lunes, 29 de noviembre de 2010

Capítulo final

Bajamos en el mismo lugar dónde Jack me había encontrado hacía ya tiempo, justo al lado de la fuente.
Todavía recordaba el camino de vuelta al piso de Jorge, así que empecé a andar. Jack, David y Nicole me siguieron. Yo me paré y les miré.
-¿Os importa… si voy sola?
-Hum… no –respondió Nicole.
-Claro que no –le siguió David.
-Sí.
Miré a Jack y suspiré.
-Por favor, Jack. Te prometo que no intentaré largarme otra vez.
Se cruzó de brazos.
-¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
Me acerqué a él y pegué mis labios a los suyos. Luego le miré y sonreí.
-Sólo hazlo –murmuré.
Jack tragó saliva sonoramente mientras dejaba caer los brazos a los costados y me miraba anonadado.
Me volví y corrí hacia el edificio. Justo por dentro de la puerta, me abrió la anciana del segundo, Dina. Hacía tanto tiempo que no la veía…
Al abrirme la puerta, me miró asombrada.
-¡Vaya! Alex, ¡cuánto tiempo hace que no te veía! Cómo has crecido.
-Sí, bueno…
Ambas subimos los escalones, y esperamos al ascensor.
-¿Y qué pasó? Durante estos meses, el chico con el que vivías está bastante triste.
-Es que… tuve que irme por un tiempo. ¿Pero está tan mal?
El ascensor llego y subimos.
-Sí, bueno, intenté ayudarle. Llamé a mi hermana mayor, Adalia, ¿sabes? Es una de esas adivinas raras, y pensé que a lo mejor podría ayudarle con algo, pero nada. El pobre sigue igual.
-Hum. Ahora mismo voy a hablar con él. Tampoco tengo mucho tiempo.
Llegamos a su piso, y luego subí al de Jorge.
Me planté enfrente de la puerta, y alcé la mano para petar, pero… Tenía miedo. ¿Y si me decía algo? ¿Y si estaba tan enfadado conmigo que no querría ni verme? ¿Y si…?
De repente la puerta se abrió. Era uno de los compañeros de piso con los que vivía. Daniel, si mal no recuerdo.
Al verme, alzó las cejas sorprendido y sonrió.
-Vaya, vaya. Alex.
Me llevé una mano a la nuca y sonreí.
-Hola, Dani. Hum…
-¡Jorge, mira quién vino!
Abrió completamente la puerta, y Jorge apareció por ella. Sin apenas darme cuenta, cuando sonrió, me lancé a abrazarle.
-¡Jorge!
-¡Alex! –me rodeó con fuerza, y me dio un leve beso en el pelo.
Todas mis preocupaciones se dispersaron al momento.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero supe que mucho cuando Dani se había ido.
Nos separamos, y Jorge me revolvió el pelo.
-Niña, ¿pero dónde te habías metido? ¿Sabes lo preocupado que estaba?
-Lo siento mucho, de verdad. Pero me encontraron.
Apretó los labios, miró detrás de él y cerró la puerta, quedándonos fuera.
-¿Cómo que te encontraron? –susurró. Asentí.
-Sí. Verás… Cuando salí esa mañana, fui hacia la fuente, y mi guardián me atrapó, y me llevó de vuelta al castillo.
-¿Y cómo es que… estás aquí?
-Me dejó despedirme de mi hermano mayor.
Sonrió ampliamente y me miró con cariño con las dos últimas palabras.
-Pero tengo que irme –dejó de sonreír.
-¿Entonces no puedes quedarte?
-No –murmuré.
Suspiró, y me revolvió ligeramente el pelo.
-No me arrepiento de haberte acogido, Alex. Ya sabes que siempre estaré así cuando lo necesites, ¿de acuerdo? Cualquier cosa, me avisas.
-De acuerdo.
Le volví a abrazar, y me fui de allí. Jack esperaba abajo, en la entrada, con los brazos cruzados.
-Tardabas mucho, así que vine para asegurarme de que…
Le cogí la cara con las manos y le besé. Al principio de resistió un poco, pero se dejó, sonriendo.
-Va, venga, no seas pesado –murmuré al separarnos-. Te dije que confiaras en mí.
-La cosa es que cada vez que confío en ti, nunca acabo bien.
Le sonreí, y él suspiró.
-Siempre te sales con la tuya. No es justo.
-Lo que no es justo es que estés todo el día pendiente de mí. Venga, vamos.
Le cogí de la mano y empezamos a correr.
Después de todo, hicimos el camino hasta el internado otra vez, lo que nos llevó medio día. Leo se alegró tanto de verme, que suspendió las clases durante una semana.
Y con David y Nicole… David quería volver con sus padres, pero Nicole quería quedarse con nosotros. Así que devolvimos al chaval con su familia, después de despedirse durante cinco horas de su hermana menor, y ésta se quedó con nosotros.
Por la noche, empecé a buscar a Jack por todos los lugares, pero no lo encontraba. Fui al despacho de Leo.
-¿Sabes dónde está Jack?
-Me parece que arriba, en una de las torres.
Asentí, y miré por ellas. Le encontré en la tercera, dónde estaba apoyado contra la pequeña muralla, mirando el cielo estrellado. Me coloqué a su lado.
-¿Disfrutando de la noche?
-Sí, supongo. Se supone que hoy es la lluvia de estrellas. Dentro de unos minutos, creo.
-Hum.
Bajó la mirada hacia mí, y sonrió.
Luego alzó la mano con cuidado, puso los dedos detrás de mí oreja y la retiró. Agarraba con el índice y el pulgar una rosa roja, y me la tendió. La miré maravillada, y la cogí.
-Gracias.
Le di un beso, y de repente, el cielo se llenó de estrellas fugaces. Miramos hacia ellas, mientras la luna nos iluminaba con su luz…

