Retrocedí unos pasos hasta chocar con una columna, completamente pálida y temblorosa.
¿Por qué? ¡¿Por qué siempre tiene que meterse dónde no le llaman?!
-¡Tú! –dije enfadada. Jack se levantó, y me miró también furioso-. ¡¡Deja que me muera de una puñetera vez!!
-Te he dicho que eso no iba a pasar. Y yo siempre cumplo con mi palabra.
Miré al director y a los demás, que se habían quedado con la boca abierta.
-¡Jack, nos has salvado! –gritó eufórico-. ¡Si no hubiera sido por ti ahora mismo podríamos estar…! ¡Es que no sé ni lo que nos hubiera pasado! ¡Muchísimas gracias!
Pero Jack no respondió. Simplemente no me quitaba los ojos de encima, entrecerrados.
Todavía mirándome, dejó la esfera en su sitio –para el alivio de los demás- y volvió a su lugar, con los brazos cruzados. Me tendió una mano abierta, para que le devolviera la llave.
-Director, estaría encantado de volver a encargarme de esta chica tan traviesa.
-¡Por supuesto! ¡Faltaría más! Charlie, vuelve a proteger a Yina.
-Pero señor director…
-¡No me repliques! ¡Haz sencillamente lo que te digo! –se notaba que Leo estaba asustado.
Jack esbozó una sonrisa triunfal, y me indicó con la mano que le devolviese la maldita llave.
Apreté la mandíbula, pero no dije nada. Avancé, y al pasar por su lado se la di de mala manera. Y luego corrí hacia mi habitación, más furiosa que nunca.
Por la mañana todavía seguía enfadada. No podía remediarlo. Ni siquiera le di los buenos días a Vicky.
Hoy era sábado, y cómo no había clase, tenía al estúpido de Jack pegado a mí todo el tiempo.
Y lo que más me fastidiaba de todo es que, aunque me cueste reconocerlo, me aliviaba que fuera él y no otro.
Pero llegó un momento, a eso de las cinco de la tarde, que me harté.
-¡Déjame en paz! ¡¿Es que no tienes nada mejor que hacer?! –le reproché.
-Nop.
-¡¿Cómo que “nop”?! ¡Dé-ja-me-en-paz!
-Nop.
Cabreada, me dirigí –cómo no, acompañada de Jack- al despacho del director. Iba a quejarme de que yo también quería un poco de libertad como los demás cuando, antes de entrar, oí unos llantos de bebé.
Jack también los había ido, y me miró preocupado.
-Qué extraño –comenté.
-¡No, espera…! –intentó frenarme.
Abrí la puerta, pero la escena que vi me horrorizó.
Estaban a punto de matar a un bebé.
jueves, 30 de septiembre de 2010
sábado, 25 de septiembre de 2010
Capítulo 29
Bajé las escaleras corriendo hasta la Sala, pero claro, no tenía la llave. Jack venía detrás de mí, así que paré el tiempo, me acerqué a él al pie de las escaleras, le arranqué la llave del cuello y abrí la puerta. Estaba tan conmocionada que me desconcentré y el tiempo fluyó otra vez.
Me apresuré a acercarme a mi esfera, prácticamente sin aliento por la carrera. Todas formaban un círculo, y la cogí entre mis manos.
Brillaba completamente, y la grieta de la que me había hablado Jack había desaparecido.
No pasaba nada, ahora mismo lo arreglaría.
Iba a tirarla al suelo cuando Jack apareció por la puerta.
-¡Espera!
Alcé la cabeza. Estaba con la mano apoyada en el marco de la puerta, y jadeaba del cansancio.
-Espera, por favor, Alex. Vamos a hablarlo. No eres ningún monstruo. Así que por favor, ¡ni se te ocurra romper la esfera!
-¡Sí que lo soy! Si no me doy cuenta de lo que hago en algún momento, podría… hacer mucho daño…
-¡Vale! ¡Si no te convence que no eres ningún monstruo, entonces te convenceré de otra forma! Dices que no quieres hacer daño a nadie con tu presencia, ¡pero con tu ausencia morirán todos! ¡El planeta se paralizará! ¡Y todos morirán! Y sé que no quieres eso. Así que… -se acercó despacio y prudente a mí tres pasos con las manos alzadas- dame la esfera.
Negué con la cabeza, e iba a intentarlo otra vez cuando lo que más temía ocurrió: el director y algunos guardianes aparecieron detrás de Jack.
Seguramente nuestros pasos habían despertado a los alumnos, y éstos, asustados, les habían llamado para que se aseguraran de que no ocurría nada malo.
Ya veían completamente horrorizados que algo sí pasaba.
El director se colocó al lado de Jack.
-Oh, Dios mío. ¡Alex! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Deja esa esfera dónde estaba!
Apreté los labios, fruncí el ceño y la tiré.
-¡No! –gritaron todos al unísono.
