 de octubre de 2010

Capítulo 37/38

*Buuuufff... lo siento muchísimo ^^'' Últimamente el tiempo no me da para nada, pero os prometo que intentaré ir a vuestros blogs cuanto antes y renovar también ^^
Y... hum... también quería anunciar de la prueba 2 de la Symkana, para los que todavía no se hayan enterado o quieran participar en ella ^^
Ya sabéis, este es el blog: http://sinfoniadepiano.blogspot.com/
Y para participar, aquí: http://sinfoniadepiano.foroactivo.net/symkana-f28/prueba-2-la-cancion-t50.htm Hay que registrarse para participar, por cierto ^^''

Hum, aquí os paso dos capítulos, por las molestias:


Capítulo 37

Derek abrió sus ojos azules. Desconcertado, primero miró a la ventana, y luego a Nicole. Empezó a llorar como loco.
-¡Hey! ¡Tranquilo!
-¡Derek, estoy aquí! –dije.
Al reconocer mi voz, Derek paró de llorar y me miró. Sonrió. Suspiré, pero sentí movimientos atrás, en el asiento. Por el rabillo del ojo pude ver como David bostezaba, se frotaba los ojos y se sentaba.
-Hey, mamá… ¿cuánto falta…? –Miró a su lado-. ¿Nicole?
-¡Aquí! –dijo ésta.
David la miró asombrado, y luego miró detrás de mí.
-Eh… ¿qué haces ahí? ¿Y tú…? ¡Tú no eres mi madre! ¿Qué está pasando aquí?
-No, no lo soy –dije.
-¿Y quién…?
Me giré un poco para verle mejor. Él se quedó embobado mirándome con la boca abierta, y se ruborizó al momento. Apartó la mirada.
-Esto… -balbuceó.
Yo miré a la carretera y Nicole miró hacia él.
-¡A David le gustas, Alex! –rió.
Yo sonreí.
-Me alegro. Bien. Nicole, cuéntale lo que pasa.
-¡Sí! Mira, David, ésta es Alex, y éste –le enseñó el bebé- es Derek.
Derek lo miró con el ceño fruncido.
-Qué bien. ¡¿Pero quiere alguien explicarme de qué va todo esto?!
-A ver. Ellos dos están escapando de un chico muy malo. ¡Son ángeles, David, ángeles de verdad!
David primero la miró desconcertado, y luego con sorna.
-Te están tomando el pelo.
-¿Qué…?
-¿Perdona? –salté yo-. ¿Tienes alguna prueba de que esté mintiendo? ¿Acaso no has visto las alas del niño? Mira, chaval, sólo porque tengas las hormonas revolucionadas y un humor de perros típico de cualquier adolescente no te da derecho a hablarle, primero, así a tu hermana. Y a mí muchísimo menos llamarme mentirosa. Que te quede claro. Sino paro el coche aquí mismo y te dejo tirado en la cuneta.
Sentí cómo tragaba saliva sonoramente, y se encogió en su asiento.
-¿Y nuestros padres?
-Tirados –respondí.
Él abrió mucho sus ojos verdes.
-¿Estás hablando en serio?
-Siempre.
Apretó la mandíbula.
Después de todo, tan mal no había ido.

