Me volví rápidamente y me lo encontré. Intenté retroceder, pero la fuente me lo impedía.
Mi guardián tenía los brazos cruzados. Éste tenía el pelo negro cortado a la "moda", con una chaqueta negra, vaqueros oscuros, sin sus alas blancas a la vista, los ojos marrones con una mirada fría e intimidante y una sonrisa despreciable. Oh, y lo mejor, sólo tenía dieciocho años.
Y ya se creía mejor que los demás. Chulo asqueroso.
-¿Sabes? Me ha costado mucho encontrarte, pero bueno, por lo menos...
Miré a mi alrededor.
-¿Has venido tú solo?
-¿Me tomas por estúpido? Claro que no. No te voy a mentir: ellos me dijeron que no te informara de que están escondidos detrás de los árboles -de fondo se escuchó un chasquido de lengua, y el guardián se encogió de hombros-. Pero eso me da igual. Ahora pienso llevarte de vuelta.
-No. Antes prefiero la muerte.
Jack puso los ojos en blanco, y se acercó un paso a mí.
Pero yo no le dejé acercarse más. De repente paré el tiempo a mi gusto y me alejé de él, pero a los dos segundos todo volvió a restablecerse. Cómo hacía mucho que no me alimentaba de mi dieta, no duraba mucho. Él se extrañó de verme casi en el otro extremo al momento, pero luego se dio cuenta.
Sin duda no tenía un pelo de tonto.
-¡Cogedla! ¡No podemos perderla otra vez!
Mucha gente salió de los árboles y se abalanzaron sobre mí. Yo intenté parar otra vez el tiempo, pero me era física y psicológicamente imposible. Estaba demasiado cansada.
Y fue entonces cuando me atraparon.
Dos de ellos me agarraron de los brazos y Jack se colocó delante de mí. Pero esta vez su boca formaba una fina línea.
-¿Qué? ¿Y ahora qué piensas hacer?
Miré a los ángeles.
-Eh, cuidado. Que soy la hija de Freddy Krueger y Morticia.
Todos se echaron a reír menos Jack.
-Oh, me hace tan feliz ser la atracción de feria... -suspiré, y le miré con ojos suplicantes-. Por favor, por favor, no me obligues a volver a ese asqueroso lugar. ¡Por favor!
Mis ojos empezaron a cristalizarse, y por un momento Jack me miró con lástima, pero se recuperó al momento.
-No. Prometí que te llevaría de vuelta, y yo siempre cumplo con mi palabra.
Empecé a temblar ligeramente, y otro ángel me ató las muñecas en la espalda mientras los otros dos me las agarraban. Los demás sólo miraban.
-Te vas a arrepentir. Lo juro -murmuré.
Jack suspiró, sacó un móvil de su bolsillo, marcó un número y se lo puso en la oreja.
-Derek, trae el coche al parque (...) Sí, puedes, tranquilo. (...) -se ríe, y me mira-. No te preocupes, no muerde.
-Eso dilo por ti.
-Está bien. Chao -y cuelga.
A los cinco minutos, un todoterreno negro y grande aparca delante de mis narices, acompañado detrás por otros coches algo más pequeños, dónde se montaban los guardias.
Yo, atada de muñecas, subí obligada al todoterreno seguida de Jack.