Gina iba a entrar en la cocina, pero retrocedió rápidamente al ver a Axel y Danielle allí.
Un ramalazo de celos la embargó por todo el cuerpo. ¿Por qué no podía ella tener la misma suerte de pasar tanto rato con Axel como la muchacha?
Suspiró, y subió al cuarto de Max.
Danielle había terminado de comer, y miró a Axel.
-¿Ya? No te quejes, que me comí todo.
El joven sonrió satisfecho.
-Muy bien. ¿Ves? ¿A que te sientes mejor?
Danielle se limpió la boca con la servilleta, y suspiró.
-Sí, supongo –se levantó, y se miró los pantalones-. Hum… ¿puedo quitarme ya esto?
-Supongo que ya no querrás entrenar después del atracón que digeriste, ¿no?
-No…
-Bien. En otro momento, entonces.
Danielle asintió y subió a su habitación para cambiarse de ropa. Se puso su vestido, y volvió a bajar. Como no se encontró a Axel en la cocina, supuso que estaría en su despacho, así que se encaminó hacia allí. En efecto, estaba ahí, como siempre, detrás de su escritorio, hojeando el periódico. Estaba empezando a acostumbrarse a esto. Y cada vez vacilaba más si deseaba volver a casa.
Además, Axel estaba tan guapo concentrado…
Danielle sacudió la cabeza.
-Nos vamos pasado mañana.
-¿Cómo? –ella entró al interior, y cerró la puerta-. ¿Pero no dijiste que sería dentro de una semana?
-Sí. Pero ha habido cambio de planes. En las dos horas que has tardado en cambiarte un pantalón por un vestido –aunque pareciera que lo decía con sarcasmo, estaba completamente serio-, le he dado una notificación a la dama. Le he pedido que nos invitase a su casa, pues me he enterado de que va a celebrar un baile de parejas en su casa. Ha aceptado.
-¿De… parejas?
-Sí.
-¿Eso significa…?
-Si no te da ninguna vergüenza el hacerte pasar por mi amada, sí, tendrás que hacer de mi pareja.
Danielle tragó saliva, con los colores encendidos, mirando al suelo.
-Ah… sí… sí, bueno… no… yo… claro que no… me importa…
Axel, sonriendo, dio una palmada en el aire, y se levantó de su sillón.
-Bien, entonces. Será mejor que te vayas preparando.
-No te fallaré, te lo prometo.
Axel asintió alegre, rodeó la mesa, y antes de salir se acercó un momento a Danielle, alzó la mano colocando los dedos debajo de su barbilla, y se acercó a pocos centímetros de ella.
A la joven el corazón le iba a mil por hora.
-También espero que sepas ser una buena novia –la soltó, le guiñó un ojo y luego se fue.
lunes, 27 de junio de 2011
sábado, 11 de junio de 2011
Capítulo 32
Axel la soltó, y Danielle se volvió despacio hacia él.
-¿Por qué no iba a confiar en ti? –susurró, mirándolo de hito en hito.
Axel no sabía qué decir. Se había quedado embobado mirando sus oscuros ojos. Inconscientemente, alzó una mano y le acarició una rosada mejilla. Danielle sintió escalofríos, y le costaba respirar. Axel dejó resbalar la mano de la mejilla a la nuca, y se acercó a ella.
-Simplemente no deberías. Al fin y al cabo, te he secuestrado, ¿no? –murmuró inclinándose en su oído, rozando sus labios en su oreja.
Danielle tragó saliva nerviosa, y asintió, temblorosa. Quería besarlo, pero tenía miedo de que la apartara.
-Pero tampoco me has hecho daño, ¿verdad? –volvió a susurrar ella.
Él sonrió.
-Verdad.
De repente, Danielle trastabilló, mientras la cabeza le dolía entre palpitaciones, y sus piernas cedieron. Axel la atrapó antes de que pudiera caer. La tendió en el suelo, preocupado.
-Danielle, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?
-Sí, yo… -se llevó las manos al estómago.
Axel escuchó unos ruidos procedentes de éste, y alzó las cejas. Comprendió lo que le pasaba.
Levantó un poco su camiseta, hasta quedar por debajo del pecho, y miró su abdomen. Estaba prácticamente hundido.
-¿Qué… qué haces? –le preguntó ella intentando bajarse la camisa, pero Axel se lo impidió.
-Comprobando.
Le palpó el estómago, trasmitiendo pequeñas descargas a Danielle, que se había vuelto a sonrojar de todos los tonos del rosa y del rojo, y el muchacho suspiró. Le bajó la camiseta, y la irguió, dejándola sentada.
-¿Cuándo fue la última vez que comiste?