Capítulo 38


-Bueno, ¿ya llegamos? –preguntó David acostado en el asiento trasero del coche, con las manos cruzadas detrás de la cabeza.
-No… -respondí.
-¿Ya?
-No.
-¿Ya?
-¡Que no!
Miré de reojo a Nicole y a Derek. Nicole estaba dormida con la cabeza apoyada en la ventana, agarrando con suficiente fuerza a Derek, que también volvía a dormir.
-¿No tienes de esas cosas electrónicas para jugar?
-¿Cómo? Ah, ¿te refieres a la PSP o la DS?
-Sí, eso.
-No me apetece jugar.
Chasqueé la lengua.
-¿Puedo saber cuántos años tienes? –me preguntó mientras se volvía a sentar.
-Diecisiete.
-Vaya. Yo también, bueno, casi. Me faltan dos meses.
-Qué bien.
Sinceramente me importaba muy poco su vida. La única vida que me importaba en ese momento era la de Derek.
-Y… ¿estás saliendo con alguien?
Puse los ojos en blanco. ¿Era una broma?
-Mira, chaval. Ahora mismo no. Pero tampoco tengo intención, ¿vale? –Pasé una curva de la carretera, y suspiré al ver por el espejo retrovisor la decepción en sus ojos-. Mira, lo siento. No… si supieras quién soy no querrías salir conmigo. –Susurré para mí.
-¿Dijiste algo?
-No.
-¿Y se puede saber cómo es que tienes el carné de conducir?
Apreté los labios, y carraspeé.
-Oh, no. Oh, no, no, no. No lo tienes, ¿verdad? ¡¿Pero qué pasa si nos pilla la pasma?! ¡¿Estás loca?!
-La “pasma” significa policía en tu argot, ¿verdad? –puso los en blanco-. Bueno, pues tranquilo, no habría problema.
-¡Venga ya!
-Eres un poco pesado, ¿sabías? Ojalá fueras un perro o algo para que te estuvieras quieto.
Se incorporó en el asiento y apoyó su barbilla en el de su hermana, mirándome fijamente.
-Cariño, yo puedo ser lo que tú quieras y cuando quieras –y me guiñó un ojo.
Suspiré con hastío, puse los ojos en blanco y miré por mi ventana. Luego otra vez a la carretera.
-Siéntate bien, porque como frenemos…
-Tranquila, sé perfectamente…
Pero se vio interrumpido por un frenazo mío. Salió disparado hacia delante, chocando contra el cristal. Nicole se despertó, al igual que Derek.
-¿Qué ocurre? –dijo soñolienta.
-¡Ay! ¡¿Pero por qué has hecho eso?! Oye, que si querías darme una lección… ¿Qué pasa? –dijo David al ver mi cara horrorizada, y miró por el parabrisas. Lanzó una leve exclamación-. ¡¿Qué puñetas es eso?!
Una especie de felino negro, pero con alas de murciélago, unos colmillos que le sobresalían notablemente de la parte superior de la boca y unas garras amenazadoras estaba a unos pocos metros de nosotros, en medio de la carretera. Miré sus ojos, y exhalé una exclamación.
No tenía pupilas. Y lo peor de todo es que estaban llorando sangre.
Se me revolvió el estómago, Nicole se puso a llorar y David se quedó con la boca abierta.
-Madre mía.
El bicho buscaba algo con la mirada, hasta que miró el coche. Se quedó mirando el interior dónde estábamos nosotros, y cuando sus extraños ojos se posaron en mí, lanzó un grito ensordecedor y empezó a correr hacia nosotros.
-¡Haz algo! –Me gritaron los dos a la vez-. ¡¿Pero qué vamos a hacer?! ¡Nos va a…!
-¡¡Callaos!! –exclamé-. ¡Si gritáis no soy capaz de pensar!
Se callaron, y suspiré. Miré a Derek, que se había quedado embobado mirando al monstruo. De modo que lo reconocía. No sabía si era una buena o mala señal.
Realicé un cambio de marchas y pisé el acelerador.
-¡Vamos directos hacia eso!
-¡Ya lo sé, no estoy ciega!
Avancé hasta estar a unos pocos metros, y giré pasando por su lado. El bicho derrapó, se volvió y empezó a seguirnos.
Miré por el espejo retrovisor, pero no había nada. ¿Dónde estaba?
De repente, el monstruo se echó encima del capó del coche, y yo frené.
-Mamá nos va a matar –comentó David con cara de póquer.
-¡¿Pero qué es lo que quiere?! –preguntó Nicole ignorando a su hermano.
-A mí –dije secamente.
Ambos me miraron despacio.
-¿A ti? ¿Y por qué?
De repente se me ocurrió algo.
-¡Cogedme del brazo!
-¿Cómo?
-¡Ya!
Ambos me tocaron el brazo.
-¡Nicole, haz que Derek también!
Asintió nerviosa, cogió con la otra mano la de Derek y la puso en mi muñeca. Cerré los ojos, y justo cuando el monstruo iba a romper el cristal del parabrisas, detuve el tiempo.