Y cerraron los ojos, incluida yo, que era la que iba a morir.
Pero no ocurrió nada.
Después de unos segundos, abrí los ojos. Y me horroricé.
Jack sostenía la esfera entre sus manos, en el suelo, completamente intacta.
Me apresuré a acercarme a mi esfera, prácticamente sin aliento por la carrera. Todas formaban un círculo, y la cogí entre mis manos.
Brillaba completamente, y la grieta de la que me había hablado Jack había desaparecido.
No pasaba nada, ahora mismo lo arreglaría.
Iba a tirarla al suelo cuando Jack apareció por la puerta.
-¡Espera!
Alcé la cabeza. Estaba con la mano apoyada en el marco de la puerta, y jadeaba del cansancio.
-Espera, por favor, Alex. Vamos a hablarlo. No eres ningún monstruo. Así que por favor, ¡ni se te ocurra romper la esfera!
-¡Sí que lo soy! Si no me doy cuenta de lo que hago en algún momento, podría… hacer mucho daño…
-¡Vale! ¡Si no te convence que no eres ningún monstruo, entonces te convenceré de otra forma! Dices que no quieres hacer daño a nadie con tu presencia, ¡pero con tu ausencia morirán todos! ¡El planeta se paralizará! ¡Y todos morirán! Y sé que no quieres eso. Así que… -se acercó despacio y prudente a mí tres pasos con las manos alzadas- dame la esfera.
Negué con la cabeza, e iba a intentarlo otra vez cuando lo que más temía ocurrió: el director y algunos guardianes aparecieron detrás de Jack.
Seguramente nuestros pasos habían despertado a los alumnos, y éstos, asustados, les habían llamado para que se aseguraran de que no ocurría nada malo.
Ya veían completamente horrorizados que algo sí pasaba.
El director se colocó al lado de Jack.
-Oh, Dios mío. ¡Alex! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Deja esa esfera dónde estaba!
Apreté los labios, fruncí el ceño y la tiré.
-¡No! –gritaron todos al unísono.
Y cerraron los ojos, incluida yo, que era la que iba a morir.
Pero no ocurrió nada.
Después de unos segundos, abrí los ojos. Y me horroricé.
Jack sostenía la esfera entre sus manos, en el suelo, completamente intacta.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
Capítulo 28
Por la noche, cuando me aseguré de que Vicky estaba dormida, me levanté despacio y me dirigí a la habitación de Jack. Tenía que contarme esas cosas que yo no sabía. Aunque yo a cambio tenía que contarle mi secreto.
Al llegar, peté. Y él me abrió sonriente. Menudo memo. Pero es que estaba tan guapo…
No, Alex, concéntrate.
Con el ceño fruncido, entré, él cerró la puerta y ambos nos sentamos en el suelo.
-Bien. ¿Quién cuenta primero? –preguntó él.
-Me parece que lo sabes perfectamente.
-Pues adelante.
-Me refería a ti… Da igual. Bien. El director no envejece gracias a mí. Puedo hacer inmortal a cualquiera, puedo cambiar el tiempo para una persona como para el universo. Puedo hacerlos viejos, bebés, adolescentes… o mismamente matarlos envejeciendo simplemente el corazón u otro órgano. Puedo hacer lo que me dé la gana.
Se me quedó mirando de hito en hito. Y sonrió.
-Vaya, vaya, por eso el director estaba tan nervioso cuando te fuiste. Así que… ¿es más viejo de lo que aparenta?
-Exacto.
-¿Y tú?
-No, yo tengo diecisiete.
-Dieciséis –me corrigió. Puse los ojos en blanco.
-Empecé a rejuvenecerlo cuando cumplí los doce años. Pero no recuerdo la razón. Bien, ya está. Cuéntame ahora tú lo que sabes.
-Vale… esto no es fácil. Sabes que el ángel del espacio, Jonathan, es tu contrario, ¿verdad? Tu opuesto.
-Sí, algo he oído.
-¿Sabes de quién es hijo?
-Creo que nació como yo… Bueno, creo que fue creado.
-No. Él nació, al igual que tú.
Me quedé perpleja.
-¿Cómo?
-Sí. Su padre es el mismísimo arcángel Gabriel.
Le miré con la boca abierta. ¡¿Cómo?!
-¡¿Es… es… el hijo de…?! –Jack asintió-. Pero entonces si él es el hijo de un ángel… y es mi opuesto… yo… ¿soy hija de un… demonio?
-No… exactamente. Eres la hija del demonio. Del ángel caído. El mismo que se reveló a Dios. Tiene muchos nombres. El Diablo, el demonio. Satanás. Nosotros lo llamamos Lucifer, quizá porque es más cómodo. Y el problema es que eres su única hija, Alex.
Me quedé completamente congelada. No. No, no, no, no. ¡No!
-¡No puede ser! ¡Es… imposible! ¡¿No dicen que los ángeles no son ni hombres ni mujeres?! ¿Cómo pudo…?
