Max se había levantado, eufórico, de la cama, y se había ido en dirección a la habitación de Axel, pero éste no estaba. Entonces fue a la de Danielle.
En efecto, ambos estaban allí, abrazados y durmiendo como niños pequeños. Max sonrió, entró en el cuarto y se subió a la cama. Axel abrió los ojos, entrecerrados, y lo miró.
-Max, ¿qué estás haciendo? –le preguntó con la voz ronca por el sueño.
-Yo también quiero un abrazo –le contestó entre pucheros.
Danielle también se había despertado, y lo miraba con una sonrisa. Se soltó de Axel, y tendió las manos hacia el pequeño.
-Ven.
Max fue rápidamente hacia ella, y se tendió entre ambos. Axel volvió a cerrar los ojos después de bostezar, pero entonces se dio cuenta de que se había quedado dormido otra vez con Danielle. Y el problema era que se estaba acostumbrando.
Se levantó rápidamente, pero se le enrollaron las sábanas entre las piernas.
-¡Cuidado! –gritó Danielle.
Justo cuando iba a caerse de espaldas contra el suelo, se apoyó en el extremo de la cama con un pie y dio una voltereta hacia atrás en el aire, deshaciéndose de la tela y cayendo de pie.
Danielle y Max lo miraron con la boca abierta. Éste último lo señaló con el dedo.
-Pe… pero… ¿cómo has…?
Entonces escucharon, en el piso de abajo, el repiqueteo de unas llaves en la puerta principal.
-¡Hola! –dijo la anciana voz de Dina.
Axel miró al niño con los labios apretados.
-Corre, ve a desayunar con Dina –Max seguía mirándolo anonadado-. ¡Corre!
El pequeño asintió y salió corriendo de la habitación, lanzando una última mirada desde la puerta a Axel.
Danielle lo volvió a mirar.
-Vale, creo que ahora entiendo por qué nunca te pillan.
-Me alegro –contestó poniendo los ojos en blanco.
La joven miró a Axel con recelo. Era la primera vez que le escuchaba utilizar el sarcasmo. Éste suspiró.
-Lo siento. Es que… le he metido en la cabeza a Max de que soy patoso, y esto… Quiero que siga pensando lo que no soy en realidad –suspiró-. Bueno, vístete rápido.
-¿Por qué? ¿Me vas a dejar ir por fin a mi casa?
-No –le sonrió, y salió del cuarto.
-Bien, porque creo que ya no quiero irme… -murmuró tan bajo que apenas se escuchó a ella misma.
Axel volvió a aparecer con un pantalón negro y una camiseta de manga larga blanca, y los dejó encima de la cama. Danielle lo miró con el ceño fruncido.
-¿Ropa de hombre? –Abrió mucho los ojos-. ¡No pensarás cambiarte aquí, delante de mí, ¿verdad?!
Axel rio, y se cruzó de brazos, divertido.
-Nunca. Voy a entrenarte.
-¿Entrenarme?
-¿Sabes utilizar una espada? ¿Has usado algún arma alguna vez? ¿Has montado a caballo? ¿Sabes esquivar ataques? ¿Sabes luchar? ¿Puedes moverte sigilosamente? ¿Eres capaz de vestirte rápido? ¿Aguantas corriendo durante una hora?
-Esto… no.
-Pues eso. Vístete con esto. Te espero en el jardín trasero.
Y se fue. Danielle miró la ropa, la cogió con las manos y suspiró.
-Anda que ponerme ropa de hombre… Hasta dónde llega mi dignidad.
domingo, 29 de mayo de 2011
martes, 24 de mayo de 2011
Capítulo 29
-No. Definitivamente no.
-Iré contigo quieras o no.
-Si no le dejé a Gina venir conmigo, a ti tampoco.
-Sabes que lo haré –se cruzó de brazos, con el ceño fruncido.
Axel suspiró y se levantó otra vez.
-Danielle, arriesgo mucho como para hacer también de tu niñera. Por favor, quédate aquí.
-No. También quiero ayudar a Max. Y no pienso quedarme de brazos cruzados mientras tú arriesgas el pellejo y pudiendo dejarlo solo en los pocos… Bueno, ya sabes.
-Has salido en todos los periódicos de Londres. Todo el mundo te podría reconocer y llamar a tus padres. Y al ver que estás conmigo, ya sabes lo que pasaría.
Danielle apretó los labios, pero no se dejó convencer.
-Por favor, por favor, Axel, por favor… -hizo un puchero, y el corazón de Axel se derritió un poco.
Finalmente suspiró y se acercó a ella.
