viernes, 15 de abril de 2011

Capítulo 27

Los padres de Danielle, junto con su hermana pequeña, Stella, estaban sentados, destrozados, en su salón junto al jefe de policía, sus hombres y Ethan.
-El señor Jackson nos ha comunicado que el ladrón le ha robado durante la fiesta de la otra noche.
-¿Y eso… qué tiene que ver con nuestra hija? ¡¡Dígame dónde está Danielle!! –gritó el padre.
-Bueno, a eso iba –el jefe carraspeó-. Creemos que el ladrón ha… secuestrado a su hija.
La madre empezó a sollozar.
-¡¡Mi pequeña!! –lloriqueó, y enterró la cara en las manos.
Su marido, desesperado, atrapó el cuello de la chaqueta del jefe y lo atrajo hacia sí.
-Quiero que averigüe el paradero de mi niña –susurró entre dientes.
-Lo intento, se lo juro, pero es complicado –se zafó de las manos del hombre-. El ladrón no ha dejado ninguna pista, ni siquiera al robar el dinero. Todavía no sé cómo…
-Bueno, jefe, usted me dijo que el ladrón estaba por fuera –dijo uno de sus policías, y todos miraron hacia él.
Pero el jefe frunció el ceño.
-Yo no te dije tal cosa, muchacho. Yo te dije que estuvieras todo el rato en la puerta.
-No, señor… Usted me dijo que avisara a los demás para vigilar los alrededores, y que usted ya se encargaría de vigilar la habitación con el dinero…
-Pero vamos a ver, en ningún momento pasé por ese cuarto, pues estuve todo el rato con el señor Alexander.
-Papá… -dijo Ethan entre suspiros-. Que os la ha colado. Otra vez.
El jefe miró a su hijo, y luego al policía que acababa de hablar.
-¡Tú! ¡¿Pero no te diste cuenta de que no era yo?!
-Es que… tenía… la cara tapada por un sombrero que se parecía mucho al suyo y… -suspiró-. Lo lamento.
-¡Maldito inútil! ¡Levantaos todos ahora mismo!
Los policías le siguieron hasta la puerta.
-No se preocupe, señor Gilbert, tendrá a su hija en menos que canta un gallo.
-Espero que sea cierto.
Ethan le lanzó una última mirada a la madre de Danielle, desesperada, y con una mueca de preocupación siguió a su padre.
Sin embargo, en casa de Axel las cosas estaban yendo mejor.
Mientras el joven estaba sentado otra vez en su despacho, a unos metros de su posición el pequeño Max y Danielle jugaban al ajedrez sentados en una pequeña mesa redonda, rodeados de libros colocados en las estanterías.
Axel miraba el periódico con cuidado, hasta que encontró una noticia interesante. Una entrevista sobre una mujer –de cuarenta y cinco años y más bien gordita- que presentaba su casa, y dónde enseñaba fotos sobre sus joyas. Joyas valoradas en miles de libras.
Axel sonrió y arrancó la hoja del periódico, doblándola y guardándosela en el bolsillo interior de su chaleco. Danielle lo miró mientras Max pensaba su siguiente movimiento.
-¿Siempre utilizas chaleco? –le preguntó desde su posición.
Axel alzó la mirada del periódico hacia ella, y asintió.
-Digamos que son mi uniforme casual. Además son muy útiles. Puedes guardar cosas en ellos sin que los demás se den cuenta –y le guiñó un ojo.
Danielle se ruborizó y carraspeó molesta, volviendo su atención al juego.
Pero Max, en vez de mover la ficha, empezó a toser.

