viernes, 28 de mayo de 2010

Capítulo 5

Después de todo, Jack me acompañó a mi habitación.
-Durante el día asistirás a las clases de siempre. Ya sabes cuál es tu horario. Después de éstas, estaré toda la tarde contigo para asegurarme de que no te pasa nada. Hasta mañana.
Chasqueé la lengua.
-Eres mi pesadilla hecha realidad.
-Y tú mi realidad hecha pesadilla -me replicó, y se fue.
Entré en mi habitación, y recorrí la mirada de un lado a otro. Era como la recordaba. Estaba todo en su sitio. Había dos camas y dos armarios, pero sólo estaba ocupado mi lado del cuarto. Cerré de un portazo y me eché sobre la cama, pero me volví a incorporar.
¿Y si me escapaba ahora por la ventana? Una locura, pero...
Me levanté y fui hacia la ventana. La abrí y saqué la cabeza, pero increíblemente Jack estaba de pie sobre una rama del árbol que daba a mi ventana, con los brazos cruzados y sonreía.
-Ni lo pienses siquiera.
Proferí una palabrota y me volví a meter dentro. Qué rapidez. Maldito...
Bajé la persiana, y me tiré encima de la cama. Aj, esto es asqueroso.
Al final no pude evitar quedarme dormida.
Cuando abrí los ojos, todavía estaba todo oscuro. Me levanté y miré el despertador. Las siete. ¿Había dormido toda la tarde y noche? Increíble.
Me acerqué al espejo de la habitación, y sin duda el sueño mejoró mis facciones. Fui hacia el armario y me encontré con el uniforme del colegio, además de mi ropa de calle. Había dejado todas mis pertenencias aquí cuando me había escapado, ya que sólo habrían sido una molestia.
Primero me di una ducha y luego me vestí con el uniforme compuesto por una blusa blanca, corbata –puaj-, un jersey negro con el escudo del colegio cosido en el lado izquierdo y la falda de cuadros que llegaba hasta las rodillas. Me volví a mirar en el espejo, y quise sinceramente volver a llorar, pero un petar en la puerta me interrumpió.
-¿Puedo entrar? –preguntó el pesado de Jack.
-¡No! –contesté.
Pero entró igualmente. Al verme con el asqueroso uniforme, sonrió complacido y se cruzó de brazos.
-¿Ves cómo no era tan malo?
-Si llego a estar en ropa interior cuando ibas a entrar, ¿qué…?
-Oh, bueno, lo hubiera sabido.
Fruncí el ceño, desconfiada, y miré por la ventana.
-Quiero irme.
-Otra vez con lo mismo. Da igual que lo repitas, no te irás de aquí.
Le miré con ojos entrecerrados.
-Ya veremos.
Lo aparté de la puerta y salí al pasillo. Pero el corredor estaba completamente oscuro, y nadie se había levantado todavía, así que asustada retrocedí y choqué contra Jack.
-No me digas que tienes miedo.
-No.
-Ya, claro.
Empezó a caminar despreocupadamente, y a mitad de camino se volvió.
-¿Vienes o no?
Tragué saliva y me coloqué a su lado. Empezamos a andar.
-¿Y por qué viniste tan temprano?
-Porque el director quiere verte.
-¿Pero ese hombre no duerme?
Jack sonríe, pero se encoge de hombros.
-Eso no es una respuesta.
-Pero es suficiente.
Bajamos las escaleras de caracol hasta el despacho del director, que nos esperaba impaciente.
-Alexandra, por fin llegas. Escucha, lo único que voy a pedirte es que no hagas nada… malo.
-¿Nada malo?
-Ya me entiendes… no adelantes las clases, no las retrases, ni mucho menos congeles a todos sólo para tu diversión. Podría ser grave.
-De todos modos no podría. No me queda ya fuerza ni para levantar una hoja. Como para parar el planeta.
El director sonrió, le hizo un asentimiento a Jack y ambos nos fuimos de allí.