-Está bien –miró al techo, y luego otra vez hacia sus ojos-. Pero harás todo lo que te diga, y si hay que hacer algo peligroso, me dejas a mí…
Danielle sonrió emocionada, y sin poder evitarlo le dio un rápido beso en la mejilla, un abrazo, y empezó a saltar.
-¡Gracias, gracias!
Axel se llevó una mano, inconscientemente, hacia la mejilla dónde había recibido el beso. Danielle lo miró.
-Vale que no me guste robar. Es más, lo aborrezco y todo el que se dedique a ello también. Pero si es para ayudar a un niño que lo necesita, no tengo ningún problema en ello.
-Ya –carraspeó él inexpresivo-. Bueno, de acuerdo. Iremos dentro de una semana más o menos. Tengo que asegurarme de que la mujer no esté en casa cuando vayamos. No podemos arriesgarnos a ir de día, así que vamos por la noche.
-Bien. No te fallaré.
Axel asintió, y Danielle se fue corriendo del despacho hacia la habitación de Max.
Después, el joven se apoyó de espaldas al escritorio, mirando hacia la puerta por dónde ella había salido, y se llevó una mano al pecho. El corazón le latía más rápido de lo habitual. Y él estaba confuso ante eso.
Por la noche, cuando todos se hubieran ido y Axel estaba a punto de acostarse después de arropar a Max en su cama, volvió a escuchar los gritos.
Alarmado, corrió, sin vacilar, hacia la habitación de Danielle, que gritaba otra vez en pesadillas.
Sin embargo, esta vez no gritaba por las dos causas de las otras noches, sino por la pérdida de alguien, ya que gritaba que ese alguien, por favor, que no se fuera. Aunque Axel no supo de quién. Volvió a arrodillarse al lado de la cama, y acarició la mejilla de la muchacha.
-Danielle… venga, Danielle, no pasa nada…
Ella abrió los ojos, entre lágrimas, y al verlo allí con ella, agradecida, se abrazó a su cuello, y lloró en silencio. Axel la consolaba con caricias en el pelo y palabras tranquilizadoras entre susurros. Parecía funcionar.
-No te vayas, por favor. Tengo mucho miedo… -suplicó ella.
Entonces Axel se levantó, todavía con ella abrazada a él, y se tendió a su lado en la cama.
-Tranquila, no me voy. Estoy aquí, ¿ves? –la besó brevemente en la frente para que lo creyera-. No me voy. Puedes dormir tranquila. Yo te protegeré.
Danielle asintió despacio y cerró los ojos bajo la protección de los hábiles brazos de Axel.
-Iré contigo quieras o no.
-Si no le dejé a Gina venir conmigo, a ti tampoco.
-Sabes que lo haré –se cruzó de brazos, con el ceño fruncido.
Axel suspiró y se levantó otra vez.
-Danielle, arriesgo mucho como para hacer también de tu niñera. Por favor, quédate aquí.
-No. También quiero ayudar a Max. Y no pienso quedarme de brazos cruzados mientras tú arriesgas el pellejo y pudiendo dejarlo solo en los pocos… Bueno, ya sabes.
-Has salido en todos los periódicos de Londres. Todo el mundo te podría reconocer y llamar a tus padres. Y al ver que estás conmigo, ya sabes lo que pasaría.
Danielle apretó los labios, pero no se dejó convencer.
-Por favor, por favor, Axel, por favor… -hizo un puchero, y el corazón de Axel se derritió un poco.
Finalmente suspiró y se acercó a ella.
-Está bien –miró al techo, y luego otra vez hacia sus ojos-. Pero harás todo lo que te diga, y si hay que hacer algo peligroso, me dejas a mí…
Danielle sonrió emocionada, y sin poder evitarlo le dio un rápido beso en la mejilla, un abrazo, y empezó a saltar.
-¡Gracias, gracias!
Axel se llevó una mano, inconscientemente, hacia la mejilla dónde había recibido el beso. Danielle lo miró.
-Vale que no me guste robar. Es más, lo aborrezco y todo el que se dedique a ello también. Pero si es para ayudar a un niño que lo necesita, no tengo ningún problema en ello.
-Ya –carraspeó él inexpresivo-. Bueno, de acuerdo. Iremos dentro de una semana más o menos. Tengo que asegurarme de que la mujer no esté en casa cuando vayamos. No podemos arriesgarnos a ir de día, así que vamos por la noche.
-Bien. No te fallaré.
Axel asintió, y Danielle se fue corriendo del despacho hacia la habitación de Max.
Después, el joven se apoyó de espaldas al escritorio, mirando hacia la puerta por dónde ella había salido, y se llevó una mano al pecho. El corazón le latía más rápido de lo habitual. Y él estaba confuso ante eso.