-Alex, aquí todos somos ángeles. Hombres y mujeres. Tú misma lo eres.
-No lo creo. No puede ser. ¿Qué…? ¿Cómo…? ¡No entiendo nada!
Me levanté rápidamente.
-¡No me puedo estar pasando esto! Además, si soy su única hija, ¿cómo es que…?
-Te caíste por un agujero del tiempo que tú misma creaste. Y Leo, el director, te encontró. Mira, no sé mucho sobre todo este tema, sólo te digo lo que sé con certeza, pero… estoy seguro de que, aunque suene irónico, tu padre te quería mucho.
-¡Lo dudo mucho! ¡Es el mismo diablo! ¡¿Pe… pero quién juega con esto?! –empecé a llorar como una estúpida.
Jack se levantó e intentó abrazarme, pero me aparté rápidamente.
-¡No! ¡Se supone que yo soy la sucesora del mal que pasará en el mundo! ¡Soy un monstruo!
-No, no lo eres. Simplemente eres una niña muy asustada con un padre un poquito cabrón. Nada más. Lo único que necesitas es protección. Y yo puedo dártela.
Le miré con las cejas alzadas. ¿Qué intentaba decirme?
-¿Qué…?
-¡Lo único que quiero es permanecer a tu lado durante el resto de mi vida! ¡Nada más!
Se dio cuenta de lo que acababa de decir, y se calló al momento, desconcertado, como yo.
Intentó acercarse a mí, pero yo negué con la cabeza retrocediendo.
-No. No necesito protección. Lo que necesito es otra cosa. No puedo seguir viviendo sabiendo que no puedo confiar en nadie, ¡ni siquiera en mí misma!
-Pero puedes confiar en mí. Yo nunca, Alex, nunca te haría daño, ni te traicionaría.
Apreté los labios, y cogí el picaporte de la puerta.
-Voy a acabar con esto de una vez.
-¿Qué…?
Abrí la puerta y salí corriendo a la Sala de las Esferas, dónde estaba mi alma atrapada.
Si no hay alma, no hay vida.
Al llegar, peté. Y él me abrió sonriente. Menudo memo. Pero es que estaba tan guapo…
No, Alex, concéntrate.
Con el ceño fruncido, entré, él cerró la puerta y ambos nos sentamos en el suelo.
-Bien. ¿Quién cuenta primero? –preguntó él.
-Me parece que lo sabes perfectamente.
-Pues adelante.
-Me refería a ti… Da igual. Bien. El director no envejece gracias a mí. Puedo hacer inmortal a cualquiera, puedo cambiar el tiempo para una persona como para el universo. Puedo hacerlos viejos, bebés, adolescentes… o mismamente matarlos envejeciendo simplemente el corazón u otro órgano. Puedo hacer lo que me dé la gana.
Se me quedó mirando de hito en hito. Y sonrió.
-Vaya, vaya, por eso el director estaba tan nervioso cuando te fuiste. Así que… ¿es más viejo de lo que aparenta?
-Exacto.
-¿Y tú?
-No, yo tengo diecisiete.
-Dieciséis –me corrigió. Puse los ojos en blanco.
-Empecé a rejuvenecerlo cuando cumplí los doce años. Pero no recuerdo la razón. Bien, ya está. Cuéntame ahora tú lo que sabes.
-Vale… esto no es fácil. Sabes que el ángel del espacio, Jonathan, es tu contrario, ¿verdad? Tu opuesto.
-Sí, algo he oído.
-¿Sabes de quién es hijo?
-Creo que nació como yo… Bueno, creo que fue creado.
-No. Él nació, al igual que tú.
Me quedé perpleja.
-¿Cómo?
-Sí. Su padre es el mismísimo arcángel Gabriel.
Le miré con la boca abierta. ¡¿Cómo?!
-¡¿Es… es… el hijo de…?! –Jack asintió-. Pero entonces si él es el hijo de un ángel… y es mi opuesto… yo… ¿soy hija de un… demonio?
-No… exactamente. Eres la hija del demonio. Del ángel caído. El mismo que se reveló a Dios. Tiene muchos nombres. El Diablo, el demonio. Satanás. Nosotros lo llamamos Lucifer, quizá porque es más cómodo. Y el problema es que eres su única hija, Alex.
Me quedé completamente congelada. No. No, no, no, no. ¡No!
-¡No puede ser! ¡Es… imposible! ¡¿No dicen que los ángeles no son ni hombres ni mujeres?! ¿Cómo pudo…?
-Alex, aquí todos somos ángeles. Hombres y mujeres. Tú misma lo eres.
-No lo creo. No puede ser. ¿Qué…? ¿Cómo…? ¡No entiendo nada!
Me levanté rápidamente.
-¡No me puedo estar pasando esto! Además, si soy su única hija, ¿cómo es que…?