domingo, 23 de mayo de 2010

Capítulo 4

En el coche, me alejé todo lo que pude de él, y miré por la ventanilla.
¿Qué pensaría Jorge? El pobre debía de estar preocupado. Suspiré.
-Oye, que no es tan malo.
Yo no dije nada.
-¿Ahora no me hablas? Aún por encima que te protejo...
Seguía ignorándole.
-Al menos dime algo.
Le miré.
-Te odio -dije las palabras despacio para que me entendiera perfectamente.
Él sólo sonrió.
-Ya, yo tampoco te tengo mucho afecto, pero cuidar de ti significa un ascenso.
-¿Un ascenso por qué?
-Fácil. Si protejo a uno de fuego, lo máximo que pasaría si le ocurriera algo sería que no hubiera más fuego. Si fuera el del aire, como mucho no quedaría más viento. Al de tierra... bueno, a lo mejor sería un poco jodido, la verdad. Y el de agua sería malo. Pero de ellos hay cinco más en los demás continentes. Cuidar de ti o del ángel del espacio es bastante bueno, aunque si te pasa algo, la cago. Pero sin duda, es un ascenso.
-Te odio -repetí.
-Y yo a ti, guapita, ¿pero qué quieres que le haga?
-Muérete, y entonces estaremos en paz.
Estalló a carcajadas.
-¡Ja! Ésa ha sido buena, pero por desgracia no va a poder ser. Tendrás que conformarte -se acercó a mí, con su cara a pocos centímetros de la mía, y aunque lo odiara, no pude evitar ruborizarme-. Y te aseguro que yo no voy a fallar como los demás -y se volvió a alejar.
Cogió su móvil y llamó a alguien.
-Y te aseguro que no voy a fallar como los demás-repetí entre susurros con voz burlona-. Imbécil. Que te den.
Después de bastantes horas de camino, llegamos a ese espantoso lugar.
Era un castillo del siglo IV, muy antiguo, pero en casi perfecto estado. Y sobre todo era enorme. Tenía cuatro torres, y lo más extraño de todo, y era lo que alejaba a cualquier humano de allí, es que la mayoría de las veces estaba el cielo oscuro. Incluso algunos chicos juraron ver fantasmas pálidos en los alrededores.
El coche se paró, y me bajé. Jack se colocó a mi lado, y me agarró el hombro. Hice amago de apartarme, pero él forcejeaba, aunque sin mucho esfuerzo.
-No me toques, me das asco -le dije.
-Y tú a mí, pero ¡anda! Tengo que encargarme de ti, así que echa a andar, pedazo de mula cabezota, si no quieres que lo haga a mi manera, y sé que no te gustaría.
Gruñí por lo bajo y empecé a andar, en dirección a la que él me indicaba. El castillo estaba en una pequeña colina. Luego entramos. Mientras recorríamos los pasillos del internado, los alumnos se me quedaban mirando anonadados.
Me daba vergüenza con las esposas en las muñecas, pero tenía que aguantarme. Al final llegamos a la sala del director. Antes de entrar, Jack me quitó los grilletes. Al vernos, el director se levantó rápidamente y vino hacia mí.
-¡Alexandra! ¡Por fin has vuelto!
Yo aparté la mirada de él, e intenté retroceder, incluso colocarme detrás de Jack, pero él me frenó.
El hombre tenía cincuenta y pocos años, con pelo algo canoso y alguna que otra arruga, pero con aire juvenil. Se mantenía en buen estado.
Alcé la mirada a sus azules ojos e intenté sonreír, pero sin éxito.
-¡¿Pero tú sabes lo preocupados que nos tenías?! ¡¿Y si te hubiera pasado algo?!
-Me pasó, pero un humano me ayudó.
-Un humano. Increíble.
-¿Increíble? ¿Sólo se le ocurre decir eso? ¿Es que cree que son seres inferiores? ¡Pues no es cierto!
-Vale, vale, tranquila. Pero ahora en serio, ¿tú sabes la que armaste? Las demás academias se volvieron locas, los ángeles incluso se ponían nerviosos y mandamos un montón de guardias a buscarte. ¿Por qué no eres como tu hermano o los demás ángeles sagrados? ¿Por qué no te gusta este lugar?
-Primero, ese tío no es mi hermano. Ni de sangre, ni nada de nada, y que yo sepa no está aquí, sino en Sudamérica, y segundo, los demás me dan igual. ¡Sólo quiero irme de aquí!
Unas lágrimas asomaron por mis ojos, sin poder evitarlo. Los ángeles se me quedaron mirando confusos.
-¿Estás llorando? -preguntó Jack.
Apreté los labios, me senté en el suelo con los brazos cruzados y el ceño fruncido y dejé que las lágrimas resbalaran por mis mejillas. No dejaría que me manipularan. No como a los demás.