*Hale, aquí acaba esta historia. ¡Espero que os haya gustado!
Pronto pondré otra nueva, no os preocupéis ;)

jueves, 25 de noviembre de 2010

Capítulo 46

Después de todo este embrollo, varios guardianes vinieron al aviso de Jack y se encargaron de la gente del local, y luego de David y Nicole, que tuvimos que llevárnoslos con nosotros.
La verdad todavía me sentía muy dolida por lo de Derek, pero intenté que no se me notara. Sin embargo, durante el camino, Jack se dio cuenta. Íbamos los cuatro en su coche, nosotros delante y los hermanos detrás, medio dormidos.
Mientras miraba por la ventana, Jack empezó a hablar.
-Oye… hum, lo que pasó antes…
Le miré con una ceja alzada.
-¿Lo qué?
-Bueno, ya sabes, cuando nos besamos…
-Me besaste tú –puso los ojos en blanco, y se ruborizó ligeramente.
-Lo que sea. Yo…
-Vamos, Jack, sé que me quieres. No lo niegues; no te servirá de nada.
Carraspeó avergonzado.
-Pues… eso. Así que no te pongas así por…
-No estoy así por eso. No estoy de ninguna manera.
-Ah, ya entiendo. Es por el bebé, ¿no? Bueno, de bebé no tenía mucho. Intentamos avisarte, pero eres tan… así, que mira lo que ha pasado.
-Ya, bueno, da igual. No quiero hablar de ello.
-Hum, está bien.
En un momento dado, por la ventana empezaron a aparecer los edificios de la ciudad, dónde vivía antes de que me atraparan…
Y entonces me acordé de Jorge y sus compañeros de universidad.
-¡Espera!
Frenó de golpe, y los coches de los guardianes que nos seguían también, a punto de chocar contra nosotros. Nicole y David se despertaron asustados.
-¿Eh…? –murmuraron.
-¿Qué? –Jack me miró con los ojos muy abiertos.
-Hum… ¿te importa si… vamos a la ciudad?
-¿A la ciudad? ¿Para qué quieres volver allí?
-Yo… tengo que darle explicaciones a alguien. Por favor…
Se me quedó mirando de hito en hito, pero finalmente suspiró y asintió.
-Muy bien. De viaje con la niña –puse los ojos en blanco ante su ironía.
Se desvió del camino para ir a la ciudad.
-¿Adónde vamos? –preguntó David.
-A ver a un amigo –respondí ilusionada.
-Cariño, ¿para qué quieres amigos cuando tienes a uno estupendo aquí?
Miré a David con las cejas alzadas. Jack le miró por el espejo retrovisor con el ceño fruncido, y gruñó.
-Chaval, cuidadito con lo que dices, porque tengo muy mala hostia cuando me enfadas.
David, atónito, pestañeó y se calló.
Llegamos y salimos del coche.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Capítulo 45