martes, 19 de octubre de 2010

Capítulo 36

-¿Entonces lo has entendido?
-Sí –respiró hondo, y sonrió-. Estoy bien.
-Bien –sonreí para tranquilizarla, y de paso a mí también.
-Ah, quizá deba de avisarte de algo…
-¿De qué…?
-Mi hermano mayor está durmiendo en el asiento de atrás.
-¡¿Cómo?! ¡¿Y por qué no me avisaste antes?!
-¡Lo siento! –cerró los ojos con fuerza y se mordió el labio.
Suspiré.
-Bueno, ahora da igual. Él también vendrá. Y ahora cíñete al plan. ¡Vamos!
-¡Sí!
La niña asintió y se fue junto a sus padres, o lo que fueran.
Empezó a hablarles y distraerlos, mientras yo, con Derek todavía dormido en brazos, me escabullía por detrás de éstos, hasta la parte delantera del coche. Abrí la puerta del piloto sin hacer ruido y me metí dentro. Me encogí en el asiento para que no me vieran, y cuando la niña alzó la mirada hacia dónde estaba yo, le indiqué con la mano que ya estaba. Ella asintió, le dijo algo a sus padres y vino hacia la puerto del copiloto. La abrió y entró. Me sonrió, y yo a ella. Le indiqué con la cabeza que se pusiera el cinturón. Ella se lo puso y luego le tendí a Derek. Cuando lo cogió, soltó un gritito de admiración.
-¡Son alas de pájaro! –susurró emocionada-. ¡Qué suaves!
Asentí, y miré hacia el asiento trasero. Ahí estaba su hermano, de, suponía, mi edad más o menos, también rubio con el pelo ondulado hasta la nuca, y bastante guapo. Miré a la carretera. Y arranqué el coche.
Los padres dieron un brinco del susto, y se pusieron a gritar mientras yo avanzaba.
-¡Eh!
-¡Cariño, los niños! –gritó la mujer sollozando.
Suspiré y fui por la carretera mientras los dejaba atrás. Mientras conducía, la niña no paraba de mirarme.
-¿Qué pasa? –pregunté.
-Tienes unos ojos muy raros. Pero me gustan. Son bonitos.
Sonreí.
-Vaya, gracias.
-¿Y qué os pasa?
-Bien. Te lo contaré. Derek y yo somos… ángeles híbridos, más o menos. Demonios, supongo.
-¿En serio? ¿Y… y tus alas?
-Las escondí. Como podrás deducir, no puedo moverme por el mundo con ellas expuestas. A saber lo que podría pasar. Y bueno, escapamos de un castillo. ¿Y tú? Antes dijiste que ésos no eran tus padres.
-No. Mi hermano y yo somos adoptados. Pero es que ellos no me gustan.
-Oh. Vaya, lo siento. Debo suponer que tus padres biológicos…
-Están muertos –dijo secamente mientras miraba por la ventana.
-Lo siento –susurré.
-¿Y los tuyos?
-¿Los míos? Bueno. No sé quién es mi madre, y debo decir que mi padre… no es un santo que digamos –sonreí ante mi propia broma, pero ella no lo entendió. Mejor-. ¿Es por aquí?
Había dos caminos.
-Sí, por el de la derecha. Y dime… ¿cómo te llamas?
-Alexandra. Pero llámame Alex. ¿Y tú?
-Nicole. Y mi hermano David.
Sonreí y asentí. Buf, esto sería complicado.

viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo 35 (J)