lunes, 17 de mayo de 2010

Capítulo 3

Me volví rápidamente y me lo encontré. Intenté retroceder, pero la fuente me lo impedía.
Mi guardián tenía los brazos cruzados. Éste tenía el pelo negro cortado a la "moda", con una chaqueta negra, vaqueros oscuros, sin sus alas blancas a la vista, los ojos marrones con una mirada fría e intimidante y una sonrisa despreciable. Oh, y lo mejor, sólo tenía dieciocho años.
Y ya se creía mejor que los demás. Chulo asqueroso.
-¿Sabes? Me ha costado mucho encontrarte, pero bueno, por lo menos...
Miré a mi alrededor.
-¿Has venido tú solo?
-¿Me tomas por estúpido? Claro que no. No te voy a mentir: ellos me dijeron que no te informara de que están escondidos detrás de los árboles -de fondo se escuchó un chasquido de lengua, y el guardián se encogió de hombros-. Pero eso me da igual. Ahora pienso llevarte de vuelta.
-No. Antes prefiero la muerte.
Jack puso los ojos en blanco, y se acercó un paso a mí.
Pero yo no le dejé acercarse más. De repente paré el tiempo a mi gusto y me alejé de él, pero a los dos segundos todo volvió a restablecerse. Cómo hacía mucho que no me alimentaba de mi dieta, no duraba mucho. Él se extrañó de verme casi en el otro extremo al momento, pero luego se dio cuenta.
Sin duda no tenía un pelo de tonto.
-¡Cogedla! ¡No podemos perderla otra vez!
Mucha gente salió de los árboles y se abalanzaron sobre mí. Yo intenté parar otra vez el tiempo, pero me era física y psicológicamente imposible. Estaba demasiado cansada.
Y fue entonces cuando me atraparon.
Dos de ellos me agarraron de los brazos y Jack se colocó delante de mí. Pero esta vez su boca formaba una fina línea.
-¿Qué? ¿Y ahora qué piensas hacer?
Miré a los ángeles.
-Eh, cuidado. Que soy la hija de Freddy Krueger y Morticia.
Todos se echaron a reír menos Jack.
-Oh, me hace tan feliz ser la atracción de feria... -suspiré, y le miré con ojos suplicantes-. Por favor, por favor, no me obligues a volver a ese asqueroso lugar. ¡Por favor!
Mis ojos empezaron a cristalizarse, y por un momento Jack me miró con lástima, pero se recuperó al momento.
-No. Prometí que te llevaría de vuelta, y yo siempre cumplo con mi palabra.
Empecé a temblar ligeramente, y otro ángel me ató las muñecas en la espalda mientras los otros dos me las agarraban. Los demás sólo miraban.
-Te vas a arrepentir. Lo juro -murmuré.
Jack suspiró, sacó un móvil de su bolsillo, marcó un número y se lo puso en la oreja.
-Derek, trae el coche al parque (...) Sí, puedes, tranquilo. (...) -se ríe, y me mira-. No te preocupes, no muerde.
-Eso dilo por ti.
-Está bien. Chao -y cuelga.
A los cinco minutos, un todoterreno negro y grande aparca delante de mis narices, acompañado detrás por otros coches algo más pequeños, dónde se montaban los guardias.
Yo, atada de muñecas, subí obligada al todoterreno seguida de Jack.