Por la noche, cuando todos se hubieran ido y Axel estaba a punto de acostarse después de arropar a Max en su cama, volvió a escuchar los gritos.
Alarmado, corrió, sin vacilar, hacia la habitación de Danielle, que gritaba otra vez en pesadillas.
Sin embargo, esta vez no gritaba por las dos causas de las otras noches, sino por la pérdida de alguien, ya que gritaba que ese alguien, por favor, que no se fuera. Aunque Axel no supo de quién. Volvió a arrodillarse al lado de la cama, y acarició la mejilla de la muchacha.
-Danielle… venga, Danielle, no pasa nada…
Ella abrió los ojos, entre lágrimas, y al verlo allí con ella, agradecida, se abrazó a su cuello, y lloró en silencio. Axel la consolaba con caricias en el pelo y palabras tranquilizadoras entre susurros. Parecía funcionar.
-No te vayas, por favor. Tengo mucho miedo… -suplicó ella.
Entonces Axel se levantó, todavía con ella abrazada a él, y se tendió a su lado en la cama.
-Tranquila, no me voy. Estoy aquí, ¿ves? –la besó brevemente en la frente para que lo creyera-. No me voy. Puedes dormir tranquila. Yo te protegeré.
Danielle asintió despacio y cerró los ojos bajo la protección de los hábiles brazos de Axel.
sábado, 14 de mayo de 2011
Capítulo 28
Max tosió dos o tres veces, y al ver que no paraba, Danielle cogió su pañuelo de tela y lo colocó en la boca del niño.
-Así. Ya verás que no te molest…
Danielle miró el pañuelo. Lo retiró de la boca de Max, y lo examinó. Estaba empapado de sangre.
-Eh… Axel.
-¿Mm?
-Max… está sangrando por la boca.
Axel abrió mucho los ojos, se levantó rápidamente de su sillón y fue hacia el niño. Aunque no le había dado un ataque tan grave como el del otro día, también parecía que se ahogaba. El pequeño empezó a llorar.
-Ash… me duele mucho… -dijo con la voz rota.
Axel corrió a la habitación de Max y cogió el bote azul y las pastillas. Corriendo de vuelta al despacho –casi se resbala contra el suelo por las prisas- tendió al niño en el suelo, que seguía gimoteando, y le puso el bote en la boca.
Danielle miraba la escena horrorizada, con las manos tapándose la boca, y se arrodilló a su lado.
Max pudo volver a respirar otra vez, y Axel le dio las pastillas.
-Venga… por favor Max… -susurró, y le dio un beso en la frente mientras le acariciaba el pelo.
Max tragó saliva, y Axel le ayudó a levantarse. Lo cogió en brazos.
-Se acabó, tienes que descansar. Basta de juegos por hoy.
-¡Pero…!
-¡Ni pero ni nada, Max! Ahora dormirás la siesta, tanto si quieres como si no.
El pequeño hizo pucheros, pero Axel ni se inmutó. Lo llevó a su cuarto, lo metió en la cama, y después de arroparlo, se fue del cuarto, y entró en su despacho, con el rostro ensombrecido.
Danielle se había levantado, y lo miraba mientras Axel se dirigía a su sillón.
Sin saber qué hacer, se humedeció las labios, nerviosa, y se sentó enfrente de él.
-Creo… creo que comprendo… un poco el por qué haces… hum… los robos, pero todavía no comprendo muy bien el por qué robar tanto. Quiero decir…
-Lo único que quiero es que Max no tenga la infancia que tuve yo –la miró-. Sólo quiero lo mejor para él. E intento darle todo –hizo una pausa, pensativo-. Pero todo siempre tiene un precio.
-¿Pero no tienes miedo de que haga lo mismo que haces tú ahora? Seamos sinceros, el sustraer objetos a la gente no es un… trabajo muy honrado.
-Claro que lo tengo. No soy de piedra.
-Ah, entiendo. Así que de que los policías te atrapen y te maten no tienes miedo, y de una cosa tan…
-¡No sólo tengo miedo de eso! –gritó él-. ¡Tengo miedo de que Max no pueda vivir todo lo que quisiera! ¡Tengo miedo de que le pase algo! Es un niño, no una mascota, y cada día que pasa me desespero más porque no sé cuándo podría volver a darle uno de… de los ataques que acabaste de presenciar. ¿Tú sabes cuántos años le quedan de vida? –Danielle negó despacio con la cabeza, conmocionada-. Sólo dos.