-Te caíste por un agujero del tiempo que tú misma creaste. Y Leo, el director, te encontró. Mira, no sé mucho sobre todo este tema, sólo te digo lo que sé con certeza, pero… estoy seguro de que, aunque suene irónico, tu padre te quería mucho.
-¡Lo dudo mucho! ¡Es el mismo diablo! ¡¿Pe… pero quién juega con esto?! –empecé a llorar como una estúpida.
Jack se levantó e intentó abrazarme, pero me aparté rápidamente.
-¡No! ¡Se supone que yo soy la sucesora del mal que pasará en el mundo! ¡Soy un monstruo!
-No, no lo eres. Simplemente eres una niña muy asustada con un padre un poquito cabrón. Nada más. Lo único que necesitas es protección. Y yo puedo dártela.
Le miré con las cejas alzadas. ¿Qué intentaba decirme?
-¿Qué…?
-¡Lo único que quiero es permanecer a tu lado durante el resto de mi vida! ¡Nada más!
Se dio cuenta de lo que acababa de decir, y se calló al momento, desconcertado, como yo.
Intentó acercarse a mí, pero yo negué con la cabeza retrocediendo.
-No. No necesito protección. Lo que necesito es otra cosa. No puedo seguir viviendo sabiendo que no puedo confiar en nadie, ¡ni siquiera en mí misma!
-Pero puedes confiar en mí. Yo nunca, Alex, nunca te haría daño, ni te traicionaría.
Apreté los labios, y cogí el picaporte de la puerta.
-Voy a acabar con esto de una vez.
-¿Qué…?
Abrí la puerta y salí corriendo a la Sala de las Esferas, dónde estaba mi alma atrapada.
Si no hay alma, no hay vida.
jueves, 16 de septiembre de 2010
Capítulo 27
Después de hablar con Jack, fui a las clases, y por la tarde, después de éstas, me dirigí otra vez al campo de entrenamiento. Charlie me esperaba allí ya, y bueno… yo me quedaba –otra vez- embobada mirando los músculos de los guardianes…
Pero mi atención en ese momento estaba puesta en cómo se habían colocados ellos.
Jake, Yina, Jonás y Nicole, los ángeles de los elementos, estaban colocados en el centro en un pequeño grupo, aparentemente asustados. Miré a Charlie, luego hacia Jack y otra vez a mi guardián, que me indicó con la cabeza que me colocara con ellos. Temblando, me puse con los ángeles.
-¿Sabéis de qué va esto? –pregunté asustada.
-Ni idea- contestó Jake, el ángel del fuego-, pero quizá sea un examen o algo parecido…
-¿Y si nos van a hacer daño? –preguntó Nicole.
-¡No seas tonta! ¡Nosotros somos más poderosos que ellos! ¡Sería ridículo! –replicó Yina.
Los cinco guardianes se colocaron en un círculo algo lejos de nosotros.
-Bien, chicos, ahora vamos a ver de lo que sois capaces –dijo Jack-. Cada uno, individualmente, se colocará en nuestro centro, y tendrá que atacarnos. Y nosotros intentaremos atraparlo. Vamos a ver lo que habéis aprendido. Jonás.
El ángel de tierra adelantó un paso tembloroso, mientras los guardianes esperaban pacientemente. Respiró hondo y se colocó en el centro.
-Está bien. Allá voy.
Se puso en posición de ataque, e hizo que una ráfaga de viento soplara fuertemente detrás del guardián del fuego.
Éste lo esquivó con precisión y se lanzó a por él, a lo mismo que los demás.
Jonás no pudo resistir la presión y se dejó coger.
¡Menudo manta! Aunque bueno, quizá sea algo complicado, pero jo…
Yina fue igual de fácil de coger. Duró más, pero la cogieron igualmente.
Nicole, en cambio, fue la única por ahora capaz de derrotar a todos. Vamos, dejarlos en el suelo.
A Jake ya fue todavía más complicado. Era escurridizo, y quemar a los paladines cada vez que se acercaban a él le daba ventaja, pero llega un momento en el que todo el mundo se cansa.
Y luego llegó mi turno. Con los labios y puños apretados, me coloqué en el centro decisiva y cerré los ojos para relajarme.
Sabía que los guardianes estaban confusos, pero yo sabía muy bien lo que hacía.
Paré el tiempo, quedándose todo absolutamente quieto, incluso un pájaro que pasaba volando quedó suspendido en el aire. Bien.
Me acerqué al guardián del fuego, y le di una cachetada en una parte concreta del hombro. Aunque fuera fuerte, tenía ese punto débil, como todos.
Me acerqué al de tierra, cogí un palo del suelo bastante grueso y le golpeé la espalda con él.
Al de aire, le di un puñetazo que le rompió la nariz. Pero la sangre todavía no salía.
Y luego a Charlie y a Jack, y por supuesto, como a estos les tengo manía, les di una patada a cada uno en las partes bajas. Vamos, que los dejé sin herencia.