lunes, 10 de mayo de 2010

Capítulo 2

De puntillas, salí de mi habitación y fui hasta la cocina. Miré de un lado a otro. Sin moros en la costa. Bien. Ya se habían ido todos. Volví a mi habitación, me vestí, hice mi cama y me miré en el espejo. Vaya, parezco la loca de la colina con estos pelos.
Cogí el peine y empecé a peinármelo. Sin duda yo tenía cara de niña, incluso a veces me echaban trece años, y mi comportamiento quizá no fuera muy maduro por mi parte, pero me daba igual.
Después me saqué la camiseta e hice un chasquido de dedos. Mis alas negras aparecieron en mis omóplatos, e intenté estirarlas todo lo que pude. Qué gusto. Retenerlas durante todo un día y noche era un logro, sin duda. Me sentía como cuando alguien tenía unas pocas ganas de ir al baño pero se aguantase. No era muy duro, pero era incómodo.
Como las alas eran algo más grandes que el cuarto, empecé sin querer a tirar cosas. Volví a chasquear los dedos, las alas desaparecieron y yo volví a vestirme. Suspiré, fui a la cocina, cogí una magdalena y salí del piso. Necesitaba tomar el aire.
Al bajar las escaleras, me encontré con la vecina anciana del segundo. Me paré a saludarla.
-Buenos días, Dina. Hoy le veo muy bien -le sonreí.
Ella me devolvió la sonrisa.
-Por supuesto, querida. Esto de subir y bajar escaleras hace milagros. Bueno, me voy ya, que tengo la comida al fuego, y si se me quema, entonces será malo.
Reí. La mujer me revolvió ligeramente el pelo, nos despedimos y me fui. Era una señora muy amable, que siempre me invitaba a comer pasteles. Y aunque se extrañaba que yo viviera con cuatro veinteañeros, siempre era muy educada.
Como era horario de invierno, todavía estaba el cielo oscuro, y las farolas alumbraban.
Sin embargo, no había nadie por la calle. Ni un alma, literalmente. Y eso no era normal.
Tragué saliva, pero seguí mi camino hasta el parque. Lo mismo, allí no había nada.
Fruncí el ceño, miré a mi alrededor y me acerqué a la gran fuente que había en el centro del lugar. Miré mi reflejo en el agua, y me quedé pensativa.
No sabía cuánto podría aguantar más sin que me encontraran. Seguramente creerían que estoy muerta. Pero entonces... no, no podría ser.
¿El por qué? Sencillo. En la academia había una sala. Nadie podía entrar allí, pero lo que había dentro tenía sin duda un valor incalculable. Era la sala de las Esferas. Cada esfera contenía en el interior las partículas de los cuatro elementos, más el tiempo y el espacio, y éstas estaban ligadas a nuestras almas. Si, por ejemplo, yo moría, la esfera del tiempo se apagaría y rompería.
Entonces el tiempo no pasaría. El mundo se quedaría congelado. Ya no rotaría sobre sí mismo, por lo que o sería de día siempre en algún lugar o sería de noche en otro. Así hasta que el organismo de los seres vivos, también parados, no pudieran soportar la ausencia de luz y se murieran.
Por eso deben protegerme. Pero yo ya dejé claro muchas veces que no necesito depender de nadie. Por favor, ni siquiera tenía padres. Yo salí de una molécula de aire a la que tomaron forma.
Salí del hilo de mis pensamientos cuando sentí un aletear de alas encima de mi cabeza. Alcé la mirada y un pájaro, golondrina, se posó a mi lado, en la fría piedra que rodeaba la fuente.
Sin duda tenía mirada inteligente, pero yo simplemente levanté la mano y salió volando.
Miré otra vez el agua, pero esta vez a mis ojos. Eran extraños. De color gris claro, casi blancos. Los demás ángeles sagrados los tenían rojos, verdes y azules. Y el ángel del espacio, del mismo que yo.
No sé cómo aguantaban allí.
Y entonces, escuché la voz escalofriante y fría que yo conocía muy bien:
-Te encontré.