Esta noche soñé con lo mismo. Con ella.
El problema es que no era ni una pesadilla, ni soñaba que la encontraba en el bosque ni nada de eso.
Al contrario.
En el sueño, siempre, estoy en mi habitación. Me “despierto”, me levanto de la cama y salgo de ella. Siempre escucho ruidos. Bajo al pasillo dónde están los dormitorios de los alumnos y me encuentro con Alex sentada en el medio, en el suelo. Está de espaldas a mí. Y cuando ella se vuelve, me la encuentro llorando por algo. Eso me ablanda el corazón. Me acerco a ella, y le tiendo una mano. Ella, entre lágrimas, me la toma y se levanta. Pero entonces yo no soy capaz de dejarla ir. Luego la empujo suavemente contra la pared, la estrecho entre ésta y mi cuerpo y le beso con intensidad. Y siempre, siempre, es igual. Se repite.
A la mañana siguiente, los alumnos habían asistido igual a clase, pero ignoraban lo que ocurría.
Yo me había reunido, después de las clases, con todos los guardianes y Leo en su despacho.
De repente me volvieron a entrar unas ganas terribles de fumar. Este despacho no me gustaba nada.
-Bien. He decidido algo –empezó Leo-. Vamos a buscarla. Esto es insoportable.
-Y que lo digas… -murmuré.
-Quiero que empecéis a buscarla por el bosque, la ciudad y demás pueblos. Yo llamaré a los padres de todos los alumnos para que los vengan a buscar. Obviamente no podemos dejarlos aquí sin supervisión. Esta vez tomaremos medidas. No volverá a ocurrir lo mismo que hace dos años.
Todos asentimos decididos.
-También he llamado a los demás internados para… bueno, por si acaso se le ha ocurrido a Alex irse de este continente. Están vigilando. Incluso el internado de Sudamérica me ha dicho que traerían a Christopher.
Todos nos miramos. ¿Christopher?
-¿El hijo del arcángel Gabriel? ¿El ángel del espacio?
Leo asintió con los ojos cerrados.
-Es el único capaz de saber su rastro. El problema es que Alex también puede saber el de él, pero no hay que preocuparse. A Christopher se le ve más entrenado.
Yo no estaba muy convencido. Aún así quería encontrarla. Y creo que entendía por qué no estaba convencido de ello. Porque quería que el que la encontrara fuera yo.

martes, 12 de octubre de 2010

Capítulo 34

Al final, cansada, aterricé en un camino del bosque. El niño miraba los árboles y los pájaros con extrema curiosidad. Todo le llamaba la atención. Me pregunté cómo habría acabado aquí. ¿Sería por mi culpa?
Y ahora que lo pensaba… ¿cómo se llamará?
-Hey, dime, ¿tienes nombre?
-Gugu…
Se rió él solo. Yo también me reí.
-Bueno, entonces te pondré yo un nombre. Emm… ¿sabes? Siempre me ha gustado el nombre de Derek, así que… ¡Hola, Derek!
Derek aplaudió feliz, lanzando débiles grititos enérgicos. Las alas le aleteaban rápidamente.
Volví a sonreír, lo cogí en brazos y empecé a caminar por el sendero.
Después de una hora más o menos andando, Derek se había quedado dormido. Me pregunté si tendría frío con sólo unos pantaloncitos, aunque también estaba abrazado por sus propias alas y mis brazos.
A lo lejos, vi una enorme figura peluda que deambulaba al final del camino. Tragué saliva asustada, pero luego pensé. ¿De qué tenía que temer?
Fruncí el ceño, apreté la mandíbula y seguí andando, hasta colocarme detrás de él. El lobo, suponía, enorme se volvió despacio al sentirme, gruñendo. Al ver mis alas y mi cara, dejó de gruñir y retrocedió unos pasos. Y se sentó en el suelo, dejándome paso.
Le sonreí, me incliné levemente para saludarle mientras él hacía lo mismo y proseguí mi camino.
Me preguntaba cuántos seres fantásticos habría en el mundo. Supuse que infinitos, y de todo tipo. Luego salí del bosque, y me encontré con una carretera. Suspiré. Ya estaba casi lejos de aquel terrible lugar. Con cuidado, hice desaparecer mis enormes alas, y luego miré a Derek, todavía dormido. Nada podía hacer con las suyas. De todos modos no se notaban mucho.
En un punto de la carretera empinada, había un coche parado, y un hombre, una mujer y una niña pequeña fuera de él. Era rubita y tez pálida. El hombre hablaba por el móvil nervioso mientras la mujer le gritaba, y la niña estaba un poco apartada de ellos, abrazándose a sí misma mientras se fijaba en un pájaro que había en la rama de un árbol. Luego reparó en Derek y en mí. Nos miró con los ojos verdes muy abiertos, y al ver las alitas de Derek también abrió la boca. Le sonreí, y puse un dedo en mis labios indicándole que no hiciese ruido. ¿Sabría ella cómo podría llegar a la ciudad? Por preguntar…
Le indiqué con la mano que se acercara. La niña asintió, miró a sus padres que no se dieron cuenta de mi presencia y seguían discutiendo, y vino hacia mí.
Me arrodillé, y ella se colocó de cuclillas.
-Hola. ¿Quiénes sois? –preguntó sonriendo.
-Mira, ahora no tenemos tiempo. Hay un… chico muy, muy malo que quiere venir a por nosotros. Y debemos llegar a la ciudad cuanto antes. Me preguntaba si tú sabrías… cómo llegar.
La niña se había quedado mirando cómo dormía Derek, pero se enteró de lo que yo quería.
-Sí que sé. Puedo ayudaros –sonrió.
-¿En serio? Bien. Entonces dinos las indicaciones.
Negó con la cabeza.
-¿No? Pero me acabas de decir…
-Sí, pero quiero ir con vosotros.
-Pero tus padres…
-Esos no son mis padres.
Fruncí el ceño extrañada.
-Está bien. Ya hablaremos en el coche. Tenemos que robarlo.
La niña vaciló unos momentos, pero al final se encogió de hombros.
-Sí.
Respiré hondo, y nos dispusimos a ingeniar un plan.