Me volví a colocar en el centro con toda tranquilidad, me crucé de brazos y volví a descongelar el tiempo.
Los cinco guardianes cayeron a la vez al suelo derrotados. El de fuego cayó agarrándose el hombro, pero ya inconsciente. El de tierra cayó de bruces al suelo, al de aire le empezó a sangrar la nariz, se colocó de rodillas y se llevó las manos ahí para parar la hemorragia, y los otros dos…
Se quejaban, también cayeron de rodillas y cerraron los ojos. Sonreí.
Los otros ángeles me miraron con la boca abierta.
-¿Cómo lo…? ¡Pero si no te has movido! –gritó Nicole con admiración.
-Lo sé. ¿Qué? ¿Os duele? –pregunté mirando a cada uno.
Jack alzó la cabeza dolorosamente y con esfuerzo, pero el muy… Seguía sonriendo con malicia.
-Bueno… la verdad… ay… no ha estado mal… No me esperaba menos de ti, Alex.
Soy in-cre-í-ble.
Sonreí abiertamente y me dirigí hacia Charlie, dándole un gran abrazo. Él, con mucho esfuerzo por el dolor, me devolvió el abrazo y me dio unos toquecitos en la cabeza. Cuando me separé me sonrió.
-Muy bien hecho. Estoy orgulloso de ti –me dijo.
Le volví a sonreír, y en un momento miré de reojo a Jack. Le salían chispas por los ojos. Con que estaba celoso.
Me reí, volví a abrazar a Charlie y me fui de allí.
Pero mi atención en ese momento estaba puesta en cómo se habían colocados ellos.
Jake, Yina, Jonás y Nicole, los ángeles de los elementos, estaban colocados en el centro en un pequeño grupo, aparentemente asustados. Miré a Charlie, luego hacia Jack y otra vez a mi guardián, que me indicó con la cabeza que me colocara con ellos. Temblando, me puse con los ángeles.
-¿Sabéis de qué va esto? –pregunté asustada.
-Ni idea- contestó Jake, el ángel del fuego-, pero quizá sea un examen o algo parecido…
-¿Y si nos van a hacer daño? –preguntó Nicole.
-¡No seas tonta! ¡Nosotros somos más poderosos que ellos! ¡Sería ridículo! –replicó Yina.
Los cinco guardianes se colocaron en un círculo algo lejos de nosotros.
-Bien, chicos, ahora vamos a ver de lo que sois capaces –dijo Jack-. Cada uno, individualmente, se colocará en nuestro centro, y tendrá que atacarnos. Y nosotros intentaremos atraparlo. Vamos a ver lo que habéis aprendido. Jonás.
El ángel de tierra adelantó un paso tembloroso, mientras los guardianes esperaban pacientemente. Respiró hondo y se colocó en el centro.
-Está bien. Allá voy.
Se puso en posición de ataque, e hizo que una ráfaga de viento soplara fuertemente detrás del guardián del fuego.
Éste lo esquivó con precisión y se lanzó a por él, a lo mismo que los demás.
Jonás no pudo resistir la presión y se dejó coger.
¡Menudo manta! Aunque bueno, quizá sea algo complicado, pero jo…
Yina fue igual de fácil de coger. Duró más, pero la cogieron igualmente.
Nicole, en cambio, fue la única por ahora capaz de derrotar a todos. Vamos, dejarlos en el suelo.
A Jake ya fue todavía más complicado. Era escurridizo, y quemar a los paladines cada vez que se acercaban a él le daba ventaja, pero llega un momento en el que todo el mundo se cansa.
Y luego llegó mi turno. Con los labios y puños apretados, me coloqué en el centro decisiva y cerré los ojos para relajarme.
Sabía que los guardianes estaban confusos, pero yo sabía muy bien lo que hacía.
Paré el tiempo, quedándose todo absolutamente quieto, incluso un pájaro que pasaba volando quedó suspendido en el aire. Bien.
Me acerqué al guardián del fuego, y le di una cachetada en una parte concreta del hombro. Aunque fuera fuerte, tenía ese punto débil, como todos.
Me acerqué al de tierra, cogí un palo del suelo bastante grueso y le golpeé la espalda con él.
Al de aire, le di un puñetazo que le rompió la nariz. Pero la sangre todavía no salía.
Y luego a Charlie y a Jack, y por supuesto, como a estos les tengo manía, les di una patada a cada uno en las partes bajas. Vamos, que los dejé sin herencia.
Me volví a colocar en el centro con toda tranquilidad, me crucé de brazos y volví a descongelar el tiempo.
Los cinco guardianes cayeron a la vez al suelo derrotados. El de fuego cayó agarrándose el hombro, pero ya inconsciente. El de tierra cayó de bruces al suelo, al de aire le empezó a sangrar la nariz, se colocó de rodillas y se llevó las manos ahí para parar la hemorragia, y los otros dos…
Se quejaban, también cayeron de rodillas y cerraron los ojos. Sonreí.