Sí, tenía miedo. Y qué. Eso no significaba que fuera débil.
El monstruo, que resultó ser el enorme todoterreno que yo conocía demasiado bien, derrapó delante de la puerta del local. Jack bajó de él muy seguro de sí mismo, y al verme atada frunció el ceño.
-Vaya, ¿con que no tenías problemas para encargarte de ellos tú solita?
Puse los ojos en blanco.
Genial, menudo momento para dejarme en ridículo. Jack miró a Derek y al ser que sostenía a Nicole.
-Suéltalas –le apremió.
-¿O sino qué, angelito?
-Pues que este angelito te va a dejar la cara tan marcada que no te va a reconocer ni tu madre. Así que suéltalas.
Derek rió y negó con la cabeza. Jack se cruzó de brazos.
-Chicos, enseñadle al ángel que no hay que meterse con los hijos de Lucifer.
Los seres empezaron a dirigirse hacia él, dejándome sentada en el suelo. Intenté de una vez por todas deshacer ese maldito nudo, y después de varios intentos, el nudo cedió. Cuando me quise dar cuenta, Jack ya había tendido unos cinco de diez. Nada mal, la verdad.
Le ayudé con algunos pocos gracias a las clases que él me había enseñado de defensa personal, y cogí a Nicole en brazos. Derek, con el ceño fruncido y notablemente enfadado, se dirigió al portal, no sin antes decir:
-Ángel, te has ganado un gran enemigo, que lo sepas. Y cuando pueda, me desharé de tu existencia para siempre.
Y se fue. Los seres fueron desapareciendo poco a poco, y yo dejé a Nicole en el suelo tendida. Seguía durmiendo plácidamente. Jack se volvió hacia mí y se acercó. Yo bajé la mirada avergonzada, aunque también lo hice porque sabía que si me quedaba mirando sus ojos, me ruborizaría.
-Cómo se te ocurre… ¡Cuando te digo una cosa es por algo! ¡¿Será posible que nunca me hagas caso?! ¡¿Por qué me haces esto?! ¡La próxima vez, aunque espero sinceramente que no haya una próxima, hazme caso! ¡Y ni se te ocurra volver a separarte de mí! –suspiró después de desahogarse.
-Qué raro, tú normalmente no te alteras por nada, ¿no?
-No. Normalmente estoy muy tranquilo, y lo estaba antes de…
-Antes de que apareciera yo para complicarte la vida, ¿verdad?
-Sí –susurró.
Pero lo hizo con un tono tan… tan extraño, que hizo que alzara la mirada.
Nos miramos unos momentos, y casi al momento, Jack me acercó a él y me besó con fuerza, como si me necesitase… hasta que escuchamos unos débiles gruñidos. Nos separamos, bajamos la mirada y nos encontramos con los ojos soñolientos de Nicole.
-Esto… ¿qué hacemos aquí? –Reparó en Jack-. ¿Y quién es él?
Jack sonrió y la saludó con la cabeza, y fue cuando me di cuenta de que todavía seguíamos abrazados. Me aparté un poco, ruborizada.
-Este es Jack. Jack, Nicole –les presenté.
-Hola –dijeron.
Luego entramos dentro del local. Jack alzó las cejas y se cruzó de brazos al ver a todos en el suelo dormidos.
-Vaya, qué bien. Más trabajo.

martes, 16 de noviembre de 2010

Capítulo 43/44

Capítulo 43 (J)

Cuando Alex colgó, me quedé mirando el móvil alelado.
-Jack, ¡¿qué pasa?! –preguntó Leo mientras se mordía una uña-. Te estás poniendo pálido. ¡¿Le pasa algo a Alex?! –miró a Christopher, el cual se encogió de hombros mientras negaba con la cabeza. Me volvió a mirar-. ¡Jack!
Guardé el teléfono y apreté la mandíbula.
-Puede que Alex, ahora mismo, esté en verdaderos problemas. Me voy a buscarla.
-Espera. Ya la están buscando…
-¿Y tú has visto algún resultado? No, ¿verdad? Puedo encontrarla antes yo sólo que todos esos idiotas juntos.
Leo se calló. Me dirigí a Christopher.
-Dime dónde está.
-No lo sé con seguridad –dijo severo-. Pero puedo decirte que está en un recinto apartado de la ciudad. Una cafetería, tal vez. Pero no estoy seguro…
Entonces me vino una idea.
-Ya sé dónde está –dije con el ceño fruncido y una sonrisa triunfal.
-¿Entonces…?
-Voy allá.
Salí del despacho de Leo corriendo y me fui del colegio. Me subí al todoterreno, arranqué y me dirigí al lugar en el que estaba un noventa y ocho por ciento seguro de que ella estaba allí.