martes, 5 de abril de 2011

Capítulo 26

Gina fue la primera en llegar a casa de Axel, y ya fue directamente, después de colocarse el delantal, a la habitación de Max. Pero no estaba.
-¡Max! ¡Max! ¿Dónde estás?
-¡Aquí! –gritó el niño susurrando.
Gina se extrañó de que susurrara. ¿Qué estaría haciendo?
Lo descubrió cuando se acercó a la habitación de Danielle. Max estaba en el marco de la puerta, con el cuerpo fuera y la cabeza dentro del cuarto, y al colocarse a su lado, vio la escena: Axel estaba arrodillado al lado de la cama, un poco despeinado y con las mejillas sonrosadas. Tenía la cabeza apoyada en la almohada junto a la de Danielle, tocándose las frentes, y mantenía una mano en el pelo de la muchacha y la otra en la mejilla de ésta.
Las respiraciones de ambos eran regulares, así que estaban completamente dormidos.
A Gina le entró un ramalazo de celos que no deseaba sentir nunca, pero le era inevitable.
Miró a Max; éste sonreía con las dos manos tapándose la boca, emocionado.
-¡Mira! ¡Están durmiendo juntitos! Ash y Danielle se gustan –canturreó contento.
-Ya veo, ya –dijo malhumorada-. Venga, Max, vamos a desayunar y a dejar a estos aquí.
Ambos se fueron abajo para desayunar, y al oír el portazo de la puerta del cuarto, Danielle abrió los ojos.
Contuvo el aliento al ver a Axel allí dormido a su lado. Parecía un niño pequeño.
Además de que tenía una mano en su mejilla, y estaba tan cálida que no quiso apartarse. La verdad era que no le importaría nada quedarse así durante muchos días.
Lo extraño de todo era que el corazón le latía frenético y sentía un cosquilleo en el estómago al ver que Axel estaba tan cerca de ella, y no era precisamente por el hambre. Se sonrojó violentamente, y lo sabía porque notaba mucho calor en la cara.
Volvió a cerrar los ojos, disfrutando de ese inusual momento…
Hasta que notó que Axel se movía ligeramente. Ambos abrieron los ojos, y éste se apartó rápidamente, cayendo sentado en el suelo, al darse cuenta de lo que hacía.
-Oh, Dios mío. ¿Pero qué estoy haciendo? –Sacudió débilmente la cabeza, y miró a Danielle-. Me debí de quedar dormido.
-Sí… Completamente.
-Vaya –se levantó, y se miró la ropa-. Hum, ni siquiera me cambié de ropa. Menudo desliz.
Danielle se sonrojó muchísimo más cuando descubrió que los primeros botones de la camisa de Axel estaban desabrochados, dejando entrever un poco de su pecho y el hueco de la garganta.
“Dios mío”, pensó con el corazón acelerado.
-Será mejor que me vaya –concluyó él interrumpiendo el hilo de sus pensamientos. Fue hacia la puerta, pero frenó y se volvió hacia ella-. Ah, es verdad. Un amigo tuyo vino ayer.
Danielle abrió mucho los ojos, y salió rápidamente de la cama.
-¡¿E… Ethan?!
-Sí, supongo.
-¡¿Y por qué no me avisaste?! ¡¿Qué te dijo?!
-Me temo que sospecha de mí.
-Vaya, pues salió más listo que su padre –se rió.
Axel no comprendió su humor.
-El… el jefe de policía es su padre.
-Hum. Entiendo.
Asintió y se fue. Danielle se volvió a sentar en la cama, y miró el techo distraídamente, todavía nerviosa por la anterior aproximación de Axel.

viernes, 1 de abril de 2011

Capítulo 25

A medianoche, Axel se había quitado el chaleco y desabotonado los primeros botones de su camisa y los de las muñecas para estar más cómodo, y mientras estaba en el sofá, tomando un café, escuchó gritos que provenían de una habitación. Se levantó rápidamente del sofá y subió primero hacia la de Max, pero el niño dormía plácidamente.
Entonces fue a la de Danielle. En efecto, era la muchacha quién gritaba en sueños. Otra vez.
En vez de no hacer nada como la otra noche, se acercó a ella y le cogió la cara entre las manos.
-Danielle… Danielle, tranquilízate –susurró.
La joven paró de gritar al abrir los ojos. Se quedó anonadada cuando vio a Axel delante de ella, apenas unos centímetros de su propio rostro, y tragó saliva de los nervios.
-Tengo miedo –dijo con la voz rota por las lágrimas-. Pensé… pensé que…
-Lo sé, pequeña, venga, ya está. Mientras yo esté aquí, no te va a pasar nada.
-Entonces no te vayas –susurró.
Axel, un poco sorprendido por sus palabras, le acarició la mejilla con el pulgar, pues aún todavía la mantenía en sus manos, y luego el pelo suavemente mientras se arrodillaba a su lado.
-Gracias –concluyó Danielle.
Cerró los ojos relajada por las caricias de Axel, y finalmente se durmió. Y Axel con ella.

Pero en la casa del señor Jackson, éste había decidido entrar en su habitación para ver si el dinero estaba bien. Aunque le habían dicho que nadie había entrado en el cuarto la noche de la fiesta, había que asegurarse. Cogió la llave, se subió a su cama mientras los muelles chirriaban bajo su peso, y abrió el cuadro dónde se encontraba la caja fuerte.
Lo abrió también con la llave con una sonrisa, pero se le borró enseguida de la cara cuando se dio cuenta de que faltaba la mitad de sus pertenencias.
-No, no, ¡no! ¡Me ha robado! ¡¡Ese maldito ladrón me ha robado!!
Su mayordomo corrió rápidamente hacia él, todavía con el pijama puesto, pues residía en la mansión también.
-¿Señor?
-¡El ladrón! ¡Me ha robado! ¡Sabía que no debí hacer esa estúpida fiesta! ¡Maldita sea! –Se volvió hacia el hombre-. Quiero que avises inmediatamente al jefe de policía.
-Pero…
-¡Ya!
-Sí, señor.