Jack reaccionó rápidamente, recorrió la rama y me cogió en el vuelo. Al segundo, me vi colgando en sus manos, pero hacía demasiado esfuerzo y a mí me daba la impresión de que pronto nos caeríamos.
-Haz… que… desaparezcan… -murmuró.
-¿Q… qué?
-¡Tus alas! ¡Pesan demasiado!
Cerré los ojos y de repente sentí una gran ligereza en la espalda. Y sin duda él también, porque ahora sin casi ninguna fuerza me levantó por los codos y me colocó a su lado, apretándome contra su pecho. Yo temblaba una barbaridad por el susto, y no lloré de milagro.
Cuando me di cuenta de que ese imbécil me estaba abrazando, me separé enseguida de él.
Me miró extrañado.
-Ya te dije que no quería que me tocaras.
Puso los ojos en blanco, se encogió de hombros y me ayudó a bajar del árbol.
Mientras me iba de allí, escuché a los demás guardias aclamar a Jack, llamarlo “el amo” o “eres un crack”. Bufé. No duraría mucho.
Entré en el colegio y subí las escaleras hasta mi habitación. No me apetecía ir a las clases de la tarde. Pero allí ya había alguien, porque la puerta estaba abierta. Dentro me encontré a Vicky con sus cosas, y una gran sonrisa apareció en mi rostro.
-¡Al final te vienes! –grité.
Ambas nos abrazamos y empezamos a saltar.
-¡Claro que sí! ¡Estoy tan ilusionada! Es que verás, soy nueva, y todo esto es muy diferente para mí… y estar sola en una habitación no me hacía ninguna gracia, y además de que la gente de aquí es tan intimidante…
-Ya lo sé. Pero no te preocupes, ¡porque yo no soy como ellos! –Dejé de saltar, y ella también-. Pero… vas a perderte las clases de esta tarde.
-Oh, por eso no te preocupes. Hay más todos los días –ambas reímos.
-Ven, que te ayudo.
Acabamos de desempaquetar todo lo suyo hasta la noche.
Luego bajamos a cenar y nos fuimos a dormir.
martes, 29 de junio de 2010
sábado, 19 de junio de 2010
Capítulo 7
Me solté del árbol y empecé a andar por la gruesa rama. Estiré las alas para el equilibrio y avancé poco a poco. Pero cuando estaba a mitad de la rama, miré hacia las grandes ventanas del comedor, y escruté a Jack entre el gentío que venía rápidamente hacia aquí con otros guardias alrededor de él. Se reían. Desde dónde estaba pude escuchar qué decían:
-Un ángel sagrado está en el árbol. ¿A quién le tocaba cuidar de él? ¡Porque se le va a caer el pelo! –dijo uno.
Con que no me habían visto la cara. Mejor.
Intenté tapar mejor mi cara con el ala derecha, pero eso me desequilibró y resbalé. Pero pude agarrarme a tiempo a la rama. Me volví a subir sentada, y volví a mirar el comedor.
Los ojos de Jack y los míos se encontraron, y al ver que era yo, enmudeció. Se quedó literalmente congelado y con la boca abierta. Yo le saludé, me puse de pie y seguí mi camino.
Joróbate, a ver si te despiden.
Todos los alumnos se habían arremolinado alrededor del árbol, que gritaban, saltaban y demás cosas.
-Vale, vale, puedo hacerlo, puedo…
Al final de la rama, a unos pocos metros de ella estaba el enorme mural que rodeaba el colegio, y daba al bosque. Si conseguía saltarlo sería otra vez libre. Pero había un problema.
No sabía volar. Y si no sabía volar, eso significaba que si saltaba me estamparía o contra el muro o contra el suelo. Y no quería tener marcas en mi cara, la verdad.
Jack llegó a los pies del árbol, y alzó la mirada llena de odio hacia mí. Los demás guardias intentaban sacar a los alumnos de allí, y cuando vi a Vicky le hice señas para que si me cogía que me esperara.
Cuando estaba todo despejado, Jack empezó a escalar el árbol.
El cabrón lo hacía con tanta agilidad que llegué a pensar que sí me cogería.