(A)Los hombres se convirtieron en una especie de zombies… viscosos… y asquerosos. Sin duda. Las personas “sanas” o “normales” que había allí estaban tiradas e inconscientes en el suelo.
-Bien –di una palmada, aún así estaba asustada-. ¿Qué os parece si lo hablamos más detenidamente… tomando un café o algo?
Los seres se miraron perplejos. Vi a David y a Nicole dormidos, pero Derek… ¿dónde estaba Derek?
Los zombies hicieron un ruido extraño, como el de una especie de engranajes de un reloj. Me puso los pelos de punta. Se fueron acercando poco a poco a mí. Como no me quedaban fuerzas para nada, el tiempo transcurría normal, vamos, que no podía alterarlo. Y eso me ponía nerviosa. Sacudí la cabeza, pero estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de que los seres estaban prácticamente a mi lado. Intenté escabullirme, pero uno me cogió de los brazos y me ataron con una cuerda, dejándome inmovilizada con los brazos pegados a los costados.
-¡Hey, hey, venga, hablemos! ¡No… no hagáis eso! –me quejé.
Apretaron la cuerda.
-¡Aaayyyy! ¡Brutos! ¡Estoy segura de que si…!
Pero mi intento de conversación fue interrumpido por la aparición de una sombra en la puerta del local. Tragué saliva. No esperaba nada bueno.
-Bien hecho, chicos.

Capítulo 44

La sombra se fue haciendo visible a la vez que entraba en el local. Al final era un chico, pero no normal. Vestía solamente unos pantalones negros, sin camiseta e iba descalzo. También estaba pálido, y su pelo caía en mechones por su cara, completamente liso y rojo, como fuego. La verdad es que parecía suave. Tenía los brazos cruzados.
-Vaya, alteza, al parecer todo ha salido bien–dijo como si fuera un robot, sin sentimiento en la voz.
-¿Perdona? Que yo sepa…
Entrecerré los ojos, y me fijé mejor en sus rasgos físicos. Me recordaban a…
-Derek… -susurré.
Intenté deshacer el nudo de la cuerda que me rodeaba, pero era incapaz.
Sonrió levemente.
-Sí, Alex.
-¿Pe… pero cómo…? ¿Tú…? ¡Eras un bebé! ¿Cómo…?
-Me transformo. No es tan difícil.
Me sentí completamente traicionada. Jack tenía razón, tenía que haber dejado que lo mataran.
-Venga, sacadla de aquí.
-¡Espera! ¿Qué… qué… qué champú usas? Porque de verdad que tienes un pelo pero precioso, en serio… -y esto, señores, son mis patéticos intentos de distracción.
Me miró incrédulo. Pero luego rió un poco. Se volvió hacia la puerta, y yo me quedé con la boca abierta. Tenía una cicatriz en forma de V en la espalda.
-Tú… ¿te quitaron… te quitaron las alas? ¿Por qué?
-Por rebelarme. Por eso ahora sirvo al Diablo.
-Pero cuando eras un niño, las tenías…
-Una ilusión. No te creas todo lo que veas. Y no te fíes de cualquiera, aún siendo un crío. Sabiendo quién eres.
Unas lágrimas aparecieron por mis ojos. ¿Cómo pude ser tan estúpida…?
-Quieres… tú quieres volver a llevarme…
-Por supuesto. No voy a hacerte daño, Alex. Te aseguro que nunca dañaría a mi señora, pero tengo que llevarte de vuelta.
-¡No! ¡No quiero!
Me revolví, pero era imposible. Derek (o como se llame en realidad) se fijó en Nicole, la única niña del sitio. Frunció el ceño, y la señaló con la cabeza. Un ser la cogió.
-¡Eh! ¡Soltadla! ¿Qué vas a hacer?
-Bueno… tú sabes que a mí servir a la gente… supongo que no es lo mío. ¿Sabes qué es un sacrificio?
Me horroricé. Sabía perfectamente qué quería hacer.
-¡¡No!! ¡Espera! ¡No puedes hacer eso! ¡Es una niña!
Los ángeles caídos podían volver a ser humanos si realizaban un sacrificio a su señor. Preferiblemente una niña o mujer, y, por supuesto, deben ser humanas. Pero debía ser la humana indicada.
-¡No lo hagas! ¡Piensa que…!
Pero negó con la cabeza y abrió la puerta, saliendo por ella. Los seres empezaron a arrastrarme mientras yo daba patadas al suelo y al aire hasta afuera.
Y justo cuando Derek abrió un portal, una sombra enorme que emitía un rugido ensordecedor se acercaba a nosotros.