domingo, 10 de octubre de 2010

Capítulo 33 (J)

-¡Mierda! ¡¿Y si le ocurre algo?! –gritó Leo.
Apreté la mandíbula. Cómo no lo había pensado. Pero cómo podía pensar con coherencia cuando sus preciosos ojos me miraban de esa manera…
Negué con la cabeza, aturdido. Rápidamente me quité la camisa.
-Aparta. Yo me encargo.
Las alas blancas brotaron de mis omóplatos. Cogí carrerilla, flexioné las rodillas y salté por la ventana. Empecé a volar en la dirección por la que Alex había marchado.
La visualicé después de unos segundos, entre las nubes. Había ascendido mucho.
Estaba claro que sabía que la iba a perseguir.
Cuando se dio cuenta de que estaba prácticamente pisándole los talones, aleteó sus alas y descendió.
Yo lancé una maldición e hice lo mismo.
-¡Alex, espera! –grité. Intenté no parecer desesperado, que lo tenía bajo control, pero se me cortó la voz-. ¡Por favor!
-¡No! –dijo ella.
Me coloqué a su lado.
-Hay que matar al niño. ¡No puede estar en este mundo!
-¡Sí que puede! ¡Yo lo estuve durante diecisiete años! ¡Y vengo del mismo lugar!
-¡Ya te dije que no es lo mismo! ¡Tú no…! ¡Da igual, vuelve!
-¡No!
El pequeño demonio tenía los ojos cerrados, y se aferraba fuertemente a la camiseta de Alex. Estaba temblando.
Alex se dio cuenta, me miró y luego miró hacia dónde iba.
-Lo siento, Jack. Verdaderamente ha sido un placer conocerte. Bueno, no mucho, pero de todos modos te echaré algo de menos.
-¿Cómo…?
De repente desapareció de delante de mis narices. Volvió a congelar el tiempo. Ahora mismo podría estar en cualquier parte.
Derrotado, di media vuelta y volé hasta el castillo. No había nadie en los jardines. El director debió de haberles obligado a estar en sus habitaciones. Descendí hasta la entrada principal, dónde los guardianes me esperaban. Estiré por última vez mis alas, y las volví a hacer desaparecer.
Con un suspiro negué con la cabeza.
-Se escapó.
-A Leo no le va a hacer ninguna gracia. Ahora mismo se está arrancando los pelos de la cabeza por los nervios.
Suspiré. Lo que más me dolía de todo lo que había pasado, pero de todo, es ver que Alex no se había escapado.
Había huido de mí.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Capítulo 32

