-¿Y no está preocupado por si ese granuja intentara entrar en sus aposentos? –le preguntó el padre de Danielle.
-Bueno, la verdad es que no. Les contaré un secreto, pero que no salga de aquí, ¿eh? –susurró el señor Jackson. Axel escuchó detenidamente-. Bien, pues el jefe de policía me ha dicho que si por un casual el ladrón estuviese entre esta gente y consigue entrar en mis aposentos, le tienen preparada una redada para atraparle de una vez por todas. El jefe de policía sólo tiene que dar un aviso, ¡y listo!
Danielle sonrió. Al final el padre de Ethan le había hecho caso. Pero Axel empezó a tornarse pálido.
-Dios mío –susurró muy bajo. Tan bajo, que Danielle juraría que sólo lo había escuchado ella-. ¿Y… qué… dónde…?
-Ah, están en todas partes, camuflados. Si ven a alguien sospechoso, ¡bam! Lo atrapan… Señor Alexander, ¿está bien? Se ha vuelto pálido como el papel…
Axel había empezado a sudar ligeramente. Se sacó un pañuelo del bolsillo exterior del chaleco, se lo pasó por la frente, y lo volvió a guardar.
-Emm… esto, sí, sí, estoy… estoy bien. Por supuesto. Es que parece que en el aire todavía perece el calor de agosto, ¿no creen? –sonrió, pero parecía forzado.
Aunque el señor Jackson no pareció darse cuenta, porque le sonreía embobado. Stella se quedó mirando a Max, pero éste sólo ponía atención a los gestos de su hermano, admirándolo. Axel volvió a guardarse las manos en los bolsillos del pantalón, y Max le imitó rápidamente. Stella alzó las cejas. Se acercó a él.
-¿Por qué haces lo que hace tu hermano? –le preguntó con curiosidad.
-Porque cuando sea mayor, seré como él. Y usted debería llamarle señor Alexander, señorita –dijo recordando las palabras que le había escuchado decir a Axel momentos antes con Danielle-. Es de mala educación dirigirse a un desconocido tuteándolo.
-Oh, vamos. No…
Pero Stella paró de hablar cuando se dieron cuenta de que las familias de ambos ya no estaban a su lado.
-¿Dónde están todos?
Max miró a su alrededor, y abrió la boca sorprendido.
-¡Axel! ¡Axel! –gritó buscándolo con la mirada. Empezó a sollozar. Stella puso los ojos en blanco.
-Oh, genial. Me he perdido con un niño pequeño, y aún por encima llorica.
-¡No soy llorica! –En cambio, se le escapó una lágrima-. Quiero ir con Ash.
-Bueno, bueno, ahora vamos.
Y empezaron a caminar entre el gentío que bailaba.
Mientras, Axel le tendía una mano a Danielle. Ésta lo miró con curiosidad, y él se inclinó levemente en una reverencia.
-¿Me concede este baile, bella señorita? Sería un desperdicio tan grande dejarla aquí sentada…
Danielle tragó saliva, nerviosa. Ruborizada, le tomó la mano y ambos se dirigieron cerca del centro de la sala, dónde las parejas enamoradas bailaban con la música.