Los otros ángeles me miraron con la boca abierta.
-¿Cómo lo…? ¡Pero si no te has movido! –gritó Nicole con admiración.
-Lo sé. ¿Qué? ¿Os duele? –pregunté mirando a cada uno.
Jack alzó la cabeza dolorosamente y con esfuerzo, pero el muy… Seguía sonriendo con malicia.
-Bueno… la verdad… ay… no ha estado mal… No me esperaba menos de ti, Alex.
Soy in-cre-í-ble.
Sonreí abiertamente y me dirigí hacia Charlie, dándole un gran abrazo. Él, con mucho esfuerzo por el dolor, me devolvió el abrazo y me dio unos toquecitos en la cabeza. Cuando me separé me sonrió.
-Muy bien hecho. Estoy orgulloso de ti –me dijo.
Le volví a sonreír, y en un momento miré de reojo a Jack. Le salían chispas por los ojos. Con que estaba celoso.
Me reí, volví a abrazar a Charlie y me fui de allí.
domingo, 12 de septiembre de 2010
Capítulo 26 (J)
*Antes de nada, querías daros las gracias por vuestro gran apoyo, y por supuesto, vuestros comentarios me ayudan a seguir escribiendo ^^
Y *JeM*FaA*, sip, el libro "Los cuatro tronos" es la segunda parte del libro "La novena noche", pero sinceramente, no me está gustando nada. Es mucho mejor el primero. Sólo para que conste.
Y bueno, ahí va el capítulo:
Les esperaba en la puerta trasera del castillo. Yo estaba apoyado en la pared, digamos tomando el poco sol que había, cuando les sentí venir. Me reincorporé enseguida.
-¿Lo habéis conseguido? –pregunté.
-Jack, ¡casi nos cogen! –Se quejó Max-. Pero algo escuchamos, sí… Algo de quitarle los años que le sobran o algo así al director… No entendimos mucho.
-Aún así no me gusta espiar a Alex. ¡Es nuestra amiga! No deberíamos…
-Hey, tranquilos –dije-. Esto es cosa mía, no os preocupéis. Podéis iros.
Los tres salieron corriendo. Miré el reloj. Quedaban cinco minutos para ir a clase. Me tocaría dar matemáticas. Empecé a caminar por el césped cuando la oí:
-¡Tú!
Me volví y me encontré a Alex corriendo hacia mí hecha una furia.
Suspiré.
-¡¿Pero qué pretendes?!
-¿Qué pretendo de qué?
-¡¿Cómo que…?! ¡¿Me estás tomando el pelo?! ¡Eres un maldito pesado! ¿Qué pasa? Mira, sólo llevas aquí tres años, y eso no te da derecho a…
-¿Sabes que estás muy guapa cuando te enfadas? –comenté mirándola con ternura.
Eso la sacó de su hilo.
-Ah, esto… -se sonrojó. Qué mona-. ¡Mierda! ¡No me interrumpas! ¡Cómo te decía, eso no te da derecho a espiar!
-No espiaba. Sólo investigaba.
-¡Pues apunta con la lupa a otra parte, Sherlock Holmes! ¡Aquí no hay nada que descubrir!
-Oh, querida, sí que lo hay. Algo raro pasa contigo, y te aseguro que yo también sé cosas que tú no sobre ti.
Eso la desconcertó. Sonreí.
-Sí, como lo oyes. ¿Cómo naciste? ¿Lo recuerdas? –Se quedó muda-. ¿Sabes al menos dónde naciste?
Miró hacia otro lado.
-Que yo sepa nací de una simple molécula de aire que sufrió una mutación y…
-¡Ja! ¿Eso es lo que te han contado? Sí señor, muy científico. En casos como éste me siento muy orgulloso de dar biología. No seas ridícula. Vale que vivimos en un mundo de magia y fantasía, pero científicamente hablando es imposible que de una simple molécula de aire salga un organismo tan complejo como el del ser humano y aún por encima mutarlo para controlar el mismísimo tiempo.
-¿Entonces…? –dijo con un hilo de voz.
-Mira, hagamos una cosa. Yo te cuento lo que sé, y tú me cuentas lo que puedes hacer. Todo. ¿Trato hecho?
Se lo pensó unos momentos, pero yo ya sabía con antelación que iba a aceptar.
-¿Entonces tengo padres?
-Ay… no lo sé… Te lo diré si tú me dices lo tuyo…
-Está bien. Quedamos esta noche en… tu habitación. Allí no podrá escucharnos nadie. En la mía estará Vicky.
-Muy bien, entonces. Hasta dentro de poco.
Le tendí la mano. Ella la miró, frunció el ceño y se fue de allí. Sonreí.
Esta chica cada día me gusta más.