Me dirigí a la ventana. Dejé al bebé sentado en el suelo y la abrí rápidamente. Estaba un poco lejos, pero podría…
Toqué al niño en un brazo y paré el tiempo. De este modo él no se vería atrapado en él. El bebé movió la cabeza de un lado a otro para ver qué había cambiado, y alzó las manos interrogante, formando con la boca una pequeña “o”.
¡¡¡Qué monada!!!
No, Alex, éste no es el momento. Pero aún así era muy cuco. Me volví a la ventana, y respiré hondo. Serían unos cuatro metros.
Suspiré. La única forma de salir sería volando.
Iba a sacar mis alas, pero me di cuenta de que rompería la camiseta, y no me haría ninguna gracia.
Entonces vi el cuchillo que estaba encima de la mesa, el que iba a usar Leo para matar al precioso bebé. Lo cogí, y éste se asustó, pero le tranquilicé con una sonrisa.
Volví a dejarlo allí, metí los brazos por las mangas cortas y le di la vuelta a la camiseta. No me gustaría que me viera en ropa interior.
Luego cogí el cuchillo e hice unos cortes lo suficientemente grandes para que cupieran perfectamente. Me volví a ponerla bien. Sentía el aire de la ventana en la espalda.
Apreté los puños y saqué mis enormes alas.
¿Cabrían por allí? Sí, seguro. Eran bastante flexibles. El niño aplaudió al verlas, y se miró las suyas.
Lo cogí en brazos, me subí al marco y me senté, de modo que mis piernas estuvieran colgando por fuera y mis alas todavía estuvieran dentro del despacho. Con una maniobra, me colgué con una mano y con la otra agarraba al bebé. Entonces me pregunté si sería capaz. Había dado clases, claro, y me había salido finalmente, pero ahora estaba tan temblorosa y nerviosa que me daba la impresión de que me iba a caer… Pero entonces me solté y empecé a volar.
Por el esfuerzo, el tiempo volvió otra vez a seguir. Podía ver a los alumnos del internado desde arriba que nos miraban y se quedaban con la boca abierta. Luego visualicé a Vicky, a Max y a Al, también boquiabiertos. Bajé un momento, cayendo de pie, y ellos corrieron hacia mí bajo las miradas de todos.
-Chicos, escuchadme, me tengo que ir. Lo siento mucho. Pero os prometo que volveré.
-Pe… pe… pero… -balbuceó Vicky.
Le di un rápido abrazo, y sonreí a Max y Al, que se quedaron mirando mis alas.
-No os preocupéis.
-¿Y quién es él? –preguntaron señalando al niño.
-Es… bueno, ahora no os puedo explicar.
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Alex!!!!!!!!!!!! –gritaron Jack y Leo desde la ventana del despacho.
Tragué saliva sonoramente, me despedí y salí corriendo. Alcé las alas y volví a volar otra vez.
No dejaría que tocaran al bebé.

martes, 5 de octubre de 2010

La Symkana

Bueno, os preguntaréis de qué va esto. Os lo diré.
En el blog de Andii*, me encontré una cosa muy curiosa. Un concurso que tiene muy buena pinta.
Una Symkana es una Gymkana (con pruebas y cositas que hacer) con un único motivo: ¡¡la obtención del libro antes de su salida a la venta!! *¬*
Hum, creado por Sinfonía de piano, para llevarte a casa el libro antes de que salga a la venta (no pasa eso todos los días ;D)
Bueno, y es obvio que una servidora participa ^^
Si queréis saber de qué va todo esto que os estoy contando, a los que les interese vamos, darle clic aquí.
Y para saber de qué va la primera prueba, aquí.
Esto, la sinopsis que voy a poner ahora, también la saqué gracias a Andii* :D, y según pone, la hizo Isuky Brennan (tiene un gran talento, no lo pienso negar):

"Una maldición, un sueño o una pesadilla...
Una música silenciosa...
Una joven enamorada...

Una historia de amor con música de piano de fondo,
una melodía hermosa y a la vez misteriosa,
un pianista que la toca y una única joven
que tiene "el don" de escucharla."


