Después de todo, Jack me acompañó a mi habitación.
-Durante el día asistirás a las clases de siempre. Ya sabes cuál es tu horario. Después de éstas, estaré toda la tarde contigo para asegurarme de que no te pasa nada. Hasta mañana.
Chasqueé la lengua.
-Eres mi pesadilla hecha realidad.
-Y tú mi realidad hecha pesadilla -me replicó, y se fue.
Entré en mi habitación, y recorrí la mirada de un lado a otro. Era como la recordaba. Estaba todo en su sitio. Había dos camas y dos armarios, pero sólo estaba ocupado mi lado del cuarto. Cerré de un portazo y me eché sobre la cama, pero me volví a incorporar.
¿Y si me escapaba ahora por la ventana? Una locura, pero...
Me levanté y fui hacia la ventana. La abrí y saqué la cabeza, pero increíblemente Jack estaba de pie sobre una rama del árbol que daba a mi ventana, con los brazos cruzados y sonreía.
-Ni lo pienses siquiera.
Proferí una palabrota y me volví a meter dentro. Qué rapidez. Maldito...
Bajé la persiana, y me tiré encima de la cama. Aj, esto es asqueroso.
Al final no pude evitar quedarme dormida.
Cuando abrí los ojos, todavía estaba todo oscuro. Me levanté y miré el despertador. Las siete. ¿Había dormido toda la tarde y noche? Increíble.
Me acerqué al espejo de la habitación, y sin duda el sueño mejoró mis facciones. Fui hacia el armario y me encontré con el uniforme del colegio, además de mi ropa de calle. Había dejado todas mis pertenencias aquí cuando me había escapado, ya que sólo habrían sido una molestia.
Primero me di una ducha y luego me vestí con el uniforme compuesto por una blusa blanca, corbata –puaj-, un jersey negro con el escudo del colegio cosido en el lado izquierdo y la falda de cuadros que llegaba hasta las rodillas. Me volví a mirar en el espejo, y quise sinceramente volver a llorar, pero un petar en la puerta me interrumpió.
-¿Puedo entrar? –preguntó el pesado de Jack.
-¡No! –contesté.
Pero entró igualmente. Al verme con el asqueroso uniforme, sonrió complacido y se cruzó de brazos.
-¿Ves cómo no era tan malo?
-Si llego a estar en ropa interior cuando ibas a entrar, ¿qué…?
-Oh, bueno, lo hubiera sabido.
Fruncí el ceño, desconfiada, y miré por la ventana.
-Quiero irme.
-Otra vez con lo mismo. Da igual que lo repitas, no te irás de aquí.
Le miré con ojos entrecerrados.
-Ya veremos.
Lo aparté de la puerta y salí al pasillo. Pero el corredor estaba completamente oscuro, y nadie se había levantado todavía, así que asustada retrocedí y choqué contra Jack.
-No me digas que tienes miedo.
-No.
-Ya, claro.
Empezó a caminar despreocupadamente, y a mitad de camino se volvió.
-¿Vienes o no?
Tragué saliva y me coloqué a su lado. Empezamos a andar.
-¿Y por qué viniste tan temprano?
-Porque el director quiere verte.
-¿Pero ese hombre no duerme?
Jack sonríe, pero se encoge de hombros.
-Eso no es una respuesta.
-Pero es suficiente.
Bajamos las escaleras de caracol hasta el despacho del director, que nos esperaba impaciente.
-Alexandra, por fin llegas. Escucha, lo único que voy a pedirte es que no hagas nada… malo.
-¿Nada malo?
-Ya me entiendes… no adelantes las clases, no las retrases, ni mucho menos congeles a todos sólo para tu diversión. Podría ser grave.
-De todos modos no podría. No me queda ya fuerza ni para levantar una hoja. Como para parar el planeta.
El director sonrió, le hizo un asentimiento a Jack y ambos nos fuimos de allí.