Retrocedí con cuidado ya que la rama era cada vez más estrecha, y cuando Jack llegó a ella y se colocó delante de mí a unos tres metros, alzó las manos en son de paz y frunció el ceño:
-A ver, a ver, Alex, por favor, mira. No te voy a hacer nada y lo sabes.
Avanzó un paso, y yo retrocedí otro.
-Ya, porque si me pasa algo el que se la carga eres tú.
-Exacto. Qué sagaz. Y ahora quiero que vengas… -me tendió una mano, pero yo retrocedí otra vez.
Y otra vez, pero ésta última fue la peor, ya que había llegado al extremo, y la rama no pudo aguantar mi peso y el de las alas, así que rompió.
Y yo me precipitaba contra el suelo.
-Un ángel sagrado está en el árbol. ¿A quién le tocaba cuidar de él? ¡Porque se le va a caer el pelo! –dijo uno.
Con que no me habían visto la cara. Mejor.
Intenté tapar mejor mi cara con el ala derecha, pero eso me desequilibró y resbalé. Pero pude agarrarme a tiempo a la rama. Me volví a subir sentada, y volví a mirar el comedor.
Los ojos de Jack y los míos se encontraron, y al ver que era yo, enmudeció. Se quedó literalmente congelado y con la boca abierta. Yo le saludé, me puse de pie y seguí mi camino.
Joróbate, a ver si te despiden.
Todos los alumnos se habían arremolinado alrededor del árbol, que gritaban, saltaban y demás cosas.
-Vale, vale, puedo hacerlo, puedo…
Al final de la rama, a unos pocos metros de ella estaba el enorme mural que rodeaba el colegio, y daba al bosque. Si conseguía saltarlo sería otra vez libre. Pero había un problema.
No sabía volar. Y si no sabía volar, eso significaba que si saltaba me estamparía o contra el muro o contra el suelo. Y no quería tener marcas en mi cara, la verdad.
Jack llegó a los pies del árbol, y alzó la mirada llena de odio hacia mí. Los demás guardias intentaban sacar a los alumnos de allí, y cuando vi a Vicky le hice señas para que si me cogía que me esperara.
Cuando estaba todo despejado, Jack empezó a escalar el árbol.
El cabrón lo hacía con tanta agilidad que llegué a pensar que sí me cogería.
Retrocedí con cuidado ya que la rama era cada vez más estrecha, y cuando Jack llegó a ella y se colocó delante de mí a unos tres metros, alzó las manos en son de paz y frunció el ceño:
-A ver, a ver, Alex, por favor, mira. No te voy a hacer nada y lo sabes.
Avanzó un paso, y yo retrocedí otro.
-Ya, porque si me pasa algo el que se la carga eres tú.
-Exacto. Qué sagaz. Y ahora quiero que vengas… -me tendió una mano, pero yo retrocedí otra vez.
Y otra vez, pero ésta última fue la peor, ya que había llegado al extremo, y la rama no pudo aguantar mi peso y el de las alas, así que rompió.
Y yo me precipitaba contra el suelo.
lunes, 7 de junio de 2010
Capítulo 6
Mi primera clase eran Ciencias Sociales. Increíble, ¿eh? Algo muy aburrido y que apenas era capaz de aguantar.
Y aún por encima nadie me quitaba ojo. Todos se preguntaban disimuladamente y decían historias inventadas de que me fugué con mi amante, o que un señor malvado quería raptarme y por eso me escapé, y mi favorita, que yo poseía una llave que abría un cofre del tesoro oculto debajo de los cimientos de este castillo y que me había escapado para esconderla y más burradas. Yo las ignoraba.
A la hora de comer, todos los ángeles, incluidos los sagrados, se fueron al comedor, pero yo no era capaz. Los guardias vigilaban el comedor, Jack inclusive, y recorría la vista por todo el lugar, seguramente buscándome. Yo me escabullí por la puerta trasera y salí al jardín trasero.
Volví a chasquear los dedos y dejé salir mis enormes alas, y esta vez había suficiente espacio para estirarlas.
En una pequeña colina, distinguí una figura sentada debajo de un gran árbol.
Una chica de mi edad más o menos, con el uniforme, estaba sentada leyendo un libro. Me acerqué a ella, y ésta al sentirme, levantó la vista y al ver mis enormes alas negras, se encogió e intentó retroceder, pero el árbol se lo impedía.