¡Estas palabras me enamoraron! *¬*
Bueno, y ya no os molesto más. Mañana publicaré en este y en el de noche de ángeles.
¡Gracias por leer! ^^

sábado, 2 de octubre de 2010

Capítulo 31

-¡No! –grité.
Entré rápidamente, y cogí la muñeca de Leo que sostenía el cuchillo que iba a atravesar al bebé. Éste no paraba de llorar.
-¡¿Qué hacéis?! ¡No podéis matar a un inocente bebé!
En su despacho había sólo tres guardianes que esperaban detrás del director. Me interpuse entre él y el niño.
-Alex, sal de ahí. Hay que acabar con su vida.
-Ah, ¿con que la de él sí y la mía no, verdad?
-¡Es diferente!
-¡¿Por qué queréis matarlo?!
-¡Alex, quítate de en medio! –Me instó Jack-. Hay un motivo…
Con que era eso. Él lo sabía. ¿Pero por qué no querían que viera al bebé?
Me volví despacio. El niño estaba encima de la mesa, llorando como loco.
Debía de tener ya unos seis meses. Sus ojos enormes eran de un color azul como el cielo, y tenía el pelo rojizo, más o menos color zanahoria. Era muy pálido, e iba sólo vestido con unos pantaloncitos azules. A mí me parecía un niño precioso, pero de su espalda brotaban unas pequeñas alas negras iguales a las mías.
Y lo supe. Era como yo.
Me giré despacio hacia ellos otra vez, horrorizada.
-Pretendíais matarlo… ¿por ser uno de los míos?
-¿Có… cómo? –preguntó Leo confuso.
Miró hacia Jack, que éste a su vez miró al suelo, y carraspeó.
-¡¿Se lo contaste?!
-Bueno… contar, contar… Puede…
-¡Jack, eso ha sido muy irresponsable por tu parte!
-Lo sé, pero es que…
-¡Callaos los dos! –interrumpí. Todos me miraron-. Antes de todo, quiero que ellos se vayan.
Señalé a los demás guardias.
-Venga, ¡fuera!
Miraron a Leo. Éste asintió y se fueron de allí. Jack se quedó.
Me volví hacia el bebé, y lo cogí en brazos. Empezó a llorar todavía más fuerte que antes. Pero luego abrió los ojos, y me miró.
Entonces paró de llorar, y una sonrisa apareció en su adorable rostro.
-Debe de haberte reconocido. Creo que sabe quién eres –comentó Leo.
-¿Cómo que quién soy?
-Claro –prosiguió Jack pensativo-. Su princesa. Se dice que Lucifer es el príncipe y rey de las tinieblas, el señor de los infiernos, por lo tanto tú… eres la princesa.
El niño se rió cuando me tocó suavemente una mejilla, aleteando sus alitas.
-No te encariñes con él. Es un monstruo, Alex, familia de los demonios. Hay que matarlo –me dijo el director.
-No tiene alas de murciélago ni cola. No es un demonio.
-A los que te refieres tú son demonios esclavos. Éste un híbrido.
-Si eso es verdad entonces yo también lo soy. Ya lo dije ayer.
-No es lo mismo. Tú…
-Claro, como yo soy la especial… ¿no? Pues ni se os ocurra. No le vais a hacer nada.
Leo suspiró cansado.
-Jack, quítaselo.
Éste asintió, y como un rayo me lo arrebató de mis brazos. El bebé comenzó a llorar como loco.
-¡Espera! Está bien, está bien… pero… -miré de reojo a la ventana, que estaba medio abierta, y otra vez a Jack- déjame al menos, no sé, despedirme. Es que nunca había estado con uno de los míos. Por favor…
Leo y él intercambiaron una mirada nerviosa. Pusieron los ojos en blanco y asintieron.
-Está bien. Pero te damos sólo medio minuto. No te hace falta más.
“Me llega y me sobra”, pensé. Asentí y cogí al niño, que tendía sus bracitos hacia mí.
-¿Nos dejáis solos? Sino… es que no tiene…
Vacilaron.
-Ni de coña –soltó Jack-. ¿Crees que somos tontos?
-No… pero bueno, oye, si total sabes que no podré irme de aquí igualmente. No seas ridículo.
Apretaron los dientes, y Leo le miró.
-Venga, confío en ella. No sería capaz de escaparse después de una cosa así. ¿Verdad? –me miró.
Yo sonreí con inocencia.
-¡Por supuesto! Yo nunca traicionaría tu confianza, Leo. Eres como un padre para mí.
Sonrió, y dio media vuelta, aunque Jack seguía siendo desconfiado.
Salieron de allí, cerrando la puerta detrás de sí.
Ingenuos.