martes, 9 de noviembre de 2010

Capítulo 42

Pasé al pequeño despacho, y en efecto había un teléfono. Descolgué y marqué el número de su móvil.
Tardó un poco, pero me lo cogió.
-¿Sí? –contestó algo apático.
Abrí la boca para hablar, pero el saber que Jack estaba al otro lado… El corazón se me desbocó, y sentí un estremecimiento por la espalda. Tuve que apoyarme en el escritorio.
-¿Quién es? Mira, si esto es una broma ahora mismo no tengo…
-Jack –dije-. Soy yo, Alex.
Ahora el que se quedó callado fue él.
-Alex. ¡Alex! ¡¿Dónde estás?! ¡¿Tú sabes lo preocupado que me tienes?! –paró un momento de hablar, y sentí cómo apartaba el teléfono de él-. (…) ¡Sí, es ella! (…) ¡Pero dejadme hablar! –volvió a acercarlo-. Lo siento, es que tienes a Leo como loco. Y hemos llamado a… bueno, a Christopher…
-¡¿Christopher?! ¡¿Ese idiota está ahí?! Ah, no, por ahí no paso. Voy a colgar.
-¡¡No!! ¡¡Espera!! ¡Por favor!
¿Me estaba suplicando? ¿Jack?
-Está bien –dije.
-Mira, Alex, por favor, vuelve. De… de verdad que no lo aguanto más. Porque –suspiró-, de verdad, si te pasase algo… aparte de destrozar todo lo obvio, me destrozarías a mí por dentro.
Me quedé muda. ¿Ahora se estaba declarando por teléfono? ¿Estamos locos?
-Bueno, pues haberlo pensado antes de querer matar a Derek.
-¿Derek? ¡¿Quién es Derek?!
Reí para mis adentros.
-¿Celoso?
-Yo no estoy celoso. Es sólo…
-Tranquilo. Derek es el bebé que queríais acuchillar. Lo llamé así por… bueno, por ponerle un nombre. Todo el mundo se merece uno. Ah, por cierto, he encontrado a dos hermanos en la carretera.
-¿Hermanos?
-Sí, David, un adolescente quejica y Nicole, una niña con preguntas raras.
-¿David? No habrá intentado nada, ¿verdad?
Puse los ojos en blanco aún sabiendo que no me vería.
-Sí, ha intentado ligar conmigo. ¿Y? ¿Qué más te da?
-Pues…
De repente escuché un ruido sordo detrás de la puerta cerrada.
-¿Qué ha sido eso?
-No lo sé. Voy a ver.
Con el teléfono aún en la mano, bajé del escritorio y abrí la puerta. Lo que vi me dejó con la boca abierta. Los hombres que estaban antes sentados en un grupo en la mesa del fondo tenían acorralados a los pocos presentes que había allí.
-Esto… Jack, tengo que dejarte.
-¿Qué pasa?
-Problemas.
-¡¿Problemas?! ¡Alex, no hagas nada estúpido!
-Tú tranqui. Que yo me las arreglo. De todos modos…
-¡¡Alex, no, espera...!!
Pero colgué. Dejé el teléfono, me trisqué los nudillos y salí del despacho. Los ahora seres se volvieron hacia mí, e hicieron una mueca mientras me señalaban.
Yo me crucé de brazos y sonreí.
-¡Hola!