Yo sonreí, me senté con las piernas cruzadas y la saludé:
-¡Hola!
La chica se me quedó mirando con la boca abierta. Fruncí el ceño.
-¿Tú… eres humana?
-N… no, pero… -carraspeó, se sentó bien apartando el libro a un lado y me sonrió-. Lo siento por haber reaccionado así, pero es que no te he visto nunca, y como sólo los ángeles sagrados tienen tus alas…
-Es que yo soy uno de ellos.
Un brillo de comprensión iluminó sus ojos.
-¡Ah! ¡Tú eres la chica desaparecida! El ángel del tiempo, ¿verdad? Nunca creí que te conocería.
Sonreí.
-Un placer. ¿Eres…?
-Vicky. ¿Y tú?
-Alex.
Miró mis alas.
-¿Sabes que tienes unas alas muy bonitas? Las mías son como las demás, pero las tuyas…
-Gracias, pero –me levanté mientras aleteaba ligeramente- voy a intentar escaparme.
-¿Que qué? ¿Pero…?
-De peros nada.
Me acerqué al árbol, e intenté escalar con ayuda de las ramas y de las alas para hacer contrapeso, y cuando iba a mitad de mi camino, escuché la voz de Vicky:
-Esto…
Bajé la cabeza todavía abrazada al árbol.
-¿Sí?
-Si, por un casual, no consigues salir de aquí, ¿te gustaría… ser mi compañera de habitación?
Me reí.
-Claro.
Y seguí subiendo hasta estar a unos cinco metros del suelo. Suficiente. Escaparía, estaba segura.
Y aún por encima nadie me quitaba ojo. Todos se preguntaban disimuladamente y decían historias inventadas de que me fugué con mi amante, o que un señor malvado quería raptarme y por eso me escapé, y mi favorita, que yo poseía una llave que abría un cofre del tesoro oculto debajo de los cimientos de este castillo y que me había escapado para esconderla y más burradas. Yo las ignoraba.
A la hora de comer, todos los ángeles, incluidos los sagrados, se fueron al comedor, pero yo no era capaz. Los guardias vigilaban el comedor, Jack inclusive, y recorría la vista por todo el lugar, seguramente buscándome. Yo me escabullí por la puerta trasera y salí al jardín trasero.
Volví a chasquear los dedos y dejé salir mis enormes alas, y esta vez había suficiente espacio para estirarlas.
En una pequeña colina, distinguí una figura sentada debajo de un gran árbol.
Una chica de mi edad más o menos, con el uniforme, estaba sentada leyendo un libro. Me acerqué a ella, y ésta al sentirme, levantó la vista y al ver mis enormes alas negras, se encogió e intentó retroceder, pero el árbol se lo impedía.
Yo sonreí, me senté con las piernas cruzadas y la saludé:
-¡Hola!
La chica se me quedó mirando con la boca abierta. Fruncí el ceño.
-¿Tú… eres humana?
-N… no, pero… -carraspeó, se sentó bien apartando el libro a un lado y me sonrió-. Lo siento por haber reaccionado así, pero es que no te he visto nunca, y como sólo los ángeles sagrados tienen tus alas…
-Es que yo soy uno de ellos.
Un brillo de comprensión iluminó sus ojos.
-¡Ah! ¡Tú eres la chica desaparecida! El ángel del tiempo, ¿verdad? Nunca creí que te conocería.
Sonreí.
-Un placer. ¿Eres…?
-Vicky. ¿Y tú?
-Alex.
Miró mis alas.
-¿Sabes que tienes unas alas muy bonitas? Las mías son como las demás, pero las tuyas…
-Gracias, pero –me levanté mientras aleteaba ligeramente- voy a intentar escaparme.
-¿Que qué? ¿Pero…?
-De peros nada.
Me acerqué al árbol, e intenté escalar con ayuda de las ramas y de las alas para hacer contrapeso, y cuando iba a mitad de mi camino, escuché la voz de Vicky:
-Esto…
Bajé la cabeza todavía abrazada al árbol.
-¿Sí?
-Si, por un casual, no consigues salir de aquí, ¿te gustaría… ser mi compañera de habitación?
Me reí.
-Claro.
Y seguí subiendo hasta estar a unos cinco metros del suelo. Suficiente. Escaparía, estaba segura.
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