-Axel… yo…
-No, déjalo. Ya lo tengo asumido, pero aún así sé que no voy a poder superarlo. No va a conocer lo mejor de la vida. No va a poder trabajar, no podrá viajar, no podrá disfrutar del arte de hacer el amor, no podrá tener hijos ni casarse. Y eso es lo que más me duele. Pero ya da igual. Yo seguiré luchando durante estos dos últimos años para que tenga los mejores días de su vida.
Danielle lo miró pensativa, y respiró hondo. Sentía que estaba al borde de las lágrimas. Y no podía creer lo que iba a decir:
-No voy a delatarte –Axel la miró, un poco agradecido y sorprendido.
-Gracias.
-Te lo debo por lo de anoche. Si no fuera por ti… estaría toda la noche en vela. Y… también te pido una cosa.
-¿Qué… cosa?
-Quiero ayudarte a robar la joya que viste en la noticia que acabas de guardarte.
-Así. Ya verás que no te molest…
Danielle miró el pañuelo. Lo retiró de la boca de Max, y lo examinó. Estaba empapado de sangre.
-Eh… Axel.
-¿Mm?
-Max… está sangrando por la boca.
Axel abrió mucho los ojos, se levantó rápidamente de su sillón y fue hacia el niño. Aunque no le había dado un ataque tan grave como el del otro día, también parecía que se ahogaba. El pequeño empezó a llorar.
-Ash… me duele mucho… -dijo con la voz rota.
Axel corrió a la habitación de Max y cogió el bote azul y las pastillas. Corriendo de vuelta al despacho –casi se resbala contra el suelo por las prisas- tendió al niño en el suelo, que seguía gimoteando, y le puso el bote en la boca.
Danielle miraba la escena horrorizada, con las manos tapándose la boca, y se arrodilló a su lado.
Max pudo volver a respirar otra vez, y Axel le dio las pastillas.
-Venga… por favor Max… -susurró, y le dio un beso en la frente mientras le acariciaba el pelo.
Max tragó saliva, y Axel le ayudó a levantarse. Lo cogió en brazos.
-Se acabó, tienes que descansar. Basta de juegos por hoy.
-¡Pero…!
-¡Ni pero ni nada, Max! Ahora dormirás la siesta, tanto si quieres como si no.
El pequeño hizo pucheros, pero Axel ni se inmutó. Lo llevó a su cuarto, lo metió en la cama, y después de arroparlo, se fue del cuarto, y entró en su despacho, con el rostro ensombrecido.
Danielle se había levantado, y lo miraba mientras Axel se dirigía a su sillón.
Sin saber qué hacer, se humedeció las labios, nerviosa, y se sentó enfrente de él.
-Creo… creo que comprendo… un poco el por qué haces… hum… los robos, pero todavía no comprendo muy bien el por qué robar tanto. Quiero decir…
-Lo único que quiero es que Max no tenga la infancia que tuve yo –la miró-. Sólo quiero lo mejor para él. E intento darle todo –hizo una pausa, pensativo-. Pero todo siempre tiene un precio.
-¿Pero no tienes miedo de que haga lo mismo que haces tú ahora? Seamos sinceros, el sustraer objetos a la gente no es un… trabajo muy honrado.
-Claro que lo tengo. No soy de piedra.
-Ah, entiendo. Así que de que los policías te atrapen y te maten no tienes miedo, y de una cosa tan…
-¡No sólo tengo miedo de eso! –gritó él-. ¡Tengo miedo de que Max no pueda vivir todo lo que quisiera! ¡Tengo miedo de que le pase algo! Es un niño, no una mascota, y cada día que pasa me desespero más porque no sé cuándo podría volver a darle uno de… de los ataques que acabaste de presenciar. ¿Tú sabes cuántos años le quedan de vida? –Danielle negó despacio con la cabeza, conmocionada-. Sólo dos.
-Axel… yo…
-No, déjalo. Ya lo tengo asumido, pero aún así sé que no voy a poder superarlo. No va a conocer lo mejor de la vida. No va a poder trabajar, no podrá viajar, no podrá disfrutar del arte de hacer el amor, no podrá tener hijos ni casarse. Y eso es lo que más me duele. Pero ya da igual. Yo seguiré luchando durante estos dos últimos años para que tenga los mejores días de su vida.
Danielle lo miró pensativa, y respiró hondo. Sentía que estaba al borde de las lágrimas. Y no podía creer lo que iba a decir:
-No voy a delatarte –Axel la miró, un poco agradecido y sorprendido.
-Gracias.
-Te lo debo por lo de anoche. Si no fuera por ti… estaría toda la noche en vela. Y… también te pido una cosa.
-¿Qué… cosa?
-Quiero ayudarte a robar la joya que viste en la noticia que acabas de guardarte.
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