-Hum… creo que…
-¿Ayer? –ella negó con la cabeza-. ¿Antes de ayer…? –volvió a negar-. ¿Desde…?
-Desde la cena en casa del señor Jackson.
Axel la miró con la mandíbula apretada.
-¡¿Y por qué no me dijiste nada?! ¡¿No ves que te puedes morir de hambre o enfermar?! ¡¿Tampoco has bebido nada?!
-No –murmuró, rehuyendo su mirada.
Axel le cogió el rostro entre las manos, y la obligó a mirarlo.
-Por qué no me dijiste nada.
-Porque… cuando me negué a comer el otro día, me dijiste que tú no me darías de comer entonces. Así que supuse que si te lo pedía, no me lo darías…
-Pero eso te lo dije por… -suspiró exasperado-. Da igual. Anda, ven, tienes que desayunar.
La intentó levantar, pero le costaba andar, así que Axel la cogió en brazos sin esfuerzo y la llevó al interior de la casa. Max y Dina ya no estaban en la cocina, así que la sentó en una silla, y le preparó él mismo bastante comida para tres personas.
Cuando le puso los platos encima de la mesa, Danielle abrió mucho los ojos.
-Yo… no puedo comer todo esto.
Axel la miró, alzó una ceja y se cruzó de brazos, apoyándose de espaldas contra la mesa, de pie, a su lado.
-O comes, o te obligaré yo mismo a tragarte todo eso. Tú eliges, por las buenas o por las malas –se inclinó hacia ella, y susurró-. Y créeme, mi método es por las malas.
Danielle tragó saliva tanto por la aproximación de Axel como por su tono intimidatorio. Cogió el tenedor y empezó a comer bajo la atenta mirada del joven.
-¿Por qué no iba a confiar en ti? –susurró, mirándolo de hito en hito.
Axel no sabía qué decir. Se había quedado embobado mirando sus oscuros ojos. Inconscientemente, alzó una mano y le acarició una rosada mejilla. Danielle sintió escalofríos, y le costaba respirar. Axel dejó resbalar la mano de la mejilla a la nuca, y se acercó a ella.
-Simplemente no deberías. Al fin y al cabo, te he secuestrado, ¿no? –murmuró inclinándose en su oído, rozando sus labios en su oreja.
Danielle tragó saliva nerviosa, y asintió, temblorosa. Quería besarlo, pero tenía miedo de que la apartara.
-Pero tampoco me has hecho daño, ¿verdad? –volvió a susurrar ella.
Él sonrió.
-Verdad.
De repente, Danielle trastabilló, mientras la cabeza le dolía entre palpitaciones, y sus piernas cedieron. Axel la atrapó antes de que pudiera caer. La tendió en el suelo, preocupado.
-Danielle, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?
-Sí, yo… -se llevó las manos al estómago.
Axel escuchó unos ruidos procedentes de éste, y alzó las cejas. Comprendió lo que le pasaba.
Levantó un poco su camiseta, hasta quedar por debajo del pecho, y miró su abdomen. Estaba prácticamente hundido.
-¿Qué… qué haces? –le preguntó ella intentando bajarse la camisa, pero Axel se lo impidió.
-Comprobando.
Le palpó el estómago, trasmitiendo pequeñas descargas a Danielle, que se había vuelto a sonrojar de todos los tonos del rosa y del rojo, y el muchacho suspiró. Le bajó la camiseta, y la irguió, dejándola sentada.
-¿Cuándo fue la última vez que comiste?
-Hum… creo que…
-¿Ayer? –ella negó con la cabeza-. ¿Antes de ayer…? –volvió a negar-. ¿Desde…?
-Desde la cena en casa del señor Jackson.
Axel la miró con la mandíbula apretada.
-¡¿Y por qué no me dijiste nada?! ¡¿No ves que te puedes morir de hambre o enfermar?! ¡¿Tampoco has bebido nada?!
-No –murmuró, rehuyendo su mirada.
Axel le cogió el rostro entre las manos, y la obligó a mirarlo.
-Por qué no me dijiste nada.
-Porque… cuando me negué a comer el otro día, me dijiste que tú no me darías de comer entonces. Así que supuse que si te lo pedía, no me lo darías…
-Pero eso te lo dije por… -suspiró exasperado-. Da igual. Anda, ven, tienes que desayunar.
La intentó levantar, pero le costaba andar, así que Axel la cogió en brazos sin esfuerzo y la llevó al interior de la casa. Max y Dina ya no estaban en la cocina, así que la sentó en una silla, y le preparó él mismo bastante comida para tres personas.