sábado, 6 de noviembre de 2010

Capítulo 41

-¡Se ha calado! ¡No puede ser! ¡El coche nos ha dejado tirados!
Nicole se ponía cada vez más nerviosa, y en consecuencia me ponía nerviosa a mí.
-¡Cállate! ¡No puedo pensar si estás gritando!
Se calló. Salí del coche. Esto no podía estar pasando. ¿Qué sería de mí si otro bicho de esos nos encontrara o… o todavía peor, enfrentarme a la ira de Jack? Suspiré.
Miré hacia el interior. Derek y David dormían profundamente. Qué suerte. Yo debía de tener unas ojeras horribles, pero ahora mismo mi aspecto era lo que menos me importaba.
Fui hacia el capó y lo abrí. Nicole se colocó a mi lado. Tosió por el polvo que había dentro.
-Tres palabras. Mamá nos mata –comentó rendida.
-Creía que vuestro coche aguantaría, pero al parecer…
-Hombre, si te parece que pudiera aguantar después de que un enorme bicho se abalanzara sobre el motor, pues… sí, sería un súper coche. O el coche fantástico.
Puse los ojos en blanco. Miré dentro, y sí, el motor estaba quemado. Cerré el capó y me senté encima. Nicole me imitó.
-¿En qué piensas? –me preguntó.
-En que estamos perdidas. ¿Y tú?
-Pues… ¿usas lentillas de colores?
La miré con las cejas alzadas.
-Estamos tiradas en la cuneta, en el quinto pimiento, sin dinero, ni comida, ni agua y con millones de seres que pretenden atraparme a la vez que matarme, sin personas a miles de kilómetros, sin saber dónde estamos… ¿y lo único que se te pasa por la cabeza en estos momentos tan difíciles es si uso lentillas? –se encogió de hombros y asintió. Suspiré-. No, ya nací así.
-Ah.
-¿Contenta?
-Sí… supongo… ¿y ahora qué?
-No lo sé. Ya no sé qué hacer. Estoy cansada, y ya no puedo casi adelantar, congelar ni retroceder el tiempo. Así que…
-Pues vamos andando –la miré despacio.
-¿Sabes? Tienes coraje. Y razón.
Salté del capó seguida de Nicole, cogí a Derek y desperté a David.
Y empezamos a andar.
A medio camino, y todavía no sé el por qué, me entraron ganas de llorar, pero obviamente me aguanté. No pensaba hacerme la débil delante de todos.
Después de tres horas andando, quejidos por parte de todos y lloriqueos de Derek y Nicole, al final llegamos a una especie de cafetería al lado de la carretera. Nos dirigimos hacia allí. Sólo había como mucho una familia, un hombre, el dueño del lugar supuse y una camarera. Oh, y también un grupo de hombres que estaban sentados en la mesa del fondo.
Al entrar, todos se volvieron hacia nosotros.
Saludé con la mano y nos sentamos en una mesa.
-¡Menos mal! Ya me estaba empezando a cansar –comentó David mientras estiraba las piernas sentado.
-¡Vaya que sí! –dijo Nicole.
Me levanté.
-¿Adónde vas?
-Voy a buscar un teléfono. Tengo que hablar con alguien. Ahora vuelvo.
Derek empezó a lloriquear y alzó sus bracitos hacia mí desde el regazo de Nicole. Me volví hacia él y le acaricié la mejilla.
-Tranquilo, no me voy. Estoy aquí.
Sonrió y bajó los brazos. Yo asentí y me dirigí a la barra. La camarera estaba de espaldas a mí, así que carraspeé.
Se volvió y se acercó. Pero al ver mis ojos alzó las cejas, sin embargo, no hizo ningún comentario.
-Es… esto… ¿sí? ¿Necesitas algo?
¿Creería que soy ciega?
-¿Tiene un teléfono por aquí?
-Oh, sí, claro. Por allí –me señaló un pequeño cuarto.
-Gracias.
Mejor hablar ahora con Jack, al menos para que el pobre sepa que estoy bien.
Soy demasiado buena.

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*Fantástica Realidad... <---Si queréis saber qué es... ;)