Y *JeM*FaA*, sip, el libro "Los cuatro tronos" es la segunda parte del libro "La novena noche", pero sinceramente, no me está gustando nada. Es mucho mejor el primero. Sólo para que conste.
Y bueno, ahí va el capítulo:
Les esperaba en la puerta trasera del castillo. Yo estaba apoyado en la pared, digamos tomando el poco sol que había, cuando les sentí venir. Me reincorporé enseguida.
-¿Lo habéis conseguido? –pregunté.
-Jack, ¡casi nos cogen! –Se quejó Max-. Pero algo escuchamos, sí… Algo de quitarle los años que le sobran o algo así al director… No entendimos mucho.
-Aún así no me gusta espiar a Alex. ¡Es nuestra amiga! No deberíamos…
-Hey, tranquilos –dije-. Esto es cosa mía, no os preocupéis. Podéis iros.
Los tres salieron corriendo. Miré el reloj. Quedaban cinco minutos para ir a clase. Me tocaría dar matemáticas. Empecé a caminar por el césped cuando la oí:
-¡Tú!
Me volví y me encontré a Alex corriendo hacia mí hecha una furia.
Suspiré.
-¡¿Pero qué pretendes?!
-¿Qué pretendo de qué?
-¡¿Cómo que…?! ¡¿Me estás tomando el pelo?! ¡Eres un maldito pesado! ¿Qué pasa? Mira, sólo llevas aquí tres años, y eso no te da derecho a…
-¿Sabes que estás muy guapa cuando te enfadas? –comenté mirándola con ternura.
Eso la sacó de su hilo.
-Ah, esto… -se sonrojó. Qué mona-. ¡Mierda! ¡No me interrumpas! ¡Cómo te decía, eso no te da derecho a espiar!
-No espiaba. Sólo investigaba.
-¡Pues apunta con la lupa a otra parte, Sherlock Holmes! ¡Aquí no hay nada que descubrir!
-Oh, querida, sí que lo hay. Algo raro pasa contigo, y te aseguro que yo también sé cosas que tú no sobre ti.
Eso la desconcertó. Sonreí.
-Sí, como lo oyes. ¿Cómo naciste? ¿Lo recuerdas? –Se quedó muda-. ¿Sabes al menos dónde naciste?
Miró hacia otro lado.
-Que yo sepa nací de una simple molécula de aire que sufrió una mutación y…
-¡Ja! ¿Eso es lo que te han contado? Sí señor, muy científico. En casos como éste me siento muy orgulloso de dar biología. No seas ridícula. Vale que vivimos en un mundo de magia y fantasía, pero científicamente hablando es imposible que de una simple molécula de aire salga un organismo tan complejo como el del ser humano y aún por encima mutarlo para controlar el mismísimo tiempo.
-¿Entonces…? –dijo con un hilo de voz.
-Mira, hagamos una cosa. Yo te cuento lo que sé, y tú me cuentas lo que puedes hacer. Todo. ¿Trato hecho?
Se lo pensó unos momentos, pero yo ya sabía con antelación que iba a aceptar.
-¿Entonces tengo padres?
-Ay… no lo sé… Te lo diré si tú me dices lo tuyo…
-Está bien. Quedamos esta noche en… tu habitación. Allí no podrá escucharnos nadie. En la mía estará Vicky.
-Muy bien, entonces. Hasta dentro de poco.
Le tendí la mano. Ella la miró, frunció el ceño y se fue de allí. Sonreí.
Esta chica cada día me gusta más.
lunes, 6 de septiembre de 2010
Capítulo 25
El director estaba apoyado en el marco de la puerta, mirando hacia el exterior, a los ángeles hablando, en grupitos sentados y demás. Tenía las manos detrás de la espalda.
Suspiré algo aliviada y senté en su sillón. Coloqué los pies encima de su mesa cruzándolos por los tobillos y entrelacé las manos detrás de la cabeza. Sólo me faltaba el café y las pastas.
El director se volvió hacia mí, suspiró y chasqueó la lengua. Volvió a mirar el cielo.
-Quita los pies de la mesa…
-Hey, hey, sin exigencias, Leonardo, que si no ya sabes… -le repliqué.
Ah, sí, por supuesto. Ambos teníamos un secreto. Una de mis eficacias, por así decirlo, es poder hacer inmortal a una persona. Rejuvenecerla o envejecerla hasta la edad que me dé la gana. O incluso congelar sus células para que no puedan envejecer jamás. Decidí que lo mejor sería rejuvenecer a Leonardo haciendo que su cuerpo no cumpliera el año, y esto cada doce meses. Ésa es una de las razones por las que estaba tan desesperado por encontrarme.
Y como me fui hace tres años, Leo ha envejecido tres.
Podría hacerlo inmortal, pero si no… ¿Cómo podría sobornarle?
Todo el mundo, aunque seas un director de un gran colegio antiguo y bonachón, quiere ser inmortal. Todos.