Cuando le puso los platos encima de la mesa, Danielle abrió mucho los ojos.
-Yo… no puedo comer todo esto.
Axel la miró, alzó una ceja y se cruzó de brazos, apoyándose de espaldas contra la mesa, de pie, a su lado.
-O comes, o te obligaré yo mismo a tragarte todo eso. Tú eliges, por las buenas o por las malas –se inclinó hacia ella, y susurró-. Y créeme, mi método es por las malas.
Danielle tragó saliva tanto por la aproximación de Axel como por su tono intimidatorio. Cogió el tenedor y empezó a comer bajo la atenta mirada del joven.
sábado, 4 de junio de 2011
Capítulo 31
Axel terminó de vestirse, y al ver a Gina entrando en su cuarto para hacer su cama, sonrió. Ella, ruborizada, le devolvió la sonrisa.
-¿Sabes? Hoy estás muy guapa. Me gustan tus dos trenzas. Deberías llevarlas más a menudo.
Gina lo miró con la boca medio abierta mientras él se iba del cuarto. Se llevó una mano al pelo, y suspiró contenta, con el corazón martilleándole el pecho.
Axel bajó las escaleras, pasó por la cocina dándole un rápido beso a Max en el pelo mientras desayunaba y regalándole a Dina una sonrisa. Se acercó a ella, y le susurró al oído.
-No quiero que Max salga al jardín trasero, ¿sí? Ni siquiera que se asome.
Dina asintió un poco confundida. Axel, al salir, escuchó el timbre. Fue a abrir él mismo, y alzó las cejas al ver a los tres cordiales muchachos en el umbral de la puerta.
Sus amigos lo saludaron.
-Hey Ash –lo saludó Hunter-. Veníamos a hacerte una visita.
-Pues chicos, venís en mal momento. Tengo que hacer una cosa muy importante, pero estaré por la tarde.
-¿Qué es más importante que nosotros? –replicó Stephen, con los brazos cruzados.
-Como no sea una mujer… -dijo Nathan, y abrió la boca al ver que Axel le rehuía la mirada-. ¡Es una mujer! ¡No me digas que…!
-Por favor, señores, no es lo que creéis. Os lo explicaré todo luego.
Los jóvenes fruncieron el ceño, mirándose entre ellos, y suspiraron.
-Bueno, venga, vale. Pero esperamos que nos digas todo los detalles.
-No hay problema.
-¡Entonces hasta luego!
Los hombres se fueron, y Axel suspiró al cerrar la puerta. Fue hacia la trasera, cogió dos espadas, y salió al jardín.
Danielle terminó de vestirse con los ropajes –odiaba el tacto de los pantalones contra las piernas, pero quería que Axel se sintiera orgulloso de ella- y bajó hasta el jardín. Sonrió a Blake, que estaba con los caballos, y miró a Axel, que estaba en el centro. Portaba una espada en una mano, y otra gemela a esa estaba en el suelo. Danielle pensó que parecía un ángel vengador caído del cielo, y tragó saliva al descubrir qué iban a practicar. Esgrima.
Se acercó poco a poco, y Axel recogió la espada del suelo y se la tendió por el mango. Danielle la cogió con las dos manos.
-Bien, como ya veo que sabes de qué va la cosa, prepárate.
-Sí, bueno, date cuenta de que yo nunca…
Axel se acercó a ella, alzó una mano y le cogió un mechón de pelo ondulado. La muchacha se puso nerviosa al sentir el contacto de la mano de Axel en su cuello, lanzándole descargas por todo el cuerpo.
-Debes recogerte el pelo –dijo sin sonreír.
-Oh, vale –cogió una goma de su muñeca, se recogió el pelo y lo ató en una coleta.
Axel asintió con aprobación, y se volvió a alejar.
-Adelante. Ataca.
Danielle miró la espada, y se encogió de hombros.
-Vale…
La cogió con una mano, y descargó la hoja lateralmente hacia los pies de Axel. Éste saltó, esquivándolo, y asintió.
-Bueno, al menos sabes cómo manejarlo. Ponlo en forma ascendente. Así. Ahora atácame –ella le hizo caso, y él se defendió-. Bien… Ahora una estocada –Axel la esquivó, y finalmente asintió, satisfecho.
-¿Qué… qué tal… lo he hecho?
-No ha estado mal. Pero todavía te falta mucho. Suelta la espada.
Danielle la soltó al ver que Axel hacía lo mismo, y éste se cruzó de brazos.
-¿Puedes moverte sin que te oigan?