lunes, 1 de noviembre de 2010

Capítulo 39/40

Capítulo 39

Todo congelado. Todo menos nosotros.
-¿Qué…?
-¿Por qué está todo gris? –preguntó Nicole asustada.
-Paré el tiempo –dije rápidamente, mirando fijamente la garra que estaba separada de mí por el cristal-, y ahora debemos irnos.
David lanzó una carcajada nerviosa.
-¿Es una broma? Imposible. No se puede parar el tiempo.
-Vale, pues digamos que yo soy el tiempo. ¿Te vale eso?
Di marcha atrás, dejando caer al suelo el bicho en la misma posición, un tanto extraña ahora tendido.
-Parece un cubito de hielo –comentó Nicole.
-Sí, pero sin el hielo –terminó David.
Puse los ojos en blanco. Frené y salí del coche.
-¡¿A dónde vas?! ¡No nos dejes aquí!
Chasqueé la lengua cuando vi que salían.
-Va a ser sólo un momento. Quiero tirarlo. Bueno, primero matarlo, y luego tirarlo.
-¿Ma… ma… ma…?
Miré a David con las cejas alzadas.
-Ah, sí, es que es un cagado. Le da miedo la sangre –dijo Nicole.
Se rió, y yo bufé.
-Qué bien. Nos vas a hacer tanta falta…
David apretó los labios, y se cruzó de brazos. Me acerqué al bicho.
-¿Tienes una navaja? –dije sin apartar la vista de él.
-¿Navaja? No.
Suspiré, y me acerqué a un árbol que había por allí. Arranqué una rama afilada en la punta, y se la clavé en el corazón.
David se desmayó, cayendo al suelo. Nicole y Derek se le quedaron mirando.
-Este… ¿qué hacemos con él?
Puse los ojos en blanco.
-No tiene mucho aguante, ¿eh? Y eso que todavía no empezó a sangrar. Bien, deja a Derek en tu asiento y ayúdame a subir a tu hermano al coche.
Ella asintió, dejó a Derek en el coche y me ayudó a meter a David dentro.
-Jo, pues podríamos dejarlo aquí… -comentó.
-Sé que en realidad no quieres eso.
Ella me miró, pero yo ya estaba tirando por el acantilado al monstruo. Lo arrastré y cayó. Me limpié las manos y le indiqué con la cabeza que subiera al coche.
-Vamos.
Nos subimos y empecé a conducir otra vez.

Capítulo 40 (J)

-No pudimos encontrarla, director –dijo Charlie mientras suspiraba.
-¿Y qué vamos a hacer ahora? –Se lamentaba Leo-. ¡Si le pasara algo…!
Por la ventana de su despacho, vi a un coche todoterreno aparcar en la puerta principal.
-¿Y ése…? –pregunté con el ceño fruncido.
Leo se acercó a la ventana, y de repente le brillaron los ojos.
-¡Es él!
-¿Él? ¿A quién…? –Caí en la cuenta-. Christopher.
-Exacto. Con él la encontraremos al momento.
Sonrió emocionado, y todos bajamos hasta la puerta. Los alumnos ya se habían ido a sus casas, por lo que prácticamente estaba todo vacío.
Salimos afuera, dónde primero bajó el ángel guardián de Christopher, y luego bajó él.
Fruncí el ceño. Estaba cubierto por una capa negra, ocultándole el rostro y el cuerpo. No era como me lo imaginaba.
-¡Christopher! –Saludó Leo-. Cuánto tiempo.
-Y que lo diga, señor Leonardo.
Se bajó despacio la capucha, y pude ver cómo era en realidad.
Tenía más o menos la misma edad que Alex. Sin embargo, dónde Alex tenía el pelo liso y rojizo, él lo tenía rubio y rizado. Los ojos eran del mismo color blanco y extraño que ella, claros y grandes. Y de tez pálida, con finos rasgos en el rostro. Como los de ella…
Sonrió, saliéndole unos hoyuelos en las mejillas, e hizo una pequeña reverencia.
Quizá él y Alex no tuvieran el mismo padre, pero sin duda… la madre no podía ser diferente. No estaba seguro si ellos lo sabían.
-Bien. ¿Sabes cuál es…?
-Por favor, sé perfectamente lo que debo hacer. El ángel del tiempo no es rival para mí. Puedo encontrarla rápido. No hay ningún problema. Sin duda salió rebelde.
-Y que lo digas… -suspiró Leo.
-No se preocupe.
Cerró los ojos, inhaló una bocanada de aire y se concentró. Luego los abrió, pero sólo entrecerrados. Los ojos le brillaban como si fuera purpurina.
-Acaba de… está en una carretera, pero no consigo… ver exactamente en cual… sin duda conduce un coche, y alguien la acompaña.
-¿Te refieres al bebé demonio que…?
-No, aparte.
-¿A… aparte? –Leo se tornaba pálido.
-Sí, aparte. Está acompañada por humanos, pero no consigo ver sus rostros…