*Bueno, aquí hago un paréntesis para deciros que tengo un nuevo blog, que ya puse en el otro, y es un tanto diferente. Quién no se haya pasado, verá a qué me refiero:
The Stories Hunter
¡Gracias!

sábado, 8 de mayo de 2010

He vuelto (+capítulo)

Bueeeeeeno... yo creo que después de esto, ya habéis deducido que cambio rápidamente de idea. ¡Es que os echaba mucho de menos! Vuelvo a escribir, pero he cambiado todo.
He borrado un blog porque ya no era capaz de escribir más en él, y las demás historias ya no existen. Bueno, que tengo otras tres historias nuevas. Y las coloco en los blogs antiguos porque me dan pena borrarlos, y si a alguien le entra la pequeña nostalgia, puede volver a leerlos cuando quiera en el Blog Archive.
Y bueno, creo que eso es todo. Los links siguen siendo los mismos, para no complicarlo todo. Oh, y como me he enganchado al rollo de los ángeles, dioses griegos y medieval, pues... eso. Éste es el de ángeles.
Espero que os guste:

Capítulo 1

-Venga, dormilona, levanta, que con lo que duermes, no sé si es que estás hibernando o simplemente estás cansada.
Alguien me daba palmaditas en la espalda. Entreabrí los ojos y me encontré con Jorge.
Me incorporé con cuidado, bostecé como un camionero -sin exagerar- y le miré con los ojos entrecerrados, completamente despeinada. Conseguí arrancarle una sonrisa divertida.
-¿Qué... -otro bostezo- quieres?
-Nada, sólo era para avisarte de que ya me voy.
Miré el despertador de la mesita de noche. Las 7:45. Volví a mirarle otra vez enojada, y me acosté, tapándome con las sábanas.
-¿Me has escuchado? -preguntó otra vez mientras me daba con un dedo en el hombro-. ¿Eh, eh? ¿Me escuchaste?
-¡¡¡¡Que sí!!!!
-Bien.
Sentí sus pasos y la puerta que se cerraba. Cerré los ojos, y los volví a abrir.
Mierda, ahora ya no tengo sueño.
Me destapé y me quedé mirando el techo. Ya habrían pasado casi dos años desde que me escapé de aquel horrible lugar. Yo era uno de los ángeles sagrados, pero de ángeles no teníamos nada. No éramos como los demás: nuestras alas eran negras en vez de blancas, éramos hermosos y bebíamos sangre. Bah, lo normal.
Y sobre todo, no nacíamos, sino que éramos creados.
Sólo había cuatro en cada continente, en el que controlaban los cuatro elementos: tierra, fuego, agua y aire. Y luego dos únicos en el mundo. Los que controlaban espacio y tiempo. Este último, mi especialidad.
Y como especiales que éramos, necesitábamos guardianes que velaban por nuestra seguridad, aparte de que eran nuestros mentores. Pero yo odiaba al mío, en el sentido estricto de la palabra.
Vamos, que me caía mal, muy mal.
Todos los ángeles, incluidos nosotros, asistíamos a una academia o internado, como queráis, dónde se nos enseñaba cómo sobrevivir en el mundo. Y bueno, también historia, mates y toda la pesca.
Pero para mí era demasiada presión, y cuándo me asignaron a mi nuevo guardián, ya que los demás habían desistido conmigo, decidí fugarme. Realmente me había costado, pero no fue imposible. Después de escaparme, durante algunos días estuve vagando por el mundo sin saber qué hacer, y caí rendida. Jorge, el de antes, me había recogido y acogido en su casa, junto con otros compañeros. Eran universitarios. Me encontró cuándo tenía catorce años, y desde entonces vivo con ellos en un apartamento. Y realmente se lo agradezco, aunque en realidad no saben qué soy ni qué valor tengo. Mejor así.
Me levanté de la cama, pero me tropecé con las sábanas y caí de bruces contra el suelo.
Uf, este sería un día muy largo.