-Bueno… yo…
En un pestañeo, Axel ya no estaba en su posición. Danielle lanzó un grito ahogado cuando vio que el joven estaba detrás de ella, y la abrazaba, tapándole la boca con una mano y agarrando con el otro brazo los suyos, contra el costado. Estaba inmovilizada. Empezó a temblar y a ruborizarse al notarlo en su espalda.
-Nunca, nunca jamás bajes la guardia. Y no confíes en nadie, ni siquiera en mí, porque entonces todas tus defensas estarán bajas, y será más fácil acabar contigo.
-¿Sabes? Hoy estás muy guapa. Me gustan tus dos trenzas. Deberías llevarlas más a menudo.
Gina lo miró con la boca medio abierta mientras él se iba del cuarto. Se llevó una mano al pelo, y suspiró contenta, con el corazón martilleándole el pecho.
Axel bajó las escaleras, pasó por la cocina dándole un rápido beso a Max en el pelo mientras desayunaba y regalándole a Dina una sonrisa. Se acercó a ella, y le susurró al oído.
-No quiero que Max salga al jardín trasero, ¿sí? Ni siquiera que se asome.
Dina asintió un poco confundida. Axel, al salir, escuchó el timbre. Fue a abrir él mismo, y alzó las cejas al ver a los tres cordiales muchachos en el umbral de la puerta.
Sus amigos lo saludaron.
-Hey Ash –lo saludó Hunter-. Veníamos a hacerte una visita.
-Pues chicos, venís en mal momento. Tengo que hacer una cosa muy importante, pero estaré por la tarde.
-¿Qué es más importante que nosotros? –replicó Stephen, con los brazos cruzados.
-Como no sea una mujer… -dijo Nathan, y abrió la boca al ver que Axel le rehuía la mirada-. ¡Es una mujer! ¡No me digas que…!
-Por favor, señores, no es lo que creéis. Os lo explicaré todo luego.
Los jóvenes fruncieron el ceño, mirándose entre ellos, y suspiraron.
-Bueno, venga, vale. Pero esperamos que nos digas todo los detalles.
-No hay problema.
-¡Entonces hasta luego!
Los hombres se fueron, y Axel suspiró al cerrar la puerta. Fue hacia la trasera, cogió dos espadas, y salió al jardín.
Danielle terminó de vestirse con los ropajes –odiaba el tacto de los pantalones contra las piernas, pero quería que Axel se sintiera orgulloso de ella- y bajó hasta el jardín. Sonrió a Blake, que estaba con los caballos, y miró a Axel, que estaba en el centro. Portaba una espada en una mano, y otra gemela a esa estaba en el suelo. Danielle pensó que parecía un ángel vengador caído del cielo, y tragó saliva al descubrir qué iban a practicar. Esgrima.
Se acercó poco a poco, y Axel recogió la espada del suelo y se la tendió por el mango. Danielle la cogió con las dos manos.
-Bien, como ya veo que sabes de qué va la cosa, prepárate.
-Sí, bueno, date cuenta de que yo nunca…
Axel se acercó a ella, alzó una mano y le cogió un mechón de pelo ondulado. La muchacha se puso nerviosa al sentir el contacto de la mano de Axel en su cuello, lanzándole descargas por todo el cuerpo.
-Debes recogerte el pelo –dijo sin sonreír.
-Oh, vale –cogió una goma de su muñeca, se recogió el pelo y lo ató en una coleta.
Axel asintió con aprobación, y se volvió a alejar.
-Adelante. Ataca.
Danielle miró la espada, y se encogió de hombros.
-Vale…
La cogió con una mano, y descargó la hoja lateralmente hacia los pies de Axel. Éste saltó, esquivándolo, y asintió.
-Bueno, al menos sabes cómo manejarlo. Ponlo en forma ascendente. Así. Ahora atácame –ella le hizo caso, y él se defendió-. Bien… Ahora una estocada –Axel la esquivó, y finalmente asintió, satisfecho.
-¿Qué… qué tal… lo he hecho?
-No ha estado mal. Pero todavía te falta mucho. Suelta la espada.
Danielle la soltó al ver que Axel hacía lo mismo, y éste se cruzó de brazos.
-¿Puedes moverte sin que te oigan?
-Bueno… yo…
En un pestañeo, Axel ya no estaba en su posición. Danielle lanzó un grito ahogado cuando vio que el joven estaba detrás de ella, y la abrazaba, tapándole la boca con una mano y agarrando con el otro brazo los suyos, contra el costado. Estaba inmovilizada. Empezó a temblar y a ruborizarse al notarlo en su espalda.
-Nunca, nunca jamás bajes la guardia. Y no confíes en nadie, ni siquiera en mí, porque entonces todas tus defensas estarán bajas, y será más fácil acabar contigo.
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