Cómo se nota que soy la mala.
El problema es que nadie debía enterarse de que podía hacer esto.
-Por favor, Alex, compórtate, que ya eres mayorcita. Dentro de poco cumplirás 17 años.
-Lo sé. Mira, te quitaré los años que te “sobran”, pero a cambio quiero que…
Una sensación extraña me recorrió la espalda, como si nos estuvieran vigilando.
-¿Quieres qué…? Alex, ¿qué ibas a decir? ¿Alex?
Se volvió hacia mí, pero yo me había incorporado en el sillón. Me levanté, le miré y le hice un gesto hacia la puerta. Él la miró, asintió y ambos fuimos sin hacer ruido hasta ella.
Y la abrió.
Vicky, Max y Al cayeron al suelo. Se levantaron rápidamente, y colocaron las manos detrás de la espalda, avergonzados.
Me crucé de brazos, y Leo también.
-¿Qué es esto? ¿De dónde habéis sacado tan mala conducta?
-Esto… es que… nosotros… -intentó explicarse Vicky-. ¡Lo sentimos, de verdad! Pero es que…
Leo y yo nos miramos asustados. ¿Y si habían escuchado algo?
-¿Qué habéis escuchado?
-¡Nada, lo juramos! ¡No escuchamos nada!
Leo miró a cada uno, y yo suspiré derrotada.
-Leo, déjalos ir. Sólo tenían curiosidad. No es su culpa. Pero creo que sé de quién lo es.
-Está bien. Podéis iros.
Los tres me miraron preocupados, yo asentí y se fueron. Miré a Leo.
-Tú tranquilo, sé quién es el responsable. Y no te preocupes –susurré-, ya lo arreglaremos en otro momento.
Él asintió y me fui de allí. Encontraría al responsable.
Además… ¡¿es que nunca me iba a dejar tranquila?!
Suspiré algo aliviada y senté en su sillón. Coloqué los pies encima de su mesa cruzándolos por los tobillos y entrelacé las manos detrás de la cabeza. Sólo me faltaba el café y las pastas.
El director se volvió hacia mí, suspiró y chasqueó la lengua. Volvió a mirar el cielo.
-Quita los pies de la mesa…
-Hey, hey, sin exigencias, Leonardo, que si no ya sabes… -le repliqué.
Ah, sí, por supuesto. Ambos teníamos un secreto. Una de mis eficacias, por así decirlo, es poder hacer inmortal a una persona. Rejuvenecerla o envejecerla hasta la edad que me dé la gana. O incluso congelar sus células para que no puedan envejecer jamás. Decidí que lo mejor sería rejuvenecer a Leonardo haciendo que su cuerpo no cumpliera el año, y esto cada doce meses. Ésa es una de las razones por las que estaba tan desesperado por encontrarme.
Y como me fui hace tres años, Leo ha envejecido tres.
Podría hacerlo inmortal, pero si no… ¿Cómo podría sobornarle?
Todo el mundo, aunque seas un director de un gran colegio antiguo y bonachón, quiere ser inmortal. Todos.
Cómo se nota que soy la mala.
El problema es que nadie debía enterarse de que podía hacer esto.
-Por favor, Alex, compórtate, que ya eres mayorcita. Dentro de poco cumplirás 17 años.
-Lo sé. Mira, te quitaré los años que te “sobran”, pero a cambio quiero que…
Una sensación extraña me recorrió la espalda, como si nos estuvieran vigilando.
-¿Quieres qué…? Alex, ¿qué ibas a decir? ¿Alex?
Se volvió hacia mí, pero yo me había incorporado en el sillón. Me levanté, le miré y le hice un gesto hacia la puerta. Él la miró, asintió y ambos fuimos sin hacer ruido hasta ella.
Y la abrió.
Vicky, Max y Al cayeron al suelo. Se levantaron rápidamente, y colocaron las manos detrás de la espalda, avergonzados.
Me crucé de brazos, y Leo también.
-¿Qué es esto? ¿De dónde habéis sacado tan mala conducta?
-Esto… es que… nosotros… -intentó explicarse Vicky-. ¡Lo sentimos, de verdad! Pero es que…
Leo y yo nos miramos asustados. ¿Y si habían escuchado algo?
-¿Qué habéis escuchado?
-¡Nada, lo juramos! ¡No escuchamos nada!
Leo miró a cada uno, y yo suspiré derrotada.
-Leo, déjalos ir. Sólo tenían curiosidad. No es su culpa. Pero creo que sé de quién lo es.
-Está bien. Podéis iros.
Los tres me miraron preocupados, yo asentí y se fueron. Miré a Leo.
-Tú tranquilo, sé quién es el responsable. Y no te preocupes –susurré-, ya lo arreglaremos en otro momento.
Él asintió y me fui de allí. Encontraría al responsable.
Además… ¡¿es que nunca me iba a dejar